Las desconfianzas y frustraciones que ahondan la crisis en La Moneda
Esta vez fue el audio de Cancillería, pero todas las semanas es algo distinto lo que impide al gobierno levantar cabeza. El sentimiento que recorre el gabinete es de desazón. Acusan mala comunicación interna y que las relaciones entre los equipos no logran cuajar.
“¡¿Quién envió el audio?!”, preguntó, evidentemente inquieto, en más de una ocasión, el director de la Secom de La Moneda, Pablo Paredes, a distintas personas en el gobierno. El martes habían pasado varias horas desde que estalló la crisis en la Cancillería por la filtración de un registro de una reunión privada, y el encargado de dar las bajadas comunicacionales del Ejecutivo no manejaba toda la información del nuevo flanco que se le abrió en sus narices, sin tener margen para poder contenerlo.
Los protagonistas de la polémica -la canciller Antonia Urrejola y el equipo de su gabinete- se encontraban en Buenos Aires, Argentina, junto al Presidente Gabriel Boric, por lo que tampoco Paredes tuvo la oportunidad de hablar presencialmente con ella. Dependía, en parte, de los que los colaboradores de la secretaria de Estado le informaran.
La escena de Paredes grafica lo que ha sido un problema constante al interior de Palacio: la falta de comunicación entre las distintas reparticiones y la poca coordinación que hay para enfrentar las crisis. Tanto ha sido el nivel de quejas por este tema al interior de La Moneda, que desde Presidencia pidieron un informe interno sobre el funcionamiento de la Secom, el cual ya estaría en manos del Segundo Piso.
El martes, a las 9.43, cuando el Presidente estaba ad portas de dar su discurso en la Celac en el país transandino, la entonces directora de Comunicaciones de Cancillería, Lorena Díaz, envió por error un audio de seis minutos y cuatro segundos a periodistas. En el registro se escuchaba a Urrejola y parte de su equipo -el secretario general de Política Exterior, Alex Wetzig; el director de Planificación Estratégica, Andrés Villar; la jefa de gabinete, Carola Muñoz, y Díaz- opinando en lenguaje coloquial sobre el embajador argentino en Chile, Rafael Bielsa; el canciller argentino, Santiago Cafiero, e incluso trataban de “amurrado” al senador Jaime Quintana (PPD), presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores.
Pero, además, criticaban a la subsecretaria de Relaciones Exteriores, Ximena Fuentes (Convergencia Social), quien se enfureció con las alusiones a ella. A las 11.07 de ese martes, la radio Biobío informó del audio y, en ese mismo instante, el Presidente Boric fue comunicado de la nueva crisis que debían enfrentar.
En Santiago, en los partidos de gobierno se instaló rápidamente una sensación de frustración ante un nuevo traspié del Ejecutivo, que sabían los tendría nuevamente dando explicaciones. A los dirigentes de Apruebo Dignidad y del Socialismo Democrático La Moneda tampoco les entregaba información -y ellos no pidieron muchos antecedentes: ese día estaban preocupados de cerrar la negociación por los expertos del Consejo Constitucional-, lo que provocó que los parlamentarios más cercanos al gobierno emitieran acusaciones erróneas. Esa misma tarde, el diputado Gonzalo Winter (Convergencia Social) -amigo del Presidente- acusó, acompañado por sus pares, “espionaje” y exigió “una investigación penal”.
Más de 10 horas después, a las 21.27, en el grupo de WhatsApp que comparten los presidentes de partidos con ministros del comité político, el gobierno recién les bajó información a las colectividades del oficialismo. Por esa vía, la ministra Camila Vallejo (Segegob) envió un mensaje con el título “filtración de audio”. Ahí, solo comunicó lo que más temprano -pasadas las 18.00- Urrejola había dicho, en un punto de prensa desde Argentina, para dar explicaciones sobre el registro de la cita privada. “Al respecto, la canciller Urrejola indicó que ‘esto que ocurrió es algo que no está bajo ningún pretexto empañando y poniendo en cuestión nuestras relaciones (...). No sabía, tomé conocimiento de este asunto hoy en la mañana, justo estábamos en la reunión de Celac’”, decía parte del texto que envió la secretaria de Estado.
En el grupo, en todo caso, nadie respondió.
El escenario ese día lo adornaban los comidillos y pasadas de cuenta internas: los equipos ligados a Apruebo Dignidad -casi siempre protagonistas de los errores que se han cometido- comentaban en silencio el impasse de la Cancillería. Parecían disfrutar que, en esta ocasión, ellos no fueran los responsables de una nueva polémica, sino el Socialismo Democrático, aquellos “con experiencia”, que entraron con mayor fuerza en el primer ajuste ministerial tras una serie de errores que terminaron reivindicando los denominados 30 años. Mal que mal, la canciller es cercana al socialismo y su exjefa de comunicaciones tenía larga trayectoria en el mundo de la ex Nueva Mayoría.
