Hace justo dos años, la doctora Izkia Siches irrumpía en la encuesta Cadem como la figura mejor evaluada (61%), junto a Joaquín Lavín. La crisis del Covid-19 había levantado a la joven presidenta del Colegio Médico al escenario político. El resto es sabido: siguió liderando el gremio con críticas al gobierno por el manejo de la pandemia, la revista Time la ubicó entre los 100 jóvenes líderes -con reseña escrita por Michelle Bachelet-, fue madre de una niña y, a fin del año pasado, Gabriel Boric la fichó como gran refuerzo para ganar la Presidencia. Y lo logró.
Son las seis de la tarde del jueves en La Moneda. Izkia Siches (36) es ahora la ministra del Interior. Una jefa de gabinete que intenta dejar atrás su accidentado debut en el cargo. Y aunque insiste que nunca tuvo una idea romántica de lo que significa este rol, ni pensó que sería distinto, sí admite que su vida cambió por completo. Desde andar con escoltas hasta para comprar el pan, hasta los tiempos que debe hacerse con su hija Khala, lo que más le aflige en esta nueva vida. En menos de 90 días ha enfrentado al menos tres crisis importantes y su popularidad sufrió una fuerte caída que la tiene hoy entre los ministros peor evaluados. Ha sido un aterrizaje brusco.
¿Cuán distinta es usted respecto de cuando asumió?
Siempre supe que este cargo iba a ser difícil y que iba a tener que poner todo de mí, en mis capacidades y también mi resiliencia al momento de ir soportando los embates que íbamos a enfrentar. Y hoy lo hago con más compromiso y convicción que nunca.
¿Usted pidió ser ministra del Interior?
Siempre entendí que nuestro país atravesaba un momento histórico de tal magnitud que nada era para gustitos personales, sino que uno tenía que ponerse al servicio, tal como lo hizo nuestro Presidente. Él siempre ha sido una inspiración al tomar desafíos tan complejos, y cada vez que pienso en cómo esto ha trastocado mi vida, pienso que siempre está él y su familia, que obviamente están mucho más expuestos que yo.
Dice que su compromiso está más fuerte que nunca con el gobierno. ¿Le costó mucho este tiempo?
Aceptar un cargo de exposición y de dificultad como este partió siempre con una previsualización de lo que sería, y sin duda ha estado al nivel de las expectativas. Tampoco ha habido una mirada romántica de este escenario, ni de este cargo. Estoy trabajando día a día, en conjunto con nuestro equipo, para ir resolviendo tanto los desafíos en materia de seguridad, como el desempeño de todo nuestro gabinete para atender las urgencias de las personas y, por otro lado, llevar adelante nuestro programa transformador.
Habrá escuchado, ministra, que se le ve cambiada. Con otro tono, que está más reflexiva, que está más pausada. ¿Usted lo ve así?
No lo interpreto así. Sí estoy cautelosa, pero sigo siendo la misma persona que ingresó a este gobierno, con la misma pasión, con el mismo compromiso y también con la misma convicción de que estamos en los lugares correctos en los tiempos complejos. Sigo siendo la misma persona, aprendiendo todos los días, tanto de la experiencia de nuestro equipo como también reflexionando sobre los desafíos que van apareciendo.
¿Y ha reflexionado sobre en qué se equivocó en el primer tiempo?
Hemos estado discutiendo y perfeccionando el equipo para enfrentar los desafíos del presente y los del futuro. Por un lado, en materia de seguridad y, por otro, una agenda que nos lleve a un nuevo modelo de desarrollo.
El Partido Republicano quiere acusarla constitucionalmente, y en el oficialismo, el senador PS Fidel Espinoza esta semana fue bien crítico de su gestión. ¿Le parece que se ha sido duro con usted particularmente? ¿Siente que se le mide con una vara distinta por ser mujer?
Creo que hay altas expectativas en torno a nuestro desempeño y, sin duda, que he sido quizás señalada en algunas aristas por mi condición de mujer.
