Muchos creen que la periodista científica estadounidense Laurie Garrett debería ser llamada “Casandra”, la figura de la mitología griega que tiene la facultad de ver las desgracias que ocurrirán en el futuro y que eran ignoradas. Esto, porque la ganadora del Premio Pulitzer en 1996 vaticinó el impacto que tendría el VIH en el mundo, pero también la aparición de otros patógenos más contagiosos. En esa línea, en 1994 escribió el libro superventas The Coming Plague (La próxima plaga) y también ha realizado múltiples conferencias, como una TED Talk sobre el tema. Es por eso que en medio de la pandemia del coronavirus es una de las profesionales más solicitadas del mundo, tanto por periodistas como por gobiernos y centros de investigación. Es más, en 2011, gracias a su trabajo y al conocimiento en el tema de los virus infecciosos, productores de Hollywood la llamaron como consultora para armar el guion de la película Contagio, protagonizada por Matt Damon, Jude Law, Marion Cotillard y Kate Winslet.

Miembros de una empresa de limpieza desinfectan la estación de metro Nuevos Ministerios, en Madrid.

Sobre las medidas y el escenario que enfrentarían las naciones ante una pandemia, en 2005 escribió en un artículo en medio del brote de la gripe H5N1: “Algunos países podrían imponer cuarentenas o cerrar fronteras y aeropuertos, tal vez por meses. Eso interrumpiría el comercio, los viajes y la productividad. Sin duda, los mercados bursátiles se tambalearían y quizás caerían precipitadamente. Pero, además de la economía, la enfermedad probablemente afectaría directamente la seguridad global”.

En conversación telefónica con La Tercera desde Nueva York, Garrett habla del duro panorama que enfrentarán los países del hemisferio sur durante julio, producto del coronavirus.

¿Cómo ve la dicotomía que enfrentan los gobiernos de reactivar la economía o mantener en confinamiento a las personas para controlar la expansión del coronavirus?

Nunca habíamos enfrentado algo como esto, a esta escala, al menos en los tiempos modernos. Lo más grande que hemos estado sería la peste negra en el siglo XIV, lo que puso patas para arriba toda la economía en Europa y Medio Oriente. En algunos países arrasó con gran parte de la fuerza laboral, que hizo colapsar a sectores completos de la economía. Y pasaron generaciones para que se restablecieran. También puso patas para arriba la relación entre la aristocracia y las clases de profesionales, artesanos, arquitectos y los artistas. Sabemos que la plaga fue un trastorno histórico inmenso para Europa. Trajo sentimientos contra la Iglesia, que llevó a Martín Lutero a la reforma. Desde entonces, la mayoría de los brotes han tenido un impacto económico tremendo para una región específica, pero no en una escala global como la que vemos ahora. Esto, porque no habíamos tenido una pandemia con esta ferocidad, que haya golpeado al mundo al mismo tiempo. Esto realmente no tiene precedentes. Incluso, la gripe de 1918 no se produjo en cada país al mismo tiempo, se movía. Pero acá tenemos una situación en la que casi todos los países están reportando Covid-19 de manera simultánea. Y cada país se está dando cuenta de que no tenemos un set de herramientas para controlar el virus, sin hacer cuarentenas, confinamientos, aplicar la distancia social. Así que los esfuerzos para controlar el virus están provocando un daño económico en todo el planeta. No hay ningún país que no esté dañado ahora. En el caso de Chile y sus vecinos, he estado diciendo todo este tiempo que el hemisferio sur iba a comenzar a sentir esta pandemia a fines de mayo. A medida que se entre en el invierno va a golpearlos. También he estado diciendo que lo peor de esta pandemia en el hemisferio sur no pasará hasta julio, cuando es el momento del año más frío, las personas están dentro de sus casas, con las ventanas cerradas, creando las condiciones para la expansión de los virus dentro de los hogares. Por supuesto, nadie apostaba cuando hacíamos proyecciones y nos imaginábamos cómo sería una epidemia como esta que habría líderes horribles. En todos los años que he trabajado en este problema, nunca nos imaginamos los Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Vladimir Putin o Xi Jinping. No teníamos un mundo gobernado por tipos nacionalistas, contrarios a la ciencia, preparados para mentir frente a todo, dispuestos a sacrificar las vidas de su gente. Nunca pensamos que eso pasaría. Por ejemplo, la mayor amenaza en América Latina es Jair Bolsonaro, más que el virus en sí mismo, porque él está dispuesto a sacrificar la vida de los brasileños en favor de sus políticas y eso pone en peligro a toda la región, debido al comercio y a los viajes. No tenemos un Presidente que nos diga cómo equilibramos el sufrimiento económico contra el sufrimiento de la sobrevivencia. No tenemos a nadie a quien recurrir como ejemplo, así que cada país está luchando. La mayoría de los países estaba esperando que Suecia hiciera una apuesta inteligente y que todos aprendiéramos de la experiencia sueca y mantuviéramos funcionando la economía. Ahora sabemos que tienen una de las más altas tasas de muertos en el mundo. Así que esa experiencia resultó una que no todos quieren copiar.

