Memorias de un adicto al tramadol
La adicción a los opioides es responsable del 79% de las muertes por consumo de drogas. El problema se vuelve más grave cuando se suma que dos tercios de quienes los consumen lo hacen automedicándose. Fue el caso de Alfredo Vásquez, un hombre de Quilpué que probó el tramadol por curiosidad y, tres años después, sigue sin poder librarse de las consecuencias que le trajo el tomar esas pastillas.
Alfredo Vásquez (34) iba manejando su camión de mudanzas con el que trabajaba diariamente cuando en la radio sonó una canción que no podría olvidar. Era de Myke Towers y se titulaba Mírame. Mientras la escuchaba, una parte de la letra le quedó dando vueltas. Era la que decía: “Quiero que me llame pa’ echarme dos tramadol, anestesia pa’l amor”.
Unos meses después, en mayo de 2021, Vásquez seguía con esa canción en su cabeza. Por eso decidió averiguar más sobre el tramadol, buscando en YouTube reseñas sobre este medicamento. Dice que en eso estaba cuando vio un video que explicaba que esta píldora se utilizaba en África para no sentir dolor físico durante distintas labores. Eso le gustó aún más. En ese momento, Vásquez trabajaba en mudanzas trasladando muebles, muchas veces pesados, por lo que constantemente sufría de molestias. Algunas incluso le impedían dormir bien.
El video de YouTube, en parte, tenía razón. El tramadol es un medicamento analgésico que se utiliza para aliviar el dolor moderado a severo. Pertenece a la familia de los opioides, también conocidos como opiáceos. Dentro de los opioides se encuentran los fuertes, como el fentanilo y la oxicodona, y los débiles, donde están la codeína y el tramadol. Son varias las discusiones en torno a su uso y a qué tan adictivos son, pero de todas formas los expertos concuerdan en una cosa: no existe información suficiente en Chile sobre el consumo de opioides, ni menos de tramadol.
Para Vásquez, la historia dio un giro en junio de 2021. Él, que vivía con su hijo, su abuela, su padre y la pareja de su padre en la comuna de Quilpué, en la Región de Valparaíso, vio unas pastillas de tramadol en el baño de su casa. Se las habían recetado a la pareja de su padre, debido a los dolores que podría sufrir tras operarse una muela. Ella consumió un par de estas píldoras. Pero al ver que el dolor disminuía, las dejó. Vásquez recuerda que las vio durante varios días en un cajón y que tenía mucha curiosidad sobre su efecto y la posibilidad de aliviar los dolores que muchas veces le dejaba su empleo.
Este alivio, según explica Paula León, anestesióloga de la Unidad de Dolor Interdisciplinario UC, se debe a que el tramadol actúa sobre los llamados “receptores opioides”. Estos son capaces de generar sensaciones que son procesadas como placenteras por el sistema nervioso central, lo que muchas veces se manifiesta como sedación o directamente placer, agrado o euforia. Por otro lado, según el químico farmacéutico Matías Ramírez, de la Asociación Chilena para el Dolor (Ached), Chile es el segundo país en Sudamérica que más opioides consume, después de Argentina. El principal problema de esto, agrega León, es que dos tercios de las personas que consumen opioides lo hacen automedicándose y sin receta médica.
Antes de sentir curiosidad por el tramadol, Vásquez ya tenía un pasado adicto. En 2017 se había internado en un centro terapéutico por adicción al alcohol y drogas como clonazepam y zopiclona. Sin embargo, ese antecedente no fue lo suficientemente fuerte para detenerlo. Después de varios días viendo las pastillas, se decidió. Las tomó del baño y esperó a estar solo en su casa. Se sentó en el living e ingirió la primera. No sintió nada. Tomó la segunda y luego la tercera.
“Sentí que los problemas desaparecieron. Yo era fumador y bebedor y se me quitaron las ganas de tomar y de fumar. Me sentía tan bien que no me daban ganas. Quería trabajar y, cuando empezaba, no paraba hasta que terminaba la jornada. Me sentí súper productivo y dije ‘encontré algo mágico’”, cuenta.
Pronto, esos cambios se hicieron evidentes. Un día, Vásquez dice que subió una lavadora de ropa desde su camión hasta un cuarto piso. Según él, nunca antes había podido hacer algo así.
