Como Mata Hari, la bailarina exótica y espía holandesa que trabajó para las fuerzas prusianas durante la Primera Guerra Mundial, la vida de Marita Lorenz estuvo repleta de episodios donde la verdad cuelga de un delgado hilo. Su "carrera" fue de película: amante de Fidel Castro, a quien luego intentó matar por órdenes de la CIA; también fue pareja del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, con quien tuvo una hija; durante años insistió en que fue testigo del supuesto complot que terminó con la vida de John F. Kennedy en 1963; juró que conoció a los protagonistas del caso Watergate y contó una y mil aventuras de la época en la que espió a diplomáticos soviéticos para el FBI. Al menos la mitad de todas estas historias están documentadas y en registros oficiales, pero la otra parte carece de corroboración y ha sido imposible confirmarla. "Sí, fui testigo, testigo y algo más, de acontecimientos que marcaron la vida política de la segunda mitad del siglo XX", señaló en su autobiografía. Lorenz falleció el 31 de agosto en Alemania. Tenía 80 años y muchos secretos que contar.

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Marita Lorenz en una playa en Cuba, en 1959.[/caption]

"Siempre estuve destinada a estar sola y no sé por qué", apunta Lorenz en su libro Yo fui la espía que amó al Comandante. Y de alguna manera tiene razón. Ilona Marita Lorenz nació en Alemania el 18 de agosto de 1939, días antes de la invasión a Polonia que dio inicio a la Segunda Guerra Mundial. Su padre era capitán de un barco y su madre, una actriz estadounidense. Incluso, el momento de su alumbramiento en la ciudad de Bremen fue una tragedia, ya que su hermana gemela no resistió las secuelas del feroz ataque de un pastor alemán de un oficial de las SS, que hostigó a su madre solo por atenderse con un médico judío. Su hermana iba a llamarse Ilona y ella, Marita.

Al comienzo de la guerra, su madre, Alice Lofland -de alto glamour y que siempre olía a Chanel N°5- rescató a dos soldados aliados y luego fue reclutada por la resistencia francesa. Por esa razón los nazis la capturaron y la enviaron junto a Marita, de cinco años, al campo de concentración de Bergen-Belsen. La pequeña Marita y su madre lograron sobrevivir, pero poco después del final de la guerra fue violada por un sargento estadounidense. Tenía apenas siete años.

Con el objetivo de dejar atrás los recuerdos de la Segunda Guerra, la familia Lorenz se mudó a Manhattan. En Nueva York, Alice Lofland trabajó para la inteligencia estadounidense, mientras que su padre se convirtió en capitán del crucero Berlín. El 28 de febrero de 1959, dos meses después del triunfo de la Revolución Cubana, ese buque atracó en la bahía de La Habana. En una entrevista con Vanity Fair publicada en 1993, Lorenz recordó que desde el crucero divisó a 27 barbudos, vestidos con uniforme verde olivo. En un comienzo les habló en alemán y el más alto del grupo respondió: "¡Quiero subir al barco!". "¿Quién eres tú?", preguntó la joven, de 19 años. "Soy Cuba. Soy el comandante Fidel Castro", le dijo el líder revolucionario, mientras disfrutaba un puro.

"Mi primer beso"

"Le enseñé el barco, desde la sala de máquinas a la primera clase. Él me preguntó dónde estaba mi camarote. Una vez allí, tras abrir la puerta, me empujó al interior, me atrajo hacia sí y me abrazó. Ese fue mi primer beso con un hombre", contó en una entrevista con Paris Match. "Estaba subyugada. ¡Fidel desprendía una fuerza seductora enorme! No llegamos a hacer el amor, pero casi. Inmediatamente sentí ganas de volver a verlo", agregó Lorenz, quien en esa ocasión también conoció a Ernesto "Che" Guevara.

Después de unos días en la capital cubana, Lorenz y su padre regresaron a Nueva York. No pasó mucho hasta que un día sonó el teléfono y era el propio Fidel al otro lado de la línea. Luego, Castro envió un avión para buscar a Marita. En esa época, el comandante cubano aún mantenía relaciones con Estados Unidos y al menos en público no pronunciaba palabra alguna sobre comunismo.

Pronto la joven se encontró nuevamente en La Habana. Tras su arribo al aeropuerto fue escoltada hasta el Hotel Hilton -rebautizado en 1960 como Habana Libre-, donde Castro ocupaba un piso completo. Ahí pasó los siguientes siete meses. "Estaba aterrorizada, pero al mismo tiempo muy excitada", contó tiempo después. Ambos ocupaban la suite 2408. "Hicimos el amor desde el primer día", reveló a Paris Match. Incluso, Lorenz contó que en abril de 1959 acompañó a Fidel en su viaje a Estados Unidos, aunque el Presidente Dwight D. Eisenhower se negó a recibirlo y debió confirmarse con una cita con Richard Nixon, entonces vicepresidente. "El viaje fue un desastre y Nixon fue bastante grosero con él", afirmó a Vanity Fair.

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Con uniforme del Movimiento 26 de Julio.[/caption]

Durante el viaje, la joven descubrió que estaba embarazada y es aquí donde su historia toma un curso algo inverosímil. "¡Un bebé alemán-cubano!", le habría dicho Fidel. Tras su regreso a Cuba, su vida dio un giro inesperado. En mayo de 1959, Marita conoció a Frank Sturgis, un estadounidense que había tenido conexiones con la mafia y el régimen de Batista, pero que había quedado "fascinado" con la lucha revolucionaria, al punto que estuvo junto a Castro en la Sierra Maestra. Tiempo después se supo que Frank Sturgis era un doble (o triple) agente que en 1961 entrenó a exiliados cubanos para la invasión de Bahía de Cochinos.

