Juan Pablo Beca, experto en bioética: “La eutanasia podría ser una alternativa respetable en algunas condiciones”

Juan Pablo Beca
El médico Juan Pablo Beca.

El neonatólogo y especialista en bioética invita a reflexionar y hablar sobre la muerte, sobre todo cuando la pandemia ha provocado miles de pérdidas en el país. En su libro Conversemos sobre la Muerte aboga por la idea del "buen morir".


A los 20 años tuvo su primer encuentro cercano con la muerte. Juan Pablo Beca Infante cursaba primero de universidad cuando su padre sufrió un infarto en su casa. Tenía 48 años y era un profesor querido en la Escuela de Medicina UC. “Fue una muerte en una hora, con dos horas de enfermedad. No alcanzó a ser hospitalizado”, recuerda. “Él era un hombre de mucha fe. Alcanzó a decir: ¡Dios mío, Dios mío! Evidentemente el impacto en mi madre, mi hermano y en mí fue enorme. Su muerte me enseñó que la muerte puede llegar en cualquier momento y que es muy difícil estar preparado”, dice.

Neonatólogo y experto en bioética, Juan Pablo Beca Infante ha reflexionado sobre la muerte y el buen morir, y ha acompañado a numerosas familias en la pérdida de sus hijos. Su nuevo libro, Conversemos sobre la muerte, es una invitación a pensar en torno al “último capítulo de la vida”, la forma en que quisiéramos enfrentar la muerte.

Editado por el sello Urano, el libro tiene un antecedente: los Cafés de la Muerte. Surgidos en Londres en 2010, estos encuentros fueron replicados en Chile desde el 2016 con el fin de superar el tabú de hablar del tema. Solían realizarse en un bar cerca de Plaza Ñuñoa y en torno a una copa de vino o una cerveza, los participantes compartían sus ideas o sentimientos sobre la muerte. Organizados por Jorge Brown y Matías Reeves, en su consejo directivo participaban Adriana Valdés, Verónica Undurraga y el doctor Beca.

Mediáticamente, Juan Pablo Beca es conocido por el caso en torno la muerte del expresidente Eduardo Frei Montalva. Casado con Isabel Margarita Frei, una de las hijas del exmandatario y quien falleció en 2017, el doctor Beca asistió a las dos operaciones que recibió en el Hospital Militar, y rechaza la tesis del magnicidio. Tras el fallo de la Corte de Apelaciones de 2021, que absolvió a los acusados y descartó el homicidio, el doctor Beca prefiere no referirse a este tema que lo enfrentó a la familia de su esposa.

Su libro se publica cuando la pandemia de coronavirus ha provocado la muerte de millones de personas en el mundo, y unas 40 mil en Chile. “Muchos conciben el cercano riesgo de enfermar gravemente y también de morir o de perder a seres queridos por el Covid-19, y aun así persiste el temor a hablar y reflexionar sobre estas materias”, escribe.

¿Por qué cuesta tanto hablar de la muerte?

Por miedo. Se le tiene miedo a la muerte, porque se le tiene miedo a lo desconocido. Y porque viene el miedo a tener un final lleno de dolores o metido en una UCI, intubado o conectado a máquinas de diálisis, etc. Nadie quiere eso. Y cuando uno pregunta ¿cómo te gustaría morir?, muchos dicen me gustaría amanecer muerto y no darme cuenta. Pero la respuesta más lógica sería me gustaría darme cuenta y me gustaría poder hacer un balance de mi vida y expresar lo que quiero, decirles a los que quiero que los quiero y recibir cariño y, por supuesto, sin dolor. Entonces hay que darle vuelta a qué es un buen morir. En pocas palabras, buen morir sería sin dolor, sin síntomas angustiantes, acompañado y habiendo expresado las cuatro palabras o conceptos fundamentales que toda persona debiera tener la oportunidad de expresar: gracias, perdón, te perdono y te quiero.

¿Cómo viven la muerte los médicos?

Es difícil dar una respuesta categórica, pero es algo que sí importa. Si es un paciente que has conocido, evidentemente que afecta. Pero si la muerte te paraliza o te deprime, necesitas ayuda. El profesional necesita algo que se cultiva durante la vida, fortaleza y compasión. Tenemos que ayudar al que sufre, esa es nuestra misión. Y para eso hay que tener esta fuerza interior y sensibilidad, y darse cuenta de que el otro necesita compañía.

A veces se tiene la impresión de que el profesional médico es muy eficiente, pero poco sensible. ¿Comparte esa impresión?

