La revancha del humor incorrecto
El regreso de Kike Morandé a la televisión marca un hito en la comedia nacional. Después de años de dudas sobre cuáles eran los límites del humor y sobre qué y de quiénes alguien podía reírse, el rating y las audiencias volvieron a una fórmula conocida: chistes rápidos, de doble sentido y, por sobre todo, con vocación popular.
Francisco “Kike” Morandé (70) estaba intranquilo. Era 2020. Hacía meses venía viendo malos resultados de los programas que realizaba su productora Kike 21, en conjunto con Mega. Esa sociedad exitosa, que durante 20 años le generó grandes réditos económicos a ambas partes, tambaleaba.
Ernesto Belloni, uno de sus grandes aliados, dueño del personaje Che Copete, también se daba cuenta de esto. Si bien llevaba tres años fuera del canal, conversaba sobre esto con Morandé. El Muro, un segmento de sketches que luego se tornó un programa por sí mismo, había desplazado por completo al programa Morandé con Compañía. Pero, después de años al aire, no estaba teniendo los resultados esperados. Los auspiciadores del programa -dice un miembro de su equipo en reserva- eran menos de la mitad de los que tenía en su época dorada.
Ambos concluían que existía un desgaste del producto.
Belloni veía una señal en la conformación de la plana ejecutiva del canal: había cambiado.
-Pasabas afuera de la oficina de las chiquillas que eran productoras y te decían: oye, qué bueno tu programa. Pero por detrás decían, oye, esto no puede ser más machista.
Y si bien el mismo Morandé asume que era difícil mantener ritmos de grabación en plena pandemia, sintieron el peso de la cancelación: en 2019, durante el estallido social, la funa contra personajes públicos se hizo una obsesión. Así pasó con Karol Lucero. También con Morandé.
En ese intertanto, veían una ola de temas de los que no se podían reír.
-Es que se pasaron de la línea. Todo era funable -dice Beto Espinoza, uno de los comediantes del programa-. Yo conversaba con mis colegas y nos sorprendíamos por cómo los vapuleaban por decir cosas. Una vez hicieron una parodia de un grupo coreano, y por falsear su idioma salieron hasta en el New York Times, porque los funó un grupo de k-pop y todos sus seguidores.
Espinoza recuerda un rayado que hicieron fuera del canal. Decía “Kike, libera a los enanos”.
Eso era inexplicable para una franquicia que llegó a ser una verdadera dinastía televisiva. Todo comenzó en 2001, cuando Kike Morandé partió con su programa Morandé con Compañía (MCC). Al principio, dice Morandé, la idea era hacer conversaciones. Pero se dio cuenta de que invitando humoristas lograba más sintonía. No sólo eso, dice Belloni: la audiencia crecía cuando el show subía de tono.
-Traía a Marlen Olivari o modelos de Argentina, que hacían filas para entrar al programa. Y Che Copete les untaba crema en las piernas o en la guata. Eso marcaba 50 puntos. Teníamos 20 auspiciadores. Se caía uno y otro ofrecía el doble -recuerda el humorista.
Esa fórmula funcionó durante 15 años.
Por eso, el humor del programa también iba corriendo límites. Che Copete, recuerda Belloni, acostumbraba a reírse de mujeres con sobrepeso, de suegras, de cojos o enanos. Apareció Tony Esbelt, un personaje interpretado por Mauricio Flores, que imitaba a un homosexual de forma burlesca. O Mathiu Focker, encarnado por el actor Rodrigo Villegas.
-Estaba permitido hacer humor de cosas incorrectas -dice Espinoza-. Mathiu, por ejemplo, interrumpía a Maluco -cantante de piel negra-. Cuando él decía “yo estudié...”, Mathiu gritaba, “¡en la selva!”.
El programa fue un semillero de personajes que llegaron al Festival de Viña del Mar. Uno de ellos era Ruperto, un borracho ingenuo interpretado por Christian Henríquez. Fue récord de sintonía.
Pero en 2017, asume Belloni, entendieron que los públicos estaban cambiando. Lo supo cuando sus hijos, ya mayores de edad, le pidieron que bajara el tono de su humor.
