Cuando los sicarios llegaron a Los Ángeles
Una guerra entre bandas narcotraficantes chilenas en la capital de la provincia del Biobío casi triplicó los homicidios registrados en esa comuna. Detrás de esa disputa, como quedó demostrado en la investigación, había un fenómeno nuevo: los principales imputados eran asesinos a sueldo venezolanos. El enfrentamiento, a lo largo de los cuatro años que se extendió, cobró 37 vidas y dejó una profunda herida en la ciudad.
Moisés Bastardo Bastardo, un sicario venezolano, hizo un llamado mientras estaba preso en la cárcel de Concepción. Fue en la madrugada del 30 de abril de 2023. En esa llamada, Bastardo -que es el apellido con el que se identifica- le entregó indicaciones a Ley Betancourt, Reiner Valero y Jesús Ladera. Les dijo que dentro de la discoteque Knockout, en las afueras de Los Ángeles, estaba festejando César Dinamarca, alias “César Betino”. La orden del sicario fue que se dirigieran de inmediato a ese lugar: tenían que eliminarlo.
Por eso, los tres imputados, también venezolanos, se subieron a un Suzuki Swift. Manejaron desde la ciudad penquista hasta Los Ángeles.
El grupo entró a la discoteca y se acercaron a quien pensaban que era su objetivo. Tenían información de cómo andaba vestido, además de fotos. Lo reconocieron y abrieron fuego. El joven murió en el lugar.
El problema es que se equivocaron: la víctima fue un joven de 17 años que no tenía ninguna relación con ellos ni con el crimen organizado. Solo estaba celebrando allí.
Esto alertó a las policías y a la Fiscalía. Sobre todo al fiscal jefe de SACFI de la Fiscalía del Biobío, Michelangelo Bianchi. Venían hace rato tras los pasos de Bastardo. Su tesis era que tanto él como su grupo estaban detrás de una serie de homicidios en la ciudad: según cifras de Carabineros, entre el 2019 y el 2023 en Los Ángeles ocurrieron 71 homicidios. Esto la convirtió en la comuna de la región con más asesinatos.
Lo otro es que el Gran Concepción registra más que el triple de la población de Los Ángeles, que tiene un poco más de 200 mil habitantes según el Censo 2017. Pero, aún así, esta última es la comuna con la tasa de homicidios más alta del Biobío.
“Era tan así, que cuando la Fiscalía ECOH se constituyó en la región, Los Ángeles tenía tantos homicidios cada 100 mil habitantes como Arica”, dice el persecutor. La comparación no es al azar. Arica es una comuna fronteriza atemorizada por el Tren de Aragua, con casas de torturas y muertos enterrados bajo cemento. Pero Los Ángeles es una ciudad que Bianchi siempre consideró tranquila.
Pero eso cambió con la pandemia, cuando empezaron a aparecer muertos: un balazo en el rostro en marzo del 2020; otro baleado en mayo; al año siguiente, un emboscado acribillado al norte de la comuna.
A través de su investigación, Bianchi y su equipo concluyeron algo: había bandas de narcotraficantes chilenos contratando sicarios extranjeros. Por cada sicariato, dice Bianchi, había una respuesta. Esto fue creciendo como una bola de nieve: una banda manda a matar a un miembro, la otra manda a asesinar a otro, y así.
El jefe de seguridad de Los Ángeles, Jorge Rodríguez, dice que estas bandas se dedicaban a vender pasta base y cocaína. Lo otro que comenta es que antes de estos hechos, nunca habían visto sicariatos en la comuna.
El alcalde de la comuna, Esteban Krause (PR), dice que esa situación se salió de control. Tenían que enfrentar una guerra en su comuna. Y no estaban preparados.
El camino al cielo
El fiscal Bianchi no recuerda haber visto antes a Los Ángeles, de la forma en que la ve ahora. Hasta 2019, asegura, el panorama era distinto.
-En Los Ángeles prácticamente no hubo estallido social. Tenía una delincuencia bastante común, con índices de criminalidad muy bajos. Una delincuencia rural, por decirlo de alguna forma.
Pero eso fue cambiando de a poco. Con las cuarentenas, el encierro y la falta de control en las calles, algo pasó.
