Jaime Bassa, a dos años del Rechazo: “Las derrotas políticas son dolorosas, pero no son definitivas”

JAIME BASSA
JAIME BASSA. FOTO: DEDVI MISSENE

A dos años del Rechazo al texto constitucional de la primera Convención, Jaime Bassa señala que el error fue no aquilatar el poder de los intereses del mundo económico. Aquí analiza el momento de la izquierda y las concesiones que han tenido que hacer. Dice también que el proyecto del Frente Amplio está plenamente vigente.


El abogado Jaime Bassa -militante del Frente Amplio- tomó protagonismo cuando asumió como vicepresidente de la Convención que tuvo la misión de elaborar un nuevo texto constitucional. Ese documento fue rechazado de manera arrolladora el 4 de septiembre de 2022.

Para muchos, ese fue un punto de quiebre para el gobierno del Presidente Gabriel Boric. ¿Por qué? En lo esencial, porque su programa de gobierno iba de la mano de una nueva Constitución.

Miembro del comité central del FA y profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Valparaíso, Jaime Bassa observa en retrospectiva lo que fue ese proceso y el costo que implicó ese revés.

Con el paso del tiempo, ¿ha revisado la derrota del plebiscito? Usted es parte de una izquierda que llegó a la vida política prometiendo cambios estructurales…

A ver. Yo creo que el plebiscito fue una derrota significativa para quienes empujamos cambios estructurales, pero no es una derrota definitiva. Esto hay que analizarlo como un ciclo más largo. El plebiscito de 2022 tiene una centralidad importante, pero forma parte de un proceso que parte el año 2018. O sea, llevamos cinco o seis años en un momento de reorganización política y social. En mi opinión, esas demandas no murieron con el plebiscito.

Pero con esa derrota no pudieron hacer el cambio de paradigma que esperaban. ¿Cómo se procesa eso?

No estoy tan de acuerdo con esa lectura. Lo que pasa es que después del plebiscito de 2022 hubo un intento por reafirmar los pilares fundamentales del proyecto político de la dictadura. De hecho, la propuesta de nueva Constitución del 2023 buscaba reforzar las tuercas sueltas de la Constitución del 80, pero también fue rechazada. Entonces, no es que la derrota de 2022 haya significado una consolidación del adversario.

¿Y qué significó entonces?

Significó una derrota dolorosa, pero no definitiva. Aún hay demandas sociales insatisfechas y los procesos de cambio cultural tienen momentos de flujo y de reflujo. Y la revisión de las estructuras sociales vigentes son un proceso que sigue abierto.

¿Algún mea culpa por hacer? ¿Será que hubo un poco de euforia en una parte de la izquierda al sentir que podían cambiarlo todo?

No sé si euforia es la palabra. Probablemente, no leímos correctamente que había intereses que se sintieron amenazados con motivo de la revuelta y de la Constituyente. Ellos tuvieron la fuerza suficiente para organizarse, resistir y reaccionar.

¿Y ustedes no?

Creo que todavía nos falta aquilatar cómo impacta la concentración del poder económico, del capital, en el funcionamiento de una democracia liberal como la nuestra.

¿Cómo así?

El ejercicio del poder político en Chile responde mucho a los modos de concentración del poder económico. Eso es algo que nosotros como Convención no aquilatamos y nos podría haber ayudado a moderar ese entusiasmo inicial.

¿No se dieron cuenta de que había actores económicos muy poderosos? ¿Eso?

No, no. No es que no nos hayamos dado cuenta. El punto es que falta que la sociedad tenga mayor claridad respecto de cómo opera el poder económico transformándose en poder político y dirigiendo las instituciones en pos de sus intereses. Esa es la tensión que hay entre las distintas élites -la empresarial, la política- y la ciudadanía.

En palabras de varios analistas, la nueva izquierda se “farreó” la posibilidad de hacer cambios a través de ese proceso constitucional. ¿Qué dice?

No estoy de acuerdo con eso. Las derrotas políticas son importantes, pero no son definitivas. El hecho de que hayamos perdido el plebiscito no significa que esas ideas hayan sido derrotadas de manera permanente. Hay muchos de esos cambios culturales que van a seguir su camino y que van a consolidarse con certeza en los futuros.

