La historia del mural perdido de Mario Carreño que revive en el GAM 50 años después

Juan Campos, discípulo de Mario Carreño, y su esposa Cecilia Aguilera; Mariana Carreño, hija del artista y el curador Julio Herrera, junto al nuevo mural.

En 1972 el artista chileno cubano entregó la obra Manifiesto Fraterno al edificio de la Unctad III. Tras el Golpe militar esta desapareció con otras 17 creaciones de artistas como José Balmes y Roser Bru. Ahora el mural, con su diseño original, renace en manos de su discípulo Juan Campos. La obra recuperada será emplazada en el hall central del GAM.


Cuando Mario Carreño le enseñó el dibujo del mural que había diseñado para el edificio de la Unctad III, su ayudante y alumno Juan Campos pensó en una imagen de la historia del arte: “Es como La Última Cena”, le dijo. El artista chileno nacido en Cuba había dibujado una mesa rodeada de plantas verdes, frutas y figuras femeninas con cabezas en forma de copa y una guitarra al centro. En colores tenues y líneas geométricas, al fondo de la escena se distingue el cielo iluminado.

-No, Juan, no es La Última Cena; es la primera cena, es para iniciar una nueva forma de vivir -le dijo el artista.

Mario Carreño (1913-1999) fue uno de los 35 artistas convocados por Eduardo Martínez Bonatti, asesor del comité de arquitectos a cargo de la construcción del edificio de la Unctad III, hoy sede del Centro Cultural Gabriela Mistral (GAM). La construcción fue un hito arquitectónico y se realizó en tiempo récord: 275 días.

Mario Carreño en su taller. Foto: Fundación Mario Carreño.

El 22 de abril de 1972 el Presidente Salvador Allende inauguró la tercera reunión de la Unctad (Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo) en un flamante edificio, en medio de la Alameda, con salas de reuniones y conferencias, y capacidad para tres mil delegados.

El edificio contaba entonces con 35 obras de los más renombrados artistas chilenos, creadas especialmente: murales, esculturas, un vitral y arpilleras de Roberto Matta, Nemesio Antúnez, Roser Bru, Gracia Barrios, José Balmes, Carlos Ortúzar, Mario Carreño y Mario Toral, entre otros.

El mural de Mario Carreño en el edificio de la Unctad III.

Tras el Golpe de 1973, cerca de 20 obras fueron destruidas o desaparecieron. A inicios de 2001 se recuperó un tapiz de grandes dimensiones de Gracia Barrios, Multitud III, que se encontró en una casa de empeños. En 2021, Guido Girardi entregó el mural de arpilleras de las bordadoras de Isla Negra: según contó, lo compró en los años 80 en el Persa Biobío, desconociendo su historia.

Aún hay una quincena de obras desaparecidas, entre ellas los trabajos de Mario Carreño y Mario Toral. Pero ahora, 50 años después, ambos murales son recreados y regresarán al GAM en abril.

-Es como una resurrección -dice Juan Campos, discípulo de Carreño, quien trabajó en la obra original y guardaba los bocetos.

-Mario diseñó el mural, pero yo fui quien realmente lo hizo -agrega-. En esa época lo confeccionamos como pudimos, en tela, no como él quería. Y ahora, por fin, pude hacerlo como él pensó y va a quedar en resguardo del Centro Cultural Gabriela Mistral para las nuevas generaciones.

Arte y arquitectura

Dicen que fue un encuentro virtuoso. La recreación del mural Manifiesto fraterno era un proyecto de la Fundación Mario Carreño que preside su hija Mariana y que tiene a Juan Campos de vicepresidente y curador experto. Y se activó a mediados de año, cuando tuvieron un encuentro con Felipe Mella, director ejecutivo del GAM.

-Yo les comenté que queríamos recuperar la obra de Carreño -dice Mella-. Su ayudante, Juan Campos, conservaba los bocetos originales. En la época de la Unctad, Carreño no pudo hacer el mural como quería, no estaban los colores de pinturas disponibles y tuvo que hacerlo en tela. Ahora podíamos hacerlo como era su deseo y devolverlo al GAM.

La recuperación forma parte de uno de los ejes de la institución, de poner en valor su colección de arte. En los últimos años se ha hecho una museografía, se han restaurado, recuperado y recreado obras.

Los peces de mimbre, por ejemplo, que son una obra emblemática, volvieron al hall como réplicas. Las figuras originales realizadas por Alfredo Manzano, Manzanito, desaparecieron tras el Golpe. Y las que se exhiben actualmente son obra del artesano Julio Rodríguez.

El pez de Manzanito, recreado por el artesano Julio Rodríguez.

El cuarto mundo, una escultura de Carlos Ortúzar emplazada frente al edificio de Villavicencio, también se cuenta entre el patrimonio perdido. Pero en 2019, gracias gestiones del GAM, Bienes Nacionales y la Bienal de Artes Mediales, fue recreada y reinstalada en su ubicación original.

La escultura original de Carlos Ortúzar desapareció tras el Golpe. En 2019 se instaló una réplica.

-Este edificio fue pionero en la idea de unir y hacer dialogar arquitectura, arte y espacio público. Para nosotros es muy importante rescatar la colección y darla a conocer -dice Mella.

