Hay un perro negro que mira al sur. Es flaco, de patas largas y orejas erguidas. Está parado en la esquina de Morandé con Moneda, sobre un fondo de estructuras grises que resaltan su pelaje oscuro. Atrás se ve una columna de humo alzándose de la fachada norte del Palacio. En la composición de la imagen, las líneas de fuga se proyectan al poniente; unas chocan con los edificios de la Contraloría y el Ministerio de Hacienda, otras tantas escapan por Moneda, donde se intuye el resto de la ciudad.
"Chile, 11 de septiembre de 1973. Un perro mira solitario el horror, mientras que las fuerzas militares dejan caer sus bombas sobre el Palacio de Gobierno", posteó la Biblioteca Virtual Salvador Allende (BVSA) en Twitter, el 21 de noviembre de 2019, atribuyéndole los derechos de la fotografía a la Biblioteca del Congreso Nacional.
Algunas semanas más tarde, la novia del verdadero autor vio ese posteo y lo alertó. Chas Gerretsen recogió el tuit. "No me importa que la BVSA use mi foto, pero que afirman que los derechos de autor [sic] es un poco mucho", respondió el fotógrafo holandés, de 76 años, en un español mediado por un programa de traducción.
Al recorrer el timeline de Gerretsen, se puede encontrar la misma imagen del perro, pero con unos bordes azulados, marcada con lo que parece un número 4 de color rojo, cuyo trazo vertical termina en la cabeza del perro. También hay otras instantáneas de la serie, en las que se ven personas resguardándose tras un quiosco y al mismo animal, esta vez mucho más cerca del incendio.
"El perro nos encontró. Después del último bombardeo, apareció de la nada y en ese silencio repentino ladraba furiosamente a La Moneda en llamas. Era como si sintiera la rabia y protestara contra lo que los militares habían hecho. En 1973, la revista Paris Match tituló la foto 'El perro negro de la revolución'", cuenta Gerretsen a La Tercera desde su hogar, un yate amarrado en algún muelle del Caribe.
Inmediatamente, algunos usuarios de Twitter vincularon simbólicamente al perro de La Moneda con el "Negro Matapacos", uno de los emblemas de la actual movilización social. Hubo una persona que incluso modificó la foto para agregarle un pañuelo rojo. El intercambio le valió a Gerretsen unos 20 seguidores más, todos de Chile. Antes de eso, su experiencia en redes sociales era casi nula; aún le costaba entender el uso de hashtags y arrobas, y había tuiteado solo 14 veces. Aunque no había sido el único tema de esos primeros posteos, Chile ya había asomado un par de veces.
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Dos semanas después, una serie de fotografías de santiaguinos tomando micros atestadas generaron una respuesta hasta entonces inédita: centenares de comentarios, miles de retuiteos y likes. "Le ofrecí a la gente de Chile un vistazo al pasado, empezando con los buses. A la mañana siguiente, leí algunas de las respuestas de los chilenos que me seguían. Eran sobrecogedoras. Por una de las pocas veces en mi vida, sentí que mi trabajo realmente era valorado", dice Gerretsen.
Desde fines de enero, el holandés ha acumulado casi 13 mil seguidores; la mayoría de ellos son chilenos, de alguna manera conmovidos con sus imágenes de otra era. Esa reacción lo animó a revisar las copias de las hojas de contacto con sus fotografías de Chile para seguir publicando en Twitter. Muchas de esas reproducciones se han ido deteriorando, por lo que la resolución de algunas fotos en su cuenta no son óptimas. Gerretsen no tiene acceso a los negativos, que están encerrados en una bóveda temperada del Nederland Fotomuseum, en Rotterdam. La mayor parte de su archivo está ahí desde 2004 y nunca ha sido publicado.
A pesar de la edad y del trabajo que significa, Gerretsen está entusiasmado: "Lo sigo haciendo por las respuestas. Es como dar un regalo que alguien ha estado esperando por muchos años. Es realmente gratificante".
Apenas juntó una base robusta de seguidores, Gerretsen explicó en su cuenta que, hace 47 años, vino a Chile como freelance para retratar la turbulenta situación política y social que atravesaba el país. Por esa época, su trabajo apareció en revistas como Time o Newsweek, y al año siguiente le valió la medalla de oro Robert Capa, uno de los premios más prestigiosos de la prensa gráfica internacional. Una foto fundamental para ese reconocimiento fue una que muchos de sus nuevos seguidores conocían bien, pero cuya autoría ignoraban.
