Todo partió el lunes 24 de abril. Una usuaria de Twitter, se presume que una apoderada del colegio particular subvencionado Sochides, ubicado en la comuna de Renca, subió una foto con una comunicación que envió el establecimiento el viernes 21.
En ella, se le anunciaba a padres y apoderados algo importante: el próximo martes iban a ensayar qué hacer en caso de una balacera.
“Con el fin de incrementar la cultura preventiva en los estudiantes de nuestro colegio -rezaba-, queremos informarle que el martes 25 de abril se realizará un simulacro de balacera, el cual será guiado por el profesor encargado de seguridad de nuestro colegio, aplicando la didáctica acorde a la edad de los niños”.
El tema fue polémico en redes sociales hasta que, el martes 25 de abril, la noticia llegó a los medios. Canales de televisión transmitieron desde el recinto esa mañana. La imagen era impactante: un profesor, megáfono en mano, le hablaba a un grupo de niños y niñas.
Todos yacían tendidos boca abajo, con sus manos cubriéndose la cabeza.
La imagen fue considerada como insólita y trajo reacciones. Por ejemplo, el alcalde de Renca, Claudio Castro (ind.-exDC), envió una carta a El Mercurio. En la misiva, firmada junto a la Defensora de la Niñez, Patricia Muñoz, fue agudo contra el procedimiento:
“Lamentablemente, estamos avanzando a la normalización de iniciativas que, de no hacerse bien y con base a evidencia, nos llevarán a perder la batalla importante (...) en pos de una aparente seguridad pública”.
Carlos Díaz, presidente del Colegio de Profesores, compartió el punto. Consideró que, aunque entendía lo que realizó el colegio, esto “normalizaba” las balaceras.
A Susana Godoy (58), la directora del establecimiento que visó la medida, esas críticas no le gustaron. Sobre todo por un tema de convicción.
“Era lo que teníamos que hacer, por todo lo que hemos pasado”.
Los balazos que se acercan
El colegio Sochides de Renca fue fundado en 2001. El impulsor de la idea fue Iván Godoy, el padre de Susana Godoy, un profesor normalista que llegó de Copiapó. Godoy padre encabezó el establecimiento hasta que el año 2010, años después de jubilar, le pidió ayuda a sus hijas para seguir su proyecto.
Ahí fue que Susana Godoy abandonó su carrera como matrona y llegó al Sochides a hacerse cargo del legado de su padre. El objetivo del colegio era claro.
“Él quería dar movilidad social a través de la educación, que se pudieran insertar en la sociedad. Y así evitar los riesgos que hay en esta sociedad. Evitar que se salgan del camino”.
La realidad con la que se topó era esta: de los mil estudiantes que había, desde pre kinder hasta sexto básico, la mayoría provenía de hogares humildes.
“El 43% de nuestros estudiantes son considerados vulnerables. Eso lo determinamos a través de una ficha. Ya sea porque son de escasos recursos, por el nivel de educación de los papás, o por lo económico. Esos son los más vulnerables, pero también hay unos 300 más que están con riesgo”.
Godoy, eso sí, resalta que a todos se les trata por igual. “Tratamos de que no noten esa vulnerabilidad, que tengan un colegio digno. Si no les alcanza para útiles, nosotros se los damos”
Todo eso lo observó Ricardo Martínez. Llegó como profesor de Educación física en 2003. Por su trabajo llegó a ser profesor jefe, donde se enteró más a fondo de la vida de sus alumnos.
“Conocí el caso de cinco o seis hermanos viviendo con la abuela, sin sus padres. Se ve mucho papá ausente. Es complejo. Tienen esa carencia -describe Martínez-. Ven en los profesores hombres la imagen paternal, por eso la cercanía. Buscan la imagen masculina en uno. Por eso uno se involucra más, los orienta, los corrige. Uno se da el tiempo para hablar con ellos, porque ese tiempo no se los dan en la casa”.
Cuando Iván Godoy aún estaba a cargo del colegio, empezaron los primeros problemas en el barrio. Su hija los enumera.
“Mi papá pagaba a la antigua. El personal llegaba a cobrar su sueldo acá y se lo llevaba en sobres. En eso, se metieron acá y asaltaron a mano armada”.
El 2017 hubo un segundo asalto. “Ingresaron al colegio con pistola y robaron un computador y un dinero del centro de padres”. El 2018, otro empleado del colegio sufrió un asalto. Alguien lo abordó, le pegó en la cabeza y le quitó el sueldo que recién había cobrado en un banco cercano.
Durante la pandemia sufrieron otro duro golpe: a las semanas de entrar en cuarentena, se les metieron otra vez a robar al colegio.
“Se llevaron como 15 millones de pesos. Estuvieron toda la noche acá adentro. Se llevaron un datashow, impresoras. Pero lo que más dolió fue que se llevaron dos cellos, instrumentos musicales que usaban alumnos que participaban en las orquestas de la FOJI”.
Eso empezó a generar cambios. La reja del colegio fue creciendo en altura. Pusieron alambre de púas y cerco eléctrico. También empezaron a tomar otras precauciones: a la hora de que los niños salen de clases, ninguno se puede ir solo. Todos con un apoderado o en furgón. “Son contados los que se van solos y tienen que vivir muy cerca”, asegura Godoy.
Pero lo que más los alertó, dice Martínez, fue lo que los mismos alumnos les empezaron a decir.
