Los 40 días de tormento del Presidente Boric en su peor crisis
Desde la disidencia del PS, el entonces diputado Manuel Monsalve comenzó a construir una improbable relación con el exdiputado Gabriel Boric que, con el tiempo, lo llevó a La Moneda para hacerse cargo de la seguridad del país. Fue esa misma confianza política la que -a ojos del oficialismo- los terminó arrastrando en una de las crisis más grandes que ha golpeado a Palacio. Mientras el ex subsecretario pasa sus días preso, el Presidente carga con haberle dado el beneficio de la duda y haberse posicionado en el núcleo de un caso que tiene al Ejecutivo sumergido en un complejo caso judicial.
Cinco fueron los días que el Presidente Gabriel Boric destinó esta semana para su gira presidencial, que incluyó pasar por el Foro Apec 2024 en Lima y la Cumbre del G20 en Río de Janeiro. A diferencia de otras veces, al final de su gira el Mandatario optó por alejarse de los periodistas y no realizó un balance del periplo, algo que suele hacer cuando viaja al extranjero.
El gobierno y sus equipos comunicacionales sabían que si lo hacía, las preguntas se volcarían al caso Monsalve, contaminando el desplante internacional de Boric.
Así, fue el canciller Alberto van Klaveren y las ministras Camila Vallejo (PC) y Javiera Toro (FA) las que hicieron el balance y tuvieron que atajar las preguntas sobre el ex subsecretario, quien está recluido en prisión preventiva en Capitán Yáber.
El silencio presidencial solo se interrumpió el miércoles, cuando Boric -ya en Santiago- valoró la resolución de la medida cautelar dictada en contra de su poderoso excolaborador Manuel Monsalve, luego de que fuera formalizado por los delitos de violación y abuso sexual, un comentario que le costó críticas de la derecha y de su propia alianza de gobierno.
Han pasado casi 40 días desde que explotó el caso y el diseño comunicacional de la gira es una muestra de que Boric aún no logra sobreponerse de la peor crisis de su mandato.
Hasta el momento, el Mandatario carga con dos errores de los cuales no ha podido desprenderse, los que han provocado que su figura esté en el centro de los cuestionamientos que ha recibido La Moneda.
Al Jefe de Estado aún le penan las horas de gracia que el martes 15 de octubre le concedió al ex subsecretario del Interior para que fuera al día siguiente a Chiguayante a hablar con su familia, mientras en paralelo instruyó “recabar antecedentes respecto del carácter de la denuncia”.
Hasta el momento, las gestiones de Boric para tener más información de la denuncia no estaban del todo transparentadas. La Tercera consultó a Presidencia por el punto y desde la entidad revelaron que “el Presidente solicitó a la ministra del Interior averiguar si había denuncias internas respecto de estos hechos, si había otras denuncias o reclamos respecto del comportamiento de Manuel Monsalve, además de citar al ex subsecretario para conocer nuevos antecedentes y también, con especial preocupación, solicitó que se averiguara la situación de la víctima y se pusieran en ejecución los protocolos respectivos”.
Boric, además, sigue cargando con la culpa de la polémica conferencia de prensa de 53 minutos que dio el viernes 18 de octubre, en la que terminó enredando el caso y trasladando la crisis al corazón de La Moneda. El acto es defendido por Presidencia, ya que dicen que en esa oportunidad el Mandatario informó “de manera clara sus acciones y decisiones”. Sin embargo, lo cierto es que a casi 40 días la trama del caso Monsalve no está del todo clara y persisten las incógnitas.
Durante este mes dirigentes del oficialismo reconocen, en privado, que han visto al Mandatario más alejado, más desconfiado, ansioso, reticente a las críticas y lo ven atravesando uno de sus peores momentos políticos. Esto mismo es compartido por la oposición, sector en donde se comenta lo debilitado que quedó el Mandatario luego de que estallara la bomba del caso Monsalve.