"Es posible que haya visto algunas de mis imágenes: el golpe de Estado y el general Pinochet con gafas de sol", tuiteó Gerretsen.
El pasado
La autobiografía tiene como título tentativo "La extraña y curiosa vida de Chas Gerretsen". Hasta ahora, sería publicada solo en holandés e inglés en junio de este año, aunque Gerretsen tiene esperanza de que su alto perfil tuitero lo ayude a conseguir algún trato para editarlo en español. El texto abarca su niñez en el norte de Holanda, sus experiencias como taxista, mesero, vaquero y cazador de cocodrilos -algunos de los oficios que ejerció antes de dedicarse profesionalmente a la fotografía-, su trabajo en las guerras de Vietnam, Camboya y diversas crisis políticas en Latinoamérica, para cerrar con su etapa en Hollywood, que se inició con el accidentado rodaje de Apocalipsis Ahora en 1976. "Era Vietnam sin el peligro. Fue un proceso de aprendizaje fantástico. En esos seis meses en Filipinas aprendí más de Francis Ford Coppola sobre la dirección que en las otras 100 películas que trabajé", asegura.
En el libro, su período en Chile tiene una extensión cercana a las nueve mil palabras. Gerretsen afirma que fue un "momento decisivo" en su carrera, ya que le dio reconocimiento mundial y le ayudó a conseguir ese primer trabajo en el set de Ford Coppola. Su visita tuvo un origen accidental. En principio, la idea era recorrer el Amazonas, pero terminó llegando a Buenos Aires el 1 de enero de 1973. Ahí buscó empleo como corresponsal gráfico sin ningún éxito, hasta que un editor de revista Time le sugirió que se trasladara a Chile, que estaba en plena ebullición social en el gobierno de Salvador Allende. "Creo que recibí una media docena de encargos de Time y Newsweek en nueve meses por US$ 75 cada uno", recuerda.
En cosa de una semana, el holandés estaba en Santiago, una ciudad que le pareció "bella y amable, a pesar de todo". Se instaló en Providencia, llegó a un acuerdo de distribución con la agencia francesa Gamma y rápidamente se integró a la comunidad de periodistas y gráficos extranjeros que despachaban desde Chile. Durante sus nueve meses en el país, Gerretsen fotografió los choques de manifestantes que se repetían semanalmente en el centro, el paro minero de El Teniente, el Tanquetazo del 29 de junio, las celebraciones del tercer aniversario de Allende en La Moneda. Muchas de esas fotos han sido publicadas en su cuenta de Twitter. Finalmente, estuvo en La Moneda la mañana del 11 de septiembre.
"Recuerdo haberme despertado cerca de las 7 por el sonido del teléfono. Era mi amigo Sylvain Julienne, que trabajaba para la competencia, la agencia Sygma. Él estaba en el Hotel Carrera. 'Ven para acá, algo está pasando, los carabineros rodearon el Palacio con carros blindados', me dijo. No había nada en la radio fuera de música marcial. No había autos en las calles. Hice dedo y logré llegar", cuenta Gerretsen.
Cuando llegó a La Moneda, los vehículos de la policía se habían retirado y estaban apareciendo los primeros tanques. Mientras las tropas daban sus primeros disparos contra la fachada norte, Gerretsen hacía lo propio con el obturador. Los tanques iniciaron una ronda de fuego de ametralladoras, preparando el camino a los hawker hunter. "Escuchamos el sonido del motor de un jet y una explosión. Doblamos hacia Moneda y escuchamos una segunda explosión. Una nube de polvo se hinchaba hacia nosotros. Un minuto después, pude ver la destrucción que se había causado. Las llamas devoraron la bandera y la convirtieron en cenizas", relata el fotógrafo.