En varios encuentros, Sturgis comenzó a ganarse la confianza de la joven, aunque Castro le ordenó que se mantuviera alejada de "ese americano". Para calmar el ímpetu de Sturgis, Marita solía pasarle papeles que Fidel botaba y así el agente quedaba contento. Ambos estaban en eso cuando en octubre Lorenz bebió un vaso de leche y cayó desplomada. Entonces tenía siete meses y medio de embarazo, y fue llevada al hospital. Cuando se despertó, Castro no estaba por ningún lado, pero sí el comandante Camilo Cienfuegos, quien le comunicó que todo estaba en orden, pero que había sufrido un aborto y debía irse.

En cuestión de horas, Marita Lorenz estaba de vuelta en Manhattan, donde fue ingresada a un hospital. "Me dijeron que había sufrido un aborto, pero el ginecólogo de Nueva York me habló de un parto provocado. Lo del aborto era falso. El embarazo estaba casi a término y mi hijo nació cuando yo estaba en coma en Cuba. Es un chico. Creció allí y se llama Andrés Vázquez", contó años después.

"Santa patrona de las teorías conspirativas"

Según documentos del FBI de diciembre de 1959, Lorenz admitió que había sufrido un aborto espontáneo y en enero de 1960 dijo que Jesús Yanes Pelletier, ayudante de Castro, le había dicho que Fidel estaba negando el embarazo y que Pelletier era el responsable. Ann Louise Bardach, quien retrató a Lorenz en Vanity Fair, describe a Marita como la "santa patrona de las teorías conspirativas". Y sobre el supuesto hijo que tuvo con el líder cubano, afirma: "Ella tuvo una aventura con Fidel, pero nunca tuvo un hijo con él, sino que quedó embarazada de su guardaespaldas Pelletier".

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Lorenz en una imagen reciente.[/caption]

Tras recibir el alta médica, Lorenz se unió a un grupo de anticastristas comandado por Sturgis, quien a esas alturas ya estaba instalado en Miami. Según ella, funcionarios del FBI le contaron horrores sobre el castrismo y por eso se cambió de bando. Así, fue contactada por la CIA, aunque no se sabe si de manera directa, y recibió entrenamiento para la llamada Operación 40. En ese marco, según ella, conoció a un tal "Eduardo". Años después se dio cuenta de que Eduardo en realidad era E. Howard Hunt, agente de la CIA que diseñó el robo en el complejo de oficinas Watergate que le costó el puesto a Nixon en 1974. A su vez, Sturgis fue uno de los "ladrones" que entraron al complejo.

En diciembre de 1959, Lorenz realizó una breve visita a La Habana y semanas después volvió con una misión especial: concretar la Operación 40 y matar a Castro. Para aquello, el grupo anticastrista le entregó dos pastillas mortales que guardó en una caja de cremas. Cuando se reencontró con Fidel, en el hotel de costumbre, se dio cuenta de que no podía hacerlo.

-Oh, mi pequeña alemana, le dijo Castro al verla. ¿Por qué te fuiste tan rápido (de Cuba)? ¿Estás relacionada con esos contrarrevolucionarios de Miami?

-Sí, respondió Marita. Castro se veía agotado.

-¿Viniste a matarme?, preguntó el líder cubano, mientras encendía un puro y se echaba en la cama.

-Sí. Quería verte.

-¿Trabajas para la CIA?

-Trabajo para mí.

-Nadie puede matarme, le dijo Castro, quien incluso le pasó su revólver calibre 45.

"Solté el arma y me sentí liberada", dijo Lorenz a París Match. Luego hicieron el amor y no se vieron más.

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Raúl y Fidel Castro, junto a Camilo Cienfuegos, en la Sierra Maestra en marzo de 1957. Foto: AP[/caption]

El asesinato de Kennedy

Horas después, Marita estaba de vuelta en Miami. No pasó mucho hasta que volvió a involucrarse en acciones clandestinas y ahondó su relación con la mafia de Miami y neoyorquina. Ella misma contó que se convirtió en una "party girl" y que en ese momento conoció a Marco Pérez Jiménez, con quien tuvo una hija. En 1962 volvió a un campo de entrenamiento en Florida y fue ahí cuando, según ella, tuvo contacto con Lee Harvey Oswald, sindicado como el autor del asesinato de Kennedy. Y también con otros implicados en el supuesto complot contra JFK, como Guy Banister, David Ferrie y Jack Ruby. Fue este último quien mató a Oswald, dos días después del magnicidio.

Por sus conexiones con este grupo, Marita Lorenz tuvo que declarar en 1977 ante un comité del Congreso a cargo de la investigación del asesinato de Kennedy. "Hubo un complot para matar al Presidente", señaló Lorenz, quien denunció a Sturgis por intentar matarla. Fue en ese momento cuando toda la historia de la "pequeña alemana", como la llamaba Fidel, salió a la luz.

Muy poco después, en 1981, ocurrió otro vuelco. Según Lorenz, se las arregló para volver a La Habana y a regañadientes fue recibida por el propio Fidel: "Le supliqué que me presentase a nuestro hijo. Entonces abrió la puerta y apareció Andrés. Se parecía a su padre. Sus manos y su rostro eran idénticos. Le di los regalos que le había llevado. Me dijo que estudiaba Medicina. Mientras, yo no paraba de llorar".

En los 90 ya las acciones de Lorenz pasaron al olvido y terminó viviendo en apartamentos diminutos en distintas ciudades de EE.UU., junto a una gata, una tortuga y un pez naranja.

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Robert y John Kennedy, en mayo de 1963.[/caption]