Fuego cruzado (y amigo) en el Minsal: los días más difíciles de la ministra Ximena Aguilera
Después del portazo del comité político a su propuesta de ley corta de isapres, la ministra de Salud ha comprendido que los asuntos que debe resolver revelan una grieta ideológica en La Moneda que plantea, una vez más, el dilema de las dos almas del gobierno.
Pasadas las 20 horas del lunes, la ministra de Salud, Ximena Aguilera, llegó hasta la casa de Carolina Tohá, ubicada en la calle Merced, en Santiago Centro. La razón de su visita era participar de un encuentro que la propia ministra del Interior había convocado -a pedido del Presidente Boric- para conversar sobre el momento político del oficialismo. Pero ahí no estaba todo el gabinete; solamente los del Socialismo Democrático. Los de Apruebo Dignidad habían hecho lo mismo, pero en la casa del ministro de Economía, Nicolás Grau, en Providencia.
La situación no solo reflejaba las diferencias entre las dos coaliciones gobernantes que han salido a la luz en temas como la crisis de seguridad, sino que, además, dejó al descubierto el domicilio político de aquellos jefes de cartera que se identificaban como independientes. Uno de ellos, el de la doctora especialista en salud pública, quien, según los presentes, se vio más cómoda que de costumbre e incluso se atrevió a compartir su visión del momento político.
Antes de sentarse a la mesa, los ministros compartieron un momento distendido en el living de la jefa de gabinete. Ahí, mientras algunos, como Tohá, estaban sentados en el piso y otros en el sofá o las sillas alrededor, uno de los presentes introdujo un tema: ¿Cómo va la ley corta para las isapres? Aguilera tomó la palabra y respondió tranquila, resolvió las dudas de sus pares y aseguró que si bien era un tema complejo, el proyecto sería presentado la semana después de la elección de consejeros constitucionales del 7 de mayo.
El momento distaba mucho de lo que habían sido sus últimos días. La jefa del Minsal ahora respondía relajada y se sentía bien entre un grupo de personas que respaldaban su gestión después de semanas de fuego cruzado. Porque no solo autoridades de Salud estaban en veredas contrarias a la suya, sino que la “contra” venía con fuerza desde el Frente Amplio, especialmente de Revolución Democrática, al que pertenecen los dos subsecretarios de Salud Pública que ha tenido durante su gestión: primero Cristóbal Cuadrado y, ahora, Andrea Albagli.
Los primeros rounds
La elaboración del proyecto que permite la ejecución del fallo de la Corte Suprema -que mandató a las isapres a tener una tabla única de factores y a restituir los cobros en exceso- fue la gota que rebasó el vaso de un trago que ya venía amargo para la ministra Aguilera. El cumplimiento de la medida abrió una grieta ideológica en La Moneda: la devolución de hasta US$1.400 millones -según la estimación del gobierno- de las isapres a sus afiliados podría llevar a una eventual quiebra masiva de dichas entidades y, por ende, el fin del sistema. Por lo mismo, para un sector del gobierno esto es visto como una oportunidad para poder transitar hacia un nuevo sistema de salud, pero, para otros, significaba el inicio de una bola de nieve que solo haría colapsar al sistema por completo, perjudicando a todos los usuarios, incluyendo a los de Fonasa.
En La Moneda están conscientes de que el tema se tiene que zanjar la semana después de las elecciones. La instrucción del Presidente desde agosto del año pasado, cuando la Corte Suprema detuvo el incremento de 7,6% aplicado por las aseguradoras a sus afiliados, había sido que nadie se podía quedar sin acceso a la salud. Y en conversaciones privadas que ha sostenido con parlamentarios, el Mandatario ha transmitido que este podría ser un invierno complejo: el alza de los virus sumado a la situación económica de las isapres podrían generar la tormenta perfecta para un colapso del sistema.
Bajo esa instrucción es que la ministra Aguilera había estado trabajando con su equipo para presentar una propuesta para el cumplimiento del fallo de las isapres a principios de abril. Pero ha ido de desencuentro en desencuentro. El más llamativo, un duro intercambio con el superintendente de Salud y exdiputado Víctor Torres (DC). La escena fue la siguiente: después de que en una reunión del 10 de abril Aguilera mostrara el trabajo que venía haciendo hace semanas para presentar la propuesta, Torres comentó que lo que habían hecho era un traje a la medida para las isapres. La ministra le preguntó si acaso tenía algún cálculo mejor que exponer. El superintendente le contestó que cómo podría hacerlo si había sido notificado en ese mismo momento de la redacción del borrador del proyecto. La discusión fue subiendo de tono.
