El último problema de un profesor de matemáticas
Walter Foglia fue despedido con honores en Punta Arenas. Antes de su muerte, sin embargo, una denuncia por comentarios misóginos en clases dejó su legado en entredicho.

Tres años antes de su desaparición, Walter Foglia había decidido dejar de tomar. Aunque a sus amigos les dijo que ya no soportaba los efectos de la resaca, lo hizo por la depresión. El tratamiento con pastillas no era compatible con el alcohol. Y pese a que no tenía problemas graves ni un consumo problemático, pensó que lo mejor para su salud mental era dejarlo de una buena vez.
Sus cercanos cuentan que era un hombre extrovertido y alegre. Con 52 años, Foglia era un conocido profesor de matemáticas en los dos colegios más grandes de Punta Arenas. También era un jugador de fútbol amateur en varios clubes históricos de la ciudad y locutor de un programa de radio.
Eran pocos los que percibían su angustia; la pasaba en silencio.
Los últimos meses de su vida fueron particularmente difíciles. Dejó de enseñar, el oficio que definía su identidad; se separó de su esposa y empezaron los problemas económicos que luego se agudizaron por la cuarentena. Estaba agobiado y se vio tentado a volver a tomar como antaño.
La última vez que vieron a Foglia fue el domingo 26 de julio. Su desaparición estremeció a Punta Arenas. Se sabe que esa noche asistió a la celebración del aniversario del club deportivo Fitz Roy y que luego fue a sacar plata a un cajero automático del BancoEstado ubicado en el barrio 18 de Septiembre. Después se le perdió la pista.
Sus problemas, sin embargo, habían comenzado mucho antes.
***
Durante el primer recreo del 22 de abril de 2019, P. conversaba con el profesor Walter Foglia en el pasillo cuando un grupo de tres profesoras interrumpió el diálogo y la llamó para que se acercara. En voz baja, le advirtieron que había algo que tenía que saber sobre Foglia. De pronto, el timbre marcó el regreso a clases. Entonces, una de las profesoras acompañó a P. a su oficina, donde esta trabajaba como psicóloga del Programa de Intervención Escolar del Liceo San José, un colegio solo de varones.
En esta conversación, la profesora G. le contó a P. que se había enterado, por medio un alumno, de ciertos comentarios que Foglia había realizado frente a su curso. Según esta versión, había dicho que las docentes servían de inspiración para fantasías sexuales porque “estaban bien dotadas” y que había realizado “gestos obscenos con un estuche”, como simulando una erección, además de otros comentarios misóginos. Varios de esos exabruptos, le confidenció la docente, hacían referencia a ella. Foglia decía que P., 15 años menor que él, era su “amor platónico”. Entonces, ella recordó episodios previos en que el profesor se había acercado a ella para hablar de política y plantearle “acertijos matemáticos”.
Ese mismo día, P. habló con algunos estudiantes para confirmar los hechos. Le dijeron que las bromas “sexuales” eran algo común en sus clases. Uno le confirmó que Foglia había hablado de ella.
“Se tapa la cara y me dice que no podía contarme, porque era algo muy feo, pero finalmente corrobora lo que había dicho G. al contarme que, efectivamente, un día que fui a buscar el parlante, al retirarme de la sala, el profesor Foglia dijo delante de todo el curso ‘si se la meto la parto en dos’. Luego del relato, le agradezco su confianza y le ofrezco disculpas por haberlo puesto en tan incómoda situación y hacerlo sentir responsable de algo que no tenía culpa alguna”, dice P. en la denuncia que posteriormente presentaría ante la rectoría.
Sin recurrir a funas ni comentarlo con tanta gente, P. siguió todos los pasos que indicaban los protocolos internos del Liceo San José de Punta Arenas. Habló con la dirección y exigió una investigación interna en contra de Walter Foglia por los comentarios misóginos en sus clases de matemáticas. Las autoridades se comprometieron a investigar. Resolvieron suspenderlo, pero después de que este entregara sus descargos, lo reintegraron el 13 de mayo.