Sí, es algo muy frecuente en la medicina actual, que ha progresado tantísimo en lo científico y en lo técnico, pero en desmedro de esta relación humana. Se ha transformado en una tecnociencia aplicada a una persona que muere, y muchas veces, con tremenda necesidad de recibir afecto, compañía. Puede ser un gesto, puede ser tomar la mano. Pero para eso el profesional necesita tener esta actitud compasiva, todos los médicos la necesitamos. Hace muchísimos años, cuando hacía turnos de noche en neonatología, yo iba entrando y coincidí con una enfermera con la que tenía buen vínculo profesional. Había un niñito prematuro, que estaba crítico y ya llevaba semanas. Ella me dijo: ay, doctor, ojalá que no se nos muera en el turno. Y yo le dije ojalá que se muera en nuestro turno, porque estás tú, estoy yo, y conocemos al niño y a sus padres. Y mañana viene un reemplazante y para los padres va a ser muy distinto. Tres horas después, en nuestro turno, el niño murió, y nosotros pudimos estar con él y sus padres; murió en brazos de su madre y no dentro una incubadora, con el reporte dado por un desconocido. Que no se muera en mi turno es el lema de los intensivistas. Si se muere el paciente se vive como un fracaso, pero no es un fracaso. Ayudar a un buen morir no es un fracaso, es un éxito. Es uno de los fines de la medicina: curar lo curable, cuidar al incurable.

Juan Pablo Beca

Juan Pablo Beca agrega que “ayudar a una muerte en paz es un éxito. Para eso estamos el personal de salud, pero en la práctica no lo vivimos así, porque los médicos vivimos en la misma cultura de todos los ciudadanos. Por lo tanto, tenemos también la misma negación. No somos Superman o Superwoman, pero esta profesión exige compasión, generosidad, responsabilidad y fortaleza. Si logramos el equilibrio vamos a cumplir con nuestra misión de ayudar al que está muriendo mucho mejor”.

¿Qué efecto ha tenido la pandemia en este sentido?

La pandemia nos ha removido en muchos aspectos en la manera de vivir, de comunicarnos, de enseñar, de trabajar y también la manera de abordar la enfermedad, cuando son muchísimos los pacientes críticos por la neumonía por Covid y la múltiple patología que se agrega. Las muertes de la pandemia han afectado mucho a los profesionales y personal de la salud. Una cosa es que de vez en cuando te toque la muerte de un paciente, pero otra cosa que te toquen cuatro en cada turno. No hay coraje que aguante. Yo lo he conversado con médicos y estudiantes de Medicina que me dicen está bien, pero cuando se mueren tantos pacientes en el turno no tengo cuero para eso. Hay un tema de efecto de salud mental en el personal cuidador. Se ha hecho lo mejor posible, sí. Una alumna mía tenía un paciente que estaba sumamente afectado, un hombre mayor, se movía de lado a lado, no hablaba con nadie y cuando hablaba era puro reclamo. Ella lo atendió, lo controló y lo miró. Tomó una silla, se sentó a su lado, le tomó la mano y le dijo tienes la mano fría. Y él le contestaba apretando la mano. Ese contacto fue un rato de comunicación efectiva, y el paciente cambió. Entonces estos son signos de actitudes. Ahora, yo insisto en que esto lo tiene que pensar toda persona. Un adolescente al que se le muere un amigo en un accidente tiene que aprender de esa situación y adquirir una posición frente a la fragilidad humana, una posición frente al hecho de ser mortal.

En el caso de su señora, ¿tuvo la oportunidad de conversar con ella sobre el final de su vida?

Muchas veces, porque ella tuvo una enfermedad larga, párkinson, y llegó a estar dependiente de cuidadoras permanentemente. Ella escribió con la letra mala del párkinson un documento estableciendo sus preferencias. Decía esta vida que llegó a ser tan dependiente no la quiero así. Por lo tanto, si tengo una enfermedad grave, no quiero tratamiento, porque no quiero que me prolonguen esta calidad de vida. Se lo entregamos a su médico y sus tratantes tenían conocimiento. Eso es lo que se llama un documento de voluntades anticipadas y en el epílogo del libro lo aterrizo.

