Enrique Correa: “Lo mejor del gobierno es la conducción económica, que se parece bastante a la de los 30 años que la coalición del Presidente criticó tanto”
El exministro pone en valor el momento económico del gobierno y afirma que eso demuestra que la decisión del Presidente Gabriel Boric por apostar por Mario Marcel como jefe económico es la más importante que ha tomado en su mandato. Agrega que ese éxito es -al mismo tiempo- “un revés” para las ideas de los partidos que están en el origen político del Mandatario.
Aunque es un entusiasta de la ministra del Interior, Carolina Tohá, con quien, en todo caso, mantiene una relación cercana -”me encantaría que fuera candidata presidencial”, señala-, el exministro y presidente de Imaginacción Consultores, Enrique Correa, no duda en señalar que la conducción económica de Mario Marcel es la que “sostiene con más fuerza al gobierno” en medio de sus problemas políticos y de gestión.
Hay buenas noticias en lo económico. ¿Qué proyección le ve a este escenario? ¿Hay cifras para celebrar?
El dato clave es que la economía de Chile tuvo que experimentar un ajuste inmenso por la liquidez que se produjo en el mercado a raíz del retiro de los fondos de pensiones y por las ayudas estatales, de todos modos, indispensables. Esa expansión recalentó la economía, pero, por otro lado, hay que reconocer que frenó una migración de la clase media hacia la pobreza. Ahora, el país ha terminado un ajuste exitoso, en el que han concurrido tanto la política fiscal como la política monetaria del Banco Central en una armonía digna de reconocer. Juzgar el 0,2% que tuvimos en el primer Imacec como si la economía estuviera en una situación normal, creo es hacer un uso político de las cifras. El hecho clave es que el país tuvo un ajuste inmenso sin recesión y eso demuestra que el trabajo está bien hecho.
¿De quién es el mérito?
Particularmente, de su conducción económica. Pero déjeme hacer una consideración. La economía tiene un límite para su crecimiento, que es su crecimiento tendencial o potencial. Se requieren medidas, acciones, situaciones, que permitan ampliar esa valla. El esfuerzo que viene es ver cómo podemos crecer más -hay otros factores- con más inversión. Y aquí vienen mis dos consideraciones. La primera, creo que lo más fuerte que tiene Chile hoy día es la economía y lo más débil es la política. Lo que se debería hacer es que lo que está bien esté mejor. Y para eso hay que tener una política consciente de estímulo de la inversión y lo ideal sería sustraer de la reyerta política los asuntos económicos y convertirlos en un punto de acuerdo transversal. Mejorar el lenguaje. Eso le conviene al gobierno, porque fortalece lo mejor que tiene, que es la conducción económica, les conviene a los empresarios y también a la oposición, porque si siente, y tiene fundamentos para pensarlo, que tiene opción de ganar la elección presidencial, va a estar muy interesada en que ese gobierno reciba una buena economía y no un desastre económico a cuya corrección tenga que dedicarle todo el primer año de gobierno.
Usted ha hecho un punto sobre lo que se llamó la permisología. Cuando habla de una actitud proactiva, ¿de qué está hablando?
Los gobiernos no son neutrales respecto de la inversión. Están para que las inversiones cumplan con los estándares, con las regulaciones, pero no son neutrales. Los gobiernos más responsables están igualmente interesados en la inversión que los inversionistas. No les da lo mismo que un proyecto salga o no salga. El gobierno no es un tribunal para juzgar la bondad de los proyectos, tiene el interés en que esos proyectos resulten. Y, por tanto, el proyecto de ley sobre permisología acomete probablemente la principal dificultad que tiene la inversión hoy en Chile. Porque las incertidumbres más políticas se han ido despejando con el fin de los procesos constitucionales. Pero mientras el proyecto se aprueba, hay un liderato que ejercer. Los gobiernos pueden ejercer liderato para aligerar la carga, el peso de los trámites. La ley está bien, pero se requiere liderato. Se ha constituido un gabinete procrecimiento. Creo que la eficacia de ese gabinete se va a medir por la cantidad de proyectos de inversión con los que terminemos aprobados en el 2024.
En estos dos años de este gobierno, ¿ha mejorado la relación con el empresariado?
Tengo un diagnóstico reservado. Pienso que hay mucho que avanzar en eso. Creo que el discurso del Presidente busca construir esas confianzas. Hay que evitar cualquier sospecha de una concertación entre oposición y empresario. Y al otro lado, que haya una desconfianza hacia los empresarios, hacia el modo como actúan.
Usted dice que es de los que creen que el Presidente Boric contribuye a desarticular los mitos entre el empresariado y su sector político... ¿Cómo usted hace conversar ese diagnóstico con el “Narbona y Craig”?
Lo entendí como dijo la ministra Tohá. Mejor que esas cosas no ocurran y ojalá no se repitan. Es una nube que oculta momentáneamente la luminosidad que podemos obtener con un acuerdo económico. Pero eso, por otro lado, no pone en duda algo muy importante del Presidente, que es su apoyo sin reserva a la conducción económica del gobierno, que es lo mejor que tiene. Política económica que, por lo demás, se parece bastante a la política económica de los 30 años que, originariamente, la coalición de la que proviene el Presidente criticó tanto. El Presidente ha dado con eso una cuota de realismo y de responsabilidad.
