Sus contrarios lo apodan “Rasputín”. Sus enemistades militan en su propio partido. Sus aliados dejan pronto de serlo. Opera en la sombra e influye. Está detrás de cada una de las estrategias de la persona que se pone en sus manos; decide sus frases y hasta sus peinados, diseña casi todo lo que ocurre. Estimula la confrontación y polariza. Es un artista de la propaganda. Domina el juego de la política y gana. Da lo mismo en este siglo que en el pasado. Su fórmula sigue vigente, aunque llevaba retirado más de dos décadas. Vuelve y vence de nuevo.

Se llama Miguel Ángel Rodríguez (MAR), tiene 57 años, y se le atribuye el éxito explosivo de la dirigente hispana del momento, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Hoy es su jefe de gabinete.

Treinta años antes ayudó también a subirse al trono de España a José María Aznar, acabando con una hegemonía socialista de cuatro legislaturas. Ayuso era desconocida. Incluso en su propio partido pocos sabían de ella y sus contrarios la tomaban a broma, ridiculizaban cada uno de sus comentarios.

Hoy, un año y medio después, es la dirigente con más cuota de popularidad en el país, situada como la antagonista del Presidente Pedro Sánchez, por delante incluso de su propio jefe en el PP, Pablo Casado.

Viene de dinamitar en Madrid a la izquierda (y jubilar literalmente a Pablo Iglesias, fundador de Unidas Podemos) y aglutinar para sí el fragmentado voto de la derecha (sacando del mapa a Ciudadanos) de un solo zarpazo: de 30 escaños a 65. También se ha inventado el nacionalismo madrileño, un sentimiento propio de las autonomías periféricas del que hoy está impregnada hasta los huesos la capital.

Ayuso, a quien se refiere como “mi amita”, es la obra cumbre de MAR. “La influencia de Miguel Ángel Rodríguez en Ayuso ha sido brutal”, asegura Ignacio Escolar, director de eldiario.es, uno de los digitales de mayor audiencia en España, de izquierdas en su línea editorial. “La ha convertido en una máquina electoral.

Le ha dado una seguridad tremenda. Ella se fía muchísimo de él. Es la persona con la que está en permanente comunicación para todo. En las reuniones, Ayuso no dice ni que sí ni que no hasta hablar con Miguel Ángel. No es solo un estratega de comunicación, es un estratega político en todos sus aspectos. Y dentro del gobierno es mucho más que un jefe de gabinete, es el vicepresidente real”. “Los spin doctor hoy día tienen una influencia bestial sobre sus jefes en todo el mundo”, suscribe con matices Eduardo Inda, director de Ok diario, el digital con línea editorial conservadora más leído de España.

“Miguel Ángel ya consiguió hacer presidente ocho años a José María Aznar, es un tipo muy listo. Pero esto de que el verdadero jefe de Madrid es él, como dicen en el PP los que no quieren a Ayuso, no es así. Ayuso tiene carácter, personalidad y toma siempre la última palabra. La que decidió que se abriera Madrid, la que supo compatibilizar economía y salud, fue ella. Sí ha tenido que ver Miguel Ángel en anuncios geniales, medidas populares, en igualarla a Sánchez, que el propio presidente del gobierno la tratara de una manera bilateral como si fuera no solo el verdadero líder de la oposición, sino una primer ministra en ejercicio de otro país. Y en la decisión de convocar por sorpresa elecciones también fue clave”.

Los principales detractores de Rodríguez, a quien llaman con mala intención “el presidente”, están en su propio partido. Su nombramiento ya generó una gran bronca en la sede central del PP. No lo querían ni Pablo Casado ni sobre todo Teodoro García Egea, el secretario general. A este, como primera medida, lo ninguneó. Le levantó un muro frente a Ayuso: “Ni le cojas el teléfono, tú solo hablas con Casado”. Y el conflicto continúa latente casi a diario. Bofetadas que van y vienen y ante las que el mandamás del PP mira para otro lado (“Casado es el no líos”, justifican). En el partido culpan también a Rodríguez de que Ayuso se vea como futura presidenta del gobierno y que esté jugando a grande. La está encendiendo, convencido de que tiene ante sí a un diamante y una líder nacional.

Y el caso es que a Rodríguez lo habían dado hace tiempo por acabado. Desde que en 1998 se fue de la Secretaría de Estado de Comunicación, la vocería del gobierno, el partido y la política (o lo sacaron: se maneja que Jordi Pujol pidió su cabeza tras una declaración muy fuerte en su contra durante una rueda de prensa, y Aznar, que necesitaba el apoyo de los catalanes en el Congreso, accedió a sacrificarlo), y pasó a dedicarse a los negocios, muchos vinculados a los medios y la publicidad. Y no le fue mal: recién nombrado jefe de gabinete, en enero de 2020, declaró un patrimonio de 5,7 millones de euros.

