Ignacio Sánchez, rector UC: “Plantear hoy el tema del aborto libre me parece completamente fuera de lugar”

IGNACIO SÁNCHEZ DÍAZ
IGNACIO SÁNCHEZ DÍAZ, RECTOR PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE FOTO PABLO VASQUEZ R

Después de 15 años a la cabeza de la Universidad Católica, el rector prepara su partida. Lo hace convencido de que jugó un rol clave en los debates sobre el aborto y educación. Aquí repasa los cambios que ha vivido el país y el golpe que significó para la Iglesia la revelación de abusos sexuales por un alto número de sacerdotes.


Fanático de Elvis Presley y baterista activo, el rector de la Universidad Católica tiene también otra gran pasión: las citronetas.

En una de las mesas de su señorial escritorio hay una colección de pequeñas citronetas. Pero, además, los fines de semana pone en marcha su Citroneta naranja del año 79, modelo francés, con la que sale a pasear con algunos de sus siete nietos.

Desde hace 15 años, el doctor Ignacio Sánchez ha sido el rector de la Universidad Católica, uno de los establecimientos de educación superior más prestigiosos del país. El próximo 18 de marzo da un paso al costado. Por ahora, ha dispuesto una oficina aledaña para que se instale el nuevo rector y hagan la transición de traspaso de mando.

A Sánchez le ha tocado dirigir la universidad en años convulsos. Desde la movilización estudiantil del 2011, el movimiento feminista del 2018, el estallido social y la pandemia. También ha sido figura activa en las distintas temáticas que han marcado el debate nacional, especialmente en la agenda valórica.

El rector Sánchez ha hecho una vida en la UC. Entró a los 17 años a estudiar Medicina y nunca más se fue. “Llevo más de 45 años en la vida académica. Espero que los próximos 20 años, o el tiempo que me quede disponible, seguir en la vida académica”, dice.

¿Entrar a la política no es una opción? Hay rumores de que le han ofrecido entrar al ruedo político.

No sé de dónde vienen esos rumores. Lo había escuchado, pero la verdad es que no he pensado para nada en asumir una labor política. Yo termino el 18 de marzo y después me iré seis meses a Edimburgo y otros seis meses a Nueva York como profesor visitante. Luego vuelvo a la Facultad de Medicina. Esos son mis planes.

Ignacio Sánchez declara irse orgulloso de su labor. Por un lado, hizo una importante apuesta de recuperación patrimonial de la Casa Central de la UC. Y, por otro, dice, ha querido hacer del paso por la universidad una experiencia especial para los alumnos, con el fin de que egresen lo que el llama “verdaderos colaboradores sociales”.

El rector lo explica así: “La labor que hacemos tiene una repercusión importante en la sociedad. Esa ha sido mi vocación en esta institución. Claro, quizá esa es otra manera de hacer política”.

Han sido 15 años intensos. De todo lo que ha visto pasar desde aquí, ¿qué es lo que más lo ha impactado?

El estallido social… La fuerza que gatilló ese movimiento me dejó muy perplejo.

¿Por la rabia?

Sí, por la rabia, pero también por las demandas sociales que se planteaban. No olvidemos que también hubo un millón de personas que salió a la calle a expresarse pacíficamente. O sea, había amplios sectores de la población que ya venían expresando un malestar que revienta en el 2019. Nosotros, como universidad, respondimos con una propuesta: “Tenemos que hablar de Chile”. Nos dimos cuenta de que la gente quería hablar de sus angustias cotidianas. Había una emocionalidad ambiente muy, muy fuerte...

Figuras como Carlos Peña, el rector de la UDP, entraron al debate y marcaron posturas impopulares. ¿Cuál ha sido el aporte de la UC?

En los últimos 20 años nuestra universidad ha tenido un rol activo. No sólo muchos movimientos políticos han salido de aquí, sino que participamos activamente en el debate de la reforma a la ley de educación superior y del aborto en tres causales, por ejemplo.

Y esa fue una postura controvertida…

Sí. Explicitamos una postura que era minoritaria. Y luego, cuando el Parlamento aprobó mayoritariamente la ley de aborto por tres causales, fuimos bastante claves con la objeción de conciencia. Lo que le quiero decir es que como universidad siempre hemos estado muy presentes en los temas país.

¿Aunque a veces vayan a contramano de lo que la sociedad va planteando?

