El mercado de “entrenar” a niños para ganar un cupo en educación parvularia
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En los colegios privados más costosos de Santiago y regiones, los futuros apoderados batallan por los limitados cupos. Para ello, algunos buscan asesoría con el fin de que sus hijos logren aprobar las exigentes pruebas de admisión a las que se somete a niños de dos y tres años de edad. Una práctica que es duramente criticada por expertos.
A sus cortos tres años de edad, Isidora (nombre ficticio) ya parecería tener lo que en el mundo de los adultos muchos llamarían “un desafío”. Su madre, preocupada porque la niña debería enfrentar un competitivo proceso de evaluación y selección para quedarse con uno de los escasos 90 cupos de prekínder que cada año ofrece un exclusivo colegio particular de la zona oriente de Santiago, en marzo del año pasado buscó asesoría de profesionales.
Así llegaron a Learning Fun, un centro educativo y de estimulación temprana creado a inicios de 2020 en Lo Barnechea, que es parte de una pequeña pero floreciente industria que comenzó a tomar forma a mediados de la década pasada: evaluar, preparar y acompañar a los niños y niñas para lograr el primer gran objetivo académico de sus vidas.
“Son exámenes largos, de alta exigencia. Un niño que no haya sido estimulado desde antes no va a aprobar, a no ser que sea una lumbrera”, asegura la psicopedagoga Daniela Rojas, creadora de Learning Fun, sobre las pruebas de los colegios, que incluyen reconocimiento de colores, de números, letras, problemas matemáticos y de lógica.
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El problema era que algunas veces, y de manera inesperada, Isidora simplemente dejaba de hablar.
“Nosotros la mandamos con un informe de que estaba con nosotros en evaluación con terapia, que estábamos viendo el por qué no hablaba, pero que tenía todas las capacidades según su edad”, explica Rojas. Pero el día del test de admisión, que en algunos establecimientos es llamado “prueba de habilidades” o “evaluación de madurez”, Isidora no pudo rendir como los adultos esperaban.
“Fue todo bien, hasta que llegó la educadora a buscarla para llevársela sola a otra sala”, relata la psicopedagoga. “La niña lloraba y lloraba y la mamá la escuchaba desde afuera. Habrán pasado unos 40 minutos llorando, mientras los otros niños daban el examen. La sentaron y no hizo nada”, complementa Rojas. Pese a ello, le dieron una nueva oportunidad.
En el segundo intento y acompañada de su mamá, Isidora habló poco, pero sí señaló con sus dedos algunas de las respuestas a las preguntas de las educadoras. Semanas más tarde, recuerda Rojas, a la mamá de Isidora no la llamaron más. “Para ellos es un cacho, porque en marzo van a tener que vivir el mismo proceso, de que le respeten su ritmo de aprendizaje, y en el colegio tienen tantos postulantes que tú ya pasaste a un cuarto plano”, le dijo con sinceridad Rojas a la mamá de la niña.
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Los exámenes de admisión preescolar, que sólo se realizan en colegios particulares, miden desde destrezas de lenguaje, “habilidades académicas y preacadémicas”, ejercicios de razonamiento lógico, matemáticas, hasta pruebas de motricidad fina, independencia y socialización. A ello se suman “informes de personalidad” de los menores y una entrevista a los padres.
Un proceso tan adelantado, que a partir de febrero de este año ya busca asegurar los cupos para quienes ingresarán a playgroup (dos y tres años), prekínder (cuatro años) y kínder (cinco años) en marzo de 2026.
“A mí me parece que tomar un niño y entrenarlo no es sano, no es respetuoso para el niño, porque es prepararlo con una meta, con un objetivo. Esa preparación es mezquina, en el sentido de que no se está pensando en el derecho superior del niño a recibir un enriquecimiento integral”, asegura la reputada neuropsiquiatra infantil Amanda Céspedes sobre este tipo de procesos.
“Siento que es espurio”
Un par de semanas después de su fallida postulación, la mamá de Isidora tuvo claridad sobre el silencio de la niña: mutismo selectivo, un trastorno de ansiedad presente en niños y adolescentes que los inhibe de hablar en ciertas situaciones o contextos. Por lo general, la afección requiere que los padres acompañen a sus hijos en el aula los primeros días de clases, lo que sí fue aceptado por el colegio Saint Andrew, un establecimiento particular de Las Condes.
“Muchas veces los papás se guían por el nombre del colegio, por si es famoso, por si le va bien en la PAES, más que por lo que necesite o quiera el hijo”, confiesa la dueña de Learning Fun, que partió como un after school, pero que luego derivó en un centro multidisciplinario.
“Un día llegó una mamá y me dijo: por favor, ayúdame con el tema del examen, porque quiero que quede en tal colegio”, recuerda Daniela Rojas sobre su incursión en la asesoría para pruebas de admisión preescolar, cuyo público son principalmente quienes buscan un cupo en los colegios más caros de Santiago.