Ciertamente, el doctor Beca no plantea obsesionarse con la muerte, sino reflexionar y abordar el tema. “Con la persona con la cual uno vive y comparte la vida, lo lógico sería decir cómo quiero que termine esta historia. Cada uno tiene una respuesta distinta. Si tiene 15 años, 45 o más de 80, la respuesta será distinta, obvio, pero tiene que haber una respuesta. Yo valoro la calidad de vida y ser capaz de comunicarme con los demás por sobre la cantidad de vida. Por lo tanto, no me metan en cuidados intensivos si tengo una enfermedad incurable. No me hospitalicen si tengo una enfermedad incurable, porque me gustaría terminar en mi casa. En la Clínica Alemana actualmente me reúno con familias y siempre les digo aquí se trata de establecer qué es lo mejor para esta persona, con nombre. Rápidamente dicen no queremos que sufra, y eso ya es un cambio. Porque otra cosa sería que dure más. Entonces, pongámosle otro tipo de ventilación mecánica para que en vez de demorarse dos días se demore 20 días, 20 días de sufrimiento. Eso ocurre muy frecuentemente y es lo que llamamos el empecinamiento o la obstinación terapéutica”.

Ud. distingue la idea del buen morir de la muerte digna. ¿Por qué?

Puede ser sinónimo. Lo que pasa es que la muerte digna se ha utilizado como un lema en favor de la eutanasia. Y no es que yo tenga una oposición radical, absoluta y fanática en contra de la eutanasia. Creo que puede ser una alternativa respetable en algunas condiciones. Pero la palabra dignidad, como adjetivo, se usa para ceremonias, para describir cargos, la dignidad del cargo de ministro, de presidente. Pero esto es morir bien y tiene que ser algo que cada uno conteste para sí mismo. El proyecto de ley de eutanasia chileno se llama De muerte digna, y no es eso. Muerte digna es morir de acuerdo a tus valores, respetado, querido y atendido, con control de síntomas y sin ninguna forma de abandono, cumplidas tus necesidades afectivas, espirituales y religiosas: eso es morir bien.

¿Cómo se plantea usted frente a la eutanasia?

Creo que es un tema que tiene condiciones. Yo lo he conversado con médicos holandeses. No se trata de que me siento enfermo y quiero morir; se trata de que otro te quite la vida, bajo varias condiciones. La primera es que tú lo hayas pedido, tienes que tener capacidad de análisis y decisión. Tienes que tener una enfermedad terminal incurable, y un sufrimiento que con el mejor cuidado paliativo no se logra superar. Eso hace que las muertes por eutanasia sean muy pocas, dos por ciento de las muertes en los países que tienen legislado esto. Ahora, eso tiene un costo emocional para el médico que lo hace y que se ha estudiado muy poco. Yo se lo pregunté a un médico de familia holandés. Me dijo lo hago poco, sólo a mis pacientes, pero me afecta cada vez más y estoy pensando no hacerlo más.

El caso de Manuel Almeyda, exsecretario del Partido Socialista, fue conocido: un médico que pidió la eutanasia y finalmente decidió no alimentarse. Se trataba de una persona que sufría y que había reflexionado su decisión.

Sí, no lo conocí, pero sé que era una persona maravillosa y estaba en malas condiciones, lúcido y muy deprimido. Y pidió eutanasia sabiendo que no era posible. No es lo mismo pedirla sabiendo que es posible. No estoy calificando intenciones, pero no es lo mismo pedir un imposible que pedir algo que está legalizado y a la mano. Él decidió no alimentarse más, que es una actitud frecuente en personas terminales. Habitualmente se les alimenta por sonda, pero para una persona agónica no tiene sentido. Lo que necesita un agónico es no tener dolor. El doctor Almeyda se fue apagando de a poco, 10 días o algo así. Y eso no es un suicidio, porque hay una diferencia muy importante: la diferencia entre producir la muerte y permitir la muerte. El enfermo terminal incurable que pide que no le prolonguen artificialmente más la vida lo que pide es permitirle la muerte. No se provoca la muerte, se permite. Y eso es lo que yo digo: hay que permitir la muerte.

¿Usted no es partidario de que exista una ley de eutanasia en Chile?

No, no soy partidario. Pero no por oponerme en forma absoluta a la eutanasia; creo que es inconcebible que alguien pida eutanasia porque no tuvo acceso a cuidados paliativos de excelencia. En Chile tenemos una ley de cuidados paliativos para pacientes de cáncer y recién se acaba de promulgar una ley de cuidados paliativos universales. Que alguien pida eutanasia porque tiene mucho dolor y no ha tenido acceso a morfina o analgésicos de calidad no tiene sentido. Mientras no haya ese acceso de excelencia a los cuidados paliativos para toda persona en condición terminal, creo que no es el momento de abrir la puerta a la eutanasia. Si ese acceso realmente está en la práctica, no solo en el papel, y en los centros de atención primaria que atienden salud cerca del domicilio, y todo ese cuidado se le otorga y la persona insiste en la eutanasia, entonces tal vez puede ser.

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