Estaba ya apartado cuando Ayuso le pide una entrevista para su trabajo de fin de carrera de Periodismo (ahí se conocieron) y también ahora cuando le solicitó asesoría en plena campaña. Tan plácidamente lo pasaba fuera de la política (también fue vicepresidente del Valladolid, que hoy preside Ronaldo, y comentarista de radio de los partidos del Real Madrid) que pocos entendieron su retorno. Ignacio Escolar sí se atreve con un motivo: “Yo creo que ha habido un poco de venganza del viejo rockero. ‘Me dabáis por muerto, pero yo soy el que sé hacer rock and roll’. Imagino que una de las cosas que le han movido en esta historia es el ego profesional. ‘Yo soy un tipo que soy capaz de hacer reyes”.

Su regreso, a razón de 93.855 euros anuales, tampoco cayó bien en su entonces socio de gobierno, Ciudadanos, por pasados cruces tuiteros y dialécticos (de los que MAR fue asiduo fuera de la política reconvertido en agresivo panelista y que incluso le costó condenas en tribunales) con su jefe de filas madrileño, Ignacio Aguado.

A Rodríguez se le reprocha una obsesión con los medios de comunicación y sus mensajes, ajustes de cuentas con algunos de ellos, y hasta se le discute la ubicación estelar que ha escogido para su oficina, a la que llega a las ocho de la mañana y deja a las 12 de la noche. No se mueve de ahí. No va a debates, no va a asambleas, no va a actos con la presidenta. No figura, permanece en un aparente segundo plano. Sí recibe y negocia en su despacho y fuma ahí dentro como si estuviera permitido. “Esto es lo menos ilegal que hacemos aquí”, comenta en tono de broma a los que miran con asombro sus cigarros.

Todos le adjudican la condición de malvado en la gestión de la política, pero al tiempo hablan de él como de un buen tío en lo personal. Muy afable, buena gente. ¿Podría Rodríguez repetir su eficacia en cualquier bando? ¿Podría triunfar en otro país? Escolar sostiene que no: “No es exportable. Es muy ideológico, sabe leer bien cómo piensa el votante conservador. Lo que lo lleva al éxito es detectar desde el primer momento que en la gran provocación de un vicepresidente con coleta como Iglesias había una mina de oro para la derecha en Madrid. Es lo que él busca nada más empezar. Y se cree lo que dice. No podría hacer presidente a un candidato de izquierdas, porque no le saldría. Iván Redondo (el ‘spin doctor’ de Pedro Sánchez hasta hace un par de semanas) sí puede jugar con uno o con otro. Es más técnico que ideológico. Y por eso le fue mal en Madrid. Leyó que podía cazar votos en el desplome de Ciudadanos, la respuesta que hace un técnico. Igualó algo que puede funcionar en Catalunya, pero no en Madrid, que aunque se declare de centro, es la única capital europea más conservadora que el resto del país. Sobre todo si al otro lado está Iglesias. Pero no siempre es un error ser poco ideológico. Hay veces que es una ventaja. A MAR le pasa a la inversa, no es técnico”.

Eduardo Inda discrepa: “Sería exportable a Chile y a cualquier país. De técnicas modernas de comunicación, lo sabe todo. A Rodríguez lo pones a dirigir a un candidato de izquierda y lo haría de maravilla. De hecho, antes de llegar a la vera de Aznar, era sindicalista de la UGT. No es un tío que no sepa de lo que va la izquierda. Es converso”. Lo avala una anécdota que circula de ese 1987, cuando pasó de cubrir con acidez para un periódico local la campaña de Aznar en Castilla y León, a convertirse en su aliado. “Pero si yo soy comunista”, soltó nada más escuchar la oferta. “Y yo también”, le respondió Aznar.

“Lo que ha hecho Miguel Ángel de una manera muy inteligente”, resalta Escolar, “ha sido capitalizar el odio al gobierno nacional de coalición. El odio a Iglesias, que ha sido una máquina de generar votos para Ayuso, y el odio a Sánchez. ¿Cómo? Buscándole la boca al gobierno en todo. Si el gobierno dice A, tú B. Si el gobierno dice B, tú A. Siempre que el gobierno cogía una posición, Ayuso la de enfrente. Y lo hacía todo de manera muy directa, sin ningún tipo de complejo y muy populista. Y le ha salido bien. Ahí se vio la mano de Rodríguez”. Y cierra Inda: “Es un asesino del enemigo, alguien muy intuitivo. Como no se mezcla con la gente, tampoco se deja llevar por las euforias ni por las depresiones. No está en la cubierta del Titanic. No sale del puente de mando. Eso le da tranquilidad para trabajar”.

Este diario propuso a Miguel Ángel Rodríguez participar en la elaboración de su propio retrato, pero desistió: “Te agradezco mucho que hayáis pensado en mí, pero mientras esté en este cargo he decidido no conceder entrevistas. Es mejor que trabaje en mi despacho, sin más. Disculpas. Un abrazo”. Y ahí sigue, paladeando a la sombra su último e indiscutible éxito. La ascensión imparable de Isabel Díaz Ayuso, quien ahora trata de convencerlo para que no cumpla eso que va murmurando por ahí de que otra vez deja el poder.