El episodio de la filtración -tal como lo admitieron después- fue grave por muchos factores: por el calibre del audio, por exponer la relación diplomática con Argentina -uno de los aliados internacionales más importantes para Chile-, por ofender directamente a parlamentarios chilenos, por ser un nuevo tropiezo de una cartera que ha sido duramente criticada por su gestión y también porque nuevamente evidenció errores de comunicación que profundizaron las desconfianzas en La Moneda.
El breve respiro
Se le veía relajado, optimista y confiado con que las cosas en su gobierno iban a andar mejor. El lunes, antes de que estallara la crisis y de que partiera rumbo a Buenos Aires, Boric salió de buen ánimo a almorzar con su papá -Luis Javier- a un restaurante cerca de La Moneda.
El Mandatario apenas había logrado sortear el complejo momento que desató su decisión de indultar a 12 condenados en el marco del estallido social y al exfrentista Jorge Mateluna.
Hasta ese día, las señales eran positivas: esa misma mañana se publicó que la violencia rural disminuyó más del 40% durante el 2022 en La Araucanía, había noticias tranquilizadoras en materia económica (como la baja del dólar) y, en ese minuto, ya era casi imposible que prosperara la acusación constitucional en contra de la exministra de Justicia Marcela Ríos. Eran oportunidades evidentes que aprovechar para calmar las cosas, tomar aire fresco y recuperar la agenda. Pero la tranquilidad duró menos de 24 horas.
No solo estalló por el audio de la Cancillería, sino que minutos después el discurso de Boric en la Celac no ayudó. “No podemos ser indiferentes cuando hoy día en nuestra hermana República del Perú, con el gobierno bajo el mando de Dina Boluarte, personas que salen a marchar, a reclamar lo que consideran justo, terminan baleadas por quien debiera defenderlas”, fue parte de lo que dijo el Presidente en Buenos Aires y por lo que recibió críticas en Chile, en Perú y en otros lados del mundo, por entrometerse en la política local del país vecino.
De todas formas, Boric en privado no hizo mayores autocríticas, de hecho, según dicen en el oficialismo, refrendaba sus palabras desde el primer momento. Dos días después, el Mandatario -desde Aysén- lo dejó claro: “Me sorprende que los medios y las voces chilenas que hoy día salen con escándalo a criticar lo que dije en la Celac, pero callan cuando son otros países con los cuales el gobierno no les gusta el signo”. El impacto de sus palabras fue mayor entre el mundo de las relaciones internacionales, quienes no han escatimado en hacer ver la gravedad de sus dichos. Pero internamente, el caso de la filtración del audio tuvo mayor repercusión, pues volvió a poner en primera línea un sentimiento de “desazón”, según los mismos integrantes del equipo del Mandatario, y, junto con eso, aumentó la presión desde las coaliciones oficialistas -que tienen una compleja convivencia- por un ajuste ministerial. Un error “absurdo”, como fue calificado, nuevamente llegaba a empañar todos los esfuerzos del gobierno por salir adelante de una vez y poner en marcha el 2023.
Con ese ánimo, y para que esta vez la crisis no llegara directamente a Boric, optaron por poner en marcha una estrategia diferente: la ministra debió hacerse cargo de su error y tuvo que pedir disculpas en privado al senador Quintana, a la subsecretaria Fuentes y a otros, que echaron de menos las disculpas públicas. El Presidente se desmarcó de lo ocurrido.
Algunos más optimistas en el Ejecutivo -o ingenuos, según dicen algunos en el oficialismo- pensaron que la crisis se iba a poder sortear rápidamente instalando la agenda de productividad que detalló este viernes el ministro de Hacienda, Mario Marcel. De hecho, pese a que la canciller Urrejola quería salir a dar a explicar este fin de semana qué es lo que había ocurrido e intentar cerrar el capítulo, desde la Secom le habrían dicho que no, que mejor guarde silencio. Para algunos, esta fue solo una mala decisión de Pablo Paredes. Para otros, una muestra de que la canciller ya está en la lista de los que se van en el próximo cambio de gabinete.
Desconfianza puertas adentro
Las desavenencias entre Cancillería y el equipo del Presidente no son nuevas: vienen desde principios de año, cuando la exjefa de asesores Lucía Dammert pidió hacerse cargo de la imagen internacional de Boric.
Desde ahí hubo una tensión entre el Segundo Piso y el ministerio, y la gestión en política exterior del gobierno corrió en carriles paralelos. Prueba de eso fue cuando -tras la salida de Dammert- el Mandatario no aceptó las cartas credenciales del embajador de Israel -decisión que en Cancillería le adjudican al equipo de Boric y que luego debieron rectificar-, o también la discusión del tratado internacional TPP11, que tuvo a Urrejola al borde de renunciar ante la fallida estrategia de las side letters. En esa ocasión, nuevamente la ministra sintió que estaba pagando los costos de decisiones presidenciales, donde varios apuntan al asesor Carlos Figueroa, a cargo de los asuntos exteriores en Presidencia y quien participó de la elaboración del discurso del Jefe de Estado en Buenos Aires.