¿Como qué, por ejemplo?
En relación con la imagen personal, en torno a la vestimenta, a los roles que creo que no competen al desempeño profesional. Y eso es algo que no lo habíamos visto frente a la evaluación de otros ministros de Interior. Los focos están sobre nuestro ministerio, tanto por la relevancia que tiene como por el rol que tuve yo en campaña. Esto también es algo que no es novedad. Cuando asumí esta cartera sospechaba que así iba a ser.
¿No pensó que iba a ser un poco más fácil?
No, nunca he sido ingenua. Siempre asumí este desafío sabiendo la complejidad de que no iba a ser un lugar para llevarme los aplausos. Y justamente por eso accedí. También por un profundo sentido de responsabilidad de que hay que hacer la pega, de sumarse y de que, sin duda, a alguien le iba a tocar ser parte de este hermoso Ministerio del Interior (se ríe).
“El Presidente ha clarificado que tenemos que dejar de lado aquellas diferencias con utilizar todas las capacidades que tiene el Estado para perseguir el crimen organizado”.
Después del episodio del avión se le vio bastante abatida. ¿Pensó en renunciar?
Siempre supe que iba a ser difícil y entiendo el ejercicio de mi cargo no como algo personal. No se trata de mí, ni siquiera que se trata del Presidente ni solo de nuestro gobierno, sino que somos parte de un momento que nos corresponde administrar con mucha sabiduría y ser vehículos para acompañar a Chile en este proceso.
Usted ya rearmó su equipo, incorporando personas con más experiencia política. ¿Cree que todo lo que pasó en su primer tiempo es remontable y se puede iniciar una nueva etapa en términos de credibilidad?
Sin duda. Creo que la historia nos ha enseñado que con trabajo de forma sistemática uno puede mostrar los resultados de un trabajo serio y comprometido como el que estamos desarrollando dentro del Ministerio del Interior.
¿Cuál es su principal prioridad para su gestión? ¿Cómo le gustaría que se le recordara su paso por el ministerio?
Quizá que no nos dedicamos a ser más o menos populares, sino a hacer la pega con un sentido de responsabilidad. Yo asumí este cargo para ser responsable de las necesidades de las personas. Y una de ellas era los temas de seguridad, temas complejos en materia migratoria, en lo que ocurre en nuestro sur, en cómo se vive la inseguridad en los barrios, en las poblaciones más vulnerables que esperan una respuesta del Estado.
Uno de los principales problemas de este gobierno pareciera ser que no hay un diagnóstico común respecto de cómo controlar el orden público en las dos coaliciones que componen este gobierno. ¿Cuánto le cuesta alinear a todos en ese mismo carril?
El Presidente ha clarificado que tenemos que dejar de lado aquellas diferencias con utilizar todas las capacidades que tiene el Estado para perseguir el crimen organizado, para desbaratar las bandas que atentan, y apropiarnos de la agenda de seguridad.
¿Usted hace una distinción en cuáles circunstancias el Estado debe usar todas las herramientas? Por ejemplo, una cosa es el narcotráfico y otra pueden ser las protestas ciudadanas. Ahí el gobierno hasta retiró las querellas para los presos del estallido.
Creo que hay que diferenciar lo que son las medidas que el gobierno ha tomado con aquellas personas que fueron presas en el contexto del estallido social o el retiro de las querellas. Eso es parte de nuestro compromiso de gobierno, es un programa acotado y no tiene nada que ver con cómo nosotros vamos a enfrentar las materias de seguridad y orden público. En torno al orden público, sin duda tenemos el desafío de ser muy claros en que el derecho a la legítima manifestación y protesta lo vamos a respetar, pero eso está muy alejado de la violencia, de los saqueos o del uso de los espacios comunitarios y cívicos que hoy atentan con la convivencia ciudadana. Y en eso hemos estado trabajando. Recuperar los barrios y volver a recuperar el tejido social. Y no vamos a tropezar en perseguir activamente a aquellas personas que no entienden que la ciudadanía quiere vivir en paz y tranquilidad, y que hay hechos que no pueden ser concebidos dentro de una sociedad.