Al igual que muchas otras personas, usted advirtió por años el arribo de una pandemia como la que enfrentamos ahora. Considerando la respuesta de Estados Unidos ante el coronavirus ¿Cree que el alza de contagios se debe al gobierno de Donald Trump o es también responsabilidad de los anteriores que no se prepararon?

La primera vez que el gobierno de Estados Unidos mostró una preocupación real sobre el tema fue durante la gestión de George H. W. Bush, después de Ronald Reagan. Bush estaba preocupado por el VIH, aunque no hizo mucho al respecto: solo tuvo un mandato, por lo que no tenía mucho tiempo. Bill Clinton se lo tomó de forma más seria. Fue el primer Presidente de Estados Unidos que puso a un experto médico en el Consejo de Seguridad Nacional. Incluso, declaró enfermedades emergentes y al VIH como una amenaza a la seguridad nacional. Cuando George W. Bush llegó al poder, la preocupación inicial no estaba ahí, aunque sí tuvo un gran nivel de compromiso para entregar tratamiento para ciudadanos con VIH, para personas en países en vías de desarrollo en África y en ese contexto creó el programa Pepfar. Les dio más respaldo a los esfuerzos de la Organización Mundial de la Salud, que se superpone a la preparación de una pandemia general. Luego, en 2005, hubo un incidente en el que el virus H5N1 mutó de una forma que era capaz de infectar a una amplia gama de aves y podía alcanzar Europa y África. El gobierno de Bush se preocupó bastante y, por primera vez, se escribió un plan de preparación ante una pandemia. Por lo tanto, esto involucró a todo el gobierno, al Departamento de Salud, de Estado y de Comercio. Si bien estuvo en gran parte enfocado a la influenza, fue la primera vez que se realizó un ejercicio genuino para hacer frente a esto. Otro tema que preocupó mucho a este gobierno fueron los correos con ántrax hechos por terroristas en 2001. Había mucha incertidumbre sobre cuán peligroso era, cuánta dosis se necesitaba para que la exposición fuera fatal y cómo se trataba. Cuando vio lo inadecuada que era la preparación, eso escaló en cómo abordar el bioterrorismo o las epidemias. Y vimos una completa transformación del Centro de Control de Enfermedades (CDC) y otras agencias en el gobierno federal. Cuando Obama llegó al poder en enero de 2009, solo llevaba tres meses en el gobierno cuando llegó el brote del H1N1. Ni siquiera había designado a un secretario de Salud todavía o a un jefe del CDC. Él tuvo que moverse rápidamente para preparar a la nación por este brote de influenza. Como todos sabemos, esta gripe fue global en seis meses. Fue la mayor pandemia de los tiempos modernos. Afortunadamente, no fue una forma de gripe muy terriblemente peligrosa. No mató a muchas personas, sino que infectó a todos. Fue un shock para Obama: eran nuevos en el gobierno y ni siquiera habían pensado en eso. Entonces, ellos comenzaron a revisar cuál había sido el plan de Bush para las gripes, para tratar de trabajar teniendo eso de base. Al hacerlo, ellos comenzaron a considerar la idea de construir redes globales de preparación, vinculando a los países, también enlazando las habilidades de los laboratorios de los países a la regulación mundial en la OMS. La idea era que cada país fuera capaz de detectar el surgimiento de una nueva enfermedad y responder de manera rápida a eso, además de dar esa información a la OMS rápidamente. Ellos venían trabajando en eso y habían completado ese plan cuando el ébola estalló en África occidental en 2014. El ébola golpeó al gobierno de Obama. Sé, de hecho, que él estaba impresionado por lo poco preparado que estaba la OMS y lo poco preparado que estaba todo el mundo. No podían creer que se saliera de control tan rápidamente, que hubiera tan poca respuesta en el comienzo, en los primeros siete u ocho meses de parte de la comunidad global, que no se hiciera casi nada. Entonces, Obama comprometió la mayor respuesta que nunca antes había dado Estados Unidos para un brote en el extranjero. Luego de eso se trabajó para dar una respuesta nacional rápida, que involucrara a cada agencia en el evento de un nuevo gran brote o una pandemia. Ellos tenían el plan, tenían personas designadas por el Departamento de Seguridad Nacional, tenían una cadena de mando y una organización sobre la labor de cada agencia. Estaban construyendo las reservas de suministro de emergencias y respuesta de epidemias. Y se lo entregaron al personal de Trump a finales de 2016. Entregaron documentos, como una suerte de ensayo, en el que decían qué es lo que podía pasar, imaginen esto o aquello, qué agencia hace qué cosa en qué punto. El gobierno de Trump llegó y, básicamente, desechó todo. En su primer año de gobierno, el Presidente Trump eliminó la mayoría de los puestos que se habían creado en el Consejo de Seguridad Nacional y dentro del Departamento de Seguridad Nacional. La mayoría de la cadena de mando que había sido creada por el gobierno de Obama se eliminó. Cuando el Covid-19 nos golpeó en febrero de este año tenían una capacidad disminuida para responder. Y todos los esfuerzos de los presidentes anteriores se destruyeron.