Efectivamente. Hemos ido poniendo los temas que, aunque fueran impopulares o minoritarios, son claves para nuestra institución. Siempre hemos pensado que la voz de la Iglesia tiene que estar presente en los debates importantes de la sociedad.

El debate sigue abierto. El gobierno enviará este año un proyecto de aborto legal…

Sí, y nosotros mantenemos una postura muy clara. Ahora, plantear hoy día el tema de aborto libre me parece completamente fuera de lugar. Hay muchas otras prioridades en nuestra sociedad. Yo sé que es parte del programa de gobierno, pero un número muy bajo de personas quiere ampliar el aborto a toda condición. La verdad, me parece que hay discusiones que están bastante fuera de la racionalidad.

¿Por ejemplo?

Empezar a discutir si debe ser a las 12 semanas, a las 14 o a las 16 es completamente fuera de todo entendimiento médico.

Pero hay diferencias, ¿no?

No. Es que no puedes marcar una línea. Yo hago clases de embriología pulmonar a los estudiantes de Medicina. Ya a las ocho semanas de vida intrauterina el corazón está prácticamente formado. Entonces, es muy difícil poner el límite entre una semana y otra como para decir que practicar un aborto no es eliminar una vida.

Es una discusión que no ha podido ser zanjada. Hay posturas a favor y en contra. Lo que es claro es que sigue habiendo abortos clandestinos y hay un tema de equidad también. ¿Es un argumento para usted?

Se puede hacer educación, prevención para que las personas no consideren el aborto como un método de planificación.

Pero la Iglesia también se opone cuando se quieren hacer cursos sobre educación sexual…

Nunca nos hemos opuesto a hacer cursos y charlas de educación sexual. Nos hemos opuesto a ciertas metodologías, pero educación biológica y sexual es algo que está planificado en nuestras escuelas.

Desde la perspectiva de la salud pública, ¿un Estado laico no debe asegurar trato equitativo y acceso para un aborto seguro?

Creo que la obligación de un Estado es aplicar las medidas de salud pública para la prevención de los embarazos. Me refiero a entregar toda la información posible y dar el acompañamiento necesario para no ir hacia ese camino. Es verdad que siempre hay que proteger a la madre, pero también hay un niño inocente, y en él repercute lo que un Estado decida o no. Algo parecido pasa cuando hablamos de eutanasia.

¿En qué sentido?

En que si hablamos de eutanasia, el Estado también tiene que proveer medicina paliativa para que la persona que tenga una enfermedad terminal pueda acceder a medicamentos para el dolor, a un buen acompañamiento. Usted me puede decir: ¿Y no será que para que alguien no sufra el Estado tiene que permitir la eutanasia? A mí me parece que para que alguien no sufra, el Estado debe darle acceso a una medicina de primer nivel para sus cuidados paliativos.

¿Y la libertad personal para decidir? ¿Qué pasa si una persona con enfermedad terminal ya no puede más?

La pregunta es: si el sistema de salud le diera las posibilidades de una atención paliativa completa y de calidad, ¿esa persona cambiaría su decisión?

No todos tienen acceso a una atención de cuidados, porque no siempre hay equidad…

Justamente, debido a esa inequidad muchas personas toman decisiones que podrían ser diferentes si tuvieran buenos tratamientos, acceso a terapias, acompañamiento. Ese es el rol del Estado, de un gobierno… Sobre todo de un gobierno que ha dicho que quiere nivelar cancha.

La voz de la Iglesia

¿Hay una batalla cultural en curso?

Siempre.

¿Es una batalla que la Iglesia Católica pudiera estar perdiendo?

A ver… Como parte de la Iglesia Católica, creo que uno siempre tiene que ir leyendo los tiempos que está viviendo. Lo bonito es que se crean nuevos desafíos; nos vemos más exigidos a tener propuestas más pensadas. Yo siempre digo que debemos hacer de la fe algo que se pueda contrastar, que se pueda discutir, algo así como una fe madura. Desde ese punto de vista, el aporte de la universidad hacia el país es muy importante.

¿Pero la Iglesia es menos influyente?

