Eugenio Tironi: “Si Allende hubiese tenido la flexibilidad que ha tenido Boric, no habría habido Golpe de Estado”

Eugenio Tironi
El sociólogo Eugenio Tironi en su departamento. Foto Mario Téllez 27/08/2024 EUGENIO TIRONI MARIO TELLEZ / LA TERCERA

El sociólogo y ensayista, ex MAPU, hace un ajuste de cuentas con la figura del exmandatario y su legado en su nuevo libro. Armonizando el tono biográfico y el relato histórico, Tironi analiza el gobierno de la Unidad Popular, su derrota y su fracaso, el Chile posterior y la renovación de la izquierda. Y firma una "reconciliación crítica" con Allende: ilumina sus errores, valora su muerte y destaca su vocación democrática.


De chaqueta blanca y suéter negro, Salvador Allende saludó a la multitud que marchó frente a La Moneda. El 4 de septiembre de 1973, tercer aniversario de gobierno, miles de personas participaron en la última manifestación de apoyo a la Unidad Popular. Allí, entre las columnas de gente que portaba carteles y banderas, y gritaba para conjurar los fantasmas golpistas, estaba Eugenio Tironi. Dice que fue la única vez que vio a Allende y hoy recuerda ese momento como una despedida. A los 21 años, Tironi militaba en el MAPU, partido que integraba el gobierno, pero no se sentía allendista. No le gustaba ni la personalidad ni el liderazgo de Allende.

-Para mí, Allende era un dandy burgués reformista, criado en la lógica parlamentaria, en la democracia burguesa. Además, ostensible y provocativamente infiel. Y como que reemplazaba la falta de solidez teórica por la astucia. Todos esos rasgos no me resultaban cómodos -recuerda.

Ensayista y doctor en Sociología, Tironi fue uno de los protagonistas de los debates en torno a la renovación socialista a fines de los 70, así como uno de los diseñadores intelectuales de la campaña del No. Aun cuando el Golpe y la muerte de Allende determinaron su vida, durante años mantuvo una relación compleja con la figura del exmandatario. Eventualmente comenzó a comprenderlo cuando llegó al gobierno, como director de Comunicaciones del Presidente Patricio Aylwin.

A poco más de 50 años del Golpe, Tironi publica Ajuste de cuentas, un ensayo con bordes testimoniales y perspectiva histórica en torno al expresidente y su legado. Armonizando el tono biográfico con la reflexión, la historia y la sociología, Tironi analiza críticamente el gobierno de la Unidad Popular y el modo en que se encaminó a la tragedia; el Chile que muere con Allende y el que nace tras el 11 de septiembre, así como los caminos de renovación de las izquierdas. Hacia el final del recorrido, habla de su “reconciliación crítica” con Allende: ilumina sus errores, pero destaca su vocación democrática.

Con sus diferencias y singularidades, el autor identifica una continuidad de liderazgos que va de Allende a Aylwin y Ricardo Lagos. En sus notas finales, traza un paralelismo con el Presidente Gabriel Boric.

Salvador Allende

Para el aniversario de los 50 años del Golpe, el libro más comentado fue el de Daniel Mansuy sobre Allende. Según Mansuy, la izquierda ha sido incapaz de pensar críticamente a Allende. ¿Está de acuerdo?

Yo admito que el libro de Mansuy fue un factor que me provocó esta reflexión y la escritura del libro. Efectivamente, respecto de Allende ha habido una suerte de mitologización, o sea, prácticamente una santificación de parte de la izquierda, y esa visión se condensa particularmente en su sacrificio y sus consecuencias, pero no se ve a Allende como parte de un proceso histórico mucho más largo de los 30 años previos al 70. Y, por otra parte, siempre hubo una satanización de la izquierda y de Allende como la representación de todos los males. Mansuy rompe con eso por el lado de la derecha.

Usted se había resistido a explorar en los años de la UP. ¿Por qué?

Porque era revivir un período muy eufórico, muy festivo, muy luminoso, pero con esa luminosidad que vieron Oppenheimer y sus colegas cuando probaron la bomba atómica. Porque lo que vino después fue una bomba atómica. El trauma que vino con el Golpe me bloqueó, me reprimió cualquier intento por entender un poco más el proceso. Algo hice, no hay duda, en todo el proceso de renovación socialista, pero sin mucho detalle. Y de otro lado, ha sido tan fuerte la corriente idealizadora, santificadora de Allende, que me provocó un rechazo natural a decir no, este es un tema que ya está agotado. Y ahora descubrí que no está agotado. Más bien en Allende están las claves de muchas de las cosas que nos están pasando hoy día.

A los 20 años pensaba que Allende era un dandy burgués, ¿cómo cambió su visión?