Una mujer camina frente a un cementerio en Brooklyn, cuya reja está repleta de tarjetas en memoria de los muertos por coronavirus. Foto: AFP

¿Qué se puede esperar de las segundas olas que se pronostica enfrentarán los países?

Tenemos una duda real sobre si estamos enfrentando una segunda ola o si es la primera ola que va a continuar. No es una segunda ola, sino que un permanente, con un horrible nivel de muertes y contagios. Hay un nuevo modelo que publicó esta semana la Universidad de Washington, que muestra que hay buenas razones para creer que podamos perder más de 210 mil personas producto de este virus para septiembre. No vamos a ver una caída, sino que va a haber una suerte de permanente nivel de nuevos casos y de muertes a nivel nacional (en EE.UU). Se va a mover por el país regionalmente. En el caso de Nueva York, nos dirigimos hacia el cero: definitivamente estamos teniendo éxito y el confinamiento tuvo éxito acá. Mientras tanto, el virus está escalando en lugares como Alabama y Kansas. Así que las cifras a nivel nacional van a continuar siendo muy malas cuando entremos en nuestro verano. En lugar de imaginarnos que el virus tenga una curva en forma de campana, que vaya a cero en todo Estados Unidos quizás para junio, parece que va a seguir circulando. Y eso hace que la versión de una segunda ola parezca un poco ridícula.

Un miembro de un equipo médico luego de que se levantaran las restricciones para salir de Wuhan a fines de abril. Foto: Reuters

Todas las personas tienen puestas las esperanzas en una vacuna y existe una suerte de guerra geopolítica al respecto. ¿Cómo evalúa esta situación?

Hay muchas cosas que podríamos haber hecho para detener o disminuir esta pandemia en enero, febrero o incluso en marzo, pero ahora es muy tarde. Y realmente solo tenemos dos opciones. Una es hacer una vacuna y entrar en una pelea política inmensa sobre quién tiene esa vacuna, dónde están las prioridades, las patentes y todo eso. La otra es perfeccionar nuestra capacidad de testeo, tener un test que esté disponible sin tener que pasar por un laboratorio, y podemos saber quién está infectado y quién no, podemos rastrear, cómo se infectó, dónde, a quién infectó y poner a personas en cuarentenas de dos semanas o tres semanas. Entonces, si sabes que hay un caso en un colegio en Santiago, rastreas a los estudiantes y a los profesores y rastreas quién infectó, quién contagió a tal familia, donde trabajan ellos o van a ciertos lugares. Entonces los rastreas para que sepas quién tiene que ser confinado, cierras el colegio, disminuyes las posibilidades de transmisión, pero no encierras a toda la sociedad. Actualmente encerramos a toda la sociedad, porque no tenemos suficientes testeos. Hay dos países que han testeado de una manera muy sofisticada, que son Nueva Zelandia y Corea del Sur. En este último caso, ellos testearon al nivel de que eran capaces de rastrear a quien estaba en la primera fila de un bar de karaoke donde cantaba una persona infectada. Es impresionante. Y valió la pena, porque tienen control de esta potencial segunda ola. Es lo que todo el mundo debería estar haciendo. En Estados Unidos estamos descubriendo que tenemos muchos test diferentes. Su calidad varía desde que son completamente basura hasta los más sofisticados y grandiosos. El costo varía y el equipamiento, los suministros varían. No hay suficientes cosas. Cuando imaginas llevar adelante esta clase de testeo, como el ejemplo de Corea del Sur, necesitas cientos de millones de testeos solo para Estados Unidos, y para Chile necesitas millones más, pero no hay suficientes. No hay suficientes fábricas capaces de producir suficientes PCR, ni suficientes químicos necesarios para permitir que cualquier país del mundo tenga el nivel de testeo que necesitan hacer. No tengo mucha confianza de que seamos capaces de usar el testeo para poder salir de esta epidemia, a menos que la naturaleza del test en sí misma sea dramáticamente diferente de lo que existe disponible. No seremos capaces de detener esta pandemia con un test que necesita ir a un laboratorio sofisticado, con un equipo caro. No se puede hacer de esa forma, no hay suficiente dinero, no hay personal entrenado. No hay nada que ayude a controlar una epidemia de esa forma. Corea del Sur y Nueva Zelandia son países ricos y pequeños. Ellos no se tienen que preocupar de la constante reintroducción de los virus desde afuera, como Estados Unidos y Chile. Necesitamos un test que sea inmediato, que lo haga un profesor, un policía, algo que no requiera que entiendas la ciencia detrás de eso. Ahora no hay nada de eso.