Tres días después, la secretaria de Estado fue a presentar el proyecto al comité político de ministros, donde, con la ausencia de Mario Marcel y el Presidente Gabriel Boric -por temas de giras-, la ministra del Trabajo, Jeannette Jara (PC), criticó duramente la propuesta, acusando un “perdonazo” a las isapres.
A partir de ahí, el asunto dejó de ser un tema de la cartera de Salud y pasó a ser una preocupación del gobierno, en que las voces de Apruebo Dignidad transmitían que la propuesta de la ministra Aguilera estaba fuera de los marcos permitidos. Es decir, les pareció una de las líneas rojas que para el Socialismo Democrático parecían sensatas, pero para ellos son imposibles de traspasar.
La prueba de esa preocupación fue bastante clara: una semana después de la cita con el comité político apareció una visita inesperada en una reunión del gabinete ministerial de Salud. Se trató nada menos que del jefe de asesores del Segundo Piso, Miguel Crispi, quien, además, milita en RD y es cercano a Cuadrado y Albagli.
Todos esos portazos a su trabajo han terminado por agotar a Ximena Aguilera, quien ha ido comprendiendo que un perfil técnico para un ministerio como es el de Salud no es suficiente. Sobre todo por una cosa: porque para buena parte del Frente Amplio, Salud no es solo una cartera sectorial. Es también un bastión político que quieren para sí.
El estilo Aguilera
La doctora Ximena Aguilera recibió el llamado del Presidente apenas unas horas antes del cambio de gabinete del 6 de septiembre del año pasado. Después de escuchar la pregunta sobre si quería ser ministra de Salud, lo meditó unos minutos, lo conversó con sus cercanos y, tras aceptar, partió a la ceremonia de La Moneda.
La nueva secretaria de Estado venía a suceder a la doctora Begoña Yarza, quien salía de una gestión marcada por traspiés, como el adelanto y alargue de las vacaciones de invierno, debido al explosivo aumento de infecciones virales, y una denuncia por torturas en un hospital psiquiátrico de Valparaíso.
Con un perfil más técnico que político, no era la primera vez que la doctora salubrista llegaba a trabajar al Minsal. Lo hizo en 1999, cuando se desempeñó como jefa de la División de Planificación Sanitaria de la cartera hasta 2008. Eso, sumado a su paso por la Organización Panamericana de la Salud y su rol en el proceso de Reforma del Sector Salud en Chile en 2005, la hicieron una candidata idónea para componer el Consejo Asesor del Covid-19 en el momento más álgido de la pandemia.
Fue ahí que reforzó sus relaciones con el ministro Enrique Paris y la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza. El nombramiento de su cargo era reconocido a nivel transversal por su experiencia. Sin embargo, su domicilio político más genuino se había dado en el PPD, donde mantiene una relación cercana a la exministra de Desarrollo Social Jeanette Vega y al exsenador Guido Girardi, ambos médicos también.
Por su trayectoria pasada es que al interior del Minsal -donde ambas subsecretarías , asesores y cargos pertenecían o tenían afinidades con Revolución Democrática- existía mucha esperanza con la llegada de la nueva ministra. Pero esa expectativa, dicen en la cartera, se diluyó inmediatamente con el estilo de liderazgo que trajo.
Apenas asumió la jefatura, la ministra rápidamente designó las tareas que le había encomendado el Presidente: al subsecretario de Redes Asistenciales, Fernando Araos, le delegó la gestión para reducir las listas de espera; a Bernardo Martorell lo designó como coordinador de la Reforma de Salud y al subsecretario de Salud Pública, Cristóbal Cuadrado, le encargó la crisis de salud mental.
Así, si antes con Begoña Yarza las autoridades hacían un poco de todo y se reunían periódicamente para abordar todos los temas contingentes, Aguilera llegó a ordenar la casa y reservó para ella y su gabinete -compuesto por Manuel Nájera, un médico de la Sociedad Chilena de Epidemiología como jefe de asesores; Alexander Recabarren como jefe de gabinete y Maritza Labraña como jefa de prensa- un tema crucial en su gestión: la relación con las isapres.
