Eduardo Sabrovsky, filósofo judío: “Israel tiene el derecho a defenderse como cualquier otro Estado, pero no a tener una política expansionista y amenazar con las armas en cualquier situación”
Académico de la UDP, el autor publica Israel en Gaza, un ensayo donde reflexiona en torno a la historia del Estado de Israel a partir del ataque de Hamás y la ofensiva militar israelí. Crítico de la política del actual gobierno hacia la población palestina, cree que es necesario rescatar la diversidad histórica del sionismo y que el futuro del país pasa por convertirse en un Estado democrático binacional.
Ese día nevó sobre Santiago. Eduardo Sabrovsky lo recuerda con nitidez. Tenía 18 años, estudiaba en la Universidad de Chile y militaba en el Frente de Izquierda Sionista (FIS), un colectivo que consideraba el sionismo como un movimiento de independencia nacional. Allí compartía con un grupo de amigos que se preguntaban por su identidad y se entusiasmaban con el sionismo socialista. Era el 10 de junio de 1967, Sabrovsky y sus amigos estaban contentos: Israel había ganado la Guerra de los Seis Días contra una coalición de países árabes.
-Todos estábamos fascinados por el triunfo de Israel. Creíamos que el Ejército de Israel era un ejército distinto de otros, un ejército ético. Pero por otros testimonios, uno se va dando cuenta de que nunca fue así, es muy difícil que un ejército sea ético. En ese momento había una izquierda mundial fuerte y, en general, al menos en Europa, simpatizaba con Israel. Y eso ya no existe.
Doctor en Filosofía y académico de la UDP, Sabrovsky se alejó del sionismo, si bien su biografía está vinculada al judaísmo que heredó de su abuelo Aarón, quien emigró desde Rusia antes de la revolución. El 7 de octubre de 2023, tras el ataque de Hamás a Israel y el inicio de la ofensiva sobre Gaza, Sabrovsky comenzó una reflexión en torno a su historia como judío y a la historia del Estado de Israel.
-Con su política de expansión territorial y el exterminio de la población árabe en Palestina, el Estado de Israel se ha convertido en el principal promotor del antijudaísmo -dice.
Su proceso reflexivo tomó la forma de un ensayo, Israel en Gaza: la encrucijada histórica del judaísmo, que acaba de publicar con el sello Paidós. En sus páginas, el autor recuerda sus días de niñez jugando en el patio del Círculo Israelita, en el centro de Santiago, donde su abuelo era el administrador, y las tardes de lecturas con él, que no era creyente, pero solía leer la Torá y el Talmud y asistir a la Gran Sinagoga en víspera de Shabat.
Profusamente documentado, el libro revisa también la historia de la formación de Israel y sus mitos fundacionales, las controversias intelectuales al interior del sionismo, las interpretaciones del Holocausto y la crisis actual, con la intención de aportar al debate.
-Los hechos del 7 de octubre y los que vinieron después me sumieron en una crisis que me resultó productiva -dice. El foco de mi preocupación es lo que les está pasando a los judíos. Desde la creación del Estado Israel, que se proclama el Estado de todos los judíos, para muchos de ellos su identidad pasó a estar definida por un apoyo incondicional. Y eso determina que lo que está haciendo Israel repercuta no sólo en sus habitantes judíos, sino en los judíos en su totalidad.
El 7 de octubre de 2023 Hamás ingresó a territorio israelí, asesinó a 1.200 personas, en su mayoría civiles, y tomó 250 rehenes. La respuesta militar de Israel, a su vez, dejó a Gaza en ruinas, provocando millones de desplazados y más de 40 mil muertos. Después de 15 meses, las partes acordaron una tregua de 42 días que comenzó el domingo pasado, durante la cual Hamás liberará a 33 rehenes e Israel a más de mil prisioneros palestinos.
Eduardo Sabrovsky valora la tregua: “Podría ser un avance”, dice, pero cree que “hay que esperar, veamos qué pasa”.
¿Este acuerdo no asegura un camino de entendimiento pacífico?
A pesar de toda la destrucción de Gaza, Israel no logró derrotar a Hamás, el mismo gobierno lo reconoció. Y hubo manifestantes ultranacionalistas y religiosos protestando contra el alto el fuego. Creo que la situación sigue siendo muy explosiva. Hamás ha quedado dañado, pero no muerto. Hay que pensar que entre los sobrevivientes de los bombardeos hay jóvenes y niños que pronto van a ser jóvenes y que si tenían dudas de unirse a Hamás, tal vez los bombardeos han disipado esas dudas. Eventualmente, lo que ha hecho Israel al bombardear Gaza es formar a la próxima generación de Hamás.
Este conflicto ha provocado una fuerte reacción a nivel mundial contra Israel, ¿ha revivido el antisemitismo?
