Daniel Mansuy: “La más grande de las decepciones es que este gobierno haya mostrado tan poco interés en la educación”
Doctor en filosofía política, el académico de la U. de los Andes se pregunta cómo educar en democracia en su nuevo libro, Enseñar entre Iguales, editado por el IES. En esta entrevista Mansuy critica duramente la gestión del gobierno en la materia y cuestiona a la generación del FA por deteriorar el principio de autoridad de los profesores.
A media tarde, en el café de la Universidad de los Andes, Daniel Mansuy desempolva una vieja anécdota. Poco antes del plebiscito del 88, un dirigente juvenil de la Concertación llegó a la casa de Ricardo Lagos. Fue días después de que este apuntara en televisión a Augusto Pinochet. Cuenta Mansuy que el joven dirigente, quien le relató la historia, llegó cerca de las 10 de la mañana a la casa de Lagos. Este lo recibió y le preguntó qué estudiaba. “Entonces el dirigente le dijo que estaba en tercero medio. Y Lagos le preguntó: ¿Y qué hace acá? Váyase a clases. Vuelva en la tarde, pero no falte a clases”, relata Mansuy, y agrega:
-¿Tú te imaginas a un dirigente del Frente Amplio diciéndole eso a un escolar? ¿Te fijas cómo Ricardo Lagos formó a ese estudiante diciéndole lo primero es la escuela?
Investigador del centro Signos de la U. de los Andes, profesor de filosofía en la misma casa de estudios e investigador asociado IES, Mansuy recuerda esa historia con motivo de la publicación de su nuevo libro, Educar entre iguales. Un ensayo que comenzó a trabajar aun antes de Salvador Allende, el libro que publicó en abril y que se volvió uno de los más leídos en el contexto de los 50 años del Golpe.
¿Cómo educar en democracia? ¿Es posible educar en un creciente contexto de igualdad? Estas son algunas de las preguntas que aborda en su ensayo, donde analiza el sentido y el fin de la educación desde las teorías de Tocqueville y Rousseau. A partir de ellos, Mansuy pone en juego otras visiones, de Hannah Arendt a Philippe Meirieu.
Usted concluye que la democracia es el sistema político que más requiere ciudadanos educados. Y al mismo tiempo el sistema más reacio a educar. ¿Cómo se explica eso?
Es una paradoja interesante, pero es muy real. Ahora tenemos un plebiscito constitucional en tres semanas y se requiere que los ciudadanos se tomen en serio el problema, lean y voten informadamente. Que voten lo que quieran, pero que no sea un voto por la guata o por la coyuntura del momento. Entonces, sí, la democracia requiere que los ciudadanos sean particularmente ilustrados para tomar decisiones muy complejas. Y, por otro lado, y aquí yo tomo la perspectiva tocquevilliana, la democracia en cuanto dinámica igualadora de las condiciones nos hace desconfiar del vínculo educativo, porque este siempre lleva implícita alguna verticalidad. Necesitamos ciudadanos muy educados y, sin embargo, no sabemos qué significa educar en democracia, porque la educación tiende a romper con la horizontalidad a la que aspiramos.
Usted observa la pérdida de autoridad de los profesores, ¿cómo influyen las teorías modernas en ello?
Para ciertas teorías bastante influyentes el profesor es una figura sospechosa de autoritarismo. Y muchos discursos tienen la tendencia a quitarle facultades al profesor para impedir que haya opresión. Esas teorías tienen una tesis subyacente según la cual la relación pedagógica es una relación opresiva. Entonces, si tú ves la relación pedagógica como una relación opresiva, inevitablemente el profesor se transforma en un opresor. Pero si ves la relación pedagógica como una experiencia liberadora, como fue mi experiencia, el profesor asume otro lugar. En la medida en que nosotros desconfiamos de toda autoridad y en particular de la autoridad pedagógica, por supuesto que vamos a desconfiar del profesor. Y después le vamos a pedir al profesor que nos resuelva toda esa lista de problemas sociales que tenemos. Yo creo que no hay oficio hoy día más imposible que el oficio del profesor de colegio.
¿Qué responsabilidad le cabe al sistema político en esta pérdida de autoridad?