Catorce pastillas diarias
Según datos globales de la OMS, el 40% de los pacientes que están en tratamiento por adicción de drogas afirma que lo que principalmente consumen son opioides. Por otro lado, de acuerdo a un estudio publicado en 2021 por la Universidad de Chile, la adicción a los opioides es responsable del 79% de las defunciones por consumo de drogas. A esto se suma un informe publicado por la ONU el 23 de junio de este año, que advirtió que el tramadol llegó a adquirir una dimensión de epidemia en África.
A raíz de estas conclusiones, el psiquiatra experto en adicciones Daniel Martínez explica que estos medicamentos son altamente adictivos, dado que generan una rápida tolerancia. Además, agrega que es lo mismo que pasa con otras drogas. “La gente fuma pasta base y, a los segundos, siente el efecto y a los pocos minutos desaparece. Todos los medicamentos que tienen una vida media-corta, que actúan rápido y duran poco en el cuerpo, son medicamentos rápidamente adictivos”.
Desde la Asociación Chilena para el Estudio del Dolor (Ached) no tienen la misma mirada. Insisten en que no es bueno dotar de una connotación negativa a este tipo de medicamentos, ya que son una parte fundamental y muy efectiva ante el tratamiento del dolor. El químico Matías Ramírez comenta que los opioides nacieron para abordar el tratamiento del dolor en pacientes terminales, pero que hoy se utilizan para diferentes procedimientos, como operaciones, hospitalizaciones, intubaciones, entre otros. Además, agrega que a pesar de existir un riego de adicción, el nivel de adicción de estas sustancias es muy bajo y esto depende en mayor medida de una serie de características propias de la persona que lo consume, más que del remedio como tal.
Fueron tres pastillas diarias las que Alfredo Vásquez continuó consumiendo luego de probar el tramadol. Sin embargo, a la semana necesitó más miligramos para volver a sentir esa “sensación mágica”. Aumentó a cinco pastillas al día, pero tuvo otro problema: las píldoras de la pareja de su padre se acabaron y tuvo que ir a conseguirlas por sus propios medios.
Dice que se dirigió hasta una farmacia en Quilpué. Ahí, le dijo a la profesional que lo atendió que sentía un fuerte dolor en una muela. Ella contestó que solo por esa vez le venderían los medicamentos sin receta. “Como dos lucas me costaron”, cuenta Vásquez.
Como indican en el Instituto de Salud Pública (ISP), organismo encargado de fiscalizar el ingreso de este tipo de medicamentos al país, los opioides solo se pueden obtener con una receta médica. Es decir, hay restricciones para acceder a ellos por la vía legal. Sin embargo, ahí está el principal problema: este medicamento se consigue fácilmente en redes sociales o en ferias. Al ingresar a Facebook y buscar “tramadol”, un sinfín de opciones y cuentas ofrecen el medicamento. El valor nunca supera los $ 5.000 por las 10 pastillas. Según información entregada por el organismo el 27 de septiembre, “el comercio ilegal de medicamentos ha aumentado en los últimos años, esto se evidencia en la presencia de medicamentos en vías irregulares como ferias libres, vía pública y establecimientos no autorizados. Agrega que la mayor cantidad de decomisos realizados entre enero y julio de este año por región la lidera la Región de Valparaíso.
Sergio Muñoz, jefe del área de control de comercio del Insitiuto de Salud Pública (ISP), sostiene que esto se debe a que “estos medicamentos se desvían de la vía autorizada. Lo que quiere decir que principalmente las farmacias, que sí están autorizadas a comercializar el producto, están vendiendo al por mayor y sin ningún tipo de control a cualquier persona, para que ellas las revendan en este tipo de lugares”. En la misma línea, Boris Duffau, jefe del área de análisis ilícitos del ISP, confirma que existe un aumento en la incautación de tramadol, lo que significa que “el fármaco está siendo cada vez más vendido en lugares que no son legales”.
Por otro lado, Héctor Rojas, presidente de la Asociación de Farmacias Independientes (AFFI), comparte la opinión de Muñoz. Pero agrega que “no son solo las farmacias, los laboratorios también tienen una responsabilidad en el abastecimiento del comercio ilegal de estas sustancias”.
Fue precisamente esa la solución que encontró Vásquez para seguir consiguiendo las pastillas una vez que se le terminaron. Asistió a una de las ferias en Villa Alemana y compró varias cajas más.
