La pandemia de los ludópatas juveniles

ludopatas juveniles
La pandemia no fue el único gatillante que tuvieron que sortear los ludópatas. En 2022 se sumó la Copa del Mundo de Qatar, sostiene la psicóloga Ángela Carmona: “Vimos un alza fuertísima en los casos. Tengo gente en terapia que nunca antes se había metido en las apuestas deportivas. Los comerciales en la tele eran muchos, de varias casas y en todos los partidos”.

La adicción al juego dejó de ser un problema de personas mayores. El auge de las casas de apuestas online, el encierro por el Covid e, incluso, eventos deportivos como el fútbol, han cambiado el perfil. Hoy, el 70,4% de los jugadores problemáticos en Chile son hombres de entre 18 y 40 años. Andrés, de 25 años, es uno de ellos.


Andrés (25) está sentado en un café en Providencia, sorbeteando un jugo de frambuesa. Se le nota un poco nervioso: está a punto de reabrir un episodio de su vida que le resulta incómodo y que aún no cierra. Por eso, prefiere mantener su nombre en secreto.

Él, un joven de La Granja, está asistiendo a terapia por una adicción que en su casa no entienden. Andrés es ludópata. Sólo que, al revés de muchos casos de adicción al juego, no tiene antecedentes de riesgo. Viene de un hogar normal, vive con sus dos padres y sus dos hermanas. Nadie en su casa sufre adicciones.

El único evento traumático que recuerda en su vida fue el acoso que recibió en el colegio.

“Me hacían bullying por cualquier cosa -cuenta-. Sobre todo por mi apariencia física. Esto me llevó a ser una persona muy tímida, desconfiada. Me daba pánico estar en público o hacer presentaciones”.

Como consecuencia de esto, dice Andrés, desarrolló una depresión que lo llevó a aislarse. Tenía 10 años.

Fue entonces que pasó: un día, caminando por su barrio con su padre, entraron a jugar a un casino clandestino. Echaron un par de monedas por diversión y se fueron.

El descubrimiento lo marcó para siempre.

“Al principio me gustó la sensación de ganar dinero. Pero luego empecé a ir más seguido, después del colegio -recuerda-. Cuando no quería pensar en nada, o cuando tenía un problema, iba a apostar. Muchas veces no iba por ganar plata: me calmaba jugar”.

Andrés jugaba la poca plata que tenía: tres mil pesos diarios. Pero nada de eso logró hacerlo sentir mejor. En tercero medio, cuenta, empezó a hacerse daño: “Me cortaba. También pensé en suicidarme. No lo intenté, pero me calmaba tomando pastillas”.

Al salir del colegio encontró su primer trabajo. Ganaba $ 500 mil haciendo inventarios a medio tiempo. Entremedio, se metió a estudiar una carrera relacionada a los negocios en un instituto. Seguía jugando a diario, pero encontró otros escapes: como ir a ver los partidos de Colo Colo.

Sólo que la pandemia lo cambió todo. Sin poder ir a jugar al local del barrio, revisando el celular una tarde de cuarentena le aparecieron varios anuncios: eran de una casa de apuestas online.

Eligió una: Coolbet. Solo le bastaron un par de minutos para registrarse y ya estaba jugando. Lo que lo maravilló fue la cantidad de opciones que había para apostar. Si en el casino del barrio había un puñado de máquinas, acá había miles de alternativas. Metió 10 mil pesos, apostó en deportes, jugó en el casino virtual y en las tragamonedas.

“Esa semana metí 10 mil pesos diarios. Luego, la siguiente metí 20 mil al día. Y de ahí, ya no paré más”.

Perder 15 millones en un día

El mercado del juego de azar -y la ludopatía, por consecuencia- ha tenido tres grandes etapas en el país, plantea el psiquiatra y académico de la UAI Daniel Martínez.

“Al principio había pocos casinos y estaban en pocas ciudades fuera de Santiago, por lo que para apostar había que viajar a otra ciudad. Por esto, era una actividad que la hacía gente de un nivel socioeconómico alto, mientras vacacionaba -detalla-. Luego proliferaron las máquinas clandestinas en los almacenes de los barrios del país, lo cual masificó el juego”.

Las cuarentenas por Covid alteraron ese perfil.

“Primero, el porcentaje de ludópatas -jugadores problemáticos- aumentó de un 2,2% el 2018 a un 8,3% el año 2022. Antes de la pandemia, el 53% de estos ludópatas eran mujeres independientes, sostenedoras de casa. Ahora, el 2022 vimos que el 70,4% de los ludópatas eran hombres jóvenes, entre 18 y 40 años”, explica Ángela Carmona, psicóloga de la Agrupación de Jugadores en Terapia (Ajuter).

