Los 329 días prófugo de Tomás Antihuen en Cañete

El principal sospechoso del asesinato de tres carabineros en la Octava Región es el líder de un clan de hermanos que ha dejado una huella de crímenes y sangre en Arauco: desde robos de madera y vehículos, hasta el homicidio de la pareja de su hermana. Su objetivo, cree la Fiscalía, era mostrar que controlaba la zona. Para conseguir eso, aseguran, Tomás Antihuen estaba dispuesto a pagar cualquier precio.
Tomás Antihuen (22), acostado y sin zapatos, estaba descansando en una cama cuando personal de Carabineros irrumpió en su casa. Era una casa rural en el sector de Los Batros, en Cañete. Sus hermanos Felipe (29) y Yefferson (19) ya estaban en manos de la justicia desde agosto, así que estaba solo. O eso creía. Porque, aunque no lo supiera, había policías vigilándolo y siguiendo sus comportamientos erráticos. Por ejemplo, que usaba la misma ropa todos los días o que dormía de día y despertaba de noche en la cabaña de un familiar preso y lejano.

Cuando lo detuvieron, hubo poco que requisar. Lo de mayor valor, tal vez simbólico incluso, fue una subametralladora Uzi. Era el arma que le correspondió usar al cabo primero Sergio Arévalo la noche del 26 de abril del 2024, cuando fue ultimado de rodillas junto a sus compañeros, el cabo primero Misael Vidal y el sargento primero Carlos Cisterna.
Esa jornada, Antihuen terminó de mostrar el comportamiento violento que había comenzado a revelar años atrás.

Los Antihuen son un grupo familiar oriundo de Antiquina, un sector rural a unos 20 minutos en auto al sur de Cañete, en la costa de la provincia de Arauco. Su hábitat era la Ruta P72, que conecta Tirúa, Quidico y Lleu Lleu con Cañete. Es un sector que vive de las forestales y de la agricultura. Esas son principalmente las actividades a las que aspiran los jóvenes que salen del colegio. Allí fue donde crecieron los tres hermanos Antihuen.
Según una fuente de Fiscalía, que conoce de cerca la investigación y quiso mantener su reserva, los hermanos Antihuen Santi eran reconocidos en la zona por robar madera y autos. Fue en esos primeros delitos en los que el carácter de Tomás Antihuen se fue delineando con fuerza. A pesar de que era siete años menor que Felipe, se erigió como el líder del grupo. “Tiene mucha injerencia en el actuar de sus hermanos. Es la persona que guía y la persona que ejecuta la violencia máxima en el grupo”, dice una fuente en reserva. Los carabineros llegaron a esa conclusión luego de estudiar las interceptaciones telefónicas.
Según lo que determinó la investigación, su padre, Rodrigo Antihuen, estuvo ausente de las vidas de sus hijos e hizo una vida aparte. No tenían relación. Vivían con su madre y su hermana Karen. Antihuen padre, de hecho, es un reconocido dirigente de la zona.
Pero fue a fines del 2023, e inicios del 2024, cuando Antihuen comenzó a planificar un golpe. Su idea, según la tesis de la Fiscalía, era mostrar que ellos, como clan, tenían el dominio territorial de la zona de Antiquina. Y precisamente los patrullajes de Carabineros por la zona eran un obstáculo para ese objetivo. Según lo que se ha rescatado en la investigación, los Antihuen no tenían vínculos con ninguna causa mapuche ni ancestral. Por lo mismo, los investigadores creen que Antihuen solo quería poder.
El 26 de abril, a las 23.30, en la víspera del Día del Carabinero, el sargento primero Carlos Cisterna y los cabos primero Misael Vidal y Sergio Arévalo llegaron a Antiquina a sacar la firma del tío de los Antihuen.
Lo que se reconstruyó a través de la investigación fue que los carabineros, siempre que iban a sacar la firma a ese predio, se metían por un camino estrecho, de una sola vía, pasaban por un portón que siempre estaba abierto, daban la vuelta por atrás a una casa, conseguían la firma y enfilaban de nuevo hacia el mismo camino para salir. Pero esta vez se encontraron con el portón cerrado. Tocaron la bocina para que les abrieran.

