Lars Klingbeil es conocido como pragmático, poco belicoso, estratégico y como uno de los políticos jóvenes más destacados de Europa. De hecho, con solo 27 años llegó al Bundestag alemán. Pero dice que, en esta breve estadía que tuvo en Chile, se sintió por primera vez “viejo”, viendo a las nuevas autoridades políticas chilenas. “El Partido Socialdemócrata es el más antiguo de Europa con sus casi 160 años y me siento muy orgulloso de ser el presidente más joven del partido. Pero hoy, durante toda esta jornada en Chile, me he sentido bastante mayor”, dice riendo.
Ya no está en la veintena, sino en los cuarenta, pero su último logro ha sido uno mayor. Como jefe de campaña, logró que el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) volviera a dirigir la primera economía de Europa, después de la partida de Angela Merkel. El SPD resultó la fuerza más votada en las elecciones federales en septiembre de 2021, con el 25,7% de los votos, derrotando así al bloque CDU/CSU de Merkel, que obtuvo el 24,1%.
Olaf Scholz (SPD) pasó así a liderar el gobierno, en alianza con el Partido Verde y el Partido Democrático Libre (FDP). Los socialdemócratas gobernaron por última vez entre 1998 y 2005 de la mano del canciller Gerhard Schröder, predecesor de Merkel. También participaron de muchos otros gobiernos -incluido el de Merkel-, pero sin aportar al canciller. Pieza clave en ese resultado es Lars Klingbeil, quien hoy -junto a Saskia Esken- dirige el SPD.
En la sede de FES (Fundación Friedrich Ebert) en Santiago, y tras una maratónica jornada, conversó con La Tercera.
Usted lideró la campaña en que su partido logró ganar, a pesar de que los socialdemócratas han experimentado muchas dificultades y declives, no solo en Alemania sino en otros países de Europa. ¿Cómo lo logró?
También para nosotros han sido años muy difíciles. Yo fui secretario general del partido durante 4 años, y en ese mismo período me tocó trabajar con 8 presidentes diferentes, en una fase de muchos cambios. Ahora, si me pregunta por los factores de éxito, estos fueron, en primer lugar, la enorme unidad del partido durante la campaña electoral. En segundo lugar, el hecho que con Olaf Scholz contábamos con uno de los políticos más experimentados justamente en una fase de cambio, un período en el que la excanciller Merkel no iba a continuar. Y tercero, el hecho de que hablamos sobre temas que son muy importantes para las personas en su vida cotidiana, como el salario mínimo, pensiones seguras o cómo combinamos la protección del clima con la creación de nuevos empleos.
En Chile, muchos se han definido como socialdemócratas, incluso lo hizo un candidato de derecha en la última elección presidencial. ¿Qué significa ser socialdemócrata hoy?
Obviamente, estas son cosas que van cambiando también. Para nosotros fue muy importante, por ejemplo, dar cuenta de que junto a los focos clásicos de la socialdemocracia -el objetivo de que les vaya bien a los trabajadores y trabajadoras, conseguir más progreso para ellos y ellas, que tengamos un Estado social que funcione, un Estado con capacidad de acción- el tema de la protección del clima está cada vez más en el foco también de nuestra política. Pero una protección del clima que no está concebida como algo en contra de la industria o en contra de los puestos de trabajo, sino una protección del clima que se preocupe también de que haya innovación, nuevas tecnologías y nuevos empleos. Pero, sobre todo, tiene que ver con algo que en los últimos dos años ha vuelto a jugar un rol importante, y eso es el respeto por las personas, de no sentirse mejor que otros.
¿Y cuál sería la diferencia o los límites respecto de proyectos más hacia la izquierda en Europa (“Francia Insumisa”, o Podemos, por ejemplo) y más hacia el centro, en particular de Merkel (a quien muchos en Chile identifican con la promoción de un Estado del Bienestar)?
Bueno, eso es justamente lo que muchos conservadores le critican a ella, en su propio partido: el haber abandonado una serie de valores conservadores y haber implementado en forma muy pragmática una política socialdemócrata. Nosotros estuvimos con ella (Merkel) en el gobierno y logramos que considerara -y terminara implementando- una serie de temas como el salario mínimo o asegurar las pensiones. Lo que nos diferencia de los conservadores en Europa es nuestra firme convicción de que necesitamos un Estado con capacidad de acción. Un Estado que en tiempos difíciles apoye, garantice la seguridad social, un Estado que tiene que organizar el bien común y que no puede haber una privatización de la salud, o de las pensiones o de los servicios públicos.
¿Y más hacia la izquierda?
La diferencia con los populistas de izquierda es que nosotros como socialdemócratas nunca hablamos en un lenguaje que divide, que opone unos contra otros. Nosotros queremos una economía fuerte, por eso trabajamos con las empresas y nos preocupamos de que el bienestar -que luego se distribuye- se logre por medio del trabajo. Y esto se nota en muchos aspectos. Es así cómo me alegré mucho de escuchar la posición muy clara del nuevo gobierno de Chile respecto de Venezuela y Nicaragua. Y frente a las ensoñaciones de algunos populistas de izquierda, también en Europa, se requiere un claro rechazo, (el) que sí existe por parte de los socialdemócratas.
Hay quienes sostienen que la socialdemocracia ha perdido conexión con sus votantes de clases menos privilegiadas, al concentrarse en políticas identitarias de minorías. ¿Qué piensa de eso? ¿Dañó eso a los proyectos socialdemócratas?