La génesis de esta matanza, dice Bianchi, fue en una cuadra en la Villa Los Profesores.
-En 2020 había dos bandas chilenas importantes: Los Pavo Real y Los Castañas. Ambas tenían una casa de seguridad frente a la otra, donde vendían droga. Competían para controlar el territorio y crear un monopolio. Y era tanto, que para ganarse la clientela le disparaban a los que iban a comprar a la casa de al frente.
Ese descontrol salió de la Villa Los Profesores. Proliferaron más bandas que se disputaron ese lugar y otros más.
Rodríguez dice que ese año surgió otra banda, la de El Cal, llamada así por el apodo de su líder, Juan Francisco Fuentealba. Ellos pasaron a dominar la Villa Los Profesores, en el norponiente de la comuna. En cambio, la banda de Nelson Vásquez Anabalón, conocido como “El Gallineta”, dominaba la población Escritores de Chile, al suroriente de la ciudad.
La labor preventiva de la seguridad comunal no bastó, dice Rodríguez. Sabían que allí se traficaba droga. Pero no detectaron el sicariato que estaba surgiendo.
Estas bandas, dice el fiscal, fueron las primeras que incorporaron sicarios venezolanos a su operación.
-Esos ciudadanos extranjeros fueron entrando como soldados. Vendían como microtraficantes en las esquinas. Pero luego, fueron ganando protagonismo hasta llegar a los mandos medios de la operación. Ellos empezaron a ofrecer estos servicios de sicariato.
Entre estos bandos medios apareció un nombre en especial: Moisés Bastardo Bastardo. Él les ofreció a las bandas en la Villa Los Profesores sus servicios: matar a cambio de dinero. Sus honorarios iban desde los $ 2 millones de pesos para eliminar un miembro de un rango bajo, hasta los $ 8 millones de pesos para miembros en posiciones altas.
El aumento en los homicidios fue notorio. Según cifras de Carabineros, durante 2019 en Los Ángeles hubo seis delitos de este tipo. Pero en 2022 esa cifra había crecido a 23 muertos. Un aumento del 280% en tres años.
El que estos grupos de sicarios y narcotraficantes hayan elegido una ciudad como Los Ángeles para hacer su negocio tiene causas, dice el fiscal Bianchi.
-Creemos que se establecen acá, y no en Concepción, por la cercanía que tiene Los Ángeles con la Ruta 5 Sur. Aunque también los análisis criminales indican que estos grupos eligen estas comunas para establecerse, porque son más pequeñas. Intermedias, por decirlo de alguna forma. Hay otros ejemplos, como Linares o Rancagua. Es la lógica del Tren de Aragua: las policías tienen menos presencia, menos recursos, menos inteligencia. Eso deriva en una mayor posibilidad de tener impunidad.
El alcalde Krause aporta otro diagnóstico.
-Al principio creíamos que Los Ángeles servía como una ciudad de distribución para el sur de Chile. Pero la experiencia que han tenido las policías es que la droga que llega a Los Ángeles se consume acá -acota-. Tenemos un alto poder adquisitivo, además de que hay 52 mil personas viviendo en el sector rural. Eso aumenta las posibilidades de almacenar acá la droga.
Las señales de que las bandas se pusieron más violentas fueron siendo cada vez más evidentes. Así lo siente Marisol, una vecina de la Villa Escritores de Chile, quien prefirió mantener su nombre real oculto por miedo a represalias.
-Lo primero que vimos fue mucha venta de droga, en cada esquina. Luego, con el tiempo, escuchábamos balazos todas las noches. Al día siguiente nos íbamos enterando de los muertos.
La vecina recuerda que, incluso, en su villa quemaron una casa y un auto con acelerante, por las mismas represalias entre bandas.
-Tengo dos vecinos a los que balearon por error. Son gente normal, pero los sicarios los confundieron -denuncia-. Fue tanto, que a esta villa le empezaron a decir “El camino al cielo”.
Hubo un momento en que esto pasó de ser un problema de bandas en algunas poblaciones a un tema comunal: el 7 de febrero de 2022.