Lo que pasó después, se presume, duró entre cinco y ocho minutos: Tomás Antihuen, el más avezado del grupo, habría aprovechado una brecha en la seguridad del carro blindado. Era el momento en que, para firmar la medida cautelar, uno de los carabineros abrió la puerta trasera. Allí, Antihuen entró al habitáculo, los apuntó y los hizo descender del carro. Lo mismo hicieron sus hermanos con el piloto y el copiloto, según el relato de la Fiscalía.
La comisaría perdió el contacto radial durante horas con la patrulla. Solo conocieron su destino cuando encontraron los cuerpos calcinado de los tres uniformados en un camino rural en Antiquina.
El plan de Tomás Antihuen había resultado.
Mala fama
La recolección de pruebas determinó que los carabineros fueron ejecutados por la espalda con sus mismas armas de servicio. Un investigador que habla en reserva resalta que fue una de esas balas la que les dio la pista clave.
A través del programa IBIS, que permite reconstruir una especie de “huella digital” de una bala percutada, el Laboratorio de Criminalística de Carabineros halló una coincidencia entre ese casquillo y uno hallado en otra causa de casi un año y medio atrás.
En esa ocasión, rezaba el parte policial, una camioneta fue robada en el sector Grano de Trigo, en plena Cordillera de Nahuelbuta. Esa vez, los sujetos que trataron de robar la camioneta actuaron con mucha violencia. También, que habían entrado en una persecución con Carabineros de la Comisaría de Contulmo, contra quienes abrieron fuego.
Ese enfrentamiento terminó -señala esa fuente cercana a la investigación- con el vehículo persecutor y el perseguido volcados. A través de un celular que hallaron en la escena, llegaron a dos nombres: Tomás y Yefferson Antihuen. Los hermanos decidieron retirarse del lugar, pero dejaron allí armamento valioso: una escopeta, un revólver, un fusil y munición para cada una.
Al seguir haciendo cruces, los persecutores se dieron cuenta de que estaban frente a una familia prolífica en el robo de madera en la zona.
El delegado presidencial provincial de Arauco, Humberto Toro, ha seguido de cerca la ruta de los Antihuen.
-Su padre es un importante dirigente de la zona, de la comunidad Francisco Ñanco. De hecho, con él trabajamos en un proyecto de mejoramiento de caminos rurales.
Toro, eso sí, hace una precisión.
-Pero ellos se fueron por otro camino. Se dedicaron al robo de madera, autos, y a las drogas. No tienen nada que ver con su padre ni con su comunidad.
El delegado dice que hace tiempo que los Antihuen sonaban como sospechosos de robar madera, un mercado ilegal que movía millones de dólares en negro en Arauco desde 2014.
Su trabajo era ser “custodios”, dice Toro. Es decir, soldados de avanzada que vigilaban los caminos en busca de patrullajes, que alertaban y escoltaban e, incluso, se enfrentaban con la policía.
En 2022 el destino de los Antihuen cambió: junto con la aprobación de una ley que aumentó las penas para el delito de robo de madera, se decretó estado de emergencia en su región. Es decir, habría mayor patrullaje en los lugares por donde se movían. Por eso, el negocio del robo de madera tendió a la baja.
De hecho, la persecución penal en la zona aumentó: según datos del Ministerio Público que aportó la delegación, entre 2022 y 2024 se arrestó a 99 personas que llegaron a una audiencia de control de detención por violencia rural. Entre 2019 y 2021, en tanto, ese número solo llegó a 15. En las condenas por violencia rural pasó algo similar: 24 entre 2019 y 2021, y 55 en los últimos tres años.
Eso, dice Toro, los obligó a buscar otro rubro.
Los hermanos usaron su conocimiento en la zona para comenzar a robar camionetas. Principalmente, aquellas de trabajo de campo, como la Mitsubishi L200. Este tipo de vehículos abundaba en la zona. Tuvieron un mediano éxito: algunos los usaban como vehículos personales -dice un investigador-, mientras que también vendían partes de motores y piezas por encargo.