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Lo primero que les toca hacer, explica la profesional, es calmar la ansiedad de los padres, que es transmitida a sus hijos e hijas. “No es que quiero que entre al colegio al costo que sea, porque ellos están en esa parada. Es tanto el estrés que les produce la entrada al colegio, que les da lo mismo todo”, explica la psicopedagoga.
Para comenzar, relata, hacen un “test informal” para medir cómo están las funciones básicas del niño o niña. “Luego de eso se hace un programa para ayudarlo a que dé un buen examen, porque si a lo mejor tiene el lenguaje increíble, veamos las matemáticas, que es lo que le cuesta más, o veámosle su razonamiento inductivo o la resolución de problemas”, asegura Rojas.
Luego de cinco sesiones ($ 40 mil por sesión), que incluyen actividades de juego individuales y grupales, Learning Fun entrega un informe a los padres. “Ahí es cuando les decimos: tu hijo sí es para este colegio o tu hijo no es para este colegio. Esa es la parte más ruda, porque para ellos es como un balde de agua fría. Yo les muestro una gama de alternativas para que no se cierren a la posibilidad de que, a lo mejor, les vaya mal en el examen”, complementa la profesional.
Este tipo de preparación realizada por profesionales como educadoras de párvulos, fonoaudiólogos, psicopedagogos y terapeutas ocupacionales encuentra resistencia entre destacados académicos que han estudiado e investigado la evidencia sobre el desarrollo cerebral y psicoeducacional.
Amanda Céspedes, neuropsiquiatra, destaca que la “estimulación temprana” en bebés y niños hasta los seis años es algo indispensable. De hecho, sostiene que en Chile y en Latinoamérica “hay un contingente enorme de niños que están creciendo deprivados de estímulos de enriquecimiento integral”.
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Pero, al mismo tiempo, Céspedes cree que ello no se debe confundir con este tipo de preparaciones para exámenes de admisión. “Acá cuando se otorga esta especie de potenciación de ciertas habilidades, siento que es espurio, en el sentido de que tiene una meta que no es el niño mismo, sino que la meta es lograr un cupo en un establecimiento educacional”, critica.
Además, señala la neuropsiquiatra, se debe tener en consideración que el desarrollo de los niños no es algo uniforme. “Tenemos que decir que no hay un estándar, porque las diferencias individuales en el desarrollo existen, son importantes y se tienen que tomar en cuenta. Estas diferencias en el desarrollo no son determinantes de dificultades futuras ni tampoco representan en sí mismas una patología”, argumenta.
Observación de madurez
Más allá de la evidencia científica, Amanda Céspedes también ha visto con sus propios ojos a lo que son sometidos los niños de no más de tres años. “Yo fui testigo de algunos de estos exámenes de admisión, en los cuales las personas adultas que participaban desconocían la importancia del vínculo, actuaban más bien de una manera técnica. Ya, siéntate, mira, ahora tienes aquí un papel, un lápiz, entonces vas a dibujar una figura humana. Pero la verdad es que eso no funciona”, sostiene.
En Chile, la asistencia a la educación parvularia no es obligatoria. “La normativa educacional no establece regulaciones específicas sobre la aplicación de evaluaciones de admisión para la primera infancia en establecimientos privados”, puntualiza María Isabel Díaz, intendenta de Educación Parvularia de la Superintendencia de Educación.
“A la luz del enfoque de derechos, estas prácticas evaluativas y selectivas por talento en los primeros años reflejan una concepción muy errada de la educación parvularia y pudiesen afectar el interés superior del niño o niña. Sin duda, es un enorme desafío modificar estos modelos de admisión”, complementa la intendenta.
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Basta con hacer una breve búsqueda en los sitios web de diferentes colegios privados de élite -en Santiago como en regiones- para conocer en qué consisten sus exámenes de admisión, que además tienen un costo no reembolsable que varía entre los $ 80 mil y $ 40 mil.
Por ejemplo, el Santiago College, ubicado en Lo Barnechea, ofrece 144 vacantes de prekínder para el año 2026. Allí, a los niños y niñas se les aplica una “evaluación de madurez” en instancias de juego grupales. “Se observará el desarrollo alcanzado por el postulante en las distintas áreas, las que incluyen lenguaje, razonamiento lógico y verbal y aspectos del desarrollo general”, señalan en el colegio.
El proceso, que dura 50 minutos y que “no es una evaluación diagnóstica, tampoco mide conocimientos ni habilidades”, advierte el establecimiento, y para el que tampoco sería “necesaria ninguna preparación especial”, es calificado con una escala de 57 puntos, que significará un 50% de la nota final. El otro 50% se obtiene de la entrevista con los padres.