En los primeros días tras el estallido de la crisis no fueron pocas las ocasiones en las que el Presidente se retiró de La Moneda pasadas las 22 horas, algo poco habitual, pues tanto él como su equipo suelen irse más temprano. Ahora último ha buscado formas de despejarse. Por ejemplo, este jueves, a las 6.30 horas, subió el cerro San Cristóbal en bicicleta para “tomar aire” y “llenarse de energía”.
Las explicaciones
Después de hacer su conferencia de prensa, el Mandatario se comunicó con analistas como Eugenio Tironi, entre otros. También lo hizo con al menos dos dirigentes de la oposición, a quienes les consultó su opinión sobre su desempeño respondiendo las preguntas de la prensa.
En esos intercambios, Boric justificó su intervención ante los periodistas aseverando que buscaba ser transparente y que su capital político ayudaría en eso. Pero también respondió al reproche por no haber cursado de inmediato la renuncia de Monsalve.
Sobre ese punto, transmitió que para él había sido importante hacerse su propia opinión y revisar la verosimilitud de los hechos denunciados. A esa altura -ese martes 15 de octubre-, Boric sabía que el ex subsecretario tenía una denuncia por abuso sexual, violación y que, además, “existía una investigación de la PDI por el acceso a cámaras de seguridad del hotel”. Todo informado de manera inmediata por la ministra del Interior, Carolina Tohá (PPD).
Los tormentos del Mandatario parecen no calmarse. No solo tuvo que pedir disculpas ante su comité político por la reprimenda pública que protagonizó con su directora de Comunicaciones, Nicole Vergara, sino que ha seguido dando explicaciones.
Pese a ese gesto, uno de los integrantes del comité político dice en privado que, hasta la fecha, el Mandatario no ha compartido en esa instancia una autocrítica de lo que ha sido su actuar en la crisis. Es justamente este espacio el que ha quedado más dañado después del caso Monsalve.
Boric no solo fracturó su relación con Tohá -respecto de quien luego optó por blindar tras decidir no hacer un cambio de gabinete-, sino que de paso trizó su vínculo con otro de sus pilares fundamentales de La Moneda: la vocera Camila Vallejo. Esto, por haberla marginado del selecto grupo con el que compartió los hechos ese mismo martes.
Algo similar pasó con la ministra de la Mujer, Antonia Orellana (FA). Con su compañera de militancia están más distanciados que nunca. Orellana no perdona que no fuese informada a tiempo. Sobre todo, luego de que ha tenido que resistir personalmente la embestida de la derecha.
En uno de los contactos que ha tenido con dirigentes de oposición, cuentan quienes han sabido de las gestiones de Boric, el Mandatario estuvo especialmente interesado en aclarar que solo tuvo conocimiento de la situación que afectaba penalmente a Monsalve la tarde del martes 15 de octubre.
Boric además reiteró que estimó que el tiempo fue prudente, ya que quería formarse una propia opinión sobre el caso. Los que supieron de esas conversaciones dicen que el Mandatario hizo referencia implícita a cuando, siendo candidato presidencial, reflotó una vieja denuncia por acoso sexual en su contra, la cual se remontaba a hechos cuando fue presidente de la Fech en 2012. La denuncia, que en ese tiempo creció como una bola de nieve motivada por una reñida campaña presidencial, hacía referencia a supuestas “miradas lascivas” del entonces líder estudiantil.
Las explicaciones de Boric son coherentes con lo que él mismo dijo en su conferencia de prensa. Ahí afirmó que “una denuncia no implica culpabilidad”, y que al no saber a esa altura el contenido de la denuncia, “lo mínimo”, desde su punto de vista, “era saber de qué estábamos hablando”.
En el Frente Amplio (FA) y en el gobierno son cautos al momento de referirse a las 36 horas que pasaron entre la reunión de Boric y la renuncia de Monsalve. Dicen que la oposición y la cobertura mediática del caso han amplificado lo que es un tiempo suficiente para revisar los antecedentes de una denuncia grave y pedir la renuncia. “¿Qué hubiera pasado si la denuncia no era tal?”, se pregunta un integrante del gabinete, haciendo referencia a la información que se manejaba antes de que La Segunda diera a conocer la denuncia.