-Me mostraron las redes sociales. Me dijeron: papá, están diciendo que eres un degenerado. Por eso empecé a sacar las mujeres de a poco. Me dolió que mis hijos me dijeran eso y lo entendí.
En ese tiempo, un espacio dentro del programa, llamado El Muro, fue naciendo. Era un segmento de humor basado en sketches cortos, donde también se apostaba por imitar personajes de la actualidad.
El segmento fue creciendo hasta convertirse en un programa por sí mismo. Estaban en eso cuando comenzó el estallido social.
Kike Morandé, explican sus colaboradores, se llevó la peor parte. Memes en redes sociales llamaban a cancelarlo por ser de derecha y lo machista de su programa. En febrero de 2020, mientras animaba un evento en Río Bueno, fue pifiado hasta ser bajado del escenario. Belloni recuerda que lo vio afectado, porque los videos donde a Morandé le gritaban que era un degenerado estarían en YouTube y sus nietas podrían verlos.
En marzo de 2021, El Muro fue cancelado. Belloni dice que no solo fue por la funa, sino por sus magros resultados.
-El estallido social lo terminó de matar. Fue como una inyección letal. Pero los reclamos eran constantes respecto de nuestras rutinas.
Morandé dice que su salida fue presumiblemente una decisión comercial. Aunque evidentemente influía el ambiente del país en ese momento.
-Un día me llamó el director ejecutivo y me dijo: ‘Kike, lo siento, pero no seguimos más. Terminaremos los 10 capítulos que quedan, pero no seguiremos juntos’.
Morandé pasó al canal a despedirse y no volvió a ir a Mega.
-Así, después de 20 años, me echaron con un llamado.
Todos iguales
Kike Morandé se refugió en su campo en Río Bueno. Se dedicó a sus negocios, como los caballos de carrera y las actividades agrícolas. Su productora, tan poderosa en el pasado, quedó reducida a él y un puñado de administrativos. Tras su salida, no solo se terminó su programa. También salió el humor de la televisión.
Rafael Gumucio, director del Centro de Estudios Humorísticos de la UDP, dice que la pandemia y la cultura woke acabaron con eso.
-Durante la pandemia, los canales cerraron sus departamentos de entretención. Eso se acabó por dos razones: uno, es muy caro hacer un programa de humor. Y dos, nadie quería apostar por humor con el riesgo de que el programa fuera funado o que le fuera mal. Era más barato tener a cuatro diputados hablando de cualquier cosa.
El equipo de comediantes de El Muro, en tanto, se desperdigó: algunos comenzaron a hacer stand up comedy o presentarse con shows en teatros, mientras que otros se volcaron a hacer canales digitales en redes sociales.
En septiembre de 2023, Morandé inició un canal en YouTube, grabado en su casa en el sur. El primer capítulo, una conversación junto a Álvaro Salas, tiene 557 mil reproducciones. La idea tomó vuelo. En agosto de 2024 logró la meta de 100 mil suscriptores. Pero ese optimismo tuvo un revés fuerte, dice Belloni.
-Él les había dado la oportunidad a directores jóvenes, aprendices de Gonzalo Bertrán. Y a ellos mismos fue a ofrecerles un podcast sobre Viva El Lunes, a Canal 13. Era una conversación con Salas, que era bien divertida. Y le dijeron que no.
En ese tiempo, otro tipo de humor se consolidó. Podcasts como Tomás Va a Morir y Expertas en Nada, de la mano de los comediantes Edo Caroe y Paloma Salas, respectivamente, disfrutaron de un boom durante la pandemia. Con un humor orientado a jóvenes profesionales, conversando de situaciones cotidianas, a través de plataformas como Spotify, llegaron a las millones de reproducciones. Se asentó también un circuito de humor en el sector oriente, en lugares como el Comedy y el Palermo, en Providencia, y el Cachafaz en Barrio Italia, en Ñuñoa. Caroe incluso llenó el Movistar Arena con un show de stand up: algo inédito en Chile.