Hoy día, el número de católicos en el país es bastante menor. Pero igual nos esforzamos para hacer las cosas de la mejor manera posible y presentar propuestas que apunten al bien común. Al final, uno como católico sigue el ejemplo de Jesucristo. Lo digo porque en el momento de los abusos sexuales, muchas personas dijeron: “No quiero saber más de la religión por lo que hizo tal o cual sacerdote”. Pero uno no está adherido a personas, sino que a la figura de Jesucristo, a su ejemplo, a su legado.

Pero los abusos no han sido un asunto de una persona en particular. Hay una Iglesia que ocultó y que incluso protegió a algunos de los abusadores…

Aprendimos de ese error. Efectivamente, no fue sólo la situación de una o dos personas, sino que también hubo un entorno en el que se pudieron esconder. Por eso, en el año 2020 esta universidad hizo un profundo análisis de lo que nos pasó, de cuáles fueron las causas y qué debemos hacer para no volver a repetir esas terribles situaciones. Ha sido un aprendizaje muy fuerte.

La carga de todo lo que sucedió, ¿dejó a la Iglesia sin voz? Me refiero a su legitimidad.

Durante un tiempo, sí… Durante cuatro o cinco años hubo tanto problema interno que nos quedamos mirándonos hacia dentro. Hoy día tenemos un arzobispo, como monseñor Fernando Chomali, que está teniendo una voz bien potente. La Iglesia también puede pasar por etapas, ¿no es cierto?

Claro. ¿Y en qué etapa diría que está ahora?

Desde hace ya más de un año, la presencia pública de monseñor Chomali ha marcado una fuerte impronta en la cohesión social, en el orden político, en el sentido de pedirle a las autoridades que miren el bien común.

Educación

A propósito de los grandes temas país, la calidad de la educación sigue al debe. A modo de ejemplo, ¿en la UC ha notado la caída de los liceos emblemáticos?

A ver. Hasta el año 2010 recibíamos 180 estudiantes del Instituto Nacional, hoy día recibimos 50. Entonces, claro, de 180 a 50 es un cambio muy significativo. Dicho eso, hay que decir que estamos recibiendo muchos alumnos de otros colegios y de regiones. De hecho, el 50 por ciento de nuestra matrícula hoy en día está siendo de educación particular subvencionada y municipal. Por lo tanto, la universidad de hoy es mucho más diversa y más inclusiva que la de hace 20 años.

El exministro Harald Beyer decía que el gran rol de los liceos emblemáticos era darle porosidad a la élite y que eso se ha ido perdiendo. ¿Lo nota?

Por supuesto. Y, además, había una ambición de las familias para que sus hijos llegaran ahí y se encontraran con otros estudiantes de muy buen rendimiento. Ha sido muy lamentable lo que ha ocurrido con estos establecimientos…

¿Por qué ocurrió? ¿Por las reformas?

En primer lugar, hay una falta de gobernanza de los colegios. Ese es un factor muy importante. Cuando falta la autoridad, cuando se pierde el respeto a los profesores, cuando los programas no se cumplen, cuando las paralizaciones están a la orden del día y los actos de violencia no se pueden controlar, los estudiantes de mejor nivel educacional se van retirando y van dejando el espacio.

¿La crisis de autoridad sería un factor clave, a su juicio?

Absolutamente. El rol de liderazgo del director o de la directora es clave. Por más humilde que pueda ser una escuela, si todo está limpio, ordenado, si hay afabilidad de los profesores y distinguen a sus alumnos por su nombre y apellido, eso se nota en los resultados. Esas son las escuelas que tienen bandas de música, teatro, actividades deportivas. Y lo más relevante, esas propuestas educativas integrales los aleja de las drogas, de las actividades violentas.

¿Las generaciones que vienen están más jodidas que las que las antecedían?

No hay duda de que ha habido una disminución importante en la calidad de la educación. El profesor o profesora son el centro del proceso educativo. Y si bien se han dado pasos en capacitación, en la carrera docente, es insuficiente. Además, ha cambiado también el rol de las familias. Muchas veces estos profesores tienen que lidiar con situaciones de violencia, de falta de control o de autocontrol.

El movimiento estudiantil, donde nació el Frente Amplio, venía a mejorar las cosas. ¿Lo logró?

Creo que se quedaron con levantar problemas y proponer soluciones que fueron poco pensadas. La ley de inclusión es un ejemplo de ello. Me refiero a que iniciativas que podían tener cierta razonabilidad, como la selección de estudiantes, no alcanzaron a cumplir los objetivos.

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