En el FA lo que no perdonan es que Monsalve haya ido a presentar el presupuesto como si nada el jueves 17 de octubre, día en que se conoció públicamente el caso. “Ese jueves debió haber ido a primera hora directo a La Moneda a renunciar”, dice un frenteamplista cercano al Mandatario.
En parte del oficialismo, sobre todo en el Socialismo Democrático, creen que tácitamente lo que hizo Boric -sobre la base de la relación de confianza política que construyó con el ex subsecretario en los últimos tres años- fue, al menos, darle el beneficio de la duda a Monsalve. Y esta semana marcaron un cambio de tono respecto del manejo de la crisis, con voces que piden una cirugía mayor al gabinete, sobre todo en lo que respecta a su círculo de asesores más cercanos, como su jefe de gabinete, Carlos Durán (FA), y el jefe del Segundo Piso, Miguel Crispi (FA).
El oficialismo ha criticado duramente que Boric solo haya optado por sus asesores hombres para confiar este tema. Ambos supieron ese mismo martes, por parte del Mandatario, y el oficialismo no perdona que no hubiesen asesorado de mejor manera a Boric. Para esas mismas fuentes, haberle dado el beneficio de la duda es la razón que explica que casi una semana después el Presidente ocupara una actividad de prensa para dar una señal en favor de la víctima. “Nuestro deber es creerle. Yo le creo”, dijo el 24 de octubre.
Contrario a lo que pudo haber sido su intención original, las huellas de Boric en el caso Monsalve terminaron por darle un cariz especial a esta crisis, algo que la diferencia de todas las anteriores que ha enfrentado el Mandatario.
En 2022, para la dura derrota del plebiscito del texto de la Convención, Boric y su gobierno rápidamente enfrentaron el trauma del arrollador triunfo del Rechazo, ajustaron sus expectativas ideológicas y con velocidad ejecutaron un profundo cambio de gabinete que implicó el golpe de timón más grande hasta el momento.
A fines de ese año vino la crisis de los indultos. El beneficio presidencial para condenados por delitos del estallido social se vio envuelto en una serie de desprolijidades que le costó el cargo a su exjefe de gabinete Matías Meza-Lopehandía (FA) y a la exministra de Justicia Marcela Ríos (FA). Pese a las críticas, el Mandatario siempre tuvo la convicción de que estaba cumpliendo una promesa presidencial.
Luego, vino la sangría del lío de platas del caso Convenios, que estalló en junio de 2023. En un inicio esta crisis se situó lejos de Boric, arrastró al entonces partido Revolución Democrática, dejó al Mandatario muy molesto con su entonces coalición y dinamitó la permanencia del exministro Giorgio Jackson en el gabinete.
El episodio Monsalve se escapa de ese historial, porque el centro de los cuestionamientos es el propio actuar del Presidente. El tema, además, se ha visto acompañado de un fuerte golpe hacia uno de los pilares de La Moneda: la ministra Tohá. A eso se sumó la mala situación económica que atraviesa el país y que tiene haciendo malabares al ministro de Hacienda, Mario Marcel. Todo eso va acompañado del deterioro de lo que ha sido el ethos del discurso del FA, partido que ha visto horadado su sello feminista y su relato contra los privilegios de los poderosos.
La dupla Monsalve-Boric
Uno de los puntos que más impactaron a los funcionarios de La Moneda es que la crisis más dura del gobierno llegara de la mano de la autoridad que era la encargada de solucionar los problemas.
La alianza estratégica que fraguó Boric con Monsalve, y que a casi tres años de conquistar el gobierno los terminó hundiendo, partió como una relación casi improbable, pero hasta antes de la primera quincena de octubre terminó siendo un enlace clave para la sobrevivencia del Ejecutivo en materias de seguridad.