Hay una frase muy terrible de uno de mis antecesores en la presidencia del partido: él dijo que “nos hemos preocupado demasiado de los derechos de los homosexuales y demasiado poco de los obreros”. Una frase como esta no debe estar presente nunca más en la historia de la socialdemocracia. Porque no se trata de lo uno o de lo otro: un partido socialdemócrata siempre tiene que preocuparse de fortalecer los derechos de las minorías, de mejorar su situación de vida y, por otro lado, también preocuparse de que los obreros tengan una buena situación. Para mí, esto no es una contradicción. Es importante para nosotros que nunca surja la impresión de que solamente nos preocupamos de las minorías y no de mejorar el salario mínimo. Ambas cosas deben estar, pero en el centro siempre está la preocupación de mejorar la situación de la mayoría de las personas en el país. La base para el progreso de la sociedad siempre es también el progreso social.
Usted ha estado en Chile hablando con muchas personas. A su juicio, ¿es este gobierno, y el Presidente Boric, socialdemócrata?
Yo creo que al final es él mismo quien tiene que responder eso, dónde se ubica. Pero he conversado hoy con representantes de un gobierno progresista, un gobierno con un fuerte foco en el progreso social y la cohesión social.
¿Cómo ve el proceso constitucional chileno y el plebiscito? Las encuestas dicen que ganaría el Rechazo, si fuera hoy la elección.
Me impresiona lo democrático de este proceso que se ha ido desarrollando a lo largo de todo período; una Constitución elaborada desde el seno de la sociedad. Y hay muchas cosas progresistas contenidas en esta Constitución. Cuando veo el derecho a la vivienda, cuando veo cómo se fortalecen los derechos de los trabajadores, o la manera progresista en la que se consagra la protección del clima en una Constitución, entonces creo que es bueno para las personas que se apruebe esta Constitución.
¿Tiene alguna preocupación respecto del proyecto? Hay personas de centroizquierda que se han manifestado en contra, así como los gremios empresariales, pues ven riesgos en inversión y en el sistema político.
En primer lugar, es una Constitución elaborada por la población, desde el seno de la sociedad, y eso me parece un aspecto muy positivo; que no haya sido elaborada por pequeños grupos o grupos de lobby a puertas cerradas. Hay obviamente grupos de interés que están en contra, pero según todo lo que he leído, fortalece los derechos de la mayoría de las personas en el país.
¿Con qué partidos se sienten más cercanos políticamente en Chile? ¿Socialismo Democrático o Apruebo Dignidad?
Bueno, hay un gobierno, y veo la cooperación estrecha y basada en la confianza entre todos. Ahora obviamente con el Partido Socialista tenemos una relación de larga data y tradición. Y en el encuentro con la directiva del partido quedó de manifiesto lo que nos une.
Sobre el Frente Amplio, ¿cómo ve la nueva izquierda? ¿Es el FA un proyecto que está en sintonía con la socialdemocracia?
Bueno, esta es una de las razones por las que he venido acá. Para conocer a los actores e iniciar el diálogo, así como ampliar e intensificar la cooperación, pero evidentemente sé dónde está nuestro vínculo original, que es con el Partido Socialista de Chile. Pero justamente en una fase como la actual es importante que todas las fuerzas progresistas dialoguen; se trata de una lucha contra las fuerzas de la extrema derecha a nivel internacional y la derecha internacional que se están uniendo. Y lo he visto en la visita a Brasil, lo activa que está -entre otros- la derecha estadounidense en la lucha contra Lula, he sabido cómo la extrema derecha alemana está presente también en Chile, y ante eso, todas las fuerzas progresistas necesitan unirse...
¿Hay relación entre la extrema derecha alemana y Chile?
Yo he escuchado que representantes del partido AFD, de la extrema derecha del Parlamento alemán, tienen conexiones con Brasil, y también con los Republicanos en Chile a través del esposo de la presidenta del AFD, Beatrix von Storch.
Ucrania y el momento global
La situación de la invasión rusa en Ucrania es crítica, y lleva seis meses. ¿Cuál es el rol de Alemania en esta situación?
Alemania se ha posicionado con toda claridad: estamos del lado de Ucrania, somos solidarios con el pueblo de Ucrania que está siendo atacado. No podemos permitir que por medio de una guerra, que viola el derecho internacional, se muevan las fronteras en Europa. Esto es algo que habíamos superado durante décadas y Putin ha traído la guerra de vuelta a Europa. Sin embargo, estoy convencido que esta guerra no se va a decidir en el campo de batalla, sino que debe ser resuelta en la mesa de negociación. Y esas negociaciones las tienen que llevar a cabo Ucrania y Rusia. Yo no quiero que se decida en la Cancillería alemana o en la Casa Blanca o en el Palacio del Elíseo con los mapas sobre la mesa cómo se resuelve este conflicto para el futuro. Repito, estas negociaciones se tienen que realizar entre Rusia y Ucrania, pero sobre todo tiene que haber ahora de parte de Putin la disposición a terminar esta guerra y esta masacre cruel, y a conversar en serio, y para ello es necesario incrementar la presión sobre Putin.
En un momento global de polarización política, usted es un político atípico, porque es poco confrontacional con sus adversarios políticos e incluso fue criticado por su estilo poco agresivo. ¿Cómo logró que su partido tuviera éxito sin confrontación?
La política ha funcionado durante años o décadas sobre la base de atacar y denigrar a otros, de sostener duros conflictos políticos, y también esta típica posición o actitud de macho de los hombres más bien mayores en la política. Y en eso se está produciendo un cambio radical, en el sentido de que como político es necesario convencer a otros en base a los mejores argumentos; lograr entusiasmar en vez de denigrar al adversario. Creo que se trata de un estilo político distinto. Creo que el Presidente Boric también ganó las elecciones porque logró convencer y porque -como escuché- es alguien que construye puentes, que es capaz de unir a las personas. Diría que esa es también una de mis fortalezas.