En otros centros educacionales, como el Colegio Alemán de Chicureo, la selección -sin costo- parte aún más temprano, en el ingreso para nivel medio mayor (tres y cuatro años), con 125 vacantes para 2026. Allí, los niños y niñas deben ser llevados a una “fase de observación y madurez presencial”. Loreto Ovalle, directora de ciclo inicial del establecimiento, defiende el sistema.
“En nuestro colegio, el proceso de observación durante la admisión es esencial para identificar de manera objetiva las habilidades y desafíos de cada niño, abarcando diversos aspectos clave del desarrollo preescolar”, detalla Ovalle. Agrega que gracias a ello sería posible implementar planes de apoyo personalizado y estrategias para los seleccionados, logrando así “reducir significativamente las brechas de aprendizaje”.
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Sobre la evidencia científica con la que se evalúa a niños de tan corta edad, la directora afirma que se utilizan “rúbricas diseñadas para asegurar que nuestras observaciones sean objetivas y de calidad, permitiendo un análisis de datos efectivo y pertinente para esta etapa del desarrollo infantil en coherencia con nuestro proyecto educativo”.
Pedro Díaz, presidente de la Federación de Instituciones Particulares (FIDE), que integran cerca de 800 establecimientos, entre ellos el Saint George’s, Villa María Academy, Verbo Divino y la Scuola Italiana, dice que la agrupación está “absolutamente en contra de que existan centros que preparan al niño para dar una prueba. Eso nosotros creemos que es realmente una aberración pedagógica y formativa. No puedes formar en madurez”.
Si bien el procedimiento específico de selección de alumnos es determinado libremente por cada colegio, Díaz afirma que “nosotros sugerimos, desde la federación, que ese tipo de pruebas cada vez tengan menos peso en el proceso de admisión. Más bien que sea como un diagnóstico y no una barrera de entrada”.
Escolarizar lo antes posible
Homekids es otro centro educativo que, desde Viña del Mar, también ofrece el servicio de preparación para exámenes de admisión bajo un modelo de “educación temprana”. Su creadora, Andrea Lopetegui, educadora de párvulos y psicopedagoga, relata que para ello elaboraron “un test específico que observa los hitos de desarrollo del niño y niña” a partir de las bases curriculares de educación parvularia elaboradas por el Ministerio de Educación. “Y funciona”, asegura.
Lopetegui cuenta que, previamente, trabajó en colegios particulares de Santiago y que en comparación con los establecimientos privados de Viña del Mar, “acá es otro el nivel, no hay tanta competitividad como en Santiago. Acá no es cruel. Acá, si se hace un trabajo previo, la mayoría de los niños logra entrar al colegio que quieren sus padres. Están los cupos, hay más espacio”, explica.
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La profesional explica que esto no se trata de una suerte de “preuniversitario para el kínder” y que existen bordes claros para su trabajo. “El límite está en observar al niño o niña, porque no todos los niños tienen los hitos del desarrollo tan marcados como dicen las teorías. Si lo está pasándolo bien, perfecto. Pero si ves que no lo está pasando bien con las actividades, cambiamos el plan de trabajo. No vamos a forzar a un niño a que sepa del uno al 10 a los dos años”, relata.
Felipe Lecannelier, doctor en psicología y educación, e investigador de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, refuta que, a su juicio, tanto los exámenes de admisión para la educación parvularia como la preparación que buscan algunos padres “está totalmente contraindicado” por la evidencia y las mejores experiencias internacionales.
“Esto tiene que ver con la idea de empezar a escolarizar lo más temprano posible al niño o niña para que se adapte lo más rápido y lo más exitoso a un mundo basado en el rendimiento académico. Es llevar la escolarización a niveles tan extremos como que tú tengas que hacer un proceso de selección a un niño de dos o tres años de vida, lo que es terrible, contrario a toda la evidencia que tenemos sobre el desarrollo a esa edad”, argumenta.
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Lecannelier agrega otro elemento: este tipo de evaluaciones no tendría ningún valor predictivo. “Los niños durante los primeros seis años tienden a la libertad. Tú no puedes estereotipar o estandarizar una prueba que te vaya a permitir predecir lo que va a pasar con el niño después. Porque, además, está demostrado que durante los primeros tres años de vida los niños cambian de una forma impresionante, incluso cambian de mes a mes”, dice.
El resultado de todo, comenta el experto, es generar altos niveles de estrés. “El niño a esa edad ya es capaz de darse cuenta de que se espera algo de él, que él no tiene el desarrollo para cumplir y eso le genera ansiedad y una sensación de incompetencia grave”, concluye.
Durante todo el año 2024 la Superintendencia de Educación recibió 137 denuncias por casos en que establecimientos educacionales habrían realizado un proceso de admisión discriminatorio hacia estudiantes o párvulos. “De todas ellas, sólo un 18% (24 denuncias) correspondió al nivel de educación parvularia”, señalan desde el organismo. De ese subgrupo, sólo ocho casos se referían a recintos privados.
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