P. no quedó satisfecha con la decisión. Consideraba que el liceo no había cumplido con las normas establecidas en casos de acoso, por lo que decidió demandar al establecimiento ante el Juzgado de Letras y Trabajo de Punta Arenas.
En la demanda, P. relataba que tras pedir una investigación al colegio empezó a desarrollar un cuadro de ánimo ansioso, trastorno del sueño, incontinencia emocional y angustia vital, entre otros síntomas. Se trató con antidepresivos y visitas al psicólogo. También dio cuenta de nuevos testimonios que había ido recopilando: “A inicios de junio hablé con un alumno, con quien no había podido hablar en su momento. Nos reunimos en el trabajo de su madre, donde me contó que estaba cansado del profesor Walter Foglia por sus comentarios sexuales y machistas, y que en la primera clase de regreso de su suspensión dijo que una funcionaria lo había denunciado, pero que ella no tuvo cómo defenderse, por eso él estaba de regreso. Luego de comentarles aquella situación, les dice que ‘debían disfrutar su juventud y que era rico masturbarse en la ducha’. Mientras decía eso, hacía gestos obscenos y ruidos”.
En una audiencia del 18 de diciembre de 2019, el abogado de P., Ramón Ibáñez, estableció que no solo buscaban un resarcimiento económico, sino que también que se separara a Foglia del plantel educativo del colegio. La magistrada Claudia Ortiz se declaró incompetente para dictar un despido, pero recomendó al colegio “darle charlas al personal sobre temas de género, al respeto que se les debe a las colegas profesoras del establecimiento”.
En la prueba ofrecida por la defensa del Liceo San José estaba contenida la versión de Foglia. Este señaló que los comentarios respecto del físico de otras profesoras no iban dirigidos a nadie en particular. “Lo que describe la denunciante que ocurrió dentro de la sala de clase, se da en un contexto de conversación con los estudiantes sobre el cuidado que deben tener al hacer comentarios de todo orden y al llegar al feminismo son los alumnos los que nombran a tía P (...). Reconozco que respondo como ‘¿La Flaca?’ (único momento en que hago referencia a ‘los cuerpos’, como quiere instalar quien me acusa). Bueno, yo les manifesté que cualquier comentario podría ser usado en su contra”, escribió.
El profesor también dio a conocer su versión acerca del encuentro en que la desafió con el acertijo matemático: “Después de que la colega no llegó a la respuesta, le hice un comentario de que le va a costar mucho luchar con una sociedad machista y que me pasa lo mismo con ser idealista en una sociedad no idealista”.
Hacia el final de su carta, Foglia alegó que se estaba dañando a su familia, su honra y una trayectoria de 30 años trabajando como educador en Magallanes.
Además de ser mencionado en la demanda laboral, Foglia fue denunciado por el mismo colegio ante el Ministerio Público por el delito de ofensas al pudor. P. se sumó a la acción penal como querellante. El 19 de febrero de este año fue formalizado con la medida cautelar de prohibición de acercamiento a la víctima y de ingresar al liceo.
Solo unas semanas después, el 5 de marzo, la dirección del establecimiento llegó a un acuerdo económico con P. En medio de la audiencia preparatoria para el juicio laboral, el Liceo San José aceptó pagar una indemnización de $ 35 millones.
La arista penal quedó inconclusa. La investigación se había cerrado el 8 de mayo y se había fijado un procedimiento simplificado en el cual intervendrían alumnos, profesores y autoridades del colegio. La audiencia estaba agendada para el 28 de agosto de 2020.
El imputado desapareció un mes antes.
***
El cuerpo de Walter Foglia apareció en el estero Llau-Llau, frente a la Villa Alfredo Lorca, el lunes 27 de julio. La Policía de Investigaciones (PDI) llegó para hacer las primeras pericias. Una persona que estuvo en aquel lugar cuenta que había detectives que lo reconocieron. Como muchos profesionales de la zona, habían sido alumnos suyos en el pasado.
Según el certificado de defunción, murió de una asfixia por sumersión. No tenía golpes ni heridas que delataran la participación de otras personas. Se especula que lo más probable es que la caída fuera provocada por el agua nieve, la oscuridad de la noche y las malas condiciones del terreno.
