Educación en crisis: por qué 2023 será clave para la gestión de una cartera convulsa
A partir de este 1 de enero la máxima autoridad educativa del país tiene como desafío, según los expertos, mayor acción y proactividad, algo que con su círculo él también analiza y por lo que ya decidió reforzar sus equipos. Partidarios, detractores y en el propio ministerio coinciden en que la reactivación educativa debe ser su eje central.
Son 296 los días que lleva Marco Antonio Ávila como ministro de Educación. Nueve meses y medio han transcurrido con el profesor de Castellano como máxima autoridad de la cartera, en un 2022 marcado por la vuelta a la presencialidad y la búsqueda de una cierta normalidad.
Normalidad, por cierto, que no estuvo exenta de problemas y que conforme transcurrían las semanas del año que se fue, las huellas y retrocesos provocados por la pandemia se fueron haciendo palpables, desatando una crisis educativa que para muchos expertos no comenzó con la llegada del Covid, sino que solo se agudizó.
Durante 2022 el ministro Ávila tuvo que hacerles frente a diversas problemáticas. Los flancos, poco a poco, pasaron de uno a dos y de dos a varios: rezagos de aprendizajes, niños que no leen, atrofia de habilidades sociales, violencia escolar y la reaparición de los overoles blancos, la promesa sin luces sobre la condonación del CAE, profesores sobrepasados, el regreso de las movilizaciones estudiantiles, la tensión en la relación con los rectores de universidades estatales, deserción y ausentismo escolar, la fallida suspensión del Simce, el gallito por el uso de mascarillas en colegios, las descoordinaciones con la extensión a 25 días de las vacaciones de invierno y el traspié ante la idea de ponerle la lápida a los Liceos Bicentenario, entre algunos otros.
“Las principales problemáticas que enfrentamos tienen que ver con los efectos de la pandemia en un sistema educativo que ya presentaba grandes deudas y desafíos. La interrupción de las actividades presenciales agudizó los problemas de inasistencia y el vínculo con las escuelas, así como los aprendizajes y la convivencia”, es el análisis por escrito que hace a La Tercera el ministro Ávila.
A su juicio, junto a los equipos del Mineduc “nos hemos hecho cargo de la reactivación educativa y de las brechas que profundizó la pandemia desde que llegamos a la administración”. Para eso, entre otras cosas, enumera como medidas la entrega de orientaciones a los establecimientos para que pudieran adaptarse al retorno presencial, la flexibilización de la Jornada Escolar Completa, la reasignación de recursos, el lanzamiento del Plan de Reactivación Educativa Seamos Comunidad, el envío de cerca de 50 mil reportes de estudiantes con problemas de asistencia y desvinculación, o la asignación de 489 fondos de infraestructura de emergencia para establecimientos. “Al igual que en otras áreas, superar los efectos de la pandemia y reactivar la educación será un desafío de largo aliento y, por sobre todo, un desafío que tenemos que enfrentar como país. Lo importante es que iniciamos el camino a comienzos de 2022″, asegura el profesor de Castellano.
Sin embargo, la lectura de Lorena Medina, exdecana de la Facultad de Educación de la U. Católica y una de las encargadas de educación de la candidatura presidencial de Yasna Provoste, es que “hay una clara emergencia con quienes hoy conviven y aprenden en el sistema escolar, y un riesgo importante para las próximas generaciones”. Y agrega: “Se suma a estos problemas centrales la poca celeridad y la falta de un plan de implementación de acciones sistemáticas y concretas con la que se ha actuado frente a estos problemas que no son nuevos, pero que se han exacerbado en los últimos años, afectando más profundamente a sectores sociales e instituciones escolares más desaventajadas”. Así, la académica enumera las que, a su juicio, fueron las principales dificultades de 2022: la deserción escolar y el ausentismo, el deterioro de la convivencia al interior de los establecimientos educacionales y los niveles de violencia evidenciados y percibidos, y en términos de aprendizajes muchos problemas, de los que destaca los procesos de lectura y escritura inicial.
Para Sebastián Figueroa, encargado de educación de la candidatura presidencial de José Antonio Kast, 2022 estuvo marcado por la deserción, la violencia y “la nula acción del gobierno para hacerse cargo de la brecha en los aprendizajes de niños y jóvenes que dejó la pandemia”. Y suma: “Lo que hemos vivido los últimos años ha generado un daño que no se ve a simple vista (...) para hacer frente a una catástrofe se requiere de sentido de unidad, urgencia y pragmatismo, y esto no se vio por parte del Mineduc”.
Alejandra Arratia, directora ejecutiva de Educación 2020, asegura que durante el año que se va “lo más difícil fue ponderar la necesidad de reconstruir vínculos en las comunidades educativas, aprendiendo en base a todo lo que hemos vivido estos años, para poder fortalecer las confianzas al interior de las comunidades y así abordar todos los desafíos del retorno a la presencialidad, no solo en términos de aprendizajes, sino que también en convivencia y bienestar socioemocional”. Muchas veces, añade, “la inercia hizo creer que era volver a lo mismo que teníamos y eso claramente no sirve”.
El primer año de gestión de este nuevo Mineduc estuvo lejos de ser fácil y los problemas solo se acumularon, llegando a su punto más difícil al final de 2022. Uno de sus aliados iniciales y que hoy toma distancia es el Colegio de Profesores: “En un par de meses vamos a completar un año de gobierno y no hay proyectos concretos, no hay proyectos de ley, no hay iniciativas, no hay políticas que señalen cómo se va hacer efectivo ese cambio de paradigma que está en el discurso”, dijo en su balance anual Mario Aguilar, presidente metropolitano de la entidad gremial.