¿Le cuesta este discurso y tener que encararlo con convicción cuando personas de su misma coalición validaron la violencia en las calles como forma de protesta?
Sobre el estallido social creo que hay un fenómeno, y lo hizo referencia también nuestro Presidente, en torno a las deudas que tiene el sistema democrático y la política en general de hacerse cargo de las molestias ciudadanas. Creo que es cuento aparte, hoy día, cuando nos hemos dado respuestas democráticas, como es el propio proceso constituyente, y que en la actualidad también requiere volver a llevar al país a un estado de seguridad y de orden.
“Hubo una sobreinterpretación de nuestro gobierno, de que íbamos a encontrar mayor refractariedad al uso del estado de excepción. Nos pusimos el parche antes de la herida”.
¿Qué se puede esperar de cómo va a reaccionar el gobierno frente a un saqueo? Usted la diferencia de lo que pasó durante el estallido.
Sí, sin duda. Actualmente nosotros, y lo hemos dicho de forma reiterada, rechazamos estos hechos de violencia. Los saqueos no van a ser tolerados dentro de nuestra administración y hemos estado trabajando en distintos protocolos con Carabineros, justamente para no propiciar enfrentamientos innecesarios, pero cautelar los espacios públicos. Hemos estado trabajando destinando recursos públicos para reactivar los barrios comerciales, para mejorar las fachadas, para recuperar socialmente también estos barrios. Nuestra invitación ha sido a todas aquellas personas que se manifiestan con estos actos de violencia a deponerla, porque simplemente solo sigue profundizando fisuras, no contribuye a lo que el país espera del actual Chile que estamos construyendo.
Y más allá del llamado, ¿va a haber querellas para quienes cometan estos actos?
Sí, sin duda. También hemos fortalecido la permanencia de Carabineros y los protocolos que se hacen en las distintas manifestaciones que ocurren, como también la recuperación de espacios públicos.
¿Le ha sorprendido al gobierno la violencia que hay en las calles? Ustedes partieron no renovando el estado de excepción en La Araucanía, levantando las querellas por seguridad interior a los involucrados en el estallido. Es decir, dando señales de que pensaban que la violencia y el desorden público iban a bajar respecto al de un gobierno de derecha.
No, al revés. En general, hasta los movimientos de izquierda se agudizan un poco dentro de los gobiernos progresistas. No sé si ustedes se acuerdan, en los gobiernos de la Nueva Mayoría, de la Concertación, muchos fenómenos de los sindicatos y de protestas estudiantiles se suelen ver reactivados porque todos los grupos buscan un nicho. Obviamente, en este caso también podía ocurrir así. Así que no esperábamos que solamente por ser electos íbamos a poder tener paz.
Así pareció, por ejemplo, cuando va a Temucuicui. Como si creyeran que por ser ustedes iban a recibirlos bien y a poder establecer un diálogo.
No, para nada. Siempre supimos que el tema de La Araucanía era muy, muy complejo, que teníamos distintos grupos que estaban operando en la zona y que se requería una respuesta de fondo. Tenemos que hacernos cargo de las demandas indígenas en materia territorial, porque si no hay restitución territorial, no hay mucho que conversar. Pero también necesitamos separar cómo operan los grupos en la zona. Y ahí hay grupos que utilizan fuentes de ilícitos para su financiamiento, otros que también se articulan en torno a ellos y son bandas de crimen organizado que requieren ser perseguidos. Y en eso hemos estado trabajando, fortaleciendo las capacidades policiales. Y como tampoco se puede llevar el Estado sin seguridad, hemos contado con el apoyo de las Fuerzas Armadas para cautelar y prevenir acciones delictuales en torno a rutas que están atacando a los trabajadores, a civiles y a las mismas Fuerzas Armadas y Carabineros.