Israel y sus promotores, Estados Unidos y algunos países de Europa, han festinado con el término antisemita, al acusar de antisemita a cualquiera, judío o no judío, que haga la más mínima crítica al Estado de Israel. Como dije, para muchos judíos el apoyo a Israel es una suerte de elemento constitutivo incondicional de su identidad. Y el libro muestra que eso tiene muchas complejidades y que es problemático identificar al judaísmo con el Estado de Israel, sobre todo con la política de los últimos 50 años, desde que empieza a gobernar Likud, pero Likud es sucesor del sionismo revisionista, al que Hannah Arendt llamaba algo así como la versión corregida y aumentada del nacionalsocialismo.
Pero se ha despertado un sentimiento antijudío...
Se está resucitando al antisemitismo histórico. Un antisemitismo que había quedado muy mal parado, muy silenciado. O sea, hubo generaciones que no conocieron esto, después precisamente del Holocausto judío. Pero yo creo que no se puede asimilar este antisemitismo actual al antisemitismo histórico. Este es un antisemitismo cuyo promotor es el Estado de Israel y aquellos que se escudan detrás de los judíos y del Estado de Israel para justificar sus tropelías. Durante la campaña presidencial, Donald Trump acusó al senador demócrata Chuck Schummer de ser un mal judío por criticar los bombardeos a Gaza.
Si bien la crisis actual fue gatillada por el ataque de Hamás, Sabrovsky advierte que “esto viene de antes, de Cisjordania, donde se han instalado, contra toda la legislación internacional, ya del orden de 700.000 colonos en asentamientos, muchos de ellos porque hay incentivos para irse a vivir a esos lugares. Pero también, con la complicidad del Ejército y de la policía, se ha ido restringiendo cada vez más la vida de los palestinos en Cisjordania. Y en Gaza, ya en 2010 el exprimer ministro británico David Cameron dijo que Israel mantiene la mayor cárcel al aire libre que nunca ha existido”.
Usted subraya la forma en que las posiciones en Israel se han radicalizado, ¿no responde ello también a un entorno hostil?
La diferencia es que Israel tiene un poder armado que no se compara prácticamente con ningún país en el mundo. Necesita algo de poder, pero también que se restrinja para forzarlo a negociar.
Sin ese poder, ¿sería posible la subsistencia de Israel?
Hay un equilibrio entre la protección y la agresión de la nación. Claro, uno podría decir, como el ejemplo del fútbol, no hay mejor defensa que un buen ataque. Pero ¿hasta dónde se puede llegar con eso? ¿Hasta dónde los mismos habitantes judíos de Israel van a querer seguir así? Porque no hay que olvidar también que hay diferencias dentro de la sociedad israelí, a pesar de la paranoia de comparar el episodio del 7 de octubre con el Holocausto. No tiene nada que ver. No se trata de la indefensión en que quedaron los judíos europeos, no; Israel es uno de los países más poderosos, tiene a estas alturas como 300 ojivas nucleares. Entonces, esa imagen de que estamos en peligro, nos van a exterminar, no tiene ningún asunto.
¿No es realista?
No, no es realista. Ahora, Israel tiene el derecho a defenderse como cualquier otro Estado, pero a lo que no tiene derecho es a tener una política expansionista y amenazar imponerse por las armas en cualquier situación.
Así como es desproporcionado comparar el ataque de Hamás con el Holocausto, ¿no es exagerado hablar de apartheid o nazismo en Israel?
Hasta el ataque de Hamás, los judíos en Israel han vivido una situación que se parece a la película La Zona de Interés. O sea, ahí no pasa nada. Tomamos sol, lo pasamos regio, la vida nocturna es lo máximo, hay todo tipo de libertades, hay una comunidad gay numerosísima, somos todos felices, pero vivimos en un lugar donde, en la práctica, existe un apartheid, existe un esquema donde los palestinos de Cisjordania tienen que atravesar una cantidad enorme de checkpoints, se demoran tres horas en poder llegar de un lugar a otro, cuando los judíos se demoran 10 minutos por las autopistas especiales que tienen. Entonces eso en algún momento tenía que reventar. Y reventó con lo de Hamás.
¿En qué sentido se puede comparar al sionismo revisionista con el nazismo?
Esa idea no la inventé yo, es de Hannah Arendt, que fue sionista, conoció toda esa época por dentro y, hasta donde pudo, junto con otros, luchó porque no se creara un Estado judío, sino un Estado binacional. La idea de Estado ya parecía una idea ajena a la tradición del pluralismo, porque los estados nacionales tienden a identificarse sobre la base de excluir a otros. En ese sentido, uno podría decir que los grandes imperios que se disolvieron eran quizás mejores desde un punto de vista de la convivencia, porque en ellos convivían distintos pueblos.
El Estado de Israel fue creado por acuerdo de Naciones Unidas…
Y en eso radica su legitimidad, pero resulta que ese mismo Estado sistemáticamente ha despreciado la misma legislación que le dio origen, o sea, los dictámenes de las Naciones Unidas, por ejemplo respecto a que no se debe colonizar territorio ganado por guerra. El Estado de Israel, con su actual encarnación, se burla de la legislación internacional, porque cuenta con el apoyo de Estados Unidos. Y mientras Estados Unidos y Gran Bretaña sigan vetando las resoluciones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, seguirá así. Ahora, con anterioridad a eso, dentro del sionismo hubo muchas posiciones distintas.