A pesar de que los Antihuen registran dos robos de vehículos, en su celular se encontraron más mensajes donde les hacían más encargos que pudieron haber concretado. Es decir, pudieron ser más. Su fama de sanguinarios se expandió entre los habitantes de Antiquina en 2022, con un crimen que conmocionó la zona.
Ese año, Tomás Antihuen tuvo una discusión con la pareja de su hermana Karen: Tomás Figueroa (22). A él lo culparon de dañar una camioneta y le dijeron que no querían que pololeara más con su hermana. Por eso, un día de diciembre de 2022, Tomás y Yefferson Antihuen quebraron el vidrio de la camioneta donde iba Figueroa, lo bajaron del vehículo y le dieron puñetazos hasta que perdió el conocimiento. Luego, Yefferson tomó un fusil y le disparó en la frente. Ambos huyeron del lugar. El cuerpo sin vida fue hallado a un costado de una ruta rural en Cañete. El mismo sector en que un año después se encontraron los tres cuerpos de los carabineros.
Por todo eso, dice una fuente policial, en Antiquina, una localidad de unos dos mil habitantes, se hicieron una fama de conflictivos. No era bueno topárselos en la carretera. Por esa razón, dice una fuente cercana a la investigación, la población en Antiquina los comenzó a evitar. También trataban de no denunciarlos.
-Es que tienen un perfil extremo. Son muy sanguinarios. No se puede decir que robaban para subsistir, por ejemplo- dice esa fuente policial en reserva-. Ellos no tenían ningún espacio de razonamiento en el sentido de advertir las consecuencias negativas de cometer un delito. No había empatía con nadie.
Ese lado problemático de Tomás Antihuen también aparecía en su vida personal. En otra escucha telefónica, los investigadores se dieron cuenta de que era violento con la madre de su hijo. Le decía por teléfono que la iba a matar.
Por todo esto, la madre de los Antihuen constantemente le escribía a Yefferson. Le pedía por favor que se alejaran de los malos pasos y que no hicieran tonteras: ya no tenía control sobre ellos.
A principios del 2024 Tomás Antihuen comenzó a planificar un golpe. Luego de convencer a sus hermanos, empezaron a frecuentar a un tío, quien cumplía una medida cautelar, con firma, por tenencia ilegal de municiones.
Le fueron sacando información. Necesitaban sacar la hora exacta en que pasaban los carabineros. El familiar entregó la información de a poco, hasta que dejó de colaborarles. Según la tesis acusatoria, no está vinculado a la planificación del ataque que iba a suceder después.
La tesis de la Fiscalía es que los Antihuen querían mostrar que si ellos decían que harían algo, lo iban a hacer. Lo segundo -según esa misma fuente- es que querían volver a recuperar el poder de fuego que perdieron cuando volcaron en la persecución meses atrás. Luego de los homicidios a los carabineros, desaparecieron todas las armas y escudos que iban dentro de la patrulla.
La fuente en reserva presume que la idea de ultimarlos de rodillas fue de Tomás Antihuen.
A los uniformados los mataron por la espalda, con la Uzi de Sergio Arévalo.

La cacería
La investigación policial partió con una pregunta: ¿Tomás Antihuen está en Cañete?
El fiscal de Alta Complejidad de la Fiscalía Regional de La Araucanía, Carlos Bustos, tomó el caso junto con el fiscal regional Roberto Garrido para tratar de conseguir una respuesta. Para la búsqueda también se creó un equipo especial de Carabineros, al mando del general director de control de drogas e investigación criminal, Jaime Velasco.
Lo primero que hicieron durante los primeros tres meses fue hacerle un fuerte seguimiento al círculo cercano. Eso les dio un resultado que no esperaban: Antihuen perdió totalmente el apoyo de su familia y cercanos después del atentado.
Según el investigador que habla en reserva, las búsquedas se centraron en los sectores de Antiquina, la Laguna Los Batros y Lleu Lleu, entre otros.