Entendí que esta noción de Allende de saberse a sí mismo un personaje histórico no venía de la nada. Él tenía tras de sí una herencia familiar que viene desde la lucha de la Independencia, toda la construcción de la República, la Guerra del Pacífico, la Guerra Civil. O sea, cuando él hablaba a nombre de la República tenía buenos motivos. Comprendí también que Allende fue un tipo que asume la causa social, la causa de los pobres desde muy joven, y mantiene una pata en la política y otro pie en la lucha social. Tenía una identificación con el pueblo muy profunda, que además se acentuó por el hecho de ser un permanente candidato. Allende estuvo siempre sometido al ejercicio de ganar votos. Y en todo Chile, porque fue candidato a la Presidencia y también candidato a diputado y a senador en las zonas más difíciles que él recorrió pueblo por pueblo. Como buen seductor, eso le atraía. Conquistar votos era como conquistar mujeres. Fui comprendiendo más a Allende y, sobre todo, su gesto final.

Para algunos, su suicidio fue un gesto problemático. El abogado José Zalaquett decía que lo incomodaba esa actitud de “permiso, tengo cita con la eternidad”.

Para mí, al principio, fue la confirmación de este personaje altanero, superior, paternalista en su discurso. Pero, además, me produjo un sentimiento de rabia que tenía otro origen: con su acto me condenó a destinar mi vida, por lo menos los años que sean necesarios, a cumplir con lo que él nos planteó, una Alameda donde puedan transitar los hombres libres. Y destiné mi vida a eso. Fue una vida de la cual no me arrepiento, pero fue una vida súper difícil.

¿Cómo ve ahora su muerte?

No hay duda de que su gesto tiene varios significados, que por lo demás me parece que él los tenía bastante pensados. Uno era un gesto de consecuencia: yo dije que iba a respetar la Constitución y la voy a respetar hasta el último día; por lo tanto, no me voy a entregar. Segundo, yo tampoco voy a resistir, porque eso significaría una guerra civil. O sea, prefiero matarme antes que ser una figura que gatille una guerra civil. Y tercero, él evidentemente con su muerte quería crucificar a los mandos militares, particularmente a Pinochet, quien lo había traicionado de forma flagrante. Y lo consiguió. Y, además, él quería decirles con su gesto a los Altamiranos sí, escribe en 10 o 15 años más tus memorias y arrepiéntete, pero en este momento yo soy el que defiende la causa. También creo que había una postura frente a los propios partidos de la UP que le hicieron la vida harto difícil.

GUIDO Y ALE, DESAYUNOS EN LA VEGA
27/08/2024 EUGENIO TIRONI MARIO TELLEZ / LA TERCERA

¿La UP fue derrotada o fracasada?

Fue un fracaso en la medida en que no fue capaz de reunir los recursos de poder que en una sociedad democrática son múltiples, no es solamente el voto popular, sino también el respaldo de los actores sociales, el respaldo institucional, un cierto respaldo internacional, un cierto apoyo cultural, intelectual. O sea, un conjunto de recursos de poder para realizar un proyecto sostenible. Eso no lo consiguió la Unidad Popular. ¿Por qué? Sí, actuó el imperialismo americano y la CIA, actuó una derecha golpista, lo que se quiera, pero yo soy de los que piensan que los gobiernos tienen que hacerse cargo de esas variables. Es como si me dijeran, ¿el proyecto de Sebastián Piñera 2 fue derrotado o fracasó? Fracasó. No digan que esto fue porque hubo estallido y octubrismo, o sea, puede que todo eso haya influido. Pero la función de un gobierno, la función de la Unidad Popular, la función de Allende era tomar en cuenta todas esas variables y producir orden.

¿Allende no sabía o no supo gobernar?

Ser reformista en tiempos de Allende era extremadamente difícil, porque la izquierda estaba dominada por las ideas que venían de Cuba. La influencia que tenía el proyecto de la lucha armada era enorme, como se vio en el Partido Socialista en el Congreso de Chillán. Por lo tanto, levantar una izquierda reformista, gradualista, pacífica, que busca conquistar la mayoría dentro de la democracia burguesa, como lo plantea Allende, era ir contra la historia. Y, sin embargo, Allende lo logra: gana. Y a partir de ahí comienza a cometer errores, que están muy bien señalados por los libros de Joan Garcés. En ese momento su tarea debió haber sido conquistar una mayoría política consistente para llevar a cabo, al menos, una parte del programa...

Y eso suponía lograr un acuerdo con la DC...

Claro, llegar a un acuerdo con la DC que implicaba reducir mis objetivos programáticos, y si esto me va a costar quiebres por mi izquierda, lo hago. Ese era el costo que se amenazaba, pero creo que lo hubiera pagado. Creo que lo de Altamirano muchas veces eran bravatas. Allende cambió la orientación económica completamente a partir del 71, metió a los militares al gobierno, al general Prats, y los socialistas revolucionarios se mordieron la lengua.

¿Podría haberse evitado el Golpe?

