Lukashenko: El autócrata bielorruso que complica a Europa
El Presidente, que llegó al poder en 1994, se encuentra en un punto de tensión con la UE por la masiva llegada de migrantes a la frontera con Polonia, a través del territorio de Bielorrusia.
El Presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, que ha sido apodado como el “último dictador de Europa”, se encuentra en una tensión con la Unión Europea por la crisis migratoria entre su país y Polonia. El mandatario reconoció el viernes que es “absolutamente posible” que sus fuerzas hayan ayudado a migrantes a entrar en Polonia, pero ha negado que hayan sido invitados.
“Creo que es absolutamente posible. Somos eslavos. Tenemos corazón. Nuestros soldados saben que los migrantes van a Alemania”, dijo Lukashenko en una entrevista con la cadena BBC. “Tal vez alguien les ayudó. Ni siquiera voy a investigar eso”, comentó.
Cientos de migrantes han llegado hasta la frontera de los dos países. La mayoría son kurdos iraquíes, también hay sirios, afganos y de países africanos como Camerún y República Democrática del Congo. Los activistas dicen que los migrantes están siendo utilizados como peones en un juego político entre Bielorrusia, no perteneciente a la Unión Europea, y sus vecinos.
A comienzos de este año, Lukashenko advirtió que ya no evitaría que los migrantes y las drogas cruzaran hacia los Estados miembros de la UniónEuropea. Esto, según los expertos, sería en respuesta por las sucesivas sanciones de Bruselas contra Minsk, impuestas después de las disputadas elecciones presidenciales de su país en 2020, el posterior acoso a opositores políticos y la desviación forzada de un avión Ryanair que transportaba a un periodista opositor y a su novia.
En medio de este contexto, el Ejército de Lituania estableció una base militar cerca de su frontera con Bielorrusia. El comandante de las Fuerzas Armadas de Lituania, el teniente general Valdemaras Rupšys, visitó la base este viernes, donde “se ha familiarizado con la operación para ayudar a proteger la frontera estatal”, entre otras tareas.
Por su parte, el gobierno finlandés de la primera ministra Sanna Marin se encuentra presionado por la oposición que considera que su coalición rojo-verde ha hecho poco para proteger la frontera de posibles “tácticas híbridas” que temen que Rusia pueda usar contra la nación nórdica. Específicamente, quieren que se apruebe una nueva legislación que permita el cierre temporal de los cruces en la frontera de 1.340 kilómetros, incluso para los solicitantes de asilo. Esto, porque muchos países consideran que quien se encuentra detrás de esta crisis migratoria es el Presidente ruso, Vladimir Putin, aliado de su par bielorruso.
¿Quién es Lukashenko?
Bielorrusia ha sido históricamente una suerte de puente de unión entre Rusia y Europa Occidental y un paso clave de gasoductos hacia el centro del ViejoContinente. Su unión con Rusia ha sido siempre muy fuerte, de hecho, fue parte de ese país durante siglos hasta 1991.
Lukashenko, de 65 años, se encuentra gobernando el país desde 1994. Proviene de una familia humilde, fue criado por una madre soltera en un pueblo pobre del este de Bielorrusia. Está casado con Galina Lukashenko, con quien tiene dos hijos adultos: Viktor y Dmitry.
En 2015, aseguró en una entrevista que no tenía intención de divorciarse de Galina, a pesar de que llevan décadas sin vivir juntos. Tiene un tercer hijo, Nikolai, quien nació en 2004 producto de su relación con su antigua doctora personal, Irina Abelskaya, y quien es considerado como su sucesor.
El salto a la fama política ocurrió a principios de la década de 1990, cuando se presentó como un héroe populista contra una élite corrupta. Armado con un áspero acento rural, indicó la cadena BBC, tomó la palabra de la legislatura de Bielorrusia en diciembre de 1993 y arremetió contra el “caos” y los “delincuentes” en el país.
Su ascenso fue rápido y se convirtió en el primer presidente electo del país menos de un año después, con 80% de los votos, en las que han sido consideras las últimas elecciones democráticas de Bielorrusia.
Tras esta victoria, Lukashenko comenzó a forjar el joven Estado bielorruso a su imagen y semejanza con dos referendos políticos en 1995 y 1996 que aumentaron su poder ejecutivo y que trajeron de vuelta simbología desechada tras la disolución del bloque soviético.
A diferencia de los líderes de otros Estados de la antigua URSS, Lukashenko conservó las reliquias del comunismo -el aniversario de la Revolución de Octubre de 1917 sigue siendo fiesta nacional-. El avance de la democracia y de los mercados libres ha sido un proceso lento, dicen los expertos. Las empresas estatales, en los sectores clave, suponen algo más del 50% del Producto Interior Bruto (PIB) y el 75% de la producción industrial, según el Banco Mundial. Y el engranaje de funcionarios y trabajadores estatales es inmenso.