“Los niños nos cuentan. Nos dicen, profe, ¿sabe qué? El fin de semana estábamos jugando en la cancha y se agarraron a balazos. O, el otro día hubo un narco funeral cerca de mi casa. Otro me dijo, profe, el otro día asaltaron a mi vecino, que venía llegando en el auto. Le robaron el auto a mano armada”.
Lo mismo dice Godoy: “Una apoderada me dijo que anoche entraron a robar a su casa. Su hija estudia acá. Y le pegaron a su papá. Los niños están expuestos a todo eso”.
Ya fue evidente que algo tenían que hacer, cuando conversaron con Seguridad Ciudadana de la comuna, dice Martínez.
“Nos dijeron que hay muchas denuncias por narcotráfico en los alrededores. Si bien esta calle, Freire, no es ultra peligrosa, han habido narcofunerales cercanos. Las balaceras estaban ocurriendo cada vez más cerca. Ha habido en calle Angol, Cabo de Hornos, a pocas cuadras de acá”.
Las cifras que registra la Séptima Comisaría de Renca avalan lo que dice Martínez: si el año pasado a la fecha contaban 34 robos con violencia, este año van 56. Un 64,7% de aumento. Lo mismo los robos violentos de vehículos. Si el 2022 a esta fecha iban 12, este año van 20: un alza del 66,7%.
Por eso, el equipo del colegio que está a cargo del Plan Integral de Seguridad Escolar, PISE, se reunió a principio de este año escolar a ver qué temas iba a incluir su plan preventivo. Además de los incendios y sismos, decidieron incluir las balaceras.
De hecho, el Mineduc en marzo difundió una serie de orientaciones sobre qué hacer en caso de situaciones críticas constitutivas de delito. Entre ellas, un enfrentamiento con armas.
“Como han aumentado las denuncias por narcotráfico, eso te dice que hay posibilidades de un potencial enfrentamiento entre carabineros y narcotraficantes, que andan fuertemente armados”, justifica Martínez.
La aprobación llegó también desde los psicólogos. Una razón era clave, dice Godoy.
“¿Y qué pasa si hay una balacera afuera y los niños están en el recreo?”
Estaba decidido: tenían que ensayar qué hacer en caso de una balacera.
“Vamos a hacer una actuación”
Alejandra Labra es apoderada de una niña que cursa cuarto básico. Recuerda perfectamente el viernes en que su hija llegó con la noticia, contando: “Mamá, el martes vamos a ensayar una balacera”.
A ella le pareció bien, porque considera que el panorama es cada vez más peligroso para los niños.
“Yo vivo en Cerro Navia. Y se sienten cada vez más balaceras y fuegos artificiales, habiendo muchos colegios cerca. Entonces, creo que esto va acorde a la realidad”.
Esto se condice con hechos: según datos de la subsecretaría de Educación, a los que accedió La Tercera, 122 establecimientos educacionales, entre colegios y jardines, han suspendido clases por narcofunerales y balaceras. Eso, en solo dos meses.
El martes 25, el del ensayo, Martínez estaba nervioso. Si bien había dirigido otros simulacros, como el de evacuación ante un sismo -la operación Francisca Cooper-, nunca antes había hecho uno de balaceras. De hecho, dice que en la comuna fueron los primeros.
Así, el profesor de Educación Física pasó sala por sala explicando. La idea, dice, era ser cauteloso: “Les dije: niños, vamos a hacer una actuación sobre una situación que lamentablemente está pasando en nuestro país”.
Carolina Silva, coordinadora de educación parvularia, que incluye a los cursos más pequeños, dice que también estuvo de acuerdo con el ejercicio. Está segura de que era necesario, sobre todo en el caso de que los niños estén en el patio si eso llega a suceder.
“Les contamos que íbamos a practicar una postura de seguridad, si es que cuando estábamos en el patio, escuchábamos petardos o ruidos fuertes, que ellos ya identifican -indica-. También les atrajo todo el tema que llegara un profesor y no una tía, que llegara con un megáfono. Para ellos era novedoso, era como jugar. Y funcionó bien”.
Los primeros cursos que hicieron el ejercicio fueron precisamente los párvulos. Luego de un rato de recreo entró Martínez. Con megáfono en mano, dio las indicaciones. “Cuando diga alerta, eso significa de guata al suelo, y se protegen su cabeza”.
El ejercicio comenzó. Fueron tres minutos en silencio. En el caso de los párvulos, algunas tías cantaron La Cuncuna Amarilla, de Mazapán.
“La idea es tener una canción que todos se sepan para, si eso llega a realmente pasar, poder bajar la tensión y que el foco no esté en el miedo”, explica Silva. “No pusimos ruidos de balazos ni nada así. Quisimos evitar miedos, angustia y ansiedad”, añade Godoy.
La psiquiatra infanto juvenil Nicole Vásquez respalda esta idea. Dice que a pesar de que es bueno prevenir ese tipo de situaciones, la clave es no hacerlo de una forma “alarmista”. “Lo importante es que los adultos se preparen y sepan cómo actuar. Además, el mensaje tiene que comunicarse desde la calma, no infundiendo temor o angustia en la comunidad”.
La subsecretaria de Educación Parvularia, Claudia Lagos, alienta a que cada colegio desarrolle estrategias que se enmarquen dentro de su PISE. Además, sugiere que estas se acompañen de acciones con “profesionales de la salud, equipos educativos, de seguridad pública, policías y municipios”, además de relevar la importancia de prestar contención emocional a quienes experimentaron situaciones violentas.
El ejercicio fue replicado en todos los cursos por segmento: primero, prebásica; luego los primeros básicos, y así, hasta el quinto y sexto básico.
El simulacro fue todo