Yo creo que sí, se pudo haber evitado el Golpe, pero reaccionando mucho antes. El 73 era completamente imposible, el 73 era un tren ya desbocado. Había que haber buscado un acuerdo con la DC y bajar las expectativas, pero Allende optó por el otro camino, el camino que le propuso Vuskovic: desarrollar una política muy favorable a los grupos más pobres para acumular votos, y con esos votos logramos hacer íntegro nuestro programa. Ese fue el pecado original, y de ahí se precipitaron un montón de hechos. En el curso del año 71 se produce lo que Garcés más temía: la bipolarización. Allende solamente tenía posibilidad si el escenario estaba dividido en tres tercios, y él tenía el tercio más grande. Pero una vez que dos de los tercios se juntaron, se acabó el cuento. Uno puede decir la DC también tuvo responsabilidad, pero en esto hay que ser claro: el que gobernaba era Allende.

AYLWIN ALLENDE

En sus memorias, Aylwin dice que el único que podía evitar el Golpe era Allende.

Y tiene razón. Pero Allende prefirió usar su capital de valentía en su propia muerte antes que en una ruptura con quienes habían sido sus aliados. Algo que reafirma mucho Tomás Moulian: Allende temía una guerra civil interna de la izquierda, temía lo que pasó en el bando republicano en España entre los anarquistas y los comunistas. Temía quedar en la historia como González Videla, y ante ese temor prefirió su propia muerte.

Usted destaca su vocación democrática: ¿Allende no creía en la dictadura del proletariado?

No, Allende definitivamente no. Él nunca se planteó salirse de la Constitución ni nada por el estilo. Nunca persiguió periodistas, no cerró diarios, no cerró el Congreso, no violó los derechos humanos. Allende no renunciaba al socialismo, pero como un proceso que se remontaba a la historia chilena. Él era un hombre de continuidad, no un rupturista.

¿Qué otras lecciones saca de Allende hoy?

A mí me admira cómo esta nueva izquierda, la que hoy día gobierna, la que encabeza Gabriel Boric, cómo ha sido capaz de recoger las lecciones de Allende.

¿En qué sentido?

Yo creo que si Allende hubiese tenido la flexibilidad que ha tenido Boric, no habría habido Golpe de Estado. Si Allende hubiese tenido la independencia que ha mostrado Boric respecto de sus partidos, no habría habido Golpe. Si Allende hubiese mostrado la libertad que ha mostrado Boric en la red internacional, se habría llegado a un arreglo con Estados Unidos respecto de la negociación del cobre y se habría contenido el bloqueo, que fue muy importante en el principio en la crisis económica. Y, por lo tanto, en el malestar de la clase media. Yo no veo en esta generación ese espíritu épico, ese sentido de héroe trágico. Son animales mucho más políticos, mucho más realistas, más dispuestos a adaptarse a las correlaciones de fuerza y a plantear objetivos que sean viables.

Allende tenía espíritu coalicionista escribe usted. ¿Boric también?

Boric, como Allende y como Aylwin, es de los líderes políticos que cuidan a sus coaliciones y que saben que las necesitan. Como dijo el otro día Carolina Tohá, al Presidente le gustaría ampliar sus coaliciones, no reducirlas. Y uno ve a Boric que le destina tiempo y le destina pasión, es algo que le gusta. A Lagos no le gustaba, a Bachelet y a Piñera tampoco. Frei ni siquiera sabía que existía. A Aylwin sí, sabía que era parte de su tarea.

piocha
11 de marzo de 2022 / VALPARAÍSO Sebastián Piñera entrega la Piocha de O'Higgins al Presidente Gabriel Boric en ceremonia de cambio de mando que se realizó en el Congreso Nacional de Valparaíso. FOTO: PABLO OVALLE ISASMENDI / AGENCIAUNO

En su libro, Mansuy dice que Aylwin aprendió la lección de Allende, que el Presidente está por sobre los partidos. ¿Cómo ve la relación de Boric con los suyos?

Yo creo que Boric aprendió que un gobierno no se puede manejar a partir de un comité político, que además tomaba su decisión por unanimidad y que eso limitaba totalmente la libertad del Presidente. Boric cuida su coalición, le hace concesiones, pero él toma las decisiones en forma independiente, y lo de Venezuela es el ejemplo ya más ostensible.

Usted compara el momento en que Frei Montalva le entrega la piocha a Allende con el de Piñera hacia Boric. ¿Qué los hace comparables?

Ambos son momentos prerrevolucionarios, momentos de altísima turbulencia, donde el orden democrático estaba en serio peligro de colapsar. Piensa que Frei le entrega la piocha a Allende después del asesinato del comandante en jefe (René Schneider) y Sebastián Piñera a Boric en un momento en que él, de facto, no tenía el control del país, como lo han ilustrado los libros de Blumel y Selume. Chile tuvo un dispositivo para combatir la pandemia, pero no tuvo gobierno, no tuvo política económica por los retiros, ni orden público. Lo que Piñera le entregó a Boric fue un cascarón vacío, puro símbolo. Allende y Boric reciben una papa caliente. ¿Y qué hacen? Allende la tira a freír con aceite hirviendo. ¿Qué hace Boric? La enfría. Eso es todo.

Ajuste

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