Invierno de recriminaciones inunda a Chile Vamos y La Moneda

Chile Vamos
Los presidentes de Evópoli, Hernán Larraín Matte, y de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, cuestionaron el planteamiento del líder de RN, Mario Desbordes.

El fracaso para asegurar los votos para el veto presidencial en el “caso alcaldes” revolvió aún más una ya dificultosa convivencia entre la UDI, RN y Evópoli que se arrastra desde el 18 de octubre. Pero esta vez, el tercer comité político que va desde entonces está al medio del tiroteo.


Es casi lo único en que están de acuerdo entre la UDI, RN y Evópoli. La situación en Chile Vamos y en el gobierno la describen ahí con una gama de adjetivos que van desde sumo desorden a un estado crítico y que esta semana rompió una nueva marca con las pugnas detrás de dos hitos políticos: el fracaso en asegurar un piso para el veto presidencial con el que se buscaba evitar que 97 alcaldes quedaran impedidos de repostular una última vez, y la cuestión sobre la admisibilidad del proyecto de posnatal de emergencia.

La sangría electoral que el desenlace del primer caso le provocaría al partido capitaneado por Jacqueline van Rysselberghe -el más afectado junto con RN- encendió todavía más su molestia contra el ministro del Interior, Gonzalo Blumel, a quien le lleva una gruesa cuenta desde la acusación constitucional que castigó a Andrés Chadwick en diciembre. Que el viernes ella lo haya culpado en T13 de que “la conducción política del gobierno es bastante endeble” y que el Ejecutivo está “sin convicción” y “no es capaz de defender sus ideas” es otro indicio que augura una semana más tensa, si cabe, en las filas gobiernistas.

El fondo del reclamo de la jefa UDI contra el número dos de Palacio acusa que no quemó cartuchos para ordenar a la coalición, porque el nuevo rayado de cancha electoral -que además dejará fuera a 37 diputados y 13 senadores- beneficiaría más que nada a Evópoli, el partido de Blumel, al abrirle más espacio para crecer a expensas de las bajas de sus socios.

Pero además se cruza con su ya resquebrajada relación con el jefe RN, Mario Desbordes, a cuya tienda se culpa de tampoco alinear a su gente y permitir que parlamentarios suyos apoyen proyectos de discutida constitucionalidad, como en la saga del posnatal de emergencia. Punto en el que la tienda aludida responde de vuelta que también hubo diputados UDI que votaron a favor esa iniciativa.

A su vez, esa es la misma factura que le cobra hace semanas Evópoli a RN y que ha llevado a que ya sea casi habitual que el senador Felipe Kast y Desbordes se enfrenten. Hace dos lunes, el 22, ambos subieron la voz en pleno comité político interpartidario cuando el primero -recordaron entonces asistentes- le enrostró al segundo que defiende a sus legisladores que presentan iniciativas “populistas”, punto que Desbordes le retrucó diciéndole que él también lo había hecho.

Las reyertas entre los tres partidos que se han sucedido desde el 18 de octubre -no cabrían todas en esta nota- acumularon en la semana que termina hoy más episodios. El diagnóstico que hacen en Chile Vamos tiene como insumo obligado una lista de críticas a La Moneda por supuestamente no frenar estos conflictos, pero ante ellas sus ministros políticos también -dicen ahí- tienen argumentos de vuelta.

El siguiente es parte del cuadro que viven en la coalición a la que le queda todavía más de un año y medio en el poder, en que sus partidos no son capaces de alinear votos en un Congreso en el que padecen ser minoría, donde entre ellos se culpan de priorizar sus intereses por sobre los del colectivo, y donde el tercer comité político que va desde el estallido social está al medio del fuego cruzado. Sintomático es que ni el Presidente Sebastián Piñera esté exento de estos resquemores.

La factura Blumel

“El proyecto fue aprobado prácticamente por todas las fuerzas políticas, incluyendo a la UDI, RN y Evópoli. Cualquier cambio hubiese requerido, a través del veto, un apoyo importante, y eso no ocurrió”, se defendió ayer Blumel -en una actividad con Carabineros- cuando le consultaron por las críticas de Van Rysselberghe. El nudo del “caso alcaldes” está en quién tuvo la culpa del fallido intento: si el gobierno o sus partidos. Como en todos estos asuntos, hay más de una versión.