Y raya para la suma, ¿cree que el gobierno ha logrado exorcizar los temores que tuvo el empresariado cuando partió hace dos años?
Sí. Es lo que creo. Aunque el gobierno tiene su punto fuerte en la economía y tiene, sin embargo, una cantidad de áreas en su gestión muy discutibles. Pienso que el gobierno lo que debería hacer es afirmarse en lo que está fuerte, que es la economía, y mejorar la gestión. Porque la gestión, la ejecución, es un punto débil del gobierno.
¿Es condición para mantener el momento económico que el gobierno diga adiós a las reformas o puede existir una conversación en paralelo?
Hay que ir viendo. En el pacto fiscal hay una discusión de difícil solución, que es el tema tributario. Hay que esperar, porque en ese proyecto puede que se contengan no solo subidas de impuestos, sino que bajas de otros. Lo que digo es que todo eso debiera estar en un ámbito de diálogo ajeno a la reyerta política. El pacto fiscal ha ido mutando, de alguna manera. Ha ido evolucionando a un pacto que no sólo vea los temas fiscales, sino que los temas también de sostenibilidad, de crecimiento. Probablemente, en torno al pacto fiscal, pudiera generarse una conversación que reconvirtiera ese pacto en un pacto más global, para que la economía del país mejore, sobre todo, que mejore su crecimiento potencial.
¿Y qué se hace con los impuestos? Que parece ser el gran nudo de la conversación...
Hay dos cosas que hay que tener en cuenta. Uno, es cómo está la caja fiscal para resolver alguna de las demandas de la gente y otras obligaciones. No soy quién para aconsejar a nadie, pero la conversación debiera estar más concentrada en cómo mantenemos este buen pie de la economía, manteniendo el equilibrio fiscal. La política no se sustenta a sí misma así como está. Y el país no entra en crisis mayores por la economía que tenemos y por la política responsable por el equilibrio fiscal que tenemos. Si además de los problemas que tenemos, de los enfrentamientos entre gobierno y oposición, tuviéramos un desequilibrio fiscal, el país estaría abocado a una crisis muy grande. Por lo tanto, lo que pondría en el centro de la discusión tributaria sería cuánto necesitamos de recursos adicionales para mantener el equilibrio fiscal.
¿Y la reforma previsional?
Bueno, es un punto que dice relación con todo el sistema político. Creo que en la reforma previsional el punto más importante es cómo se mejoran las pensiones actuales. Las pensiones futuras son muy importantes, pero la demanda, el agobio por las pensiones tiene que ver con las pensiones actuales. ¿Cómo se resuelven? A lo mejor con un grado de solidaridad. Otros dicen que no, en fin. Yo pondría eso en primer lugar. Si el gobierno y la oposición logran un acuerdo en torno a mejorar las pensiones actuales, todo el resto viene por añadidura. Puede que no todos cumplan con sus sueños, con sus objetivos, pero el punto clave es ponerse a conversar de qué modo las pensiones actuales con esta ley pueden ser aprobadas. En ese sentido, creo que debiera haber en el Senado un acuerdo. El país lo necesita.
Entonces usted no es de aquellos que piensan que para mantener en buen pie la actual situación económica hay que dejar de lado la conversación sobre las reformas.
Probablemente, si fueran otras reformas las que están en juego, podríamos discutir eso. Pero un tercer fracaso del sistema político en reforma de pensiones es muy dañino para todo el sistema y aumenta la desconfianza. Aumenta la creencia con alguna base de que el sistema político no es capaz de resolver los problemas políticos, los problemas agobiantes de la gente.
¿A usted le parece que el ministro Marcel se posiciona de mejor manera de cara a la reforma con el escenario económico actual?
La responsabilidad principal del ministro de Hacienda es el pacto fiscal y su reconversión en un pacto por el crecimiento. Creo que el ministro es un contribuyente esencial en la reforma previsional, pero ahí la negociación recae en la ministra del Trabajo y en las comisiones respectivas. El ministro de Hacienda es protagonista de la conducción económica. Es un contribuyente esencial en la reforma, que son problemas distintos.
¿Diría usted que Marcel es el ministro más importante de esta administración?
Sin duda, no cabe duda. Creo que es el ministro más importante del gobierno, y hay ministros muy buenos y de buen desempeño, y otros no tanto, como siempre, pero el ministro más importante es el ministro Marcel.
¿Y eso se veía venir al inicio del gobierno?
La designación del ministro Marcel fue una gran señal del Presidente. Anterior a las señales que dio después de la derrota en el plebiscito, y por tanto demuestra una voluntad de hacer las cosas bien, yo creo, desde el comienzo. Entre las opciones que el Presidente tomó en el inicio de su gobierno, esta fue la más importante.