Según ella, esto tiene que ver directamente con la llegada de las casas - o plataformas- de apuestas online.

Estas empresas, en su mayoría de origen europeo, comenzaron a llegar hace una década a Chile. Pero su masividad se potenció hace unos cinco años. No sólo por la variedad de juegos y promociones que ofrecen, sino que por lo accesibles que son. Para apostar no se necesita más que un dispositivo con conexión a internet.

Por lo mismo, cree Carmona, las casas de apuestas online son “una tormenta perfecta” para los ludópatas.

Este fue el principal gancho que cautivó a Andrés. Era mayo del 2020, en plena pandemia, y apostar ya era parte de su rutina diaria, apenas terminaba de estudiar y de trabajar. Pero lo que más lo cautivaba es que a veces ganaba dinero. Un día podía tener 100 mil pesos en la cuenta y al siguiente, $3 millones, asegura.

A pesar de ganar, no se retiraba. Y como apostaba cada vez montos más altos, las pérdidas también crecían. Su sueldo ya no alcanzaba a cubrirlo y empezó a tocar sus ahorros, que tenía destinados para comprar una casa: un sueño que tenía hacía años.

“Si me gastaba 100 lucas en un día, me iba a dormir pensando ¿cómo me gasté 100 lucas? Luego me decía ‘pucha, estuve tan cerca’. Y no podía dormir hasta que volvía a jugar para recuperar esa plata. Mi cerebro solo pensaba en seguir apostando”.

Durante ese 2020, Andrés gastó cuatro millones de pesos de sus ahorros apostando. Para recuperarlos, cuenta, vendió una moto. Todo ese capital lo volvió a meter al casino online hasta perderlo de nuevo. Dejar de jugar era demasiado difícil. Podía hacerlo en la micro, camino a su trabajo, en cualquier momento del día.

La psiquiatra de la Unidad de Adicciones UC Christus, Sofía Herrera, detalla que la adicción al juego es equivalente a las otras adicciones conocidas, como al alcohol o a las drogas.

“En los estudios de neurobiología se ha visto que los juegos de azar se parecen en su liberación de neurotransmisores, como la dopamina -que generan una sensación de bienestar- con el alcohol, la marihuana, la cocaína y las drogas en general”.

Ángela Carmona piensa que cualquier persona puede desarrollar una ludopatía. Aunque hay factores de riesgo, como tener antecedentes de familiares con adicciones, o tener ansiedad y depresión no tratada.

Andrés ya no podía dormir. Así que pensó en soluciones. Cuando descartó pedirle plata a su familia o amigos, sólo vio un camino. Y fue, dice ahora, un error:

“Abrí dos líneas de crédito, en el Banco Ripley y en el Falabella -relata-. Al principio me dieron un cupo chico, pero cuando vieron la cantidad de plata que movía, me aumentaron el cupo con dos clics. Llegué a tener más de un millón de pesos de cupo en cada banco”.

Con ese dinero se lanzó a apostar sin control, día y noche. Hay una de esas jornadas que no puede olvidar. Fue el día en que entendió que había perdido el control.

Partí jugando a las cinco de la tarde. Empecé con $ 200 mil. Jugué de todo: póquer, blackjack, máquinas. A las 10 de la noche ya había ganado $15 millones de pesos. Estaba contento: pensé en que iba a poder pagar mis deudas con esa plata. Cerré sesión, me fui a dormir y al día siguiente me sentí deprimido de nuevo”.

Las ganas de apostar no las podía controlar.

“Me angustié y me volví a meter a apostar. Empecé a perder y metí las ganancias para recuperar las pérdidas. Terminé perdiendo los $ 15 millones que había ganado en un día”.

La pelota y las apuestas

La pandemia no fue el único gatillante que tuvieron que sortear los ludópatas. En 2022 se sumó la Copa del Mundo de Qatar, sostiene Ángela Carmona.

“Vimos un alza fuertísima en los casos. Tengo gente en terapia que nunca antes se había metido en las apuestas deportivas. Los comerciales en la tele eran muchos, de varias casas y en todos los partidos”.

La forma en que se publicitan las casas de apuesta es vital para entender el problema, propone el psicólogo Eduardo Pino, de la Universidad de Magallanes: “Te ofrecen poder apostar no solo en todos los partidos, sino que en todos los deportes, a toda hora. Y lo otro es que incorporaron una palabra muy importante. Te dicen: ‘cobra tus ganancias’. Entonces, el enganche no es apostar, el enganche es ganar plata”.