En la UDI critican a Interior y a Evópoli de haberse restado de amarrar los votos; ese partido celebró anteayer que La Moneda no “cediera ante las presiones” de sus dos socios. Se necesitaba un piso de 52, pero Palacio exigía al menos 58, un amplio margen de error para evitar que deserciones de última hora hicieran zozobrar la idea. En su mejor momento, relatan en el gobierno, solo hubo 53 en la mano, y al momento de arrojar la toalla el conteo había caído a entre 48 y 50.

“No había ni un solo voto disponible de la oposición y una derrota habría sido demasiado dura”, remarcan allá. Y rechazan las críticas recordando que cuando el fin a la reelección se votó en la Cámara, “los parlamentarios podrían haber pedido votación separada para eximir a los alcaldes, y nadie lo hizo”.

Los cuestionamientos el comité político, como siempre ocurre, están marcados por los colores partidarios: ahí hay dos Evópoli (Blumel e Ignacio Briones), un UDI (Claudio Alvarado), un RN (Cristián Monckeberg), y una independiente ex RN (Karla Rubilar). Sobre el primero caen quejas que en estos días han comentado parlamentarios gremialistas en reuniones y diálogos por celular, y han llegado a enrostrarle que “cree que es el director de la Onemi y no el ministro del Interior” por su supuesto desapego político.

Pero en Interior rechazan que sea responsabilidad del ministro estar ordenando a los congresistas: dicen que es tarea de los jefes de bancada y de los presidentes de partidos. En la pugna del posnatal, por ejemplo, recalcan que los primeros responsables fueron los parlamentarios oficialistas que votaron a favor de una moción inconstitucional, porque están faltando al juramento que hicieron de respetar la Constitución. E insisten en que los disparos de Van Rysselberghe solo se explican porque en la UDI siguen dolidos por los últimos cambios en el comité político.

En el más reciente, el gremialismo perdió al independiente Sebastián Sichel, y el penúltimo dejó en las manos del socio “minoritario” de Chile Vamos Interior y Hacienda. En la UDI, mientras más critican a Blumel, más -cuentan- echan de menos a Chadwick, de quien dicen sigue muy activo y a quien llaman en medio de esta crisis.

Agregan también en Palacio que les han pedido “cientos” de veces -la última a comienzos de semana- a los presidentes de partidos que retomen las reuniones de coordinación, suspendidas desde 2018. En la mesa RN (donde dicen que su problema no es con él sino con Hacienda, con sus sucesivos portazos a las propuestas de Desbordes), aclaran que es cierto, pero que al menos esta semana los tres han conversado.

Pero en la disidencia UDI a su presidenta hay defensores de Blumel que contraargumentan que el aludido cuoteo -o equilibrio- político dentro de Palacio ya no puede ser tomado como parámetro, porque eso “cayó con el estallido social de octubre” y que él ha sido “un faro para todos, abriendo camino a acuerdos con la oposición”.

En Evópoli, molestos con esto, retrucan que la jefa gremialista se queja a raíz de sus “problemas internos”, que no pudo ordenar a su gente, y que la ventanilla de reclamos que le corresponde es la Segpres, donde tienen a su ministro (quien además es muy cercano a Blumel).

Pero Claudio Alvarado, responden en la UDI, está allí “como ministro del Presidente”, que es el mismo argumento con el que se defendía Chadwick de las presiones de Jovino Novoa durante el primer gobierno piñerista. La senadora insistió ayer en que “tenemos un ministro no más en el comité político. RN tiene dos, Evópoli tiene dos”.

Monckeberg y el comité político

Sobre Monckeberg caen otras cuitas. La principal es que no estaría cumpliendo con el designio que lo llevó al comité político y que no ha gastado fuerzas en ordenar a sus parlamentarios. La crítica más dura fue la que han repetido varios y que finalmente hizo pública anteayer la jefa UDI: que no lo hace porque su esposa, la diputada RN Paulina Núñez, es una de las que han apoyado proyectos inconstitucionales como el posnatal.

