Quedan pocos minutos para las 20 horas del jueves 11 de noviembre. Chile está a punto de empezar a buscar tres puntos claves para la aspiración de clasificar al Mundial de Qatar y, en el sur del país, comienzan a sonar varias notificaciones de WhatsApp. Probablemente, sea el único grupo que sus integrantes no tienen silenciado. En el chat colectivo llamado “Los Primos Díaz” se aprestan a cumplir un rito que se ha transformado en tradición. Por esa vía comentarán profusamente el duelo entre la Roja y Paraguay, con atención especial en uno de los jugadores del equipo de Martín Lasarte: Benjamin Brereton Díaz. Habrá expresiones, emoticones y gifs para todos los gustos.
En Penco, en Concepción, en Chiguayante y en Los Ángeles están atentos. Desde esos puntos del país, y de algunos otros, surgen, precisamente, los mensajes. Orgullosos ya están desde hace rato. Precisamente, desde el momento en que el atacante del Blackburn Rovers decidió defender al país de su madre, Andrea Díaz, e incluir el apellido del clan en las camisetas que luce cada vez que entra al campo de juego. El “vamos, primo”, es la expresión que más se repite. No lo conocen personalmente, pero el lazo sanguíneo basta para generar familiaridad. Más tarde habrá aplausos cada vez que el ariete deje hasta la última gota para recuperar el balón. Y reproches por la decisión del juez argentino Patricio Loustau de amonestarlo y dejarlo fuera del choque ante Ecuador.
Curiosamente, Ben ni siquiera se enterará de la energía que le enviaba su núcleo más chileno mientras batallaba en el Defensores del Chaco. Ni en Los Primos Díaz ni en Los Díaz Boneu, un colectivo similar, pero en Facebook, el integrante de la familia más en boga en estos momentos está incorporado. Y no porque haya rechazado la invitación. Sencillamente, porque los administradores todavía no han querido sumarlo, quizás temerosos de una eventual indiferencia o de generarle una distracción improcedente. La omisión, eso sí, se reparará en las próximas horas.
Hay quienes, eso sí, mantienen un contacto más fluido con el ariete. Su tía abuela, Mónica, lo contactó a través de Instagram y hoy conversa regularmente con el atacante, quien también la sigue en la red social, un privilegio que miles de chilenos y chilenas desearían por estos días. Es reacia a entregar detalles de la relación, por privilegiar el cuidado de la intimidad familiar. “El abuelo de Ben es hijo de un hermano de mi padre, casado con una hermana de mi madre… he ahí mi relación directa con Benjamin”, se limita a explicar. A Mónica, Ben y su novia, Kimberley Abbott, le han confesado su deseo de visitar prontamente la región de Biobío, especialmente Penco, la localidad en que comenzó a construirse la historia familiar. Los Díaz fueron una de las familias más célebres de la comuna locera, que Ben no conoce. Siendo niño, a los siete años, estuvo en Los Ángeles. Luego, no volvió a Chile, salvo, claro está, para las convocatorias. No conoce más que Juan Pinto Durán y sus alrededores, pero tiene las puertas abiertas para ampliar el recorrido.
Felipe Ramírez Díaz, hijo de Mónica, reconoce que el fenómeno que se ha generado en torno al futbolista los sorprende. Y que, en alguna medida, los toca. “Ha sido súper potente en la familia, sobre todo para los más chiquititos. Mi hija, Agustina, que tiene 13 años, lo ve como un ídolo. Siente esa cercanía familiar con él, también. En el colegio le preguntan y comenta con orgullo que tiene un tío que juega en la Selección y que la rompe. Y yo también lo comento cada vez que puedo, pero a mí no me creen”, grafica.
Incluso, los planes familiares más próximos se orientan al delantero. “Todavía no hemos tenido la oportunidad de juntarnos todos a ver un partido de la Selección, porque somos un grupo grande y estamos repartidos en distintas ciudades de Chile, pero queremos hacerlo. Y le mandaríamos fotos o videos a la familia en Inglaterra. Hay una parte importante viviendo en Conce, pero hay otra repartida. Mi mamá vive en Los Ángeles, con otra hermana. Otro hermano vive en Temuco, otra en Santiago. Tenemos las ganas. Y lo haremos. Y ojalá que, algún día, Ben pueda estar con nosotros”, plantea.
Una familia histórica
En Penco, los Díaz son considerados una de las familias fundamentales. Juan Díaz Hernández, el patriarca, forma parte de la historia del lugar. Su aporte lo relata el alcalde Víctor Hugo Figueroa. “Fanaloza comenzó a funcionar a fines del siglo XIX, en 1889. Tuvo un pasar complicado. Entre una Guerra Civil y la crisis del 29. pasaron hartas dificultades. Juan Díaz Hernández, quien tenía una empresa de limpieza de fosas sépticas de las casas de Concepción, la compra. En esa época se empiezan a hacer los alcantarillados. Se iba a quedar sin trabajo y se tuvo que reinventar, reconvertirse. Ahí comienza a construir tazas de sanitarios. Para eso decide comprar una empresa el 7 de abril de 1927, Fanaloza, a un precio bastante conveniente. Crece el auge, porque vino con la lógica de hacer tazas, que era lo que buscaba la gente, que ya se conectaba a los alcantarillados. Tenía 10 hijos. A cada uno le encarga un área. Al poco tiempo, fallece, en 1932. Fanaloza siempre fue una empresa familiar. Cada uno tenía sus funciones, cercanas a sus virtudes. Uno de sus hijos mayores, Gregorio, asume el liderazgo. Los hermanos eran una junta de accionistas. Ahí la empresa fue pasando de generación en generación”, explica la autoridad comunal.