-Lo progre se lanzó a hacer humor, pero también lo progre es barato -dice Gumucio-. En la vieja tele hay que gastar para ganar o perder. Y en la pandemia había Zoom, no había estudios ni plata. Entonces, hacer algo con dos micrófonos era más fácil.
Paloma Salas dice que esto se explica porque las audiencias, con las redes sociales cada vez más orientadas a los algoritmos, fueron decantando en nichos de consumo de comedia. Es decir: cada quien consume sólo lo que quiere.
-Por ejemplo, hay un comediante tens, que lo siguen solo personas del área de la salud. Hay comedia para gente que trabaja en bancos. Hay comedia para otakus.
Eso termina explicando, también, la baja demanda por el humor masivo y general de El Muro. Por eso mismo, dice Salas, ya no existen los humoristas que hagan humor que les guste a todos los públicos, como era usual con quienes se presentaban en Viña hace años, como Coco Legrand.
-Mira, va a sonar feo esto, pero Edo Caroe es un comediante de nicho, aunque sea multitudinario. Lo que pasa es que su nicho es muy grande: guatones, metaleros, que juegan PlayStation, que quieren tener una esposa mijita rica, y andar en moto, y viajar por el mundo comprándose zapatillas caras. Está lleno de esos. Quizá ni identificó su nicho: él es así y ellos conectaron con él. Lo mismo Natalia Valdebenito: había muchas minas en Chile como ella. Es una conexión perfecta.
Mientras esto pasaba, en juntas en el Eladio, el grupo de Kurt Carrera, Beto Espinoza, Miguelito, Willy Sabor y Belloni se juntaban a cenar. Hablaban de lo que estaba pasando y se daban apoyo. Algunos estaban desanimados por su salida de la televisión y especulaban sobre si Morandé volvería. Allí, Belloni se acordaba del año 2002: cuando le pidieron llevar mujeres con poca ropa al Jappening con Ja porque necesitaban levantar el rating.
-Les decía: estas cosas son cíclicas en la tele. Lo sé porque llevo 40 años en esto.

Espinoza lamentaba que cargaban con una fama que no les correspondía.
-El humor de El Muro no era el mismo humor de cuando partió el Kike. Pero la gente que no nos veía seguía pensando que hacíamos lo mismo.
Morandé, en paralelo, pensaba otra cosa mientras criaba caballos.
-Yo estaba seguro de que no iba a volver a la tele.
Eso cambió de golpe.
Para la edición de la Teletón 2024, el director de televisión Juan Pablo González, quien trabajaba en Chilevisión, decidió llamar a El Muro. El eslogan de la fundación y de la campaña era “Juntos, todos los días”. Por eso, le hacía sentido llamar a un programa de humor masivo. Fue todo un éxito.
El periodista y productor ejecutivo de Podemos Hablar, Guillermo Muñoz, dice que el día que llevó a Morandé a su programa marcó uno de sus rating más altos de la temporada.
-La gente estaba clamando un humor popular, que no tiene que ver con un humor burdo ni grotesco. Vimos experimentos de humor recientes en la competencia que han tenido que salir del aire, completamente trasquilados, porque miran arriba del hombro a la audiencia.
Un ejemplo de esto es El Antídoto, un programa de humor animado por Fabrizio Copano. Salió al aire en marzo de 2024 en Mega, y contaba con un equipo estelar, con miembros de la nueva comedia: los monologuistas Luis Slimming y Altoyoyo, con guiones de Pedro Ruminot. El espacio fue cancelado a los tres meses.
Muñoz creía que podía hacerlo mejor y le ofreció la idea a Morandé. Él aceptó.
El rey del humor televisivo volvería para recuperar su trono.
Lo prohibido
Durante la pandemia, Kurt Carrera revisó su celular y se dio cuenta de que había mucha gente revisitando las rutinas de Popín, un personaje que creó junto a Pablo Zamora. Era un payaso gritón que presentaba un programa de concursos donde se mofaba de sus participantes. Lo extraño e inusual del personaje, dice, lo hizo tan atractivo para las generaciones más jóvenes. De hecho, gracias a eso hicieron 15 fechas de un show en vivo. “Me di cuenta allí que aún hay gente que le gusta burlarse de lo que todo el mundo se burla”, dice Carrera.