“Las demandas siguen ahí”

Esa derrota significó un punto de quiebre para el gobierno de Boric. De hecho, tuvo que reorganizar su gobierno. ¿Cómo evalúa lo que fue ese proceso?

Parte importante del programa de gobierno estaba pensado para la implementación de las reformas estructurales que se estaban empujando incluso antes de la Convención. Pero las demandas sociales que recogió la Convención no las inventamos. Están ahí. Claro, hubo una derrota, evidentemente. Pero la lectura que ha hecho el establishment, la oligarquía para tratar de zanjar la discusión y decir esto se cerró de una vez y para siempre, es una lectura históricamente falaz y políticamente interesada.

¿Y la voz de la ciudadanía? Porque no fue sólo el establishment. Fue la gente.

Exactamente, y por eso es tan importante evaluar cómo el poder económico incide en la construcción de la opinión pública y en cómo se expresa la voluntad soberana.

La influencia de la élite es algo que la nueva generación sabía, ¿o no?

Es que no se trata de una cuestión generacional. Tampoco moral. Esta es una cuestión política. La nueva izquierda no representa sólo a un conjunto de personas que tienen 35 años promedio. No. Lo que la nueva izquierda representa es el anhelo de construir un proyecto político alternativo al de la concentración del poder económico y político. Y eso no es generacional.

Me refiero a que para enfrentar al adversario siempre hay que diseñar una estrategia.

Es que aquí no hubo un problema de diseño político para llegar al poder. El Presidente Gabriel Boric, el mismo que fue ‘pingüino’ en el 2006, estudiante en el 2011, es el que está hoy en La Moneda. Entonces, creo que el gran desafío está en cómo aquilatar esa reacción cultural conservadora que es un fenómeno que está pasando en el mundo. Y eso, sumado a las dificultades que supone la concentración del poder económico en Chile, es lo que explica la parte más importante de nuestra derrota. Ahí radica también la principal autocrítica, porque eso deberíamos haberlo visto antes.

Varios analistas, incluso de centroizquierda, han dicho que el proyecto del Frente Amplio murió…

Hay una lectura interesada en darle un carácter definitivo al plebiscito de 2022. Fue una derrota política dolorosa, pero no es un resultado definitivo.

Las ideas que representa el Frente Amplio siguen plenamente vigentes. Lo que pasa es que la irrupción de este proyecto político ha generado incomodidad, incluso una amenaza para aquellos sectores más cercanos, por ejemplo, a la renovación socialista o a quienes siguieron la Tercera Vía de los años 90. Por lo tanto, decir desde ahí que el proyecto del Frente Amplio está fracasado es una forma de expulsar las propias culpas…

Ahora, objetivamente, el proyecto con el que llegaron al gobierno ya no está tan vigente…

Bueno, podríamos decir lo mismo del proyecto político de la derecha que fue derrotado en el plebiscito de 1988. Fue una derrota importante para ellos, pero no fue definitiva. El proyecto político de cambio social, de justicia, que representa el FA, está plenamente vigente. Lamentablemente, el eje de la discusión política en Chile está corrido hacia la derecha. Pero si escucháramos a representantes de la derecha democrática como la de Uruguay, nos daríamos cuenta lo autoritaria y fascista que es la derecha chilena.

¿Pugna en las izquierdas

¿Cree que el gobierno de Gabriel Boric también se encontró con esa tensión con el poder económico que usted señala?

De alguna manera sí, pero de un modo distinto a cómo ocurrió con los gobiernos anteriores. Porque sin perjuicio de la forma en que ha operado el poder económico -lo hemos visto en las isapres, en la negociación de la reforma previsional y las AFP-, no podemos olvidar que este gobierno no tiene mayoría en ninguna de las dos cámaras.

Varios otros gobiernos no han tenido mayorías y ustedes los impugnaron bastante…

Bueno, y por eso hicimos el esfuerzo por cambiar las reglas del juego de la Constitución vigente. Y lo hicimos desde una convicción. Y lo digo así porque no es que en los últimos 30 años hayamos visto grandes esfuerzos por transformar las reglas vigentes.

