
Entrevista a Guy Sorman: “El éxito de Nixon fue evitar un conflicto y convertir a China en una parte interesada en el mundo global”
Este lunes se cumplen 50 años del viaje del Richard Nixon a China. Fue el inicio de la apertura hacia Occidente de un país que llevaba más de dos décadas aislados, y que medio siglo después se transformaría en el principal rival de EE.UU.. ¿Cuál de los dos países tiene más razones para celebrar? Para el académico francés, autor de China: el Imperio de las mentiras quienes más han ganado son los norteamericanos.

Era su momento de gloria, su lugar en la historia, y lo sabía en tiempo real, saboreando sus discursos como quien sabe que profiere frases para el bronce, proyectando una confianza casi telegénica, algo sorprendente para un político que siempre había adolecido de lo contrario. Richard Nixon se tenía tanta fe antes de partir a China que convocó a una pequeña multitud de invitados a aplaudirlo en el jardín de la Casa Blanca antes de abordar el helicóptero que lo llevaría a la base aérea. Tan arriba estaba su mente que remató su breve alocución a los presentes citando palabras dejadas fuera del planeta. “Si hay una postdata que espero se pueda escribir sobre este viaje, serían las palabras en la placa que dejaron nuestros astronautas que fueron a la Luna: vinimos en son de paz por toda la humanidad”.

Para su pesar, la historia le tendría reservado un lugar más amargo a Nixon, que en 1974 se convertiría en el primer presidente estadounidense en renunciar. Pero eso fue después. Este Nixon, el de febrero de 1972, era una estrella, un estadista mundial que iba a cruzar el mundo para iniciar una visita histórica a un país aislado de Occidente desde que en 1949 la revolución comunista había triunfado: La República Popular China. Unos meses antes, en julio de 1971, en una cadena televisiva, había revelado que el consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, había efectuado una visita secreta a Beijing para iniciar un acercamiento con los chinos. “Como he dicho antes, no puede haber paz duradera sin la participación de la República Popular China y sus 750 millones de habitantes”, comenzó diciendo, antes de anunciar que había aceptado una invitación a visitar China. “Este será un viaje de paz, no sólo para esta generación, sino para las futuras generaciones de este planeta Tierra que compartimos”, había concluido.
En los subtítulos del discurso de paz podía claramente distinguirse el discurso de balance de poder. Extenuada por una guerra de Vietnam que se extendía, EE.UU. necesitaba forzar a la Unión Soviética a firmar un tratado que limitara el arsenal de ambas potencias. La amistad con China de Mao, rival de los soviéticos en la hegemonía ideológica del comunismo, podía ser el elemento clave. “Paz mundial” en esos años, significaba simplemente que nadie apretara el botón equivocado.
En lo inmediato, el plan funcionó a la perfección: sólo tres meses después, Nixon viajó a Moscú para firmar el tratado de misiles antibalísticos junto al líder soviético Leonid Brezhnev.

Para China, desde luego, la normalización de las relaciones con occidente sería el inicio de una vuelta triunfal de la que en pocas décadas se transformaría en una potencia que hoy rivaliza con Estados Unidos. Eso ha dado pie para que varios expertos, entre ellos Kissinger, señalen que esa fue siempre la meta de los líderes chinos. Es famosa una frase que le comentó un par de años después de esa primera visita a un asistente, en privado: “Cuando esta gente ya no nos necesite va a ser muy difícil lidiar con ellos”. En “The Long Game: China’s Grand Strategy to Displace American Order”, publicado el año pasado, Rush Doshi, académico del Brookings Institute y consejero en estas materias del presidente Joe Biden, plantea que el repliegue chino de los años 90 ante la supremacía estadounidense, el desplome soviético y los problemas políticos internos terminó en 2008, cuando tras la crisis financiera en EE.UU. China decidió emprender su ofensiva ante lo que juzgó como el declive irremediable del imperio americano.
Otros expertos difieren de esa visión. El académico francés Guy Sorman, autor entre otros libros de “El Imperio de las mentiras: la verdad sobre China en el siglo XXI”, es uno de ellos. Sorman apunta a que el resultado de este medio siglo de apertura de China hacia Occidente sorprendió a todo el mundo. “Nadie esperaba que la economía china creciera tan rápido”, dice. “Todos pensaron que se apegarían a los principios marxistas, no esperaban que tomara un camino capitalista como lo hicieron”.