El gestor de la idea original fue el artista Eduardo Martínez Bonatti, quien convenció a la comisión de arquitectura a cargo de la construcción del edificio de integrar obras de artistas chilenos. Hasta Roberto Matta se entusiasmó y entregó dos lienzos: Hagamos la guerrilla interior para parir el hombre nuevo y Fango original, ojo con los desarrolladores. Ambas sobrevivieron al Golpe: la primera es parte de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes y la segunda pasó al acervo del Museo de la Solidaridad.

Trabajo en equipo

Mariana Carreño era una niña y sus ojos apenas superaban el nivel de la mesa donde trabajaban su papá y su ayudante, pero aún lo recuerda.

-Trabajaron contra el tiempo y con los materiales que tenían disponibles. Decidieron hacerlo en tela de lana. Otros artistas también trabajaron en tela. Me acuerdo cuando pasaban el dibujo y después cuando cortaban las figuras. Imagínate lo difícil que era. La obra de mi papá es de líneas muy pulcras, muy limpias, con curvas. Quedó espectacular, pero no era lo que soñó. Ahora lo veo terminado como él quería y es muy bello -dice.

Juan Campos comenzó su trabajo de más de 30 años con Mario Carreño precisamente con este mural. Cuando el artista recibió el encargo, convocó al que era entonces su mejor alumno.

-Ahora que Juan le dé vida a la obra como lo quería mi papá es un cierre muy bonito -dice Mariana Carreño.

El pintor no oculta su emoción al revivir la obra, que para Mario Carreño tenía un sentido especial. Ya era un artista de reconocida trayectoria y vivía una época feliz, cuenta Juan Campos:

-De este mural salieron después muchas obras de Carreño. Muestra una mesa con mujeres que esperan, que esperan el Chile que venía. Las mesas son importantes en su obra, porque en ellas no solo se come, se conversa, se recibe a los amigos, se firman acuerdos. En el mural se ven frutas, una guitarra, representa la alegría de vivir. Por eso se llama Manifiesto fraterno, porque es una invitación a un mundo solidario, como era él, una persona muy preocupada de los demás. Y que ahora renazca es muy importante, porque es un patrimonio para el país.

El mural de Carreño convivía con un entorno de diseño futurista y colorido.

Juan Campos recuerda el entusiasmo y el orgullo que sentían de entregar el mural para el edificio de la Unctad III . Al igual que los mil obreros que levantaron el proyecto, trabajaron contra el tiempo. Y recibieron una paga idéntica a la de un maestro calificado, recuerda.

-Fue un proyecto de participación total. Los artistas ganaban igual que un obrero de terminaciones y fue una forma de dignificar el trabajo de los obreros. El Presidente Allende estaba dando inicio a una nueva forma de hacer sociedad, más fraterna, y nosotros nos sentíamos parte de eso.

De 2,5 por 6,5 metros, el mural cubría la pared de una sala de reuniones del edificio y compartía espacio con la obra de Mario Toral, en la que se encuentra trabajando actualmente.

La obra de Mario Toral también desapareció. Ahora trabaja para recrearla.

Artistas y obreros trabajaron hasta última hora la noche previa a la inauguración, en abril de 1972. Con un diseño sofisticado y futurista, la sede de la Unctad III abrió con una muestra sobresaliente de lo mejor del arte chileno. Un año más tarde, después el Golpe, la mayoría de las obras desaparecieron.

-Fue un momento muy sombrío. Después del Golpe él empezó a pintar parejas rotas entre piedras y volcanes. Conversamos mucho con Mario Carreño. Quisieron destruir la cultura, pero el espíritu del arte no muere -dice Juan Campos.

Obra viva

Aún se desconoce el destino de una gran cantidad de obras que eran parte de la colección del edificio de la Unctad: los murales de Balmes, Eduardo Vilches y Germán Arestizabal, el tapiz de Roser Bru, una escultura de Rodolfo Opazo y otra de Samuel Román, entre ellas.

La imagen central del mural de Balmes era el rostro del Che Guevara, con un verso del Canto general de Neruda (del poema La tierra se llama Juan): “Le cortaron las manos y hoy golpea con ellas”. Como narró Yenny Cáceres en revista Qué Pasa, Balmes sospechaba que fue destruido por los militares.

También temían que el tapiz de Gracia Barrios había sido saqueado: existía la versión de un exfuncionario que aseguraba que la obra fue dividida en pedazos. Pero en 2001 la tela de 8 por 2 metros fue hallada por Carlos Leppe en un remate de cachureos. Hoy se conserva en el Museo de la Solidaridad.

En 2021 Guido Girardi entregó la arpillera de las bordadoras de Isla Negra al GAM.

La pinacoteca de calle República postuló también a quedarse con la arpillera de las bordadoras de Isla Negra cuando apareció: según relató, Guido Girardi compró la tela de 7 por 2,20 metros en el persa sin saber su origen cuando era estudiante universitario. Se enteró de la historia después de ver el documental Escapes de gas, de 2015, que relata la construcción del edificio. Y en 2019 lo entregó al GAM.

-La obra fue restaurada y hoy está de gira. En marzo parte a la Bienal de Venecia -cuenta Felipe Mella.

Sobre el destino del mural de Carreño tras el Golpe no hay certeza. Algunas versiones sugieren que está en manos de privados, pero desde la fundación prefieren no ahondar en el tema.

-Son versiones, realmente no lo sabemos. Lo importante es que la obra de mi padre vuelve a vivir -dice Mariana Carreño.

-Esta es la obra original, como Mario Carreño la quería -agrega Juan Campos-. Yo siento que es como hallar una obra viva o una resurrección, y me siento muy honrado de haber podido responder a su sueño.

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