“Si la señora de un ministro del comité político vota en contra del gobierno, ¿cómo les pido a los míos que se ordenen y que estén dispuestos a pagar los costos de ser impopular? ¿Cómo les pido eso, si la señora de un ministro del comité político es seducida por el populismo y que nadie diga nada, que no haya sanción?”, dijo entonces la senadora gremialista.

Al igual que Blumel, el ministro respondió ayer en una actividad (irónicamente, sobre el “Plan Invierno Protegido”), pero eligió no echarle más bencina al fuego: “Vamos a hacer todos los esfuerzos para tener una buena colaboración con nuestra coalición, como gobierno y también con la oposición. Las críticas prefiero dejarlas de lado”.

En Evópoli y la UDI dicen que el martes, cuando Monckeberg asistió remotamente a la comisión mixta por el posnatal, no dijo ni remarcó que la iniciativa era inconstitucional. En el gobierno responden que eso es falso, y que esa vez dijo que hacía suyo el argumento de que era inadmisible, que la postura del gobierno “está más que clara” y que los argumentos “son contundentes”. Pero hay más.

Una de las versiones de Palacio relata que el ministro fue citado a la comisión por parlamentarios de su partido y de la UDI, pese a que su cartera no tiene injerencia en la discusión sobre la constitucionalidad. Pero que, a sabiendas de que le estaban enrostrando bajo la mesa el factor “díscolo” de su cónyuge, le reclamó por escrito y muy molesto a un parlamentario gremialista. Para él, hacen ver, lo sucedido tuvo el desagradable sabor a una encerrona.

Hay otra cosa que indican en La Moneda: que no es cierto que no haya desplegado gestiones. Un testimonio asegura que Monckeberg unió fuerzas con Alvarado para buscar votos que aseguraran el veto presidencial en el “caso alcaldes”, pese a que en el comité político sabían que era casi impracticable. Llegó a conseguir, dicen, 25 diputados de RN en su mejor momento. Y que también hizo gestiones para el asunto del posnatal, incluso pese a que la diputada Núñez estaba por la opción contraria.

En la Casa de Gobierno no niegan que el clima interno de la coalición está revuelto e insisten en que es injusto que les carguen culpas si los partidos no se ordenan. Pero también hacen ver que el comité político apenas lleva un mes desde el último ajuste de gabinete, que sus integrantes se llevan mucho mejor que los de la versión anterior (cuando había una zanja entre Sebastián Sichel y la dupla Blumel-Briones), y que “hay que medirnos por lo que hacemos y por lo que dejamos de hacer”.

¿Y el Presidente?

Pero en los partidos anotan otro punto. Si bien el grueso de las críticas públicas han tenido como diana a los ministros, el Presidente tampoco tiene carné de inmunidad. Acá también hay una lista. Uno, resienten su rol en los vaivenes de decisiones como en el acuerdo que se alcanzó con la oposición anteayer en torno al posnatal, porque al final implicó ceder con sus adversarios luego de semanas de discusiones.

Dos, tampoco se cuadraron a mil con él cuando quiso intervenir en la pugna por la admisibilidad anunciando un “comité de expertos” para elaborar un mecanismo que impida que se repitan estos casos en el Congreso. Cuando Piñera citó a abogados de los tres partidos (propuestos por ellos) la semana antepasada, dos -Gastón Gómez y José Francisco García- discreparon a tal punto que se marginaron.

Pero lo más delicado, como observa un dirigente histórico de la UDI, es que la trama que se ha desenrollado después del 18 de octubre hasta ahora ha socavado la imagen y la autoridad presidencial. No solo porque con una baja aprobación popular no hay fuerza para controlar a sus huestes partidarias, sino porque las sucesivas polémicas protagonizadas por el Mandatario tampoco han ayudado.

La última, cuando fue grabado el fin de semana pasado comprando en La Vinoteca, motivó que el ministro de Salud aludiera a la “prudencia”. Van Rysselberghe, Desbordes y Larraín estuvieron como pocas veces de acuerdo en que Enrique Paris tuvo razón y el jefe de Evópoli llegó a decir que el momento “no está para seguir cometiendo errores no forzados”.

Queda por ver si con sus declaraciones de ayer la jefa UDI dejará o no de ser el bastión -en público- casi incondicional del gobierno que hasta hace algunas semanas era.

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