¿Vivió como una frustración el hecho de que hubieran tenido que aplicar el estado de excepción en La Araucanía, teniendo en cuenta que lo que habían previsto es que al menos en su primera etapa era una herramienta que no iban a utilizar?
Siempre lo he considerado una herramienta más, pero en el sur entendíamos que era una señal. Hoy lo entendemos como algo que permite enfrentar síntomas, pero no se hace cargo de la enfermedad de base. Y en paralelo, tenemos que trabajar en la enfermedad de base para intentar tenerlo el menor tiempo posible, entendiendo que tiene sus complejidades y que puede hacer que las policías logren encontrar y desarticular las bandas que operan en esa zona.
El Presidente en la cuenta pública anunció que enviará indicaciones al proyecto que refuerza la Agencia de Inteligencia. Hay bastante consenso en que es la gran clave para poder realmente desarticulara los grupos violentistas y separarlos de lo que pasa con la causa mapuche y la restitución de tierras. ¿Hasta dónde está dispuesta a tener una buena oficina de Inteligencia que se haga cargo de resolver de una vez por todas el conflicto, como ha tenido que ocurrir en otros países?
Creo que no tenemos que esperar el proyecto de ley para utilizar las capacidades de inteligencia y ya hemos mandatado a la ANI y su oficina en Temuco a coordinar las inteligencias de las distintas entidades que existen en el país. Dicho eso, sin duda el diagnóstico, que es de consenso, es que se requiere una inteligencia para las democracias y estamos mirando algunos modelos internacionales, particularmente los europeos.
¿España, por ejemplo?
O Inglaterra. Y así lo hemos conversado también con las entidades que nos han visitado en materia de derechos humanos o el propio sistema de Naciones Unidas, en donde se entiende que contar con una inteligencia permite evitar los daños colaterales de las intervenciones de la fuerza en temas tan complejos como el de La Araucanía.
Estamos comprometidos con poder dejar después de nuestro gobierno una ley de Inteligencia que dote de más capacidades a los gobiernos que vienen después de nosotros.
¿Y cuán comprometida ve a la coalición en este tipo de tareas? Porque, por ejemplo, el Partido Comunista siempre ha sido refractario al uso de inteligencia para desarticular el movimiento.
Al revés, de quienes hemos tenido los mayores emplazamientos para desarticular las bandas, han sido de los partidos de gobierno. Y también los parlamentarios de gobierno que están en nuestras comisiones de seguridad han planteado la necesidad de avanzar en esta línea, así que creo que lo vamos a poder hacer con el consenso de nuestra coalición de gobierno, sin problemas.
¿Pero usted diría que están las dos coaliciones y su gabinete en la misma página para combatir los problemas de seguridad?
Sí, y cada vez que han existido diferencias creo que han ocurrido en torno a la falta de antecedentes. Y parte del trabajo que hemos realizado, por ejemplo, cuando abordamos el estado de excepción constitucional, es poner al corriente a nuestros parlamentarios y a nuestros presidentes de partido de los antecedentes que contamos desde el Ministerio de Interior y por qué se requiere usar una u otra herramienta. Creo que eso ha logrado transversalizarse y justamente el estado de excepción constitucional contó con el apoyo de todos los partidos de gobierno.
Pero vaya que les costó, ministra. Querían ponerle un “acotado”.
Creo que ahí hubo una sobreinterpretación de nuestro gobierno en particular, de que íbamos a encontrar mayor refractariedad al uso del estado de excepción. Nos pusimos el parche antes de la herida, pensando que para los parlamentarios iba a ser muy complejo. Pero al conversar con ellos, rápidamente se despejó y se puso sobre la mesa que el gobierno debía usar todas las herramientas que estaban, y si ya existía una, no era necesario inventar una nueva, si es que se entendía que iba a ser con todos los resguardos.