Ese día por la mañana, Juan Francisco Fuentealba, “El Cal”, líder de su banda, estaba visitando a su abogada en un edificio a pasos de la Plaza de Armas de Los Ángeles. En eso, lo abordó un sicario venezolano. El Cal falleció ese día con su pecho baleado. El autor del hecho sigue prófugo. El fiscal Bianchi supone que ya salió del país.
Esto les mostró a todos los habitantes en Los Ángeles una cosa: estaban lidiando con gente que podía matar a sangre fría, a plena luz del día, en una ciudad poco acostumbrada a los homicidios.
Encender la mecha
El mapeo de las pandillas que hizo el Ministerio Público junto a las policías, además del relato de testigos dentro de las bandas, les permitió tener mayor claridad sobre cómo operaban. Gracias a ese trabajo, Moisés Bastardo Bastardo fue acusado nuevamente por el Ministerio Público en marzo de este año. Él y otros ocho sujetos fueron imputados por dos homicidios simples, porte de arma de fuego y tráfico de drogas. El Gallineta también fue detenido en abril del 2022.
El enfrentamiento entre las bandas, reporta Bianchi, dejó 37 muertos entre 2019 y 2023. Todos fueron realizados con arma de fuego.
Desde entonces, los homicidios en Los Ángeles han bajado. El alcalde Krause dice que ayudó la labor municipal, al tener más entrada a las poblaciones.
El capitán de Carabineros Alonso Carrasco, de la Primera Comisaría de Los Ángeles, dice que la incorporación de la comuna al Plan Calles Sin Violencia también contribuyó. A través del patrullaje policial en sectores críticos, disminuyeron en un 50% los homicidios en el 2023 respecto al 2022.
El edil dice que con esa estrategia han decomisado 477 armas de fuego y casi 9 mil municiones. Además, al doble los inspectores municipales y agregaron más cámaras de vigilancias.
La caída de El Gallineta y de Bastardo no asegura que no existan más miembros que hayan seguido operando, dice el fiscal. Por eso, pide avanzar en la legislación para avanzar en la persecución de estos delitos.
Un punto importante, dice, es que los imputados extranjeros son los que menos colaboran a la hora de declarar, no como los chilenos. Por eso necesita protegerlos.
-Porque yo hoy puedo tener un tipo que sabe del homicidio, que estuvo involucrado, pero es el eslabón más débil y quiere declarar. Pero no le puedo dar un resguardo con certeza de que no le va a pasar algo en la cárcel donde está, o en su casa cuando salga en libertad. En la legislación extranjera están más avanzados, y les ofrecen cambio de identidad e, incluso, traslado a otros países. Porque si no, nadie va a querer declarar.
Aunque lo que realmente incomoda al fiscal Bianchi es otra cosa.
-Me preocupa que se profesionalice el sicariato de tal forma que desde el punto de vista de la persecución penal nos impida determinar cuáles son los autores inmediatos. Porque estos sujetos van aprendiendo: saben cuáles son los medios de prueba que vamos reuniendo, van a ir a los juicios, van a saber que uno los escucha telefónicamente, que les hacemos tráfico de antenas. Y se van a ir resguardando de mejor manera. La plata que reciben por los delitos no circula por Chile: tienen que depositarla en otros países, o en cuentas Bitcoin.
Pero Marisol, la vecina de Escritores de Chile, lamenta otra cosa: dice que los más perjudicados de esta situación son los vecinos de menos recursos, que viven en esas villas donde se desatan las masacres. Personas que, como ella, venden sus casas por la desesperación que les genera vivir en lugares así, donde ni siquiera sus hijos se atrevían a visitarla.
Durante toda esta investigación hubo algo que sorprendió al fiscal Bianchi: los extranjeros envueltos en estos homicidios no respondían a una organización central. “Trabajan para el mejor postor”, dice.
Lo otro que ve con preocupación es que, si bien el fenómeno de Los Ángeles aún no se mete en zonas más pobladas, basta muy poco para que ocurra.
-Es preocupante que se mueva. Empieza con una quitada de droga, una mexicana, y a alguien se le ocurre contratarlos. Se enciende la mecha, matan a uno, matan al otro. Así empieza.
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