Los funerales fueron un suceso en Punta Arenas. Lejos de cualquier protocolo por el Covid-19, decenas de personas salieron a las calles con globos blancos para despedirlo. Hubo una velatón donde sonaron Silvio Rodríguez y Sol y Lluvia; luego, una caravana de autos acompañó a la familia hasta el cementerio Parque Cruz de Froward. Pasaron fuera del Liceo San José y se detuvieron frente a la sede del Club Chile, equipo de fútbol amateur -uno de los más antiguos del país- en el que Foglia jugó por años como delantero.
Este inusual cariño se explicaba, en primer lugar, por su larga trayectoria. Después de estudiar en la Universidad de Concepción, Foglia había hecho clases en los establecimientos más importantes de Punta Arenas: el Liceo San José y el British School. Su estilo de enseñanza, didáctico y entretenido, marcó a varias generaciones. Exalumnos de su primer paso por el San José recuerdan una situación que los marcó. Dicen que Foglia los defendió ante Rimsky Rojas, un sacerdote salesiano que en el 2011 fue condenado en la justicia por abuso sexual a menores de edad. La situación era un secreto a voces en el liceo. “Con mis alumnos no te metas”, le habría advertido Foglia en 1991.
“Soy de la primera generación que tuvo clases con Walter. Tenía 23 años cuando empezó a trabajar. Más que un profe fue un amigo, fue un hermano mayor”, comenta Julián Rodríguez.
Su peculiar método de educación también lo hizo ganar la devoción de sus estudiantes. Podía armar un partido de fútbol en medio de las clases de matemáticas o dar segundas oportunidades a alumnos con malas notas. “Era lo más divertido que hay. Hizo que a alguien como yo le gustaran las matemáticas. Era un tipo muy alegre, me saco el sombrero, a mis hijos les he enseñado cosas que aprendí de él”, dice Gonzalo León, exalumno.
Aunque estaba decepcionado de ella, Foglia tenía la política como otra de sus grandes preocupaciones. Era militante del Partido Comunista. En 2014 abrió un preuniversitario popular junto a Gabriel Boric, uno de sus tantos estudiantes. “Tu cariño, iniciativa, chispeza y entrega quedarán para siempre”, escribió el diputado en sus redes.
En el verano, un grupo de personas funó las clases que hacía en su propio preuniversitario particular. La noticia de la denuncia laboral y penal había trascendido, pese a que la denunciante no hizo pública la situación. Varios alumnos dejaron de asistir a esas clases.
Esa fue una de las tantas situaciones que llevaron a Walter Foglia a la depresión. Tenía que lidiar con un proceso penal, había terminado una larga relación con su esposa, Marisel Gutiérrez, y pasaba por una compleja situación económica. Intentó hacer un par de clases en Puerto Williams que se terminaron rápidamente por el Covid-19. “Una persona tan activa como Walter debe haber quedado muy afectada con el encierro de la cuarentena”, dice José Gallardo.
Quienes conocieron a Walter reconocen que hacía demasiadas bromas. Algunos piensan que lo ocurrido en el Liceo San José fue una exageración de un hecho sin importancia. Que no tuvo mala intención. Otros dicen que no entendió algo importante: los tiempos cambian y hay comentarios que no son tolerables.
“No me cabe duda de que fue una simple talla, pero el mundo ha ido evolucionando. Hoy día cosas así se agravan, cosas que eran comunes, son mal vistas. No midió ese cambio de mentalidad”, se lamenta José Gallardo, el padrino de Walter.
La misteriosa muerte de Walter Foglia recibió una amplia cobertura de los medios de Punta Arenas. En una columna publicada el domingo 2 de agosto en el diario El Pingüino, el profesor Luis Lezaga escribió una columna en la que elogió la vida y carrera de quien fuera su amigo. Hacia el final, en las últimas líneas, decidió hablarle directamente a la familia de Foglia: “Todos caminamos con aciertos y errores, todos”.
*El texto fue actualizado a las 13:00
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