“El 21 de septiembre, cuando se anunció la movilización, me di cuenta de que era necesario abandonar Rusia ahora, o quizás, nunca”. Con esas palabras, Dmitrii, de 26 años, se refiere a la situación que ha llevado a miles de personas a copar los controles fronterizos rusos con Georgia y otros países vecinos. A pesar de que se habló de movilización parcial, que solo tomaría a 300.000 reservistas para partir a la guerra en Ucrania, se reportaron casos que violaban el decreto firmado por el Presidente Vladimir Putin, llegando a llamar a las filas a personas con discapacidad o edad elevada.
El gobierno ruso ya ha dicho que corregirá esos errores, y que los 300.000 reservistas llamados serían “especialistas” o personas con experiencia de combate. Sin embargo, luego del anuncio, ya son más de 2.000 personas las que han sido detenidas en el país. El viernes, Putin anunció que el reclutamiento quedará completado en “aproximadamente unas dos semanas” y remarcó que no hay previsión de ampliarlo. “Un total de 222.000 personas de 300.000 ya han sido movilizadas”, detalló.
Aunque no hay cifras exactas, el gobierno de Kazajistán señaló que, al menos por su frontera, más de 200.000 rusos habrían entrado. Otros 53 mil pasaron por Georgia, señaló el primer ministro Irakli Garibashvili, y así sucesivamente en países tan lejanos entre sí como Finlandia, Kirguistán y Mongolia.
El diario independiente Novaya Gazeta Europe informó el 26 de septiembre que 261.000 hombres se habían marchado desde que se declaró la movilización. Moscú ha negado algunos informes en los medios locales que dicen que 700.000 rusos han huido del país desde el anuncio. El 4 de octubre, Forbes Rusia aseguró que la cantidad de personas que abandonaron el territorio nacional desde que Putin ordenó el reclutamiento podría llegar a 700.000, citando una fuente del Kremlin.
“Puedo ser llamado al Ejército”
Dmitrii quería irse de Rusia en febrero, cuando empezó la invasión ucraniana, pero aún no se decidía debido a la falta de recursos para empezar a vivir en un nuevo lugar. Cuando se anunció la movilización, el ministro de Defensa aseguró que primero se llamaría a personas con experiencia en combates que hubieran hecho servicio militar. “No pertenezco a ninguna de estas categorías: no serví en el Ejército debido a problemas de salud. De todos modos, de acuerdo a las leyes de la Federación Rusa, estoy en reserva, lo que significa que puedo ser llamado al Ejército en tiempos de guerra”, señaló a La Tercera el desarrollador web.
Según lo indicado por el gobierno ruso, entre los llamados “reservistas” del Ejército hay 25 millones de adultos, de los cuales solo 300.000 serían llamados esta vez. “Se podría creer que me preocupo demasiado, pero primero, como muchos, hace tiempo que no creo en lo que diga el gobierno. Segundo, no hubo información sobre los criterios de selección para la movilización en la orden firmada por el presidente. Tercero, literalmente desde el primer día empezaron a aparecer noticias de citaciones llegando a personas sin experiencia de combate, sin haber hecho el servicio, personas que tenían razones para no recibir citaciones, como los padres de cuatro hijos y las personas con enfermedades serias”, argumenta el originario de San Petersburgo.
Julia, profesora de inglés, temía más por su pareja que por ella. “Lo había pensado hace unos meses, pero me decidí el mismo 22 de septiembre. No había posibilidad de que me llamasen, pero me preocupaba lo que podía pasarle a mi novio”, comentó a este medio la joven de 24 años.
También originario de San Petersburgo, Ivan cuenta desde Tiflis, la capital de Georgia, que cuando la guerra empezó, pensó en irse del país. “Una de las razones por las que me fui es porque podía ser llamado al Ejército. En Rusia, el servicio militar es obligatoria, y ya lo había hecho, así que podía ser llamado para la guerra. Dada mi especialidad y rango, era muy probable que me eligieran”, indica el joven a La Tercera.
Polina, de 26, tomó la decisión a causa de la movilización, ya que su profesión podía ponerla en riesgo de ser llamada al Ejército. “En Rusia, todos los doctores tienen una identificación militar y tienen que hacer el servicio, por lo que tanto mi esposo como yo podemos ser llamados. El gobierno dijo que no seríamos llamados, pero muchos doctores que conozco empezaron a recibir citaciones para el Ejército. Decidí no arriesgarme e irme antes”, cuenta desde Helsinki, en Finlandia.
“Pensé en salir por Finlandia o Georgia. El día antes de irme, hice los documentos para mi perra, Torfyanka, para que pudiéramos salir. Tomé mis medicamentos y decidí que era el momento de partir. Tenía dos poleras y unos jeans en mi mochila”, cuenta Polina, que, al tener raíces judías, pensó en ir a Israel. “Podía ir a las fronteras con Georgia o Kazajistán, pero ahí estaban emitiendo citaciones para el Ejército. Tenía una visa Schengen, y pasé por una fila de 10 horas en la frontera finlandesa”, detalla la doctora en diálogo con La Tercera.
Esa opción no estaba para Julia: “Compré un boleto de avión para ir a Kirguistán. Antes había leído algunos artículos sobre la experiencia de otras personas al cruzar la frontera. No llevé muchas cosas conmigo: solo algunas prendas y cosméticos”.
Por su parte, Dmitrii salió de su país por tierra. “No tuve ninguno problema en la frontera con Kazajistán. El personal del servicio fronterizo ruso solo me preguntó el propósito de mi viaje, y se mostraron satisfechos cuando respondí ‘turismo’. Desde el primer día de movilización, me subscribí a todos los canales de Telegram dedicados a las personas que salían del país. Además, muchos amigos y conocidos ya se habían ido, y les escribí para que me hablasen de su experiencia”, señala Dmitrii.
