James Clapper: “No creo que en Washington necesitaran de un papel que dijera que el gobierno afgano no era viable”
El exdirector nacional de Inteligencia de EE.UU. reconoce que la caótica salida de Afganistán será una sombra en la conmemoración de los 20 años de los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo, apoya la decisión de Biden y recuerda su propia experiencia siguiendo desde la Casa Blanca la operación para exterminar a Bin Laden. “Fue un cierre para todo un país, y particularmente para la comunidad de inteligencia de Estados Unidos”.
“A menudo me pillo sintiendo nostalgia por la simpleza de la Guerra Fría”, admite el general retirado James R. Clapper, a sus 80 años, desde un retiro que, dada su carrera, nunca es total. ¿Cómo desconectarse del “trabajo” cuando ese trabajo ha sido leer el mundo identificando amenazas, enemigos y oportunidades en la permanente guerra de Estados Unidos? Clapper hizo toda su carrera como oficial de Inteligencia de la Fuerza Aérea. Fue la misma especialidad que siguió su padre, lo que para él significó literalmente nacer y crecer en la mudanza permanente entre bases militares y escenarios de conflicto en todo el mundo. Esa nostalgia por el mundo aparentemente binario de la Guerra Fría tiene que ver con la multiplicación de frentes de los que Clapper debió ocuparse en sus diferentes misiones. En sus memorias, Facts and Fears, Hard Truths from a Life in Intelligence, Clapper repasa un recorrido que siempre está relacionado con aquello que se denomina “la comunidad de inteligencia”, y que lo llevó a volver más de un par de veces de su retiro en 1995 para hacerse cargo de responsabilidades en el gobierno, llegando a ser subsecretario de Defensa bajo los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama. Luego fue director nacional de Inteligencia y, como muchos, salió enfrentando y criticando duramente al Presidente Donald Trump. Hoy es colaborador estable de la cadena CNN y, comprensiblemente, un muy solicitado conferencista. En esta última capacidad dictará una charla para Chile, vía Zoom, el próximo jueves, titulada “Revisitando los éxitos y fracasos de la Inteligencia a 20 años del 9-11”. El evento está organizado por el Centro Global de la Universidad de Columbia en Santiago y por el think tank Athena Lab.
Anticipando el evento, Clapper conversa con La Tercera cuando en su país todavía resuena la caótica salida de Estados Unidos de Afganistán. “Fue muy perturbador, y no pude evitar ciertas ‘remembranzas’ de mi propia experiencia en el sudeste asiático. Hice dos tours de combate ahí y por supuesto que esa icónica imagen del helicóptero evacuando Saigón era inevitable al ver todo el caos en Kabul. Es difícil no hacer esa comparación”, comenta Clapper. Aunque es claro en establecer que está totalmente de acuerdo con la decisión del Presidente Biden de terminar con la presencia estadounidense allá, admite que “la salida de Afganistán, y particularmente la manera en que fue ejecutada, indudablemente va a ser una sombra, en la conmemoración de los 20 años de los atentados del 11 de septiembre”.
En su opinión, ¿falló la inteligencia estadounidense en advertir al Presidente Biden sobre el rápido colapso del gobierno afgano?
No, no lo creo. No lo digo porque tenga alguna información en particular sobre los informes que se hicieron, pero sí sé que durante los seis años y medio en que serví como director nacional de Inteligencia, la comunidad de inteligencia en el país era consistentemente escéptica, cada año, sobre la viabilidad del gobierno y el ejército afgano. No puedo evitar creer que esa información y esa conclusión le fue comunicada al Presidente Trump cuando decidió hacer un trato con los talibanes y excluir al gobierno de Kabul. También hay que decir que la comunidad de inteligencia no es clarividente, y de seguro no pudo predecir que el gobierno afgano duraría tan pocos días. Pero ciertamente las conclusiones de la inteligencia sobre el tema eran conocidas en Washington. Así que no creo que haya sido un fracaso de la inteligencia. Creo que a veces la gente olvida la diferencia entre secretos y misterios. Los secretos son cosas que pueden saberse, los misterios no. Y creo que en este caso se le está exigiendo a la comunidad de inteligencia que sepa ambas cosas. Al final, hay mucha culpa para repartir. Ciertamente, el presidente estaba al tanto, me consta que lo estaba cuando era vicepresidente, y también el secretario de Estado, los jefes militares, todos estaban muy familiarizados con la situación. No creo que necesitaran que un papel les dijera que el gobierno afgano no era muy fuerte ni viable.
Considerando todo eso, ¿había una “manera correcta” de salir de Afganistán?
Bueno, es una buena pregunta. Se ha sugerido que debió haberse hecho más expedito el proceso de visas especiales para quienes trabajaron o colaboraron con Estados Unidos en estos 20 años, ya sabe, traductores y otros colaboradores, y quizás también debió advertirse más enérgicamente a los estadounidenses que debían salir… En un período más largo de tiempo podría haberse ejecutado una salida menos caótica. Pero dicho eso, no sé si podía existir una manera elegante de salir de Afganistán sin algún grado de caos y confusión.
¿Cuán decisivo en todo esto es el rol de Pakistán, un país con el cual Estados Unidos ha tenido una difícil relación?