De hecho, una de sus primeras actividades fue una reunión con dicha asociación. “Tengo la mejor disposición para continuar con esta mesa de trabajo en beneficio de la salud de las personas”, dijo por ese entonces la nueva secretaria de Estado.
La instancia antes era presidida por Yarza, quien creó una mesa de trabajo para tratar los problemas del sector, en la que también participaban los subsecretarios Cristóbal Cuadrado, de Salud Pública, y Fernando Araos, de Redes Asistenciales. Con Aguilera eso se acabó, por más que en el equipo de Cuadrado insistieron en la necesidad de que otras miradas fueran puestas sobre la mesa.
También, el giro de “unificar las comunicaciones”, como señalan en la cartera, y poner en el centro las políticas públicas implicó reducir la exposición en puntos de prensa de los subsecretarios y otros actores. Un ejemplo concreto de esto fue cuando el 17 de octubre el Presidente Gabriel Boric participó de la puesta en marcha del Hospital Biprovincial Quillota-Petorca. A la actividad llegaron también la ministra Aguilera y el subsecretario Cuadrado. Sin embargo, este último fue excluido del punto de prensa y de parte de la actividad, cuentan en su entorno.
La tensión que comenzaba a asomar entre la ministra y el subsecretario Cuadrado no era para menos: este último, junto al exjefe de asesores de Begoña Yarza, Jaime Peña, y la ahora subsecretaria de Salud Pública, Andrea Albagli, lideraron el grupo que escribió el programa de Salud de Gabriel Boric cuando era candidato por Apruebo Dignidad. Por eso, para RD, el Minsal era considerada una cartera propia, con un componente político fuerte para implementar una nueva reforma a la salud.
El hecho de que una ministra con perfil técnico, independiente y con afinidades al Socialismo Democrático llegara a liderarlo era algo que desordenaba el mapa de posibilidades, por lo que las fricciones comenzaron a ser cada vez más recurrentes. Un punto de quiebre en esa relación, señalan fuentes en el Minsal, fue cuando en octubre, mientras Cuadrado estaba en una gira por el norte del país, Aguilera despidió a una jefa de división de su subsecretaría sin consultarle previamente.
A partir de ahí, aseguran, la relación comenzó a ser insostenible.
“Esto lo veo yo”
Tras el fallo de la Corte Suprema del 30 de noviembre del año pasado, la ministra enfatizó aún más en la idea de que el trabajo del proyecto para que las isapres cumplieran con la devolución de excesos a sus afiliados lo harían ella, su gabinete y los actores correspondientes. Las presiones de lado y lado eran evidentes: “El sistema está en una encrucijada y, dependiendo de las decisiones que adopte la Superintendencia, el resultado será o la transformación a un modelo más uniforme o el caos”, dijeron en noviembre desde la Asociación de Isapres.
Fue entonces que la secretaria de Estado comenzó a elaborar una propuesta con su equipo más cercano y sus asesores jurídicos, Jaime Junyent y Manuel Pérez -quien trabaja media jornada, porque también cumple labores en un estudio de abogados-, además de su nueva jefa de gabinete, Javiera Menay (militante de Convergencia Social). Esta última había asumido el cargo tras el despido de su antiguo jefe, Alexander Recabarren, a propósito de una denuncia por acoso sexual -otro incendio que Aguilera tuvo que abordar con discreción- y en la que su exmano derecha salió reclamando una operación política en su contra. Dicha investigación aún no ha mostrado resultados.
Pese a que personas como Cristóbal Cuadrado intentaron incidir y entregar su opinión en el plan para las isapres, la ministra fue clara en sus instrucciones: “Este tema lo veo yo”, recuerdan que contestaba cada vez que se le hablaba del tema.
El cambio de gabinete del 10 de marzo terminó por sellar el adiós a la relación de la ministra con Cristóbal Cuadrado. Quienes conocieron las gestiones aseguran que Aguilera había pedido su salida del ministerio. El tema es que desde un principio que estaba conversado que el Minsal era terreno de RD, por lo que, si bien accedieron a cambiar al subsecretario, la llegada de la psicóloga y militante de ese partido Andrea Albagli no cambió mucho las cosas.
En su último día de trabajo, Cuadrado se fue a despedir de la ministra y le dijo lo que pensaba. Que su estilo de liderazgo era uno que dividía y que, en ese sentido, tenía que ser capaz de generar un espacio más horizontal, que convocara a personas tanto dentro como fuera del ministerio.