“Se requiere una Inteligencia para las democracias y estamos mirando algunos modelos internacionales, particularmente los europeos”.
¿Hay un giro derechamente en cómo abordar la seguridad en este gobierno?
Yo creo que quizá es más comunicacional, porque no lo habíamos podido mostrar tan nítidamente. Siempre pensamos que este era uno de los temas más trascendentales al momento de conversarlo con el Presidente y definir asumir este desafío. Esa fue una de las cosas importantísimas, como estar muy conectados con lo que viven las personas en su casa. Yo vivo en La Florida. Mi mamá vive en Maipú, fue víctima un portonazo…
Uno entiende que hay una sensación de inseguridad de la que hay que hacerse cargo. Sí, quizá, reconozco que hemos fortalecido el mensaje comunicacional y, además, se ha transversalizado en esto de empoderar a toda nuestra coalición de que la agenda de seguridad es una cosa no solamente importante para la ciudadanía, sino que debe ser una agenda que nuestro gobierno se haga cargo activamente. Pero es algo que yo señalé el primer día de llegar a este ministerio. Así que en mi defensa, siempre lo hemos dicho.
Tenemos que hacernos cargo de la agenda de seguridad y eso requiere, para nuestro sector, no dejar que sea un activo de la derecha. Esto es también un desafío para las fuerzas progresistas. O sea, ¿qué más progresista que tener un espacio público que tú recuperas?
¿No cree que ha habido un complejo de parte del gobierno para asumir este asunto?
Quizás era más bien comunicacional. Hoy veo al Presidente sumamente empoderado y clarificado de que esta es una agenda medular. Desde él hacia abajo, están todos alineados de que es una de nuestras agendas como gobierno: costo de la vida y seguridad. De eso han sido todas nuestras reuniones de gabinete desde que llegamos al gobierno.
¿Le sorprendió el mea culpa del Presidente respecto del manejo de la pandemia?
Por lo menos en mi rol como presidenta del Colegio Médico, siempre valoré al gobierno del Presidente Piñera en torno a vacunas y desempeño en red asistencial, como también me sumé a la mirada en torno al retorno a clases. Sí, fui muy crítica, sobre todo en la participación de entidades como el Colegio Médico, en donde, a pesar de nuestra disposición, no teníamos un espacio. Y eso lo mantengo.
¿No hubo injusticia entonces en cómo usted se plantó frente a la autoridad en la época respecto del manejo de la pandemia?
Yo creo que sí las hubo, puede haber faltado alguna perspectiva en esa línea, pero siempre valoré, sobre todo, y no solamente valoré, sino que articulé distintas entidades para apoyar al gobierno, por ejemplo, en materia de vacunación, red asistencial y retorno a clases.
¿Cómo ha encontrado a la derecha? ¿Cómo la recibió la oposición a usted?
Es ambivalente nuestra relación (se ríe). En el uno a uno mucha cordialidad, mucho interés, mucha voluntad de reunirnos y trabajar en una agenda, pero en los grandes hitos he encontrado una derecha muy dura y sin ningún tapujo en golpear directamente. Y lo que más me llama la atención es que es por fenómenos que son heredados, o sea, vienen de administrar el país por cuatro años… Creo que en materia de seguridad hay que tener un poquito más de cautela.
¿Ha estado cómoda en su rol de jefa de política?
He estado desempeñándolo de la mejor manera. No tengo una militancia, pero valoro mucho el rol de los partidos políticos y son fundamentales para que a nuestro gobierno le vaya bien, así que he intentado aprovechar mi independencia en tener un trato muy homogéneo con cada una de las fuerzas políticas y acercarme cada día más a los parlamentarios.
Plantea su independencia como un activo, pero puede ser un pasivo a la hora de necesitar respaldos...
Me he sentido bien acompañada, en realidad. Todos entienden que el desafío de nuestro ministerio es complejo, que requiere el apoyo transversal, más allá de si fuera uno u otro partido de gobierno el que se hace cargo de esta cartera.