En el viaje a Argentina esas dos almas quedaron expuestas: por un lado los errores de gestión del ministerio, y por el otro, un discurso presidencial que se ganó las críticas de varios, por entrometerse en la gestión de otro país. Y, para peor, al terminar la semana el Minrel resucitó una antigua polémica: el jueves el gobierno, a través de Cancillería, envió condolencias y condenó los “graves hechos de violencia ocurridos en Jenin, Palestina, producto del uso indiscriminado de la fuerza por parte de los militares israelíes”. Acto seguido, el embajador de Israel, Gil Artzyeli, manifestó su molestia con el comunicado del Ejecutivo. Y, pese a que no hubo cambio de parecer, el sábado un escrito de Cancillería del mismo tipo, evidenció el ruido que se generó: “Gobierno de Chile condena atentado terrorista en Sinagoga de Neve Yaakov, Jerusalén Este”. Esta vez, el gobierno expresó “sus condolencias al pueblo y gobierno de Israel”.
Los errores, sobre todo la filtración en Argentina, han profundizado la desconfianza desde Presidencia hacia el Minrel, lo que el martes se tradujo en teorías conspirativas y cuestionamientos a todo el equipo de la ministra Urrejola, que fueron descartados por los mismos protagonistas.
Hay varias situaciones que incomodan al gobierno del despliegue de Cancillería, una de ellas es el manejo de la jefa de gabinete de la canciller, Carola Muñoz -presente en la polémica reunión filtrada-, quien está casada con el jefe de gestión de personas del mismo ministerio, Iván Favereau, lo que algunos cuestionan como posible conflicto de interés.
En todo caso, no solo el Minrel ha tenido problemas con la gestión internacional del equipo del Segundo Piso. Durante la visita del Presidente de Colombia, Gustavo Petro, Figueroa planteó la idea de que fuera parte de la presentación del proyecto de tren Santiago-Valparaíso junto a Boric y ministros. Pero eso no les gustó a todos, y desde los demás equipos plantearon reparos: “Puede izquierdizar la presentación”, advirtieron. Finalmente, Petro se fue de Chile y no alcanzó a participar de la actividad.
La frustración ministerial
Los errores no solo han afectado a los protagonistas, sino que también han entorpecido los proyectos. Una crítica que los ministros plantearon en varias ocasiones durante 2022, y que ha continuado en lo poco que ha transcurrido de este año.
Un ejemplo concreto es el proyecto sobre los 50 años desde el Golpe militar de 1973. En el Ministerio de Cultura tienen listo el relato y el sello que utilizarán en diversas actividades del año. Estaba todo preparado para presentarlo durante la primera quincena de enero, en un evento que fuera sobrio, pero donde se pudiera marcar el hito. Pero no fue posible, por la crisis que gatillaron los indultos.
Luego, realizaron algunas modificaciones y le volvieron a presentar el plan al Presidente, el cual quedó satisfecho con el trabajo realizado, al igual que los partidos y referentes políticos a los que les han mostrado el concepto que implica poner énfasis en tres palabras: “Democracia, memoria y futuro”. De todas maneras, pese a lo avanzado de las gestiones, aún no puede ver la luz por las distintas contingencias, la última, la filtración de Cancillería.
Eso, dicen cercanos al Presidente, muestra la gran frustración que han generado los errores: que mientras algunos tienen logros concretos que mostrar y se esfuerzan por retomar la agenda, grandes y evitables desprolijidades nublan el panorama.
Las quejas de ministros hacia la Secom por esto se han vuelto constantes. Hay malestar porque tampoco les informan los avances para resaltar y los equipos terminan actuando por cuenta propia. Un ejemplo de eso, dicen, ocurrió cuando se conoció que los números de violencia rural en La Araucanía habían disminuido y que La Tercera publicó este lunes: nadie pidió difundirlos. Lo mismo ocurrió con los avances de la reforma tributaria en el Congreso; logros a los cuales era importante sacar punta en momentos de adversidad.
Por lo mismo, hay conciencia en que un ajuste ministerial no resolverá por sí solo el problema. Así, sin mucho éxito, el Segundo Piso -que se ha renovado en los últimos meses tras las llegadas de Miguel Crispi, como jefe de asesores, y Carlos Durán, como jefe de gabinete- están diseñando una estrategia para resolver de qué manera lograr la gestión comunicacional y política para evitar las equivocaciones y que los logros sean mostrados con mayor desplante.
En el intertanto, Boric iniciará mañana sus vacaciones junto a su pareja, Irina Karamanos. Estará unos días en el sur y en el litoral central. A su regreso, tras dos semanas de descanso, vendrán los cambios.
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