Cercanos a Monsalve relatan que la relación de cercanía y confianza con el Presidente se fue construyendo con el paso del tiempo y que solo en los últimos años se había afianzado al punto de convertir al exdiputado en uno de los colaboradores más poderosos de su administración. La relación siempre fue de confianza política, pero nunca atravesó la frontera de los espacios más íntimos del Presidente, los que Boric protege con recelo y a los que solo acceden escasos personeros que no sean frenteamplistas.
Ambos se conocieron en marzo de 2014, cuando los entonces diputados Boric y Jackson se convirtieron en los primeros frenteamplistas en saltar del movimiento estudiantil a la Cámara. Por entonces, Monsalve ya era un parlamentario experimentado, con dos periodos legislativos en representación del entonces distrito 46, que incluía a las comunas de Arauco, Cañete, Contulmo, Curanilahue, Lebu, Los Álamos, Lota y Tirúa.
“En esos años, en el Congreso, Monsalve y Boric nunca tuvieron una relación estrecha, ni siquiera mucha sintonía”, recuerda un exasesor de Monsalve en el periodo en que se desempeñó en el Parlamento.
Las diferencias no solo estaban marcadas por la distancia generacional. Los 18 años que los separan no eran tan significativos como las diferencias ideológicas y de estilo que tenían en ese tiempo. “En esa época todavía había mucha crítica y cuestionamientos de la gente del FA al mundo de los 30 años, lo que hacía muy difícil el trabajo conjunto con un sector que declaraba como uno de sus objetivos impugnar y reemplazar a los demás sectores de la centroizquierda”, señala un exdiputado socialista que coincidió en esos años con Monsalve y Boric.
“Tenían formas de entender la política y el trabajo legislativo muy distintas”, sostiene un estrecho colaborador de Monsalve al explicar la falta de fiato que había entonces.
Mientras Boric perfilaba un estilo más retórico y discursivo en su trabajo, Monsalve afianzaba sus redes de poder en el Biobío, representando las demandas puntuales de grupos de interés de su distrito. “Monsalve era de llevar la política a cosas concretas, a algo que sirviera. Siempre decía que lo que uno hacía en política se tenía que traducir en algo que la gente pudiera comer”, dice un exasesor.
Pese a esas diferencias, Boric fijó su atención en Monsalve. Un exparlamentario socialista recuerda que el entonces diputado por Magallanes a lo menos en dos ocasiones dijo que había tres representantes del mundo exconcertacionista con los que podía mantener una discusión política con altura de miras dentro del Congreso: Pepe Auth, Osvaldo Andrade (PS) y Monsalve.
No fue sino hasta inicios de 2019 cuando esa relación se estrechó. En abril de ese año, Monsalve junto a otros dirigentes del PS rompieron con la estrategia política que lideraba la mesa directiva del partido encabezada en esa época por el entonces senador Álvaro Elizalde. Con un discurso crítico de lo que había sido el rol de la Concertación, un grupo de socialistas, entre los que formaba parte Monsalve, levantaron el nombre de la diputada Maya Fernández para disputar la presidencia del partido.
Este es un punto que caracterizó desde un inicio la vinculación de Boric con el PS: lo hizo siempre desde la disidencia a Elizalde. Siendo el jefe de la bancada de los diputados socialistas, Monsalve asumió como una especie de jefe de campaña de la candidata de la disidencia, acompañándola en su gira a regiones. “Desde el FA, Boric y otros dirigentes vieron en este grupo de socialistas la posibilidad de una mayor convergencia política”, señala un parlamentario socialista que trabajó muy de cerca con Monsalve en esos años.
Sopaipillas improvisadas
Dos años y medio después, la impronta de esa marca sería clave en la decisión de Boric de aceptar un encuentro “casual” con quien en ese momento era la abanderada presidencial del PS, Paula Narváez, en la casa de Monsalve, en las cercanías de Concepción.