Por lo menos desde el año 2006 el sistema político viene discutiendo sobre educación. Hemos hablado de las condiciones, de infraestructura, de financiamiento, de quién es el dueño del establecimiento, de qué es el lucro, de gratuidad, etc. Pero la verdad es que no hemos hablado nada, virtualmente, nada de qué hace un profesor con un grupo de alumnos. No en los colegios más privilegiados, no en los entornos familiares que apoyan, sino ¿qué significa hacer clases en un barrio difícil? Yo estoy aquí rehabilitando el papel de los profesores. Hay que decir, para ser justos, que el Colegio de Profesores tampoco ha ayudado mucho. El Colegio de Profesores ha colaborado al desprestigio de la profesión docente, con paros muy largos, no querer volver en pandemia y un largo etcétera.
¿Cómo se logra restaurar el vínculo entre profesor y alumno?
La educación se da allí donde hay un vínculo de confianza, donde el alumno confía en el profesor y el profesor confía en el alumno. En un ambiente de molotov y de violencia ese vínculo es imposible. No hay educación donde no hay un vínculo de confianza mínimo. Y, por tanto, lo más importante en esto es restablecer la autoestima del profesor, tiene que tener confianza en sí mismo para poder transmitir confianza a otro. Y al mismo tiempo, esto supone darle libertad. Pueden haber, y hay muchas estructuras de apoyo a la pedagogía, pero no hay procedimiento que reemplace el establecimiento de un vínculo personal. Y en eso el profesor es el mejor juez de cómo se logra un vínculo.
¿Cuánta responsabilidad tiene el sistema político en el problema de la violencia?
Yo tengo recuerdos de muchos años de actos de violencia en el Instituto Nacional. Los policías registraban las mochilas, pero eso era súper polémico, porque en principio es raro un colegio donde hay policías, como que ahí el vínculo ya está medio roto. Ha pasado mucha agua bajo el puente, y hubo una aceptación, más o menos tácita, de la violencia en los establecimientos, porque se pensó que era parte de la legítima protesta de los estudiantes. A mi juicio, hay un error del sistema entero, algunos son más responsables que otros, por supuesto, pero el sistema entero es responsable de no decir los colegios deben estar libres de violencia porque es una condición mínima para que haya educación. Eso terminó matando al Instituto Nacional. O sea, el Instituto Nacional fundado por José Miguel Carrera, con más de 200 años, que ha dado presidentes a Chile, premios nacionales, en fin, que ha sido el gran factor de movilidad social, fue destruido. ¿Era mejor un Chile con Instituto Nacional o sin Instituto Nacional? Yo creo que era mejor un Chile con el Instituto Nacional. Pero lo destruimos, y a nadie le importó mucho, porque los hijos de la élite no estudian ahí.
¿Ni a la izquierda ni a la derecha?
Ni a la izquierda ni a la derecha. Y ese es un hecho político de primera importancia: cómo el gran factor de movilidad social y de construcción de élites republicanas y meritocráticas fue destruido. Si además de la aceptación más o menos tácita de la violencia le agregas un discurso igualitarista, la idea de que toda meritocracia en la educación era síntoma de una reproducción de élite, y por tanto no le dejas ningún lugar al mérito, esas instituciones también decaen. ¿Cómo no va a ser eso una tragedia nacional? ¿Qué pasaba por la cabeza de las élites de izquierda que lo dejaron caer?
¿Se impuso el discurso igualitario?
El discurso igualitario y mezclado con la aceptación de la violencia. Entonces, un lugar donde aceptamos la violencia como legítima, donde el mérito no vale, lo que implica en alguna medida que el profesor tampoco vale, lo que hace es matar los motores de esa institución que eran la exigencia y la disciplina. ¿Por qué la izquierda le regaló la disciplina y el orden a la derecha? El Frente Amplio llamaba a los escolares a saltarse los torniquetes. Pero Ricardo Lagos no soportaba ver a un alumno fuera de la escuela en hora de clases.
Tampoco se trata de rescatar al profesor autoritario, ¿no?
La figura del profesor autoritario por supuesto que tiene sus patologías, tampoco corresponde a la sociedad contemporánea. Pero la existencia del principio de autoridad no conduce necesariamente al autoritarismo. Y por tanto, la solución no es eliminar todo el principio de autoridad, porque eso nos lleva a otros problemas peores. Necesitamos autoridad en los colegios, el profesor debe ser respetado. Por lo demás, orden, trabajo y disciplina son condiciones indispensables para alcanzar una autonomía digna de ese nombre: es un error fatal verlas como necesariamente antinómicas con el ideal moderno.
¿La educación es un agente de cambio social?