¿Por qué discrepa de la teoría de la estrategia a largo plazo?
Puedo estar equivocado, pero cuando miro la historia de China en estos últimos 50 años, lo que veo es un cambio constante. Entonces ¿cuál es esa estrategia? Tomemos por ejemplo la economía: Den Xiaoping la transformó de manera revolucionaria introduciendo un tipo de capitalismo, controlado por el Partido Comunista, o sea, miembros del partido eran capitalistas. Pero hoy ves un cambio total de dirección bajo Xi Jinping, cuando decide detener el desarrollo de la mayor compañía tecnológica de China, Ali Baba, entrando en conflicto con el señor (Jack) Ma. Xi Jinping ahora dice “esta empresa es demasiado poderosa”, y restablece el control estatal en estas compañías. Es un tremendo cambio y, dicho sea de paso, creo que es desastroso para la economía china porque todos van a tener miedo de crecer demasiado. De modo que si había una estrategia de largo plazo Xi Jinping no parece estar enterado. Es lo mismo con la política. Deng Xiaoping quería evitar el conflicto político dentro del partido, que tiene muchas tendencias y facciones. La democracia puede no ser el mejor sistema para elegir a un líder, pero es el mejor para deshacerse de ese líder: sabes que después de una determinada cantidad de años ese líder se va a ir, y no será violento. La democracia ha resuelto el problema de la sucesión. Deng Xiaoping buscaba esa solución: ¿cómo en un país totalitario controlado por el partido comunista organizamos la transición, cómo persuadir al líder de que se vaya? Deng sí se retiró y dejó esta regla de dos períodos de cinco años. Después de eso no sólo se va el líder sino que además todos los miembros del politburó deben cambiar. Y el líder deberá seleccionar a su sucesor. Y funcionó, y después de Deng Xiaoping nadie estuvo más de 10 años, y todos fueron seleccionados de la misma manera. Pero Xi Jinping va en camino contrario: en el próximo congreso será elegido como líder por un tercer período y será presidente de por vida. Y podría seguir con ejemplos. Lo he debatido con el señor Kissinger, le he dicho: “Mire, China es una sucesión de cambios, de golpes, es un régimen impredecible y un país impredecible”. Miremos el caso de los uighur, por ejemplo. La política de Mao Zedong, inspirado por la Unión Soviética, fue respetar los derechos de las minorías. Que conservaran su cultura, su religión, su idioma. Ahora esa política está olvidada, existe represión total. La historia de China es extremadamente inestable e impredecible. Y creo que en los próximos meses China se encaminará hacia una crisis mayor.
¿Por qué?
La pandemia. Ya sabes que han adoptado esta política de “cero Covid”. Cierras toda una ciudad si hay casos. Es muy disruptivo para la economía y la población. Y la gente está siendo vacunada con vacunas que no detienen el contagio de variantes como Omicron. Lo que significa que en los próximos meses tendrás una explosión de casos de Omicron. Puedes cerrar una ciudad como Xian, de 12 millones de personas. Pero no puedes cerrar todo el país. Y en octubre, noviembre, cuando el clima vuelva a enfriarse, los chinos no sabrán qué hacer. Y si continúan con esta política de cierre total, la economía será fuertemente golpeada, como ya lo está. En Europa, Estados Unidos y Latinoamérica ya estamos sintiendo las consecuencias, con problemas en los suministros, los chips, los autos, etcétera. China puede estar en camino a una crisis que tendrá consecuencias para todo el mundo. En resumen, no puedes hacer predicciones sobre China. Vas de una sorpresa a otra. Quizás Xi Jinping sea desplazado del poder por sus propios colaboradores, como Julio César. O capaz que se retire.
Una de las cosas que ha estado en la atención del mundo es la tensión entre Rusia y Estados Unidos por la situación en Ucrania. Y en eso la alianza de Rusia con China, la cercanía de Putin con Xi. ¿Cree que China está cultivando esa alianza hoy?
No. Basta con leer lo que los chinos publican. Por ejemplo, tienen una muy buena fundación de investigación llamada la Academia China de Ciencias Sociales. Y son muy abiertos respecto del futuro de China y lo que quieren. Lo que ven es al mundo dividido en dos partes: el Este, controlado por China, y el Oeste, controlado por Estados Unidos. El único país que respetan los líderes chinos, desde Nixon, es Estados Unidos. No toman al resto del mundo con demasiada seriedad.

