La caída del padre Kentenich

Kentenich

Seis días antes de que el movimiento de Schöenstatt celebrara los 110 años de la ordenación sacerdotal de su fundador, José Kentenich, una carta de una historiadora remeció a los fieles. En la misiva se exponía un hecho desconocido por la gran mayoría: una denuncia de abuso sexual. La publicación ahora amenaza el legado de un hombre que es considerado un santo.


E n la diócesis de Tréveris, en Alemania, hay 80 cajas que se han preparado para ser enviadas al Vaticano. Cada una de ellas guarda más de 32 mil documentos; un total de 100 mil páginas. Todo ha sido recopilado de 110 archivos eclesiales. Cada uno de esos papeles se ha ordenado cuidadosamente desde el 10 de febrero de 1975. En estos 45 años, todos los documentos han servido para indagar la vida del sacerdote alemán José Kentenich (1885-1968), el fundador del Movimiento Apostólico de Schöenstatt, en el marco de su proceso de beatificación.

Todas esas certezas, de un día para otro, se transformaron en un mar de incertidumbres. La semana pasada, la historiadora Alexandra von Teuffenbach, basándose en documentos secretos del pontificado de Pío XII liberados en marzo, publicó una carta revelando una denuncia de abuso sexual que habría sufrido una monja mariana en 1948 por parte de Kentenich. La historiadora -quien llegó a los archivos por estar investigando al jesuita holandés Sebastian Tromp- cuestionó la figura del fundador de este prestigioso movimiento católico, que en Chile está dentro de los más influyentes, pues controla varios colegios y ha logrado construir una importante relación con la élite.

El movimiento de Schöenstatt en Chile resintió el golpe. La carta revivió las denuncias contra el exarzobispo Francisco José Cox -dimitido del estado clerical- y también las acusaciones por presunto encubrimiento que pesan sobre el exarzobispo de Santiago Francisco Javier Errázuriz. Ambos son de sus filas.

Su primera reacción fue decir que los hechos expuestos en la carta no eran nuevos. Pero, en realidad, nunca han visto los archivos que Von Teuffenbach alcanzó a revisar en Italia antes de que explotara la pandemia, ya que ese archivo era secreto.

Una biografía parcelada

Los problemas que tuvo Kentenich con la Iglesia no son novedad. Esa es una larga historia que incluye tres visitaciones realizadas por el Santo Oficio, la antecesora a la Congregación para la Doctrina de la Fe. De trasfondo hay conflictos de poder con la curia diocesana alemana, un contexto eclesial previo al Concilio Vaticano II, reparos de la comunidad de los palotinos a la cual pertenecía Kentenich y peleas con las monjas marianas que derivaron en un grupo disidente a su figura.

Uno de los visitadores más severos contra Kentenich fue Tromp. Luego de recibir los comentarios de algunas monjas, concluyó que la relación de Kentenich era autoritaria y anulaba a las religiosas, generando situaciones que podían propiciar abuso de conciencia.

Esos hallazgos lo llevaron a imponer una sanción en 1951. “Se le explicó a Kentenich que él no debía ver en estos procedimientos un castigo. Pero también se le dijo que si no se atenía exactamente a las disposiciones del Santo Oficio hubiera sido suspendido a divinis”, dice desde Roma Von Teuffenbach. Así fue como Kentenich estuvo 14 años en el exilio en Milwaukee, Estados Unidos. Fue apartado de su obra para no tener contacto con las monjas, sin embargo, varios integrantes del movimiento lo visitaban igual. Eso no se ocultó, sino que fue exhibido con orgullo. En Chile, las monjas, curas y matrimonios contaban de sus viajes a Estados Unidos y exponían las fotos de sus encuentros. Su ostracismo terminó en 1965: lo recibió el Papa Pablo VI y volvió a Alemania el 24 de diciembre, en lo que se denominó “el milagro de Nochebuena”.

Una exalumna del Colegio Mariano y exjefa de la juventud femenina del movimiento relata que la única historia que se les contó fue que el exilio se originó debido a que la Iglesia tenía reparos con la pedagogía de Kentenich y que sus ideas eran muy innovadoras, pero nada se dijo sobre abuso sexual.

Esto mismo plantea Ignacio Serrano, editor del libro Después del 31 de mayo: Una actualización del pensamiento de José Kentenich: “En los años 50 se rumoreaba que en Sudamérica existían hijos no reconocidos del fundador de Schöenstatt. En ese nivel de calumnias casi anecdóticas, se hablaba también de faltas en el área de la sexualidad. Pero nunca fue de público conocimiento que existieran acusaciones formales o documentadas sobre abusos”.