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Aunque muchos de sus compañeros se refugiaron en el Hotel Carrera, Gerretsen y Julienne se mantuvieron en la calle. Ambos vieron un delantal blanco que se agitaba dentro del Palacio en señal de rendición; vieron a un perro negro moviéndose entre la confusión; vieron a los militares ingresando al Palacio y luego saliendo con detenidos, que terminaban contra la pared o boca abajo en el suelo. Cuando finalmente intentaron ingresar a La Moneda, un trío de militares los detuvo. Eran un sargento y dos soldados, quienes apoyaron los cañones de sus armas en el abdomen de los fotógrafos. "Vayan con cuidado, está peligroso allá afuera", recuerda haberle escuchado Gerretsen al sargento.
Al día siguiente, regresó al centro para tomar la icónica foto de Pinochet con lentes oscuros, de brazos cruzados, en la Iglesia de la Gratitud Nacional. Con el tiempo, esa imagen terminaría encarnando al dictador latinoamericano por antonomasia. "Me significó fama y reconocimiento. Cuando saqué la foto, no sabía la importancia que tendría, ni que se volvería famosa (...). Aún la veo publicada y se ha vuelto un símbolo de opresión y tortura. La usan para alertar de otros jefes de Estado autoritarios, poniendo su cabeza encima de la de Pinochet. Cuando una foto toca una fibra emocional, va a ser usada con fines políticos", comenta el holandés.
A Pinochet le habría gustado tanto el poder que transmitía en esa foto, que le permitió a Gerretsen tomarle fotos en su oficina y en su casa, bebiendo limonada junto a Lucía Hiriart. "Representó al anfitrión perfecto, como cualquiera de las otras celebridades que he fotografiado", dice.
Pero el holandés, como casi toda la prensa internacional, perdió el favor de la Junta de Gobierno rápidamente. "Después del Golpe ya no me sentía seguro en Santiago. Policías vestidos de civiles me confiscaban mis rollos de película regularmente, me seguían en la calle y nuestro teléfono estaba intervenido", recuerda. A las pocas semanas dejó el país. En 1974, regresó para el aniversario del golpe, pero, lógicamente, no se volvió a sentir tranquilo.
Cuando reflexiona acerca de todo lo que capturó con su lente mientras estuvo en Chile, entre el 73 y el 74, Gerretsen es rotundo: "Una locura total, violencia sin sentido que podría regresar. El tiempo lo equipara todo y esperemos que sea un gran maestro".
El presente
Algunas de las fotos publicadas por Gerretsen en Twitter han generado controversia entre sus seguidores, que las han usado para marcar posiciones políticas, tanto desde la izquierda como de la derecha. Dependiendo de la imagen, ha sido emplazado por unos y otros. "No me sorprenden las diferentes reacciones. Siempre he tratado de ser neutral e informar lo que pasa desde ambos lados, lo que te expone a la crítica de los dos lados. Vi cómo Allende les dio esperanza a los más pobres y cómo sus políticas les dieron desesperanza a las clases medias. Cuando ves ambos lados, no le gustarás a ninguno. Yo trato de ser neutral en mis tuits", responde.
Aunque su cuenta se abrió en pleno estallido social, Gerretsen asegura que no se integró a las redes con el afán de conectar la actualidad del país con la de los 70. Su primer tuit fue acerca de Sylvain Julienne, el fotógrafo francés, tras enterarse de su muerte. Fueron los recuerdos de su amistad los que lo devolvieron a la época de Allende y de Pinochet. "No hay un objetivo político (...). No es mi propósito enseñarle nada a la gente de Chile. La gente aprende cuando quiere. Me encantaría que la gente aprendiera de la historia, pero si la historia nos ha enseñado algo, es que la gente no aprende de ella. Pero sigo esperando", señala.
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Además de su autobiografía y de un par de nuevas muestras que espera surjan al redescubrirse su trabajo via Twitter, Gerretsen está difundiendo un corto documental sobre su trabajo en Apocalipsis Ahora, dirigido por el holandés Baris Azman. Se llama Plano Holandés: Chas Gerretsen & Apocalipsis Ahora, en referencia a un tipo de encuadre que mueve la línea del horizonte diagonalmente para encajar objetos que, de otra manera, no cabrían. Tanto en cine como en fotografía, el plano holandés tuerce ángulos para capturar lo que de otra forma sería inasible, agregando dinamismo y tensión a la toma.
Al ser consultado por esta técnica, Chas Gerretsen es escueto: "Siempre ha habido mucho movimiento y tensión en Chile. Para capturarlo se necesitaría mucho más que un plano holandés".