En paralelo, el 29 de julio lograron detener a Felipe y a Yefferson Antihuen. Este último, dice una fuente cercana al caso, vivió como prófugo en la casa de su novia en Huechuraba, y tuvo un trabajo en la Municipalidad de Vitacura.
Desde el municipio, fuera de grabadora, confirman esto: Yefferson Antihuen trabajó para una empresa de paisajismo que prestaba servicios al municipio. Pero los últimos días antes de su detención faltó varias jornadas a su trabajo.
A Felipe Antihuen, en tanto, lo detuvieron en un domicilio en Antiquina. Tomás Antihuen, que estaba en el lugar, logró escapar de esa detención.
Por ese desaire, dice Velasco, hubo que redoblar esfuerzos. En paralelo les comenzaron a llegar datos nuevos de vecinos que, tras ir perdiendo el miedo, denunciaban haber visto a Antihuen durmiendo en los bosques de la zona.
La fuente que habla en reserva dice que esa era una gran ventaja de Antihuen: su nivel de conocimiento superior de ese territorio, ya que podía escapar entre bosques de pino y eucaliptos frondosos con poca visibilidad y por caminos secundarios que solo él conocía.
Antihuen también dejó de usar su celular. O al menos usaba uno que nunca pudieron captar o identificar. Por ende, no supieron sus pasos ni pudieron ubicarlo geográficamente. Por eso, además de la vigilancia terrestre, se sumaron sobrevuelos por la zona.
A medida que fue pasando el verano de 2025, y las temperaturas comenzaron a bajar, entendieron que Antihuen no podía seguir escondido en un bosque. Por eso, fijaron tres domicilios donde podría estar: la casa de la pareja de Antihuen, en Antiquina; la de su madre, y la de un “medio primo” llamado José Melgarejo, quien estaba preso por porte de armas, ubicada en un sector llamado Los Batros. Esa fue la pista que llegó desde los vecinos.
Fue en ese último domicilio, en febrero de este año, donde se dieron cuenta de que llegaba una persona durante el día. Vieron que tenía una rutina: no salía en todo el día, salvo unos minutos de noche. Así, observaron que Antihuen dormía de día y estaba alerta cuando oscurecía: los investigadores creen que intuía que ya vendrían por él y que sería después de que se pusiera el sol.
Tomás Antihuen también se fue quedando sin dinero, dice una fuente. Perdió cualquier apoyo económico luego de la detención de sus dos hermanos. Ni siquiera tenía recursos para salir de la zona. Vivía de las cosas que estaban en esa casa abandonada, vistiendo la misma ropa todos los días, completamente solo.
Su única compañía eran tres gatos. Cada vez que llegaba, les daba comida.
Eso fue lo que lo terminó de delatar. El 21 de marzo, el personal de Carabineros estaba listo para entrar al domicilio a detenerlo. Solo faltaba confirmar que estaba adentro.
Por eso, cuando Tomás Antihuen sacó su mano por una ventana de la casa para alimentar a un gato, fue cuando el personal supo que debía actuar. Cuando entraron, lo encontraron tendido en su cama, descansando. La Uzi de Sergio Arévalo, que mantenía desde el 27 de abril, les hizo pensar que estaba preparado para enfrentarse a ellos. Pero, a pesar de que mantenía un cargador con municiones, eso no pasó.
Tomás Antihuen está en prisión preventiva en el Centro Penitenciario del Biobío. No ha declarado hasta ahora y arriesga presidio perpetuo calificado. La pena es alta, ya que es el posible autor de tres homicidios de carabineros. También fue formalizado por el caso del homicidio de su cuñado.
Su defensora penal pública, Nelly Díaz, sostuvo en su formalización que Antihuen estaba encubriendo a sus hermanos al tener la Uzi en su poder. Que va a colaborar con la investigación; que tiene irreprochable conducta anterior -ya que sus causas antiguas aún no tienen condena- y que, al contrario de la versión de la Fiscalía, existe un vacío en los hechos que no permiten situar a Antihuen en el lugar donde fueron asesinados los tres policías.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.