El sacerdote y director del Movimiento de Schöenstatt en Chile, Juan Pablo Rovegno, dice que detrás de esto nunca hubo una intención por ocultar la verdad. Él plantea que en el movimiento más bien hay “una falta de conocimiento objetivo y sistemático”, que esto no se hizo público debido a un resguardo a las denunciantes que siguieron en la comunidad y también porque las personas que han accedido a los documentos de la beatificación están sujetas a una promesa de sigilo. “Lo otro, que para mí es el elemento más determinante, es la falta de libertad y confianza para poder elaborar esto. Y eso claramente que me hace cuestionarme”, añade el sacerdote.

Serrano agrega: “Las generaciones anteriores, por cariño y admiración al fundador, privilegiaron un relato más épico sobre su persona, destacando su talante paternal, la originalidad de su carisma y las incomprensiones que recibió de parte de su comunidad religiosa -los palotinos- y de la Iglesia jerárquica. En ese relato fundacional, cualquier imperfección tenía su explicación de largo aliento o era considerada irrelevante”.

El sacerdote Patricio Moore, vocero de los curas de Schöenstatt en Chile, pidió perdón por lo que, a su juicio, fue un grave error en una reciente conversación por Zoom que tuvo con la rama de familias:

“Muchos de nosotros sabíamos y no tuvimos la valentía, en el momento oportuno, de poder dar a conocer todo esto. No hay excusas”.

Sacerdote Patricio Moore

La denuncia desconocida

Lo que más impactó al movimiento fue la existencia de una denuncia de abuso sexual. La religiosa alemana Doria Schlickmann contextualizó ese caso: “La hermana tenía un trastorno de ansiedad muy pronunciado con respecto a su apariencia física y, por lo tanto, trató desesperadamente de ocultar sus formas femeninas lo más posible”.

El abogado Cristóbal Gutiérrez es exseminarista y hoy, alejado del movimiento, recuerda lo que se decía de aquella religiosa. “Nos relataban que era una hermana media traumada, porque tenía las pechugas grandes y que el padre le decía ‘usted no tiene que hacerse cargo de sus pechugas, démelas a mí y yo me hago cargo de ellas’. Nos contaban que era una forma de liberarla de esa carga”, dice Gutiérrez.

Von Teuffenbach rechaza esa visión. “Las monjas que colaboraron con los dos visitadores y los padres que dieron su testimonio fueron declaradas enfermas mentales (o de otras enfermedades) en las cartas de protesta que fueron enviadas al Papa contra Tromp. Se puede hablar de una forma de ‘patologización’ de quienes no eran fieles a Kentenich. O estaban enfermos, o eran malos, o estaban poseídos por el demonio”, comenta.

Todos los escritos que abordan estos temas, como por ejemplo la Apología Pro Vita Mea, en donde Kentenich responde a las imputaciones que se le hicieron, no están traducidos al español, pese a que en Chile el movimiento es dueño de la Editorial Patris.

La revisión histórica

El sacerdote chileno Eduardo Aguirre, quien está oficiando como postulador oficial de Kentenich para su beatificación, en una conversación por Zoom que tuvo con las familias del movimiento en Ecuador, descartó que el fundador hubiese tenido un castigo, juicio o sentencia en su contra y que su exilio solo fue una medida administrativa. “No hay acusación de abuso sexual”, respondió ante las consultas, agregando que confía en que este episodio impulsará aún más el proceso de beatificación.

El Instituto de Hermanas de María en Chile, en tanto, comenta a este medio que les apremia reafirmar su “mejor disposición a contribuir para esclarecer la situación”. Además, declaran que “transmitimos la historia así como la sabíamos y en estos temas delicados siempre debe hacerse de manera respetuosa con las personas implicadas, pero sin faltar a la verdad”.

Finalizan diciendo que “en vida del fundador no se comprobó que hubiera un delito que mereciera sanciones penales”.

Otro sacerdote que también defiende a Kentenich es el cardenal Errázuriz. Alejado de la primera línea, el exarzobispo de Santiago no quiso guardar silencio:

“La señora Von Teuffenbach sólo conoció la primera parte de la investigación, aquella que contenía acusaciones, pero no conoce la conclusión. La Congregación para la Doctrina de la Fe remitió la causa a su cauce normal, a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, sin imponerle prohibición alguna al padre Kentenich”.

Cardenal Francisco Javier Errázuriz

Esta semana, la diócesis de Tréveris convocó a una comisión de historiadores que revisará los nuevos documentos. Mientras, Von Teuffenbach se alista a publicar los decretos que, asegura, respaldarán su carta: “Ciertamente que el padre Kentenich escribió cosas interesantes y seguramente hizo cosas buenas, pero no querría absolutamente que fuera considerado como ejemplo de vida cristiana. Espero que el movimiento de Schöenstatt sea honesto al documentar la vida de su propio fundador”.

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