Delimitar los límites del humor se había vuelto una discusión compleja y llena de tabúes: nadie tenía muy claro de qué o quiénes podía reírse un humorista sin ser cancelado. Paloma Salas, por ejemplo, cree que lo que se funó no fue lo popular ni el doble sentido, sino que el machismo.
-Yo, al menos, me cansé de escuchar que todas las suegras son monstruos, que todas las mujeres son brujas y que todos los colas quieren acostarse con su amigo heterosexual.
Juan Alcayaga, también conocido como Don Cárter, dice que al chileno le gusta el humor “pasado para la punta” y que nunca tuvo problemas por decir garabatos. Lo mismo que Iván Arenas:
-Nunca me sentí coartado ni modifiqué chistes. Pero la diferencia es que yo no me burlo de personas con enfermedades o de homosexuales. De hecho, nunca estuve de acuerdo con cómo trataban a Miguelito.
Mientras ese debate se daba en bares y teatros, Guillermo Muñoz hizo una primera reunión para planificar el libreto de la vuelta de El Muro. Colocó algunos lineamientos: no reírse de defectos físicos, ni de la orientación sexual, ni de la apariencia de nadie. No estigmatizar. No imputar delitos de forma falsa. Usar garabatos solo de forma ocasional, siempre que causen gracia y no sean para insultar a alguien.
-Por ejemplo -dice-, te puedes reír de los venezolanos. Pero de algunas costumbres, como esto de andar con parlantes en la playa. Nunca imputamos delitos ni estigmatizamos a grupos ni nacionalidades.
Incluso Salas, una exponente de la vertiente más progresista del humor, piensa que es posible contar chistes sobre venezolanos. Pero con resguardos.
-Yo, cuando tiro tallas de venezolanos, lo hago en el Comedy, donde los garzones son venezolanos y son mis amigos. No lo haría en el Nescafé, porque ahí no hay venezolanos.
Es miércoles, día de grabación de El Muro. Esta vez juegan a recrear la gala del pueblo con Naya Fácil. Hay dos personas de estatura baja en el estudio. Alguien personificado como Luis Hermosilla entra a escena con un gendarme. Otra persona de talla gruesa se pasea por la alfombra roja. Un imitador de Michael Jackson se toca la entrepierna una y otra vez. Mientras, Kurt Carrera sale de camarines vestido con una polera con la bandera de Venezuela. Morandé, en tanto, se mueve como el líder del equipo. Habla con todos, revisa, ordena y alienta.
Christian Henríquez dice que era inevitable que este humor volviera.
-En el estallido pasaron muchas cosas. Nos decían: no te puedes reír de pelados y los guatones. Pero nos juntamos todos en un asado, y nos reímos todos de lo mismo. Es el humor del que nos reímos todos.
Guillermo Muñoz saborea el éxito.
-Ayer le ganamos a toda la competencia. Incluso, contra el producto más potente actualmente, que es la teleserie de Mega: marcamos 12,2, y ellos 11,3.
El espacio, eso sí, aún compite por estabilizarse en la cima: si bien su primer capítulo fue un éxito, llegando al primer lugar en sintonía, fluctuaron en un rating promedio entre los 7,6 y los 8,9 puntos.
Aún así, hay gente que nunca entenderá que las audiencias hayan respaldado el exitoso regreso a la televisión de Morandé.
“Esta persona literalmente iba a animar los cumpleaños a un dictador y no le pasa absolutamente nada”, dijo Fabrizio Copano en un video posteado en su cuenta en Instagram el 27 de enero.
Cuatro días antes, El Muro había sido el segundo programa más visto de la noche del jueves. Aunque ahora, cree Beto Espinoza, ya no era como antes.
-Es un humor que no es tan explícito como nos gustaría. Nos tuvimos que ajustar a los tiempos.
Morandé, desde su fundo, no está de acuerdo.
-¿Cuál es la diferencia? Yo no la veo.
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