El punto es que, como usted dice bien, Marcel, quizás al inicio del gobierno, como ningún otro ministro, representó los 30 años, como se dice en el imaginario más político... Resulta llamativa esta idea de que lo mejor de este gobierno es la conducción económica, pues este gobierno era una promesa de cambio, no era una continuidad.
Probablemente lo dije en una frase muy subordinada. Le dije que es muy importante la conducción económica que el Presidente respalda, porque esta conducción económica y esta orientación económica es lo más parecido a los 30 años. Y la economía que tenemos fuerte es producto de los 30 años que tanto se criticó. Es decir, aquello que hoy día sostiene con más fuerza al gobierno, es aquello que en su momento algunos de sus partidarios criticaron.
¿No es eso una derrota?
No necesariamente, porque a veces los reconocimientos no son derrotas. Es probablemente un revés para algunas de las ideas que sustentaron algunos de los partidos que postularon al gobierno. Pero el revés más fuerte que tuvo ese tipo de pensamiento, de concepto programático, fue el rechazo a la Convención Constitucional, porque sin duda eso obligó a adecuar el programa a la nueva realidad y los equipos hubo que también cambiarlos y generar nuevos contrapesos internos en la coalición.
Este es un año electoral. Pero la gente no vota por la macroeconomía necesariamente. ¿Cuál cree usted que va a ser el clivaje de esta elección y del tren de elecciones que se viene?
Algo que hay que tener en cuenta. El gobierno ha afirmado que estos dos años el país está mejor que cuando empezó. Hay algunas cosas que permiten fundamentar eso. El conjunto de iniciativas resueltas, en fin. El ministro Marcel dijo con razón que la economía estaba mejor de eso, no cabe duda. Pero el gobierno puso este lema. Yo no lo habría puesto de ese modo, porque la gente percibe que el país ha cambiado, pero ha cambiado para peor. Y no tanto por un asunto político, sino por el agobio que le produce la crisis de seguridad, que produce sensaciones de temores tan básicos. Siento que hay que saber entender bien cómo el ciudadano común, cómo la gente común y corriente siente que está en el país.
Y no es la percepción que tiene el Presidente de que esté mejor, digamos...
Yo no habría puesto eso como lema. Creo que probablemente se podría haber dicho lo mismo de otro modo. El gobierno estos dos años, no soy yo quien va a dictarle, pero sorprenden al gobierno o encuentran al gobierno o el gobierno está haciendo un esfuerzo decidido por esto y por esto otro. Pero esta idea de país mejor no es una buena idea, porque la gente percibe, a lo mejor es una percepción muy influida por la crisis de seguridad y menos por temas políticos, que las cosas no están mejor.
¿Y eso usted cree que va a ser la gran variable electoral en lo que viene?
El gobierno es minoritario, pero no es necesariamente un gobierno débil, porque el tercio que tiene es muy sólido, pero ese tercio no alcanza para el resultado que la coalición de gobierno sumada a la DC espera de la elección municipal. Eso va a llevar, más allá de cualquier decisión política, a los candidatos a alcaldes a diferenciarse del gobierno en muchos aspectos, particularmente en el tema de seguridad.
La prueba de fuego, me imagino, para la convivencia de las dos coaliciones oficialistas, será la permanencia en el poder, porque la duda es si se mantienen unidas sin el gobierno en la eventualidad de que gane la derecha. ¿Cómo lo ve usted?
Claro, pero mientras esté el gobierno es difícil despegarse de él. El tren electoral partió y la alianza parlamentaria va a tener que parecerse mucho a la municipal, a no ser que la elección municipal fuera catastrófica para la centroizquierda, que la pérdida de alcaldes fuera catastrófica, que en ese caso se revisa la alianza, pero creo que no debiera ser así.
La Concertación vivió dentro de la misma coalición el tema de la alternancia. ¿Ahora le toca al Socialismo Democrático, cree usted?
No lo sé, no lo sé. No quiero confundir mis deseos con la realidad. A mí me encantaría que Carolina Tohá fuera candidata presidencial.
Si lo mejor es la conducción económica, ¿por qué no Marcel?
Hay muchos que lo dicen. Es un gran líder también. Pero naturalmente que lo que está en el aire hoy día es que una de las candidatas posibles sería Carolina Tohá. Se habla también de Camila Vallejo, la vocera. Pero en el Socialismo Democrático, hoy por hoy, de quien se habla básicamente es de ella. Yo creo que el ministro de Hacienda tiene todas las aptitudes, pero no sé si eso sea su expectativa.
¿Es de los que creen que la derecha tiene la mejor opción de volver al poder?
Es muy difícil decir eso. Si miráramos las encuestas, claro, no habría duda, pero aquí el principal predictor es la elección municipal. Y en la elección municipal, que la derecha va a tener un buen resultado, no cabe duda, pero la principal pregunta que va a dilucidar la elección municipal es cuánta fuerza tiene en sus manos la centroizquierda para ser competitiva. Si tiene fuerza para llegar a la segunda vuelta, la elección presidencial es competitiva. Eso es.
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