Las casas de apuestas en línea en Chile operan aún en un marco sin claridad. Según la Superintendencia de Casinos de Juego, ya que la ley no las menciona expresamente, no están permitidas, aunque la última palabra sobre este asunto -sostienen- la tiene Fiscalía. Para esto, ya han notificado al Ministerio Público sobre 37 plataformas para que sean investigadas.

Carlos Baeza, el representante legal en Chile de las casas Betano, Betsson, Coolbet y Latamwin, confirma que el marco regulatorio para su funcionamiento aún está pendiente. Asimismo, afirma que están al tanto del problema de la ludopatía y que tienen procedimientos de autoexclusión de los jugadores problemáticos.

“Estamos empujando a través de un proyecto de ley poder establecer nuestro domicilio tributario en Chile. De esta forma -asegura-, entre todas las plataformas podríamos mantener una base de datos más robusta de estos jugadores, a través de una política nacional de apuesta en línea responsable”.

Según Andrés, a pesar de que trató algunas veces de cerrar sus cuentas, tenía que seguir una serie de formularios que le iban a tomar mucho tiempo. “Y claramente, como estaba enfermo, no los iba a realizar”, dice.

En medio de la pandemia conoció a quien hoy es su polola. Ella sólo sabía que él tenía depresión, pero ahora lo notaba realmente angustiado y temperamental.

Él evitó contarle hasta que un día, en enero del 2021, sin un peso, con todo el cupo de crédito reventado y sin maneras de conseguir más plata, decidió pedir ayuda. Llegó donde un psicólogo que lo derivó a Ajuter. Lo recibió Ángela Carmona, quien lo ha tratado desde entonces para que se rehabilite, con la ayuda de fármacos para poder dormir y controlar sus pensamientos depresivos: “El caso de Andrés es un caso que vemos con frecuencia. Incluso, ayudamos a otros más duros, que han perdido sus casas, su empresa y a su familia por el juego”.

Lo más difícil, dice Andrés, fueron los primeros dos meses sin jugar, después de años de apostar a diario. Además de las consecuencias físicas, como los temblores, su estado de ánimo estaba por el piso. Por las noches lloraba y se castigaba. “Pensaba: ¿Para qué seguir viviendo? Si ya estoy todo endeudado. Esto ya no tiene solución”.

Cuando cerró su cuenta en Coolbet, Andrés vio el total de lo que había apostado: $ 130 millones de pesos. Su pérdidas personales ascienden a $ 30 millones, estima: $ 10 millones de ahorros -la moto incluida-, otros $12 millones en créditos y $ 7 millones de sueldos.

Andrés admite que ha tenido varias recaídas. Principalmente, debido a que en varias plataformas online tuvo muchos problemas para autoexcluirse. Por lo mismo, las cuentas seguían abiertas. En la primera recaída le pidió tres millones a un jefe para saldar deudas, pero terminó apostando todo. La última fue en diciembre: pidió dos nuevos créditos por $ 700 mil, que también perdió.

Todo esto llevó a Andrés, con la sugerencia de sus terapeutas, a tomar una decisión clave: dejar de manejar dinero. Hace meses que su cuenta bancaria es controlada por su polola.

Hoy, lo que más resiente es que el fútbol, su otro escape, fue tomado por las casas de apuestas deportivas: 25 de los 33 clubes que pertenecían el 2022 a la Primera A y B tenían como auspiciador a una plataforma de apuestas online, según expuso un reportaje de LUN. La mayoría de ellos llevaba el anuncio en la camiseta. El torneo del ascenso, de hecho, hace tres años que se llama Betsson.

Por mientras, Andrés lucha por regularizar sus deudas con los bancos. Tiene que pagar 600 mil pesos durante un año y, luego, 150 mensuales durante otros dos. Aún no sabe cómo va a pagar los otros 700 mil que apostó en diciembre.

Otro problema que tiene: la ludopatía no está reconocida como una adicción en el sistema de salud chileno, a diferencia de otros países. Por ende, tiene que pasar su tratamiento como depresión para poder obtener ayudas para financiarlo.

A pesar de las recaídas, Andrés mantiene en su horizonte una meta clara: lograr la independencia e irse a vivir solo para hacer una vida junto a su novia. Eso, mientras sigue recibiendo mensajes de texto desde casas de apuestas, ofreciéndole promociones. Incluso, dice, lo llaman operadoras, invitándolo a volver a apostar.

Hace poco, asegura, dio el primer paso en su recuperación.

Les pudo decir que no.

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