Lula da Silva: Luces y sombras de sus primeros 100 días al mando de Brasil
Brian Winter, el editor en jefe de Americas Quarterly y uno de los analistas políticos más influyentes de la región, se refiere a los logros y decepciones de la gestión del presidente izquierdista en entrevista con La Tercera.
Cuando Luiz Inácio Lula da Silva asumió la presidencia de Brasil por tercera vez, el 1 de enero pasado, después de frustrar el intento de reelección de Jair Bolsonaro, expresó optimismo sobre sus planes de reconstrucción y prometió que los miembros del gobierno saliente rendirían cuentas. “No traemos ningún espíritu de venganza contra los que buscaron subyugar a la nación a sus designios personales e ideológicos, pero vamos a garantizar el imperio de la ley”, declaró entonces el líder del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), sin mencionar el nombre de Bolsonaro.
Los analistas políticos consideraban improbable que la presidencia de Lula fuera como sus dos mandatos previos, luego de la contienda presidencial más reñida en más de tres décadas en Brasil y la resistencia de algunos de sus opositores para que asumiera el puesto. La muestra de ello llegó una semana después, cuando partidarios de Bolsonaro -que se negaban a aceptar su derrota electoral- tomaron por asalto el Congreso, el Supremo Tribunal Federal y el Palacio de Planalto, marcando la primera crisis significativa del flamante gobierno izquierdista.
Ese incidente, junto con declaraciones polémicas de Lula y su enfrentamiento con el Banco Central, dejan claro que los primeros 100 días de su gobierno, que se cumplen mañana, no han sido precisamente una “luna de miel” con los brasileños, sino un periodo con altibajos, 13 años después de haber dejado el poder con una popularidad récord. Actualmente, el petista tiene un 38% de aprobación, un desempeño peor que al iniciar sus primeros mandatos (43% en 2002 y 48% en 2007), según una encuesta del Instituto Datafolha. Y si bien su popularidad es mejor que la de Bolsonaro al cabo de tres meses en el poder (32%), sus índices de rechazo están prácticamente empatados: 29% reprueban a Lula y 30% no simpatizaban con Bolsonaro a esa altura de su mandato.
Lula, incluso, ha sufrido críticas de votantes ilustres, como el escritor Paulo Coelho, quien a fines de marzo se desahogó en redes sociales. “No debería haberme comprometido con la campaña”, escribió el autor del libro El Alquimista, quien agregó: “Décadas apoyando a Lula, noto que su nuevo mandato es patético”. Cuestionamientos que, como destacó el diario Folha de Sao Paulo el viernes, muestran que la paciencia de los seguidores del petista comienza a agotarse, al tiempo que la presión contra su gobierno crece.
Brian Winter, editor en jefe de Americas Quarterly, una revista estadounidense dedicada a la política, los negocios y la cultura de América, y considerado uno de los analistas políticos más influyentes de la región, comparte las preocupaciones existentes sobre el gobierno de Lula, si bien es categórico al marcar las diferencias respecto del mandato de Bolsonaro. “Se ha demostrado que cualquiera que creyera que Lula podía hacer retroceder el reloj mágicamente a la época dorada de Brasil de la década de 2000 estaba equivocado. De alguna manera, ha regresado cierta normalidad, no estamos viendo las peleas y controversias diarias que caracterizaron los años de Jair Bolsonaro”, comenta a La Tercera. “En cambio, Lula habló mucho sobre la importancia de la democracia y cultivó relaciones funcionales con la Corte Suprema y el Congreso, con quienes Bolsonaro estuvo en constante guerra”, agrega.
Pese a este contrapunto, Winter advierte que el clima de tensión observado en la campaña persiste. Si a eso se le suma el fantasma de una eventual recesión, el panorama para Lula parece complicarse. “Los brasileños todavía sienten un clima de tensión, y tienen razón. Lula y su equipo están muy preocupados por la posibilidad de una recesión a finales de este año. Desafortunadamente, hemos visto una y otra vez -desde que la democracia regresó en la década de 1980- lo que sucede cuando los presidentes brasileños pierden el control de la economía: volatilidad en el mejor de los casos y discurso de impeachment en el peor”, recuerda.
Winter insiste en los riesgos de la polarización imperante aún en el país, poniendo foco en el malestar de sectores claves de la sociedad brasileña. “Hay riesgos adicionales derivados de una sociedad aún muy dividida después de las elecciones de 2022, las más reñidas en la historia de Brasil. La comunidad empresarial en general no está contenta con Lula y tampoco lo están el Ejército y la policía”, señala, antes de advertir: “Existe la preocupación de que, tal vez dentro de un año, Brasil pueda volver a encontrarse en una situación muy volátil”.
Sobre el bajo nivel de apoyo de Lula que muestran las encuestas, así como una tasa de rechazo similar a la de Bolsonaro, Winter insiste en que “es un retrato de una sociedad polarizada”. Al respecto, detalla que “la aprobación de Lula es un poco más alta que la de Bolsonaro en esta etapa, en algunas encuestas, pero el mensaje sigue siendo que tenemos un cierto porcentaje de la sociedad, alrededor de un tercio, que no apoyará a Lula pase lo que pase. Esto refleja lo que hemos visto en otras sociedades occidentales, incluyendo tanto a Estados Unidos como a Chile: las lunas de miel para los nuevos líderes suelen ser muy cortas, con cierto grado de oposición que es automático”.