Fue justamente en ese periodo cuando las redes de Ávila, según analizaban en su entorno, se debilitaron y comenzaron a caer las críticas que antes se escondían en las loas a su forma de ser. Así, el “poco poder de resolución” comenzó a retumbar como un eco.
El ministro, empero, parece no verlo así: “Iniciamos el camino de la reactivación educativa en todos los niveles, pese a no recibir la cartera con un plan para el retorno ni con recursos para ello. Eso requirió mucho trabajo y resoluciones. Obviamente, la recuperación de los aprendizajes y la revinculación de estudiantes no será algo inmediato, pero las comunidades escolares saben que estamos entregando soluciones y orientaciones para guiar su trabajo, y que hemos tomado medidas”, dice.
¿Sus enseñanzas? Además de señalar que ha aprendido día a día de otros, añade algo que ve como un desafío, “sobre todo para alguien que viene del sistema educativo como es mi caso: poder transmitir mejor el funcionamiento del sistema y sus particularidades, pues muchas veces lo que desde afuera se puede ver como algo sencillo o rápido de solucionar, requiere mucho trabajo, confianza en las comunidades y, sobre todo, mucho apoyo para que se puedan emprender procesos que generalmente son acumulativos, de mediano y largo plazo”.
Al mismo tiempo, la máxima autoridad educativa aborda la muñeca política que tuvo -o no- al momento de enfrentar situaciones como el adelanto de vacaciones o haber comunicado la decisión, luego revertida obligatoriamente, de desahuciar a los Liceos Bicentenario (LB). “Más que en la muñeca política, yo creo en la capacidad de dialogar y de llegar a acuerdos sin dejar de lado nuestra agenda”, asegura. Esto aplica, dice, para ejemplos como lo ocurrido con los LB: “Con el objetivo de destrabar la discusión presupuestaria accedí a un acuerdo político para hacer una nueva convocatoria. No voy a renunciar a hacer política para cumplir los objetivos de nuestro programa”.
El futuro
Con las problemáticas ya vividas, serán muchos los desafíos que Ávila tiene por delante. Por ello, a fines de 2022 hizo una suerte de mea culpa en búsqueda de mayor proactividad y acción. Por ello, reforzó la cartera con tres nombres: Andrea Osorio (nueva jefa de la División de Educación General), Rodrigo Mora (nuevo jefe de gabinete) y Joaquín Walker (secretario ejecutivo del Plan de Reactivación Educativa Seamos Comunidad).
Ellos serán, a partir de este año, los líderes de una gestión que se enfocará en la reactivación educativa. Ese será su principal eje y abarcará tres ámbitos de acción: reactivación de aprendizajes; asistencia y permanencia; convivencia y salud mental. El plan busca que los estudiantes asistan a los establecimientos, que aprendan y que lo hagan en ambientes de sana convivencia.
Para ello, detalla el ministro, “contaremos con un Plan de Reactivación Educativa con cerca de $ 250 mil millones y medidas que lo permitan”. Además, entrega luces sobre la planificación de 2023 y asegura que, entre otras cosas, en materia de asistencia y permanencia implementarán 100 aulas de reingreso; respecto a recuperación de aprendizajes, seguirán con el plan de tutorías, ampliando el convenio con facultades de educación, mientras que para mejorar la salud mental sumarán otras 40 comunas al Programa de Convivencia Escolar.
Pero su cartera también tendrá otros desafíos. Relevantes, por cierto. Ahí se cuentan, entre otras cosas, darle respuesta a la promesa de campaña de condonar el CAE o reencauzar el proceso de desmunicipalización escolar. “Seguiremos generando respuestas a las múltiples necesidades de este gran sistema y avanzando en los compromisos de nuestro programa de gobierno, los que buscan avanzar hacia un sistema educativo más justo para Chile”, asevera el ministro.
Al respecto, Aguilar, desde el Colegio de Profesores, dijo en su balance anual que “hay un discurso que compartimos, pero en términos concretos todavía está muy al debe y esperamos que el 2023 sí se avance en este cambio profundo”.
Lorena Medina, en tanto, cree que 2023 no solo debe pensarse con más recursos desde un presupuesto con una glosa específica destinada a la reactivación, sino que “urgentemente con un plan y una estrategia de priorización real de la reactivación de la educación y su puesta en acto, que haga que el discurso, ampliamente compartido, comience a hacerse realidad”.
Así, detalla que se requiere poner el foco “en educación pública y subvencionada; en aprendizajes nucleares y niveles educativos en los que más urgentemente se requiere intervención, como es el caso de la lectura y escritura inicial, por ejemplo”.
Con todo, Sebastián Figueroa expone como principales desafíos para 2023: “Tenemos que detener el sangramiento de la baja asistencia y deserción escolar, entregando recursos e incentivos para retener a los niños en el sistema escolar y salir a buscar a los que desertaron”. Pero, además, señala que “es urgente recuperar el orden y la disciplina, el respecto y la valoración de los profesores y asistentes, fomentar el compromiso de las familias y erradicar la cultura de la calle y el narcotráfico. Sin estos elementos higiénicos no será posible abordar la brecha de aprendizajes que dejó la pandemia”.
Por su parte, desde Educación 2020 Arratia asegura que para el año que comienza hay cuatro ejes claves, los que jerarquiza: “Apoyar decididamente la instalación de la Nueva Educación Pública; profundizar los vínculos y el cuidado por el bienestar socioemocional como parte central en la cultura de las comunidades educativas; generar condiciones para el fortalecimiento del liderazgo directivo, y expandir y escalar experiencias de innovación educativa”.
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