El hecho ocurrió el 2 de julio de 2021, poco antes de las primarias que definirían a los candidatos presidenciales de la oposición y cuando ya había un sector del socialismo que urgía por construir puentes entre el socialismo y los frenteamplistas tras el duro quiebre entre la centroizquierda y Apruebo Dignidad.
Cerca del mediodía, mientras Boric visitaba Hualpén y Narváez recorría Concepción, por redes sociales una de las hijas de Monsalve lanzó una sorpresiva invitación: “Boric y Paula Narváez andan en Concepción, vengan a tomar once a mi casa, porfa”, escribió en Twitter. “Muchas gracias. ¿Qué dices Gabriel Boric? Veamos si nos da el tiempo”, señaló la abanderada socialista.
“¡Voy! Yo llevo el queque. Mándame la dirección por interno”, respondió Boric. El té y las sopaipillas que comieron con cuchillo y tenedor marcó un antes y un después en la relación de Boric con un sector del PS y en especial con Monsalve. Poco después, ese mismo grupo de socialistas serían los primeros en respaldar su candidatura presidencial.
El rápido respaldo que dieron a su postulación tendría su recompensa. Monsalve, Fernández, Carlos Montes y otros miembros de la llamada Plataforma Socialista serían los primeros en ser convocados por Boric para asumir cargos relevantes en el gobierno. Monsalve fue, incluso, el primer funcionario de la nueva administración en entrar a La Moneda en marzo de 2021.
Un cercano colaborador de Monsalve en Palacio recuerda que durante el primer año de gobierno, el entonces subsecretario del Interior mantuvo un perfil más bajo. En esos primeros meses, ni siquiera era invitado a los encuentros que convocaba el Presidente en Cerro Castillo para tratar temas de seguridad y orden público.
En La Moneda señalan que Boric encomendó a su ministra del Interior, Izkia Siches, quien era parte de su entorno de confianza, que se hiciera cargo de esas tareas. Una misión que la extimonel del Colegio Médico nunca pudo asumir con autoridad y que terminó delegando a días de asumir, el 15 de marzo de 2022, tras la emboscada a balazos que sufrió en Temucuicui.
“Se produjo un vacío de poder dentro de La Moneda en el manejo del complejo tema de seguridad”, señalan fuentes de gobierno. Por un lado, había una ministra que no entendía de esos temas y, por otro, quien más conocimiento tenía en la materia, la entonces jefa del Segundo Piso, Lucía Dammert, despertaba la desconfianza de las policías y los equipos de inteligencia por su nacionalidad peruana, según comentan fuentes de Palacio.
Fue ese vacío el que Monsalve aprovechó para acrecentar su poder y su imagen de funcionario “disciplinado” y “eficiente” a los ojos del Mandatario. La historia siguió así hasta que Tohá llegó al gabinete en septiembre de 2023 copando el liderazgo de la agenda de seguridad, tanto así que ambos mantuvieron una relación fría y compleja.
En la Subsecretaría del Interior, el exdiputado estructuró el trabajo sobre dos pilares. Uno era el equipo que ya había trabajado en la cartera durante el segundo gobierno de Bachelet bajo la gestión del también socialista Mahmud Aleuy. El otro pilar lo conformaba su equipo de máxima confianza, aquellos con los que venía trabajando desde hacía más de una década como parlamentario y a quienes se les conoció en La Moneda como “los de la cuenca del carbón”.
En varias ocasiones hubo choques y tensiones entre esos dos equipos, pero Monsalve se las arregló para desactivarlos antes de que escalaran al Presidente, algo que fue valorado por el Mandatario. Pese a su agilidad política, no pudo evitar que desde ese último grupo -una asesora que venía de Curanilahue- fuera quien originara, paradójicamente, la denuncia que terminó por sacarlo de La Moneda y hundió al gobierno en un trance cuya trama aun no está del todo clara.
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