¿Ni siquiera a Europa?
Lamento decirlo, pero Europa es un jugador menor. Y Europa sin la OTAN, o sea sin Estados Unidos, como lo vemos estos días, no pesa. Todavía vivimos bajo los principios de la pax americana. Y seguiremos así por mucho tiempo. Para China lo que cuenta es Estados Unidos, y ven el mundo distribuido en dos centros. Ellos no tienen la ambición de controlar el mundo; tienen la ambición de controlar su parte del mundo. Eso es problemático porque Japón e India no quieren la supremacía china. Y la relación con Rusia es muy de corto plazo, es puramente táctica. Los chinos ven a Rusia como un país pobre con una población en declive. No lo ven como un jugador importante. Y Putin sabe que no lo son. Entonces esta relación estable de China con Rusia sólo les sirve a los chinos para ganar tiempo hasta que Rusia desaparezca del mapa. Y hay un conflicto muy profundo ahí. En el tiempo de Mao era un conflicto ideológico: quién lidera al mundo comunista. Hoy es más básico, es geográfico. El gobierno chino desde 1949 no acepta las consecuencias de todos los tratados firmados en el siglo XIX, que llaman “tratados desiguales”, con los cuales los británicos tomaron Hong Kong y otras colonias occidentales se establecieron. Y Rusia tomó Siberia. Los chinos consideran que la mayor parte de Siberia pertenece a China. No hablan al respecto, porque como dice Xi Jinping al hablar de Taiwán, “no tenemos prisa”. No la tienen pero consideran que Rusia no tiene lugar en gran parte de Siberia. Y en la mente de los chinos, un día eso volverá a China. Yo viajé por el río Amur, es un viaje muy lindo y en invierno puedes caminar sobre el hielo. Y al otro lado del río está Rusia. Pero hay miles de chinos trabajando ahí, de manera totalmente ilegal, por supuesto, pero tienen tierras, tienen tiendas, porque no hay rusos. Los rusos no tienen gente. Su población está disminuyendo, envejeciendo. Hay mucho espacio abierto. Esa relación actual de China y Rusia por la que me preguntabas no tiene para mucho, los chinos ahora sólo quieren evitar el conflicto.
¿Cree que la visión de Nixon y Kissinger al emprender el viaje a China probó ser la adecuada, juzgando lo que sucedería después?
Tenemos que recordar que cuando Nixon fue a China, el mundo vivía al borde de una guerra nuclear, y el éxito de su política fue evitarlo y convertir a China en una parte interesada en el mundo global. Protestan, se oponen a muchas cosas, pero no han provocado un conflicto global mayor, aunque localmente sí lo hagan. China hoy -a diferencia del tiempo de Mao Zedong- no está interesada en exportar su revolución. Mao quería cambiar al mundo, el maoísmo era global. Hoy, por extraño que parezca, a China sólo le interesa China. No pretenden exportar un “modelo chino”. Entonces, en cierto modo hoy la relación con China puede ser más complicada, pero es un mundo más tranquilo.
En resumen, al cumplirse este aniversario 50 del viaje de Nixon, ¿quién tiene más razones para celebrar? ¿Estados Unidos o China?
Creo que los Estados Unidos. Si ves sus beneficios, a pesar de lo que dice Donald Trump (bueno, siempre lo contrario a lo que dice Trump es la verdad). Los consumidores estadounidenses, los ciudadanos, su economía, han sido enormes beneficiarios de esta apertura y conversión de China al libre mercado. Creo que ha sido una solución muy beneficiosa. Y como dije, ha habido decepciones en el ámbito de las libertades políticas y derechos humanos. China protesta contra el orden mundial, dicen que está dominado por Estados Unidos, por Occidente. Es cierto, pero ellos no están en posición para generar esa disrupción. Todavía es un país débil, a pesar de su enorme progreso y el aumento de su poderío militar. No se compara con Occidente, con su tecnología, con su innovación y con su “soft power”. China no tiene amigos en el mundo, hoy. Eso es algo muy importante. China tiene mucho poder, puede corromper gobiernos, puede comprar gente. Pero no tienen amigos. Cada años tienes más de cien mil estudiantes viajando desde China a Estados Unidos para estudiar en sus universidades. ¿Cuántos occidentales van a estudiar a China? El desbalance cultural está todavía muy a favor de lo que llamamos Occidente.
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