Al igual que Polina, hizo los documentos para su gato y se llevó lo menos posible. “Primero fui a Kazajistán, que era la forma más rápida, fácil y barata de salir del territorio ruso. Luego me moví a Georgia, porque muchos amigos y conocidos, antiguos y actuales colegas, se habían ido a vivir ahí en febrero. Todos, por lo demás, me hablaron muy bien de Tiflis”, comenta el diseñador web.
Otro de los motivos por los que Dmitrii escogió Georgia fue la precaución de estar en un país que no tuviera alianzas militares con la Federación Rusa, y donde no hubiera intercambio de documentos. “Si la situación se desarrolla hasta el peor escenario, sería posible ‘esconderse’ del Estado ruso en Georgia”, comenta.
También por tierra, Ivan tuvo que esperar horas para cruzar el control de Verkhni Lars, entre Georgia y Rusia. “En ese momento, ya no se les permitía a los peatones atravesar la frontera, solo era posible en bicicleta, bus o auto. Esperamos que la gente en los autos nos dejase entrar con ellos, y felizmente pasó. Al segundo día pudimos cruzar el lado ruso, y al tercero llegamos a Georgia”, comenta el joven de 25 años.
“Luego de chequear los boletos de avión, vi que, o no habían, o costaban cientos de miles de rublos, así que decidí cruzar por tierra”, señala. Consigo, Ivan llevó la menor cantidad de ropa y un computador para trabajar: “Compré comida y agua para algunos días, ya que había leído que la gente podía llegar a esperar en la frontera durante dos días”.
“Una gran depresión”
“Cuando empezó la guerra, fue una gran depresión para mí, no sabía cómo vivir en ese contexto”, comenta Polina. “Nunca he apoyado ninguna guerra. Trataba de apoyar a mi marido, que tiene familiares en Ucrania, y los llamábamos todos los días”, agrega.
Similar posición es la de Dmitrii. “Siempre creí que esta guerra era terrible, no la apoyé ni entonces, ni en su desarrollo, ni ahora. En febrero fui a una protesta contra la guerra, y en general, he estado en la oposición al gobierno desde 2014, con la situación en Crimea”, asegura.
“El gobierno ruso hizo la decisión más estúpida e inhumana al atacar Ucrania, tantas víctimas en ambos lados... Desafortunadamente, aún si esta guerra terminase luego, sus consecuencias se sentirán durante años, quizás décadas. Espero que al final de la guerra haya algo parecido a lo que pasó con los juicios de Núremberg, y todos los culpables de esto reciban el justo castigo por sus acciones: el presidente, el gobierno, los militares, los propagandistas, los oficiales de policía y las tropas de la Guardia Federal, que han atacado a las personas en las protestas todo este tiempo, defendiendo al gobierno y no al pueblo”, opina Dmitrii.
Aunque en los medios se le sigue llamando una “operación militar especial”, Ivan la considera una guerra: “No hay otro término para referirse a esto. Creo que es terrible, siempre lo he pensado. Cuando empezó, me costó cerca de dos semanas y aún así no podía creer que estuviese pasando”.
Respecto a lo que podría pasar en el futuro, el informático comenta: “Quisiera que todo esto termine rápido, y se acaben todas estas muertes y destrucciones. Es difícil decir cómo podría terminar mejor esto, lo mejor habría sido que nunca hubiese empezado. Estaría feliz si las autoridades rusas aceptaran una retirada y admitiesen su culpa, con las menores bajas en cada lado. Nadie puede predecir cómo terminará esto”.
Julia llegó a Kirguistán, donde se quedó una semana buscando boletos más baratos para llegar a Turquía: “No me preocupa tener que seguir viajando a otras partes, pero eventualmente quiero volver a casa”, señala la profesora de inglés, que se encontró con familiares en Anatolia.
“Casi todos mis colegas hombres han dejado el país, y es lo mismo con muchos conocidos. Muchos fueron a Kazajistán, pero la mayoría está en Georgia, Armenia o Turquía. Conozco a un grupo de personas que planea irse a Bali. Todos los que tienen visas válidas, permisos de residencia u otras maneras de entrar se han ido a Europa, Israel o Estados Unidos. En general, todos se han ido yendo de acuerdo a lo que pueden”, señala Dmitrii. Como resultado de todo esto, el joven asegura que hoy tiene más conocidos y amigos en Georgia que en San Petersburgo.
“Algunos de mis amigos ya se habían ido en febrero, pero los que se quedaron después del estallido de la guerra se están yendo ahora”, apunta.
Situación similar está viviendo Polina: “La mayoría de mis amigos está dejando Rusia. Ninguno apoyaba la guerra, y ahora la mayoría de ellos está en Georgia, Kazajistán, Mongolia”. Respecto a volver, lo ve muy difícil: “Si llegase a entrar a Rusia de nuevo, podría ir a la cárcel. Quizás pueda volver cuando cambie el gobierno”, opina.
“Me encantaría volver a Rusia, pero solo cuando termine la guerra. Espero que sea una victoria para Ucrania. Y solo si cambia el gobierno: no solo Putin, sino todos aquellos que estuvieron envueltos en los eventos de este año y los de 2014″, opina por su parte Dmitrii. “Pienso con amargura que esto no pasará muy pronto. En tanto, a medida que me iba, me fui dando cuenta de que era un viaje en un solo sentido”, concluye.