¿No todos estaban de acuerdo con un Estado judío?
Había una diversidad de posiciones. En el sionismo existió desde una fracción que era marxista, que se llamó Poalei Sion y en la cual militaron personajes muy prominentes, como David Ben-Gurion (el primer primer ministro de Israel), en los años 20. Poalei Sion estaba por un Estado binacional, y en Israel ha existido un Partido Comunista que es el único que ha tenido militantes judíos y palestinos en sus filas. Por eso es que yo me opongo a muchos críticos del Estado de Israel que lo identifican con el sionismo. Yo creo que el sionismo tuvo esa diversidad, no era perfecto, pero no se le puede entregar en bandeja la tradición del sionismo a Benjamín Netanyahu y su gente. Hay que rescatar esa diversidad, porque de ahí pueden surgir también concepciones distintas de cómo enfrentar esta cuestión. Pero si se niega en bloque al sionismo, se está cometiendo un error intelectual y también político, porque para muchos judíos el sionismo sigue siendo algo importante, aunque sean críticos de lo que está pasando.
Pocos días después del ataque de Hamás hablé con David Grossman y él decía que hay una suerte de efecto pavloviano en la izquierda internacional, de culpar de todo a Israel.
Me parece que la cuestión acá es el desequilibrio en poderes militares y el tratamiento que Israel les ha dado a los palestinos, haciéndolos vivir en una suerte de apartheid, en una ciudad no de segunda, sino de tercera, colonizando, contra toda la legalidad internacional, los territorios ocupados. Al Estado de Israel se le olvida que debe su existencia a la resolución de la comunidad internacional. No se la debe a ningún mandato divino, sino que se la debe a un hecho muy terrenal, pero resulta que en adelante Israel ha desconocido a los organismos internacionales. Organismos internacionales que muchas veces, como la Convención Internacional contra el Genocidio, por ejemplo, fueron el producto de judíos. Fueron el producto de judíos que se sensibilizaron, estoy hablando de antes del nazismo, respecto de la situación de los armenios en el Imperio Otomano. La palabra genocidio fue creada por los judíos.
¿No reconoce en la izquierda una posición anti Israel?
En parte quizás, en algunos sectores que le niegan toda legitimidad al Estado de Israel. Creo que cometen un error terrible, porque justamente eso es lo que el gobierno de Netanyahu quiere, que aparezca Israel y aparezcan los judíos como amenazados desde su mismo fundamento, me refiero al Estado de Israel. Entonces, es una muy mala estrategia política y que, además, cierra cualquier camino de diálogo con el pueblo de Israel. No hay que olvidarse de que hay cinco generaciones, por lo menos, que han nacido en Israel, que son de ahí, que han desarrollado una cultura propia y que se parece bastante poco a la cultura de los judíos de la diáspora. Hay que decir también que la izquierda simpatizó con Israel hasta la Guerra de los Seis Días. A mucha gente de la izquierda en el mundo le parecía sumamente atractiva la política de los kibutz, y era bastante corriente que jóvenes de izquierda fueran a Israel y pasaran un tiempo en ellos. Yo diría que eso cambió decisivamente cuando empezó la colonización de los territorios ocupados.
A raíz del conflicto, en Chile hubo casos de profesores cancelados por los alumnos por su origen judío y universidades, como la Usach, que rompieron relaciones con instituciones de Israel. ¿Qué piensa de ello?
Me parece pésimo. Creo que ninguna universidad debería aceptar presiones como esas. Ahora, respecto del asunto de cortar relaciones con instituciones israelíes, también en las instituciones universitarias de Israel se ha cancelado a profesores que se manifiestan horrorizados por lo que está haciendo el Estado, por la conducta de los soldados israelíes, y han sido cancelados.
¿Pero usted está de acuerdo con romper relaciones con universidades de Israel?
Nunca he estado de acuerdo con los boicots. Me cuesta entenderlo. Tal como en algún momento, en el tiempo de la dictadura acá, hubo iniciativas en Europa de boicot a la dictadura, pero que era boicot a las instituciones chilenas. Me parece que es muy torpe políticamente, porque justamente se pierde esa posibilidad de intercambio y esa posibilidad de influir. En general, yo creo que hay que mantener los canales de comunicación.
En el libro se pregunta por el futuro de Israel, ¿cómo lo vislumbra?
Creo que la única posibilidad del Estado de Israel, a no ser que se transforme en una especie de ciudad amurallada, aislada del resto del mundo, es transformarse en un Estado binacional y democrático liberal, donde se les reconozca a todos los habitantes, sea cual sea su procedencia, los mismos derechos. Pero por ahora eso está muy lejos de conseguirse.
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