La relación que tiene Gonzalo Espinoza con Universidad de Chile es como de aquellas viejas novelas de amor que leían las abuelitas: se conocieron desde niños, la vida los separó, pero ambos estaban destinados a encontrarse. Un camino difícil, con muchas vueltas, tormentoso por momentos.
Todo comenzó cuando su hermano mayor -John- comenzó a hacerle “gancho” con el equipo laico y a empaparlo de la mística estudiantil, cuando apenas era un niño. “Él siempre fue hincha y de pequeños seguíamos al equipo. Era maravilloso”, cuenta el jugador.
Pero el destino lo llevó por otros caminos, inició su carrera en Barnechea y luego se fue a Argentina, por lo que no fue hasta el 2014, cuando su teléfono recibió la llamada que esperó por tanto tiempo. “Cuando se me dio la chance de jugar por primera vez aquí, no lo dudé y el día que fui a firmar mi contrato, le pedí a mi hermano que me acompañara, sin decirle para dónde íbamos. Le di la sorpresa”, afirma el nacido en Constitución.
Pero faltaba el primer “beso”. Y ese llegó en el estreno del Apertura 2014: los azules recibían a Cobresal y se impusieron de manera fácil, por 3-1. “Me puse a llorar en la cancha cuando debuté. Me tocó mucho ese partido, fue muy emocionante. Además, estuvimos punteros de principio a fin en ese campeonato y en el ultimo partido con La Calera, mi hermano saltó a la cancha y nos abrazamos muy emocionados”, recuerda.
Hoy han pasado varios años. Una nueva incursión por tierras foráneas y un regreso que posee fecha de término. O al menos por ahora la tiene, pues su vínculo expira en diciembre de este año y aún no hay indicios de una posible renovación con Azul Azul.
“Me encantaría seguir. De hecho, me vine de Turquía ganando un 70% menos y en un momento que no era bueno para la institución... ¡Hasta plata dejé allá, pues me debían dinero del pase!... No sé si otra persona haría eso, pero soy de la U y quiero continuar”, aseveró. No obstante, tiene claro que no basta solo con su anhelo. “Los que están arriba deben analizar los partidos que hago y lo que puedo aportar al grupo. Yo estoy tranquilo y si bien hay algunas cosas por ahí y me ha ido bien en el extranjero, jamás he pensado en irme. Sólo pienso en la U y en cómo hacer que este año sea mejor que los anteriores que he vivido aquí”.
El sueño familiar
En el horizonte de Gonzalo no solo hay decisiones laborales. También están las familiares y una alegría que costó más de lo esperado. “Estamos esperando un hijo. Ya tiene cinco meses y se llamará Santino León”, anuncia el futbolista y luego agrega: “Es un poco obvio el porqué se llamará así, ¿no?”.
Tras ello, Espinoza reflexiona: “Todo esto me pilla en un momento de madurez, sabiendo lo que es criar y, si bien, siempre es distinto, uno ya sabe qué hacer con los niños cuando se enferman o cosas así. Esto ya no nos pilla como ‘nuevos’, hay experiencia y como familia. Llevo once años con mi pareja (Leslie), estamos bien consolidados”.
Y era que no, si sus primeros pasos como papá y mamá los tuvieron que dar en el extranjero y allá no tenían una red de apoyo que les hiciera más fáciles las cosas. “Los últimos dos niños, Gonzalo (9) y Matilda (8) nacieron en Argentina y tuvimos que aprender a hacer todo lejos de todos y sin ayuda de nadie. Eso nos preparó para lo que venía. Luego nos fuimos a Turquía con los niños pequeños y eso ya nos terminó de cohesionar”, rememoró.
Por lo mismo, siempre buscaron el cuarto heredero. “Lo hablamos todo el tiempo. Deseábamos tener cuatro hijos. Pero llegó un momento en que nos habíamos resignado a quedarnos con solo tres, porque mi señora había tenido dos pérdidas y nos habían dicho que iba a ser difícil tener otro, por lo que, cuando nos enteramos, esperamos un buen tiempo para confirmar la noticia y, al escuchar sus latidos y que estaba todo bien, dijimos ‘ya está’. En la última ecografía, además, nos comunicaron que se encuentra todo bien y que va creciendo de buena manera”, abre su corazón el mediocampista.