No, ese discurso está completamente errado. La educación no puede estar al servicio de una agenda política. Hannah Arendt dice si quiero cambios políticos, tengo que persuadir a los iguales, a los adultos. Lo otro es adoctrinamiento. Si yo voy a convencer niños, no estoy persuadiendo a los iguales. Por tanto, le estoy haciendo trampa a la democracia. La educación debería estar fuera de la disputa política, porque si no la estamos instrumentalizando. Si usted quiere cambios sociales, persuada a los ciudadanos, no vaya a adoctrinar a los niños.
¿Cómo evalúa la gestión del gobierno en educación?
La gestión de este gobierno es total y completamente desastrosa en educación, pero no digo nada nuevo. Esta generación saltó al poder con la bandera de la educación. Y ha tenido dos ministros que demuestran que esta no es una prioridad del gobierno; son personalidades políticas más bien de bajo perfil. Uno marca las prioridades con esto también, con tener ministros fuertes. Y eso no ha existido. Además, han mostrado una desidia en gestión, que es lo que vimos en los casi tres meses sin clases en Atacama. Y es una enorme decepción, quizás la más grande de las decepciones, que este gobierno haya mostrado tan poco interés en la educación, tan poco interés, por ejemplo, en la reactivación educativa, en subsanar los efectos de la pandemia. Por tanto, la preocupación por la educación de este gobierno siempre fue una bandera electoral que le permitió ganar votos, pero nunca fue una convicción, no había un programa real ni un análisis.
Ahora el Presidente tomó medidas...
Tomó algunas medidas, pero han sido todas tardías y no a la altura de los desafíos. No a la altura del desastre educativo que fue la pandemia. O sea, debía ser mucho más agresivo, mucho más prioritario. El ministro de Educación debería ser la principal personalidad política de este gobierno. En política esto se diseña, nombras un ministro muy fuerte que impulsa una agenda. Este gobierno no quiso hacer eso ni siquiera en el cambio de gabinete.
El ministro Cataldo destacó que es la mayor crisis educativa y también dijo que es anterior a este gobierno.
Es mucho más antigua. Y la crisis de la educación no tiene que ver con problemas políticos, sino con cuestiones sociológicas, estructurales. Dicho eso, el hoyo que tenemos hoy en día se quedó en pandemia. Y se quedó en pandemia porque se leyó en clave política. No recuerdo que el ministro Cataldo haya criticado al Colegio de Profesores cuando dijo que no quería volver a clases. ¿Esto significa que toda la crisis es responsabilidad de ese hecho? No, esto es estructural, pero, al mismo tiempo, se combinó con dinámicas políticas que hicieron que durante mucho tiempo los colegios no abrieran las clases. Y el ministro Cataldo en eso estaba en el lugar equivocado. No era el único, pero no deja de ser significativo que el actual ministro de Educación, en un momento de crisis educativa, no haya tenido una sola palabra por los niños que no tenían clases.
¿Qué se requiere para solucionar la crisis?
Yo creo que todo tiene que ir dirigido a rehabilitar la figura y el lugar del profesor, y que tenga las condiciones necesarias para trabajar. Tenemos que lograr que en la estructura social el profesor sea un tipo muy reconocido, porque ¿a quién respeta el niño? A quien sus padres respetan.
¿Ve disposición en el mundo político?
No veo mucha disposición para tomar en serio este problema con todo lo que requiere, más allá de las consignas. ¿Te acuerdas del episodio del jarro de agua con la ministra? Es un episodio súper sintomático: tengo rabia y le tiro agua. ¿Hacia dónde fue Chile después de eso? ¿Fue hacia el lugar donde eso es un acto inaceptable y hay que restituir las condiciones para que eso nunca vuelva a ocurrir o fue por el lado de que es cada vez más posible hacer cosas así, saltarnos el torniquete, las molotov?
¿Responsabiliza a la izquierda y a esta generación también por la crisis?
El mundo de la izquierda tiene una responsabilidad muy amplia, porque ha articulado su práctica política en torno a una degradación de toda forma de autoridad, lo que termina afectando mucho la figura del profesor. La derecha también ha gobernado y la verdad es que no ha hecho tanto tampoco... Y esta generación invitó a los jóvenes a movilizarse sin nunca ponerle un marco a esa movilización, sin transmitir que también es importante estudiar, sin nunca destacar que la figura del profesor es importante, horadando completamente el principio de autoridad. El presidente Boric dijo hace unos días ‘no sigamos dañando el principio de autoridad’. Vaya, es lo que usted hizo durante 10 años. Ese hecho social general de degradación del principio de autoridad termina afectando lo que puede hacer un profesor en una sala de clases, especialmente en contextos difíciles. Y eso nos está golpeando brutalmente como sociedad.
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