Pero Winter apunta sobre otro fenómeno que pudo observar durante su visita a Brasil el mes pasado. “Percibí una parte de la sociedad que estaba cansada de la política después del estrés de los últimos años y ansiosa por hablar literalmente de cualquier otra cosa. Las encuestas sugieren que alrededor de un tercio de los brasileños se siente de esta manera: el tercio que vota ni ‘aprueba’ ni ‘desaprueba’ en las encuestas. Si se pudiera, simplemente votarían ‘Déjame en paz’”, relata.
“Si Lula puede mantener la economía sobre una base sólida y conservar una cierta paz institucional, este es probablemente el mejor escenario para él: una sociedad para la que la política pasa a un segundo plano”, comenta Winter. “Ya veremos”, añade.
La amenaza de Bolsonaro
El 30 de diciembre pasado, dos días antes de terminar su gestión, Bolsonaro abandonó el país para evitar pasar el mando a Lula. Después de tres meses en Florida, Estados Unidos, el exmandatario retornó a Brasil este 30 de marzo. Pese a que es objeto de varias investigaciones que podrían obstaculizar cualquier intento de reaparición política, dejó claro a su arribo que será una piedra en el zapato para el inquilino del Palacio de Planalto. Así, dijo que Lula y sus aliados “no harán lo que quieran por el destino de nuestra nación”, advirtiendo que la izquierda solo mantendrá el poder “por ahora, por un rato”.
Pese a las amenazas contra el petista, Winter cree que Bolsonaro ha perdido fuerza. Pasar casi tres meses fuera del país, en Florida, dejó a Bolsonaro debilitado, afirma. “Muchos de sus seguidores realmente creían que Bolsonaro nunca perdería las elecciones; luego pensaron que impediría que Lula asumiera el cargo; luego creyeron que se podía echar a Lula y restaurar a Bolsonaro, y así terminamos con los disturbios en Brasilia el 8 de enero. Bueno, ahora estos partidarios están muy decepcionados y confundidos, especialmente después de que Bolsonaro simplemente desapareció”, sostiene.
Ese período fuera del país, señala Winter, parece estar pasándole la cuenta a Bolsonaro: “Ahora está de regreso en Brasil, pero hay otros pretendientes al trono del movimiento, incluido el gobernador de Sao Paulo, Tarcísio de Freitas. Estos nuevos íconos conservadores han demostrado ser muy resistentes: mire el ejemplo de Donald Trump, quien muchos creían que había terminado hace solo seis meses, y ahora parece resurgir. Pero creo que es seguro decir que Bolsonaro tiene trabajo por hacer para recuperar su capital político”.
Sobre el impacto que la presencia de Bolsonaro en Brasil puede tener sobre la gestión de Lula, Winter piensa que solo “el tiempo lo dirá”. De hecho, considera que las amenazas más importantes para el petista están encarnadas en otros actores políticos. “Creo que el mayor desafío, al menos por ahora, no será Bolsonaro, sino los líderes de las dos cámaras del Congreso, Arthur Lira y Rodrigo Pacheco. Estos son dos hombres muy poderosos, ambos más conservadores que Lula ciertamente, con amplios electorados y control de la Bolsa. Lula no los intimidará; ya lo han demostrado en las negociaciones. El presidente del Banco Central, Roberto Campos Neto, también ejercerá una gran influencia e independencia”.
En cuanto a los paralelos de la situación de Bolsonaro con el caso de Trump, Winter dice que mientras a este último su imputación penal terminó, por ahora, “energizándolo” electoralmente, “en Brasilia, existe la suposición generalizada de que la Corte Suprema actuará para despojar a Bolsonaro de sus derechos políticos”. Sin embargo, estima que “tal vez no lleguen a intentar enviarlo a la cárcel, en parte por la preocupación de que podría revivir la ‘calle’ conservadora una vez más. Todos son conscientes del riesgo que representa la persecución judicial de estos líderes que siguen siendo populares, o al menos tienen una base muy movilizada”.
Un actor global
Lula participó en enero en la cumbre de la Celac en Buenos Aires, abogando por la integración regional. Pero en marzo se ausentó de la Cumbre Iberoamericana de Santo Domingo argumentando problemas de agenda, ya que tenía planificado viajar a China, una visita que tuvo que aplazar por motivos de salud y que finalmente realizará entre el 11 y 14 de abril.
Para Winter, la ausencia del mandatario brasileño de la cumbre en República Dominicana “es una prueba más de que Lula está interesado en un perfil global”. “Los diplomáticos brasileños le dicen a la gente que, por supuesto, Lula puede concentrarse en América Latina y el resto del mundo al mismo tiempo. Pero si yo fuera un político en Chile o Colombia, por ejemplo, me estaría preguntando si existe el riesgo de que Lula dé por sentado su liderazgo y el de Brasil en América Latina”, plantea.
“A veces me pregunto si América Latina es demasiado pequeña para él. Sí, ha viajado a Buenos Aires y Montevideo y se ve como un líder natural de la región. Pero si miras sus otros viajes, a Washington y pronto a Beijing, así como el viaje de su asesor de política exterior Celso Amorim a Moscú para discutir las posibilidades de una paz en Ucrania con Vladimir Putin, te das cuenta de que es un Lula que está buscando un perfil verdaderamente global”, sostiene Winter. “Parece estar buscando un Premio Nobel de la Paz. Posiblemente podría acercar esto a casa, por supuesto, negociando un retorno a la democracia en Venezuela y Nicaragua. Pero parece que apunta al verdadero golazo”, concluye.
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