¿No?

No. Lo que vimos fue un diseño y una ejecución de políticas públicas que profundizaron el modelo neoliberal, como el copago escolar, por ejemplo. Entonces, para graficar esos 30 años vimos un esfuerzo tibio, un esfuerzo en la medida de lo posible para modificar las reglas. No podemos desconocer que esta generación hizo un esfuerzo importante por cambiar esas reglas, por cuestionarlas, por desafiarlas.

¿No le parece que, a ratos, Gabriel Boric parece más hijo de la izquierda socialdemócrata, de la gradualista, de la que gobierna en la medida de lo posible?

No quiero hablar en nombre del Presidente, pero creo que el proyecto político de Gabriel está claramente anclado en esta nueva izquierda. Dicho esto, también tenemos que ser conscientes de que las condiciones para la implementación del programa no han cambiado significativamente en los últimos 30 años. Y esa es la principal diferencia que podemos ver en la crítica que se ha hecho a la transición.

¿Cuál?

En que una cosa es la adscripción ideológica y una cosa distinta es cómo esas ideas pueden ser implementadas. Aquí volvemos a entroncar con los aprendizajes de la Convención Constitucional. No se puede hacer todo al mismo tiempo. Y esa no es una renuncia ideológica, eso es simplemente tomar conciencia de cuáles son las condiciones políticas e institucionales que los procesos de cambio que nosotros estamos empujando tienen que afrontar.

¿No se parece mucho a gobernar en la medida de lo posible?

Esa pregunta está vinculada, precisamente, con esta tensión política que hay entre la nueva izquierda y la vieja izquierda respecto del modelo anti neoliberal. Y ahí yo creo que hay una diferencia importante entre el proyecto ideológico que este Presidente encarna y lo que han encarnado las izquierdas anteriores en el país.

El alcalde Tomás Vodanovic cree que el tiempo de los símbolos pasó, que es hora de la gestión…

Yo no estoy de acuerdo con la lectura dicotómica de la acción política. No es cambio social o gestión. Son las dos cosas. No podemos pretender tener una política simbólica desconectada de la gente, pero tampoco podemos tener una lógica de pura eficiencia de gestión vacía de proyectos políticos.

¿Se ha logrado resolver esa ecuación?

Yo creo que sí. Hay actores políticos relevantes del Frente Amplio que defienden la vigencia de las demandas sociales que estuvieron presentes en el estallido y que se recogieron en la propuesta de Nueva Constitución. Y también figuras políticas tan importantes como Tomás Vodanovic, que defienden la necesidad de avanzar en gestión. Eso da cuenta de la riqueza política que tiene el Frente Amplio.

Eventualmente, ¿un triunfo de la derecha en las próximas elecciones presidenciales podría leerse como una nueva derrota del proyecto político del Frente Amplio?

Mi respuesta es no, justamente por lo que te acabo de decir: los proyectos políticos enfrentan triunfos y derrotas; avances y retrocesos, pero nunca son definitivos. Pensemos en el expresidente Sebastián Piñera, que fue elegido dos veces. ¿Podría uno decir que el segundo triunfo de Michelle Bachelet fue una derrota al piñerismo? No, porque después de Bachelet II hubo un Piñera II. Los triunfos y las derrotas nunca son definitivos en política. Por eso es tan importante que incorporemos de una manera menos dicotómica esta idea de que hay flujos y reflujos. Es como la cita al poema de Gabriela Mistral: la fuerza de las olas para volver a emerger una vez que esa ola ha retrocedido.

Por último, pensando en las izquierdas, ¿por qué Michelle Bachelet genera tanta simpatía en las filas del Frente Amplio? ¿Representa algo especial?

Tengo la impresión de que hay sectores en el Frente Amplio que se sienten muy identificados con lo que fue la experiencia de Bachelet II. Básicamente, su presidencia estuvo marcada por una tensión entre un proyecto de cambio social profundo, con reformas políticas importantes, pero que también tuvo que enfrentar condiciones institucionales muy adversas y que al poco andar le impidieron implementar ese proyecto. Creo que esa es una buena síntesis de lo que hemos estado conversando.

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