Como si se tratara de una advertencia respecto de la disputa del título, Huachipato y Cobresal se medían en el inicio de la segunda rueda. Esa vez, cuando terminaba la primera quincena de julio, sin embargo, los que sonrieron fueron los dirigidos de Gustavo Huerta, quienes se impusieron por 2-0. Los nortinos desplazaban a los siderúrgicos del primer puesto, lo suficiente como para que en el sur se produjera un remezón.
Gustavo Álvarez, el técnico argentino en el que la dirigencia de la usina había confiado para encabezar el proyecto deportivo del club después de la partida de Mario Salas amenazó con irse. Incluso se quedó en Santiago para reunirse con la dirigencia del club y hacérselo saber. Estaba molesto. No solo con el resultado en el norte ni con la pérdida de la posición de privilegio, que ya ilusionaba con la tercera corona del club después de las de 1974 y 2012, que le habían dado el rótulo de Campeón del Sur. Lo que más le irritaba era la desidia que había observado en sus jugadores. Si verlos perder le ponía mal, que lo hicieran sin mostrar la actitud que les reclamaba le sacaba derechamente de quicio. Y, como una persona de carácter fuerte, no conseguía disimularlo.
El punto de inflexión
A los jugadores les habló fuerte. Internamente, también dejó sentir su molestia. Incluso la prensa que cubre habitualmente las prácticas del equipo de Talcahuano recibió una parte. Por esos días, a Álvarez le molestaba que le sacaran permanentemente a Javier Altamirano, el eje del funcionamiento de su escuadra, para llevarle a los entrenamientos de la Selección. En junio, de hecho, explotó cuando se lo devolvieron lesionado. Con el tiempo, y ante una propuesta económica irrechazable, el volante terminó yéndose igual: firmó en Estudiantes de La Plata. Sin embargo, por esos días que se perdiera un par de entrenamientos le alteraba todos los planes. Luego tuvo que acostumbrarse a perder a Felipe Loyola por el mismo motivo. Eso, de todas formas, le sumaba bonos a su proceso.
Antes del choque frente a O’Higgins, en el estadio CAP, que los dueños de casa terminaron ganando por 2-0, Álvarez compareció ante los periodistas locales, a través de Zoom. Antes, eso sí, un funcionario de la oficina de Comunicaciones advirtió que el entrenador solo contestaría consultas inherentes al juego. Es decir, que no se referiría a su amago de salida. Como igualmente fue consultado, insistió en que sólo hablaría de técnica y táctica. Otra vez, con el ceño funcido.
Lo que sí quedó claro es que en el partido frente a los rancagüinos, el siguiente a la infausta visita a El Salvador, sus pupilos dieron muestras de que el tirón de orejas había surtido efecto. De hecho, necesitaron un tiempo para sentenciar la victoria: Loyola, en los 3′, y Cris Martínez, en los 35′, sentenciaron rápidamente el marcador y, en alguna medida la reconciliación. El mensaje más potente, de todas formas, llegó desde la tribuna. Los hinchas le cantaron “el profe no se va” en reiteradas oportunidades. El pacto se selló: Álvarez no se fue. Quienes conocen la convivencia interna del club sostienen que desde ese momento todo cambió, para mejor. El entrenador fue siempre cuidadoso al referirse a la influencia de los fanáticos. En la recta final del torneo, reforzó la idea de que los aficionados entregaban “apoyo” y no “presión” a sus pupilos.
Al detalle
Antes de llegar a Talcahuano, el entrenador repartió su carrera entre el fútbol argentino y el peruano. En su país dirigió a Temperley, Aldosivi y Patronato. En el incaico estuvo en las bancas de Sport Boys y Atlético Grau. Los acereros siempre merodearon en torno suyo. El entrenador, un obsesivo del juego, sabía perfectamente a qué escuadra llegaba cuando aceptó el desafío de sustituir a Mario Salas. Como había sido sondeado por la dirigencia sureña para el puesto, ya tenía en su poder abundante información respecto de fortalezas y debilidades de quienes, a la postre, se transformaron en sus dirigidos. Cuando asumió, tenía perfectamente claro donde sacarle el mayor rendimiento posible a cada uno.
“Sí, estaba interiorizado de lo que era el club y lo que es el plantel de Huachipato en la liga. Hubo conversaciones para dirigir en Chile y estoy muy contento con esta nueva oportunidad”, declaró en noviembre de 2022 a El Deportivo. ”Busco un equipo ambicioso a partir de manejar la pelota y atacar, intentando que sea una constante y permanente, no cediendo la iniciativa al rival. Eso es lo que uno pregona ante cualquier rival y en cualquier cancha”, añadió a modo de declaración de principios futbolísticos. También enfatizó en la idea de ir ‘partido a partido’. Sin darse cuenta, esa filosofía lo puso, junto a los suyos, a pelear por el título.
“Siempre digo que ofrezco dos cosas que son respeto y trabajo. Es la historia de mi vida, de mi carrera y eso está garantizado en mi rol de entrenador del equipo”, amplió, entonces.
Álvarez no se quedó en las promesas y las tradujo en funcionamiento y en resultados. Su discurso, efectivamente, llegó al campo de juego y le permitió forjarse un nombre en el fútbol chileno. De hecho, Universidad de Chile tiene apuntado su nombre como opción ante la posible partida de Mauricio Pellegrino. Como esa vez en que solo quería hablar de tácticas y estrategias, cuando fue consultado por el interés azul desvió la atención. “Hoy estoy en Huachipato con un presente de definición. Entonces, no me detengo a analizar rumores porque son simplemente eso”, sentenció. Y no habló más del asunto.