No fue sino a principios de la década de los 2000 cuando se desataron las alarmas sobre la situación del país bajo el mandato de Lukashenko. En 2001, se llevaron a cabo las primeras elecciones consideradas por la comunidad internacional como manipuladas. Lukashenko obtuvo el 75% de los votos y su poder siguió consolidándose con la eliminación del límite de mandatos en 2004, una nueva norma votada también vía referendo. Esto le permitió ser reelegido en 2006 con el 83% de los sufragios.
“Mi posición y el Estado nunca me permitirán llegar a ser un dictador... pero gobernar con estilo autoritario es una característica mía y siempre lo he admitido”, dijo Lukashenko en una entrevista en la radio bielorrusa en 2003.
Al fraude electoral se sumaron las denuncias de represión a opositores. Pese a los esfuerzos de este último sector, activistas y organizaciones, el mandatario obtuvo victorias en los comicios de 2010 y 2015 donde un número importante de los candidatos rivales fueron perseguidos, encarcelados o tuvieron que marchar al exilio.
Fue ese último año cuando la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich, ganadora del Premio Nobel de Literatura, advirtió que su país es una “dictadura blanda”. Lo vinculó a la era soviética y dijo que no era de fiar.
El año pasado tras las elecciones se produjeron las mayores manifestaciones en la historia del país, las que estallaron debido a que Lukashenko afirmó que había ganado más del 80% de los votos en los comicios que muchos consideraron amañados. El gobierno había dictaminado que la mayoría de los principales retadores potenciales no cumplían las características para postularse. La oposición acudió a los comicios organizada en torno a la figura de Svetlana Tsikhanouskaya.
Se estima que más de 20.000 manifestantes fueron arrestados por las autoridades en los primeros meses de protesta. Detenciones que en muchas ocasiones fueron acompañadas de violaciones a los derechos humanos, torturas y vejaciones que fueron denunciadas por la Organización Mundial Contra la Tortura o Naciones Unidas.
Para el gobierno de Lukashenko, sin embargo, todo se trataba de injerencias extranjeras que atacaban su soberanía, una respuesta que originó que la UE y Estados Unidos emitieran las primeras sanciones contra este país y aumentaran su aislamiento internacional.
En lo que fue considerado como un claro ejemplo de lo que está dispuesto a hacer por silenciar a la disidencia, en mayo Lukashenko envió un avión de combate para interceptar un vuelo de Ryanair que viajaba a través del espacio aéreo del país y ordenó que la nave aterrizara en la capital, Minsk. Posteriormente, Roman Protasevich, un destacado periodista disidente de 26 años que estaba a bordo del avión, fue detenido.
El aterrizaje forzoso del avión comercial provocó la condena internacional. El vuelo de Atenas a Vilna, Lituania, se desvió a Minsk utilizando el ardid de una amenaza de bomba, según los gobiernos occidentales, que lo describieron como un acto de piratería. No se encontró ninguna bomba a bordo.
Por otro lado, la llegada de la crisis del coronavirus alimentó la tensión política en Bielorrusia por la forma en que Lukashenko le hizo frente. Sus oponentes consideran que su actitud temeraria es un síntoma de que está ajeno de la realidad.
A finales de mayo de 2020, Lukashenko defendió no haber impuesto cuarentenas en su país. “Miren cómo está occidente, con el desempleo fuera de control. Las personas organizan cacerolazos porque quieren comer. Gracias a Dios no cerramos el país y evitamos esto”, dijo.
Y cuando muchos países europeos imponían confinamientos para combatir el coronavirus, Lukashenko dijo estar “convencido de que sufrirían más de pánico que por el virus”. Además, afirmó que la epidemia se combatía con “trabajo duro, sauna y vodka”. De hecho, cuando toda Europa canceló los eventos deportivos, la liga bielorrusa de fútbol seguía disputándose.
Los analistas señalan que la situación actual de Bielorrusia no puede ser entendida sin el respaldo determinante de Moscú. Su alianza con Moscú se fraguó durante el gobierno de Boris Yeltsin, dice France 24, y ha perdurado en la era de Vladimir Putin. Lukashenko ha priorizado el uso del ruso en el país y el acercamiento hacia el Kremlin con el objetivo de alejarse de lo que consideraba “la amenaza extranjera” occidental. Salvo puntuales desencuentros durante el gobierno de Putin, Rusia ha ofrecido a Bielorrusia un apoyo económico y militar fundamental que ha ayudado a Lukashenko a perpetuarse en el poder hasta el momento.
Un ejemplo de los desencuentros ocurrió recientemente cuando el Presidente Putin puso freno a las amenazas de Lukashenko contra la Unión Europea. “El cierre bielorruso del tránsito de gas a Europa será una violación de nuestro contrato de tránsito, espero que no llegue a ese punto”, dijo el mandatario ruso y advirtió que, de cumplirse esta amenaza, sus relaciones con Minsk se verían afectadas.
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