¿Cómo jugó con toda esas preocupaciones en su cabeza? “Lo hablé con mi señora y le dimos para adelante. Juntos. Además, cuando uno está en la cancha debe dejar los problemas afuera y si bien es difícil sacárselo de la cabeza -me pasó con el accidente automovilístico de mi hermano Javier-, uno aprende a manejarlo. Pero claramente no lo hubiera podido hacer sin la ayuda de ella”, enfatiza.
Así es su compañera de vida, la que se preocupa de todos los detalles, excepto de dos: el plato favorito de Gonzalo es el pollo arvejado, que hace su mamá Irene, y la que lo tiene “cortito” es su hija Matilda. “Ella es la que cuando salgo a entrenar me pregunta dónde voy, dónde estoy y después me manda un audio para decirme dónde vengo y a qué hora voy a llegar”, revela el formado en Huachipato. Luego, en medio de una carcajada que refleja lo agradado que está hablando de sus seres queridos, lanza: “Para mí que mi señora la tiene amaestrada”.
Sonrisas que reflejan una vida apacible, que se complementa con Martín (11), y que hoy como clan los tiene trabajando en un nuevo sueño del papá. “La verdad es que espero que mis hijos me vean jugar en la Selección y haré todo lo posible para que en algún momento se dé. Es un sueño poder estar y demostrar que uno tiene las ganas y ser una opción real. Dios quiera que Santino venga con la marraqueta bajo el brazo y se dé en el algún momento. Por ahora, debo ir mejorando día a día”.
De regreso a la cancha
Antes. Mucho antes de saber si Martín Lasarte lo llamará o no para la fecha triple que se juega el próximo mes, el mediocampista del chuncho y sus compañeros deberán poner fin a la primera parte del Campeonato (hoy, a las 16.30 horas, frente a La Calera).
“Este compromiso nos puede posicionar de muy buena manera para seguir peleando allá arriba, donde hoy están Colo Colo y La Calera. Además, por ahora, son ellos con los que tenemos que acortar distancia para nuestro objetivo que es ser campeones. Pero creo que los candidatos y quienes estarán más firmes para esa pelea, los sabremos en la mitad de la segunda rueda”, señala. Luego piensa en el Superclásico que se jugará en septiembre y expone: “Esos partidos son para ganarlos y yo lo quiero ganar. Los clásicos son para jugarlos a muerte, pero no para que digan que nos estamos sacando una espina o algo así, porque los jugadores nuevos no deben cargar con las estadísticas. Solo hay que jugarlo a muerte y ganarlo. Pero no nos adelantemos, pues falta harto y la idea del plantel y del cuerpo técnico es ir partido a partido”.
Por lo mismo, Espinoza no duda en pedir nuevamente que se ratifique la continuidad de Esteban Valencia en la banca del Romántico Viajero, “los resultados lo avalan”, dice, pero no es lapidario sobre cómo comenzó todo este proceso, cuando Rafael Dudamel iba de tumbo en tumbo. “Sería injusto que yo hablara mal de Dudamel. Creo que no tuvo suerte, no logró ese momento bueno que necesita un técnico para sostenerse en la ‘U’. Éramos un equipo irregular y la verdad es que nunca voy a hablar mal de él, porque su trato hacia mí siempre fue bueno, al igual que con el grupo, y siempre quiso lo mejor. De hecho, intentó todo lo posible para que nos fuera bien, y no resultó. Por eso se fue apenado, aunque doy fe de que le puso empeño para que nos fuera bien”, sentenció.
No obstante, sabe que hoy es todo diferente en el CDA. “Me siento bien y el grupo está muy unido. Tiene hambre y ganas de pelear el torneo. Además la energía que uno siente en el camarín contagia todo el trabajo, pues todos quieren ganar, pelear, mejorar el juego. Nos queremos mantener arriba y demostrarle a Esteban todo el respeto que le tenemos, que se lo ganó con su trabajo... Él sabe lo que es estar acá, fue jugador de la U y te exige de esa manera. Por ahí tira su talla, pero es exigente y lo mejor es que jamás se olvida que jugó en este equipo”, concluye.