Hace ocho años, Juan Carlos Pérez se transformó en uno más del plantel de la Roja. El nombre quizás no diga mucho, pero si la referencia se hace a través del apodo, se entenderá claramente de quién se trata. Ese día de junio de 2013, Jota Master Barber (@jotamasterbarber es su cuenta en Instagram y su principal soporte publicitario) traspasó el portón de Juan Pinto Durán. Arturo Vidal buscaba un peluquero que le remarcara la barba y que le mantuviera la figura con sus iniciales que le habían diseñado en Italia, además del mohicano que se ha transformado en su marca registrada. Un familiar suyo llegó hasta el local en el que trabajaba el estilista, quien fue comisionado para la misión. De ahí en más, y con los resultados en el look del Rey, empezó a ganar fama y también dinero. Se hizo rápidamente conocido en el resto de los jugadores de la Roja y su cartera de clientes creció exponencialmente. Alexis Sánchez, Claudio Bravo, Francisco Silva, Eduardo Vargas, Fabián Orellana y Johnny Herrera, por citar solo a algunos, también conocen de su talento con las tijeras y la navaja. Atiende a jugadores de todas partes del mundo y en todas partes del mundo. Jugadores de Cruz Azul, Pumas, Toluca y Atlas, en México; y Botafogo, de Brasil, también han requerido sus servicios.
La imagen es uno de los aspectos que más atención concentra en los astros de la Roja y en los futbolistas de cualquier equipo en el mundo. Por esa razón estuvieron dispuestos, incluso, a romper la burbuja sanitaria de la Conmebol al permitir el ingreso de un peluquero a la concentración, una situación que estaba expresamente prohibida en los protocolos sanitarios de la Copa América. No es el único costo que deben asumir. El otro es el monetario. Verse bien implica realizar una inversión importante y, sobre todo, frecuente.
Jota Master Barber cuenta que mantener el peinado y la barba en las condiciones que requieren sus clientes top implica dos atenciones a la semana. Sus tarifas no varían dependiendo de si el cliente es conocido o anónimo. El único cambio tiene que ver con el lugar en que realice la atención. “La mayoría de mis clientes famosos se atienden dos veces por semana y el gasto es muy relativo. Algunos son domicilios y otros no, pero si lo reflejamos según mis tarifas creo que el rango varía entre los 40 mil pesos y los 150 mil semanales”, explica. Cada sesión tarda entre 30 minutos y una hora, dependiendo de la complejidad del corte o del estilo que haya que mantener. Si la atención se realiza en el local que mantiene en el sector Manquehue, algo poco frecuente entre las celebridades, la tarifa parte en los $ 15 mil por la barba y los $ 20 mil por el corte de pelo.
El barbero de la Roja, como ha llegado a ser reconocido, es, naturalmente, un agradecido de Vidal. “Me abrió puertas”, admite. Y también posibilidades de conocer el mundo. “Últimamente no he visitado a Arturo Vidal, pero, por ejemplo, él fue el que organizó el viaje a Rusia hasta donde viajé con la Selección. Los acompañé en todo el proceso de la Copa Confederaciones, y ahí los atendí a todos, incluso a los técnicos, al equipo médico, a los sparrings, a los cocineros. Por supuesto, son experiencias que no se olvidan, muy enriquecedoras”. Hay varias más que forman parte de su bitácora personal y profesional.
Viajar, de hecho, se ha transformado en parte de su rutina. “Cada cuanto tiempo debes hacer un look, por lo tanto, cada vez que ellos lo requieren, voy donde me citen. La idea nunca es presionar. Les doy el espacio necesario para que ellos decidan cuándo quieren hacerse un corte, cuándo cambiar de look o cuándo arriesgarse con algo más”, explica.
En ocasiones, también, financia viajes de su bolsillo. Ahí lo que funciona es la coordinación. “Los hago un par de veces al año y aviso en qué lugar estoy para cortar a quien me necesite. Cuando termine lo de la pandemia, espero hacer una gira por Europa”, proyecta.
Un aspecto fundamental, o más bien una exigencia, es mantenerse actualizado en cuanto a las tendencias. “Uno sugiere principalmente algo que les quede bien. En ocasiones, ellos plantean ideas, pero siempre les ofrezco mi asesoría. La idea es que marquen una diferencia en la cancha. También les hablo de nuevas tenencias, estilos y les recomiendo producto. Ahora, por ejemplo, están muy de moda los tintes para el cabello gris o ceniza”, revela.
El mercado interno
Entre los futbolistas del medio local, las preocupaciones son las mismas. Matías Henríquez (@mati_barbershop24) tiene 19 años. Hace seis que se dedica al oficio. En ese tiempo se fue posicionando en un nicho que cualquiera de sus colegas envidiaría: atiende a varios jugadores de Colo Colo. Brayan Cortés, Iván Morales, Óscar Opazo, Luciano Arriagada, Omar Carabalí y otros que han pasado por la escuadra popular, como Esteban Pavez y múltiples jugadores de otros equipos, como los hermanos Paulo y Nicolás Díaz, el wanderino Daniel González y combinados extranjeros que han pasado por Chile han pasado por sus manos. Aumentar la lista de clientes es uno de sus objetivos. “Cortarle a Arturo Vidal sería un sueño”, diferencia.
Como en el caso de Jota Master Barber, Matías conoce en detalle de gustos y tendencias. El estilo es, ciertamente, un consenso con el cliente de turno. “En mi caso, hay algunos que son más conservadores, como Morales, y otros que piden líneas, rayos o tintas, cosas nuevas. A veces les digo que les puedo hacer el corte que quieran, lo que no significa que les vaya a quedar bien. Y lo vamos manejando”, confidencia. Lo mismo pasa con la frecuencia de la atención. “Depende de cada futbolista. Algunos se cortan todos los lunes, pero generalmente lo hacen un día antes de los partidos. La pandemia, dice, ha afectado el negocio. “Ahora, con lo del Covid-19, no están gastando mucho. Muchas barberías los invitan a cambio de un canje. Y tampoco se puede entrar a los hoteles”, lamenta.
El costo de su atención bordea los $ 10.000, aunque la cifra crece si se trata de una visita a domicilio. Las ganancias pueden aumentar, también, en el caso de una propina. En el caso de visitar una concentración, Matías opta por ir a la segura. “Si tengo que ir al hotel, siempre pido que me aseguren cuatro o cinco cortes, porque así financio los costos de la movilización también”, dice.
La relación no es solo económica. Irremediablemente, se genera una amistad, que muchas veces se traduce en camisetas y recuerdos. “Yo no pido, me las traen porque les nace”, dice Matías, quien las luce orgullosamente en su local. En su caso, el vínculo es incluso más profundo. “Carabalí me hizo conocer a Dios. Antes me juntaba con gente a carretear. Ahora lo hago con quienes hablen de esos temas. Con Omar la relación es maravillosa. Un día le dije que no me regalara más camisetas, que me había dado cuatro”, concluye.