El plato Willow, que, con su inconfundible dibujo en azul, estuvo o sigue estando presente en gran parte de las estanterías familiares chilenas, es parte del legado que le dejaron los Díaz al país antes de la herencia futbolística que implica la irrupción de Ben. Y también una prueba de la conexión familiar con Inglaterra. La pieza está inspirada en la locería británica, que los Díaz conocieron en sus permanentes viajes de perfeccionamiento y negocios a la isla.
Hay más. De esa época datan, también, poblaciones, plazas y obras de bienestar que reflejan la preocupación de la familia por sus colaboradores , también, una competencia con otra de las compañías presentes en el lugar, la CRAV, por atender de la mejor forma posibile a sus trabajadores. “Mi abuelo, Juan Díaz, inició Fanaloza en Penco, y mi papá, Genaro Díaz, trabajó ahí hasta 1984. Luego se vino a estudiar cerámica a la zona de Stoke-on-Trent, que es famosa en el rubro y donde actualmente vivimos. Tras estudiar cuatro años en Inglaterra y conocer a mi mamá, Jeanne, mi papá volvió a Conce, donde nacimos yo y mis hermanas. Nuestra infancia fue en Barros Arana, en un departamento que había en la galería Martínez, que también es un lugar de familia”, explicó, hace un tiempo, Andrea Díaz al sitio soychile. “Me fui de Conce en 1986, con 15 años, siempre pensando en volver. Solo venía a estudiar, pues adoro Chile, pero después me casé con mi marido (Martin Brereton) y tuve dos hijos. Mis padres también viven aquí, tal como algunas hermanas. Entonces, fue difícil irse”, añadió, Ahora, después del boom mediático que generaron las actuaciones del ariete, acceder a su familiar más cercano resulta imposible.
En Penco trabajan arduamente para concretar el Museo de la Loza. “Tenemos cerca de 600 colecciones de loza. Sería maravilloso que un descendiente de la familia Díaz, idealmente Ben, nos acompañara a inaugurarlo. Es un proyecto que viene hace rato. Su bisabuelo llega a Inglaterra a conocer los procesos de desarrollo de la loza. El plato Willow es una copia de la loza inglesa. Ahí hay parte de la explicación de por qué Ben nació en Inglaterra”, añade el edil. Para una eventual visita del delantero se reservarán los homenajes y reconocimientos oficiales de rigor. “No estoy por hacer un reconocimiento si no conoce Penco. Es más, la idea de una calle o un pasaje depende de si viene y participa en un evento. Todo el mundo estaría de acuerdo. Acá todavía no le cambian el nombre a un letrero”, establece la autoridad.
La locura
Independientemente de los decretos, hay un veredicto popular inobjetable: Ben es de Penco. Forma, por así decirlo, parte del patrimonio colectivo de la localidad costera de la región del Biobío. Figueroa se sorprende. “La gente lo da por hecho, pero es raro porque él no tiene idea donde queda Penco. Lo siguen como si fuera nacido y criado acá, como si las primeras pichangas las hubiera jugado en nuestras calles. Vibran con sus goles. Piden ponerle un nombre a una calle, una escuela o a una población. Pero les he dicho que mientras no conozca Penco, no podemos hacerlo. Lo estamos gestionando con algunos familiares, tratando de avanzar en aquello. Ojalá que pronto haya novedades. El día que se arranque a conocer Penco, estarían las condiciones para homenajearlo frente a todos. Lo haríamos con gusto, con orgullo”, insiste.
El efecto, en todo caso, es evidente: cada vez que Brereton convierte un gol, las redes sociales de la comuna estallan. “Es gol de Penco”, define el alcalde, quien no ha podido dialogar con el futbolista, aunque sí con su entorno más próximo. Igualmente, no hay apuros. En un año más se espera inaugurar el museo, cuyas piezas pertenecen casi en su totalidad a la herencia cultural que legaron los Díaz. “Nos gustaría mucho contar con su presencia”, dice. Por el momento, ninguna calle o pasaje de la localidad ha cambiado de nombre extraoficialmente, como ocurrió en su momento en Puente Alto, a propósito de la admiración y el origen de Charles Aránguiz. Lo que sí está claro es que, si la Selección gana y Brereton brilla, el estado de ánimo en el lugar se eleva considerablemente. Por un momento, noventa minutos y unas horas más, los pencones se sienten el centro del mundo. Y Penco, la capital de Chile.