Trabajo en soledad
En el gabinete de la ministra hay varias cosas que resienten respecto de la discusión por la Ley Corta de Isapres que han dejado a la secretaria de Estado sola en esta cruzada. Lo primero, la filtración de la supuesta propuesta de su equipo de rebajar la deuda de las isapres de US$1.400 millones a US $140 millones. En su gabinete aseguran que nunca se ha hablado de montos y que han sido lo suficientemente claros como para que un cálculo de ese tipo se considere una información oficial. De hecho, ven en esa cifra una operación política para atacar su propuesta.
-Ella lo que no quiere es que el sistema colapse y se caiga. Las isapres son un cáncer para la salud por sus abusos sistemáticos y de la extracción de una renta sobre normal. Esta enfermedad hay que extirparla, pero progresivamente, y reemplazarla por una nueva institución de prestadores privados éticos, con compromiso social, sin fines de lucro, que recuperen la confianza en la salud privada y que a futuro puedan ser parte de la red de prestadores institucionales, comenta el exsenador Guido Girardi, quien ha conversado estos últimos días con la ministra.
En esa línea añade:
-La ministra tiene todo el apoyo del Socialismo Democrático: de la ministra Tohá, Marcel y Elizalde. Eso es lo importante, es una persona que tiene una visión estratégica y el resto está equivocado con una visión sobreideologizada que no ayuda a resolver las demandas de salud de la población.
El tema es que pese a que ese apoyo existe, en el equipo de Salud no lo han visto reflejado en las reuniones claves para presentar la propuesta después de las elecciones del 7 de mayo. La ausencia de Mario Marcel en el comité político y el portazo de ministras como el de Jeannette Jara (PC) fue algo que afectó a la secretaria de Estado.
-Si quiebran las isapres van a quebrar varias clínicas. Si quiebran las clínicas, quiebran laboratorios y centros radiológicos. Al final, es una cascada y eso en Socialismo Democrático lo tienen claro. El problema es que no pueden someter a la ministra a un comité político sin la presencia del Presidente -que es su jefe- y sin que esté presente Mario Marcel -comenta el exministro de Salud Enrique Paris, quien le envió un mensaje a Aguilera manifestándole su apoyo el día en que llegó Miguel Crispi a la reunión.
En el oficialismo pocos han sido los que han manifestado públicamente su apoyo a Aguilera. Principalmente, porque están conscientes de que esto se convirtió en un tema de tintes ideológicos. Quien sí ha transparentado esta realidad ha sido el senador del PS Juan Luis Castro, quien reveló que la discusión efectivamente ha estado marcada por la existencia de dos visiones al interior del gobierno. Sin embargo, aseguró que Aguilera ha logrado un entendimiento tras un “arbitraje” del Presidente Boric. “Ha permeado la idea de Salud, Hacienda y Segpres sobre la magnitud de las consecuencias que tendría la caída de las isapres”, dijo a La Tercera el 19 de abril.
El proyecto hoy está alojado en Hacienda, donde están analizando temas financieros, después de haber pasado por una mesa interministerial en donde participaban ellos, Segpres, Salud y Justicia. En esta última cartera, el ministro Luis Cordero se ha encargado de analizar el fallo de la Suprema y ha apoyado el trabajo de Aguilera con miras a entender los alcances del dictamen y elaborar una fórmula mediante la cual den cumplimiento a la orden sin que se desate un colapso en el sistema, además de ir mostrando los criterios jurisprudenciales que se han ido fijando.
En el Congreso están preocupados por este tema. A las 12.30 horas del viernes, el presidente de la Comisión de Salud, el diputado Tomás Lagomarsino (Partido Radical), y el diputado Eric Aedo (DC) llegaron a La Moneda a conversar con la subsecretaria de la Segpres, Macarena Lobos, sobre esto, e hicieron una advertencia.
-Después de la elección vendrá un clima muy hostil y temas como el proyecto corto de isapres es mejor que sean llevados por La Moneda. Hace rato que se escapó de Salud -le dijo el diputado Aedo, que también forma parte de la comisión.
Mientras sale el proyecto, la ministra Ximena Aguilera -quien no quiso participar de este reportaje- ha transmitido a sus cercanos que la relación con algunos en su cartera no ha sido difícil. Sobre todo, porque ha vivido lo que ocurre cuando la condición propia del gobierno -la existencia de las dos almas- se convierte en una amenaza para su buena salud.
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