Ese es un gran tema, por la relación “esquizofrénica” que hemos tenido con ellos. Pakistán es de algún modo “frenemy” (amigo y enemigo), y ellos son, en mi opinión, un factor decisivo e impredecible. La cuestión, desde una perspectiva de inteligencia, es si ellos están dispuestos a compartir información con los Estados Unidos, y desde luego si permitirían una vigilancia que pudiera, a la vez, dar cuenta de las capacidades de su propio país. No creo que la llegada de los talibanes al poder en Afganistán les caiga particularmente bien a los pakistaníes, necesariamente. De modo que van a tener que decidir qué medidas van a tomar y qué tanto están dispuestos a colaborar con nosotros. Y eso será crucial en cuanto a nuestras propias capacidades en la zona.
Se ha discutido sobre la factibilidad de una colaboración de Estados Unidos con los talibanes en la lucha contra grupos terroristas como Isis-K, por ejemplo. ¿Cómo lo ve usted?
No lo sé. Podría ser. Sería extraño, pero es ciertamente una posibilidad que los talibanes pidan ayuda a los Estados Unidos en su lucha contra Isis-K. El combate contra ellos u otros grupos opositores es una gran distracción para los problemas que deben enfrentar ahora. He usado un par de veces en CNN la metáfora del perro cuando finalmente alcanza al auto al que está persiguiendo: ahora que la euforia de ganar se acaba, viene la dura y fría realidad de ser gobierno. Por supuesto, es muy relevante cómo se manejen los propios talibanes, si se comportan como un Estado normal; eso va a determinar qué relación tengamos nosotros y los otros países con el nuevo gobierno. El 80% del financiamiento afgano viene del exterior, y si todo eso se corta Afganistán se verá en una situación complicada.
El 9-11 y la caza de Bin Laden
¿Fueron los ataques del 9-11 el peor fracaso de la inteligencia estadounidense?
-Bueno, fue un fracaso en el sentido de que no predijimos los detalles exactos de los ataques. Ciertamente se había advertido que Al-Qaeda representaba una amenaza para los Estados Unidos y estaba determinada a atacar, y esa advertencia se le presentó a la Casa Blanca en agosto de 2001. Pero no se sugerían acciones específicas, porque no teníamos detalles del ataque. A menudo pienso, sin embargo… porque fuimos acusados de “falta de imaginación” por la Comisión 9-11. Pero el problema no es la falta de imaginación. Podemos imaginar toda clase de escenarios terribles. El desafío es hacer que alguien nos crea y actúe en consecuencia de aquello que “imaginamos”. A veces especulo, fantaseando un poco, qué habría pasado si George Tenet, quien era el director de Inteligencia, ese verano de 2001 hubiera dicho: “Tenemos un problema con Al-Qaeda, nos están amenazando”. Y supongamos que hubiera tenido la información para advertir que iban a secuestrar aviones y estrellarlos contra edificios. Así que desde ese momento, todos quienes van a viajar deben llegar al aeropuerto dos horas antes, sacarse los zapatos y someterse a escáneres corporales para asegurarnos de que no lleven armas. ¿Cómo crees que habría sido recibido? Se habría convertido en un hazmerreír. De modo que el problema es que la gente crea las advertencias. Y no nos va muy bien en este país lidiando con cosas que aún no nos han sucedido.
Usted ha escrito que desde los ataques la Inteligencia estadounidense pasó de la “necesidad de saber” a la “responsabilidad de compartir”. Y esa crítica, la de la manera disgregada en que estaba organizada la inteligencia, usted la venía advirtiendo desde mucho antes. ¿Ha mejorado desde el 9-11?
Creo que sí, por supuesto que ha habido muchos cambios en la inteligencia desde entonces. Y es típico que ocurra después de grandes fracasos: después de Pearl Harbor se creó la ley de Seguridad Nacional de 1947. Luego vino el 9-11, se instauró una comisión, se hicieron un número de recomendaciones que resultaron en leyes. De partida, se creó la posición que ocupé por seis años, la de director nacional de Inteligencia. Y el objetivo ahí era tener a alguien que no fuera dependiente de ningún componente particular de la comunidad de inteligencia y que promoviera la integración, coordinación y colaboración de las partes. Eso es algo que no pasa naturalmente, no es un acto burocrático natural. Se estableció el departamento de Homeland Security, etcétera. Se hicieron muchos cambios en el sistema a partir del 9-11.
¿Cree que la misión en Afganistán debió terminar con el asesinato de Osama bin Laden en 2011?
Creo que ciertamente se puede argumentar que el propósito original de nuestra presencia allá era ese: atrapar a quienes planearon y ejecutaron los ataques del 9-11, que era Al Qaeda. Cuando 10 años más tarde concretamos eso, nuestra misión estaba terminada. Pero bueno, nos quedamos 10 años más.
¿Fue lo que pensó esa noche del 2 de mayo de 2011, en la Casa Blanca, observando la operación para atrapar a Bin Laden en directo?
Sí, así lo sentí. Habíamos estado en la “situation room” todo ese día, domingo, por 12 o 13 horas seguidas. Y cuando llegó el momento de que el Presidente Obama diera el discurso a toda la nación informando que la misión había sido un éxito, unos pocos dejamos el ala oeste para ir hacia el ala este, donde el presidente habló. Y nunca voy a olvidar el momento en que pasamos de esa puerta. La información ya se había conocido, y había un grupo de personas al frente de la Casa Blanca, en el Parque Lafayette, gritando “USA, USA”. Eso me llegó. Representaba un cierre para todo el país, pero también para nosotros en la comunidad de inteligencia, que había recibido muchas acusaciones. Y ciertamente un cierre para mí y para todos quienes estábamos ahí cuando sucedieron los ataques. Y ese.... Ese es el recuerdo indeleble que tengo de ese día.
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