Su dependencia iba de mal en peor. Vásquez pasó de consumir cinco pastillas a seis. Tres en la mañana, al despertar, y tres en la tarde, cerca de las 15.00: de esta forma el efecto se mantenía durante toda la jornada. Al ver el notorio aumento en la cantidad de miligramos que consumía, buscó en internet qué cantidad no era dañina.
“Ahí vi que podía tomar hasta 400 miligramos diarios. Tomaba cinco pastillas de 50 miligramos y ahí hacía 250, luego consumía cuatro más y hacía 450 en el día. Eso equivalía a nueve píldoras diarias”, dice.
El aumento en la cantidad de miligramos que consumía no se detuvo. Llegó a ingerir 14 pastillas de 50 mg diarias: unos 700 mg. Desde la Ached aseguran que la dosis máxima de tramadol aprobada en población chilena estándar es de 400 mg al día. Es decir, Vásquez casi duplicaba esa cantidad.
“En ese momento, al ver la cantidad de pastillas que consumía, sentí miedo. Ya no me hacían el mismo efecto. Cada vez consumía más y más para llegar a la sensación que necesitaba”, confiesa Vásquez.
En octubre de 2021, casi cuatro meses después de haber probado el opioide por primera vez, pidió ayuda. Asistió al médico y le contó que consumía tramadol. Él le dijo que lo dejara de a poco, ya que no podía hacerlo de golpe. De 700 mg debía disminuir a 580 mg, luego a 560 mg y así sucesivamente.
Vásquez no lo logró.
Un mes después, en noviembre, fue al Centro de Tratamiento Ambulatorio para Drogodependencia (CTA) de Villa Alemana. Le hicieron una entrevista, pero pasaron meses sin que volviera a saber de ellos.
Cristina Silva, psicóloga y gestora clínica del CTA de Villa Alemana, asegura que “ha habido un aumento en la demanda de pacientes con dependencia a opiáceos intravenosos de uso analgésico, como la morfina y el tramadol. Si bien antes teníamos algunos registros de estas drogas, no superaba un promedio de uno a dos casos al año. Hoy es frecuente tener una demanda de dos a tres casos mensuales con alguna droga de este tipo”. Convertido a cifras, han aumentado 18 veces los pacientes que llegan a ese CTA con dependencia a estas drogas.
Desde Senda explican que no tienen cifras actualizadas hasta la fecha: solo hasta 2020. Pero, incluso entonces, del total de personas que reconocieron haber consumido analgésicos sin receta médica, el tramadol era la sustancia más usada.
Durante los primeros días de abril del año pasado, Vásquez tomó la decisión. Se internaría en la Comunidad Terapéutica Renovación, donde ya había estado en 2017. El lunes 11 de abril de 2022 ingresó. Nunca más volvió a salir.
Soñar con tramadol
Al cuarto día, Alfredo Vásquez comenzó a sufrir el síndrome de abstinencia.
“Empecé a escuchar voces de niños, pensé que era una crisis de pánico. Me desmayé y empecé a convulsionar. Estuve tres minutos convulsionando y llegó la ambulancia. Me tuvieron que trasladar al Hospital Sótero del Río”, recuerda.
Lo que le sucedió a Vásquez no es extraño. Como explica el doctor Álvaro Castillo, académico de la Universidad Mayor y director del Núcleo Milenio para la Evaluación y Análisis de Políticas de Drogas, los opioides generan un síndrome de abstinencia muy fuerte cuando se usan de forma prolongada, incluso pueden generar síntomas potencialmente mortales. La doctora Paula León agrega que “una vez que prescribes opioides, es muy difícil desprescribirlos”.
Vásquez recuerda esos días de abstinencia como “difíciles”. A esto se le sumó el estar completamente aislado del exterior. Fue recién el décimo fin de semana desde su internación que pudo salir a ver a su familia. Fue a la casa de su madre, por un par de horas. Sin embargo, no pudo ver a su hijo. Solo lo vio después de cinco meses internado, en septiembre de 2022.
Mientras Alfredo Vásquez estaba tratándose en Quilpué, su hijo adolescente comenzó a consumir marihuana y cocaína. Hoy, Vásquez pasa gran parte de su tiempo en el centro donde está internado su hijo, en Puente Alto. Desde entonces, cuando regresa a dormir a la Comunidad Terapéutica Renovación, suele tener la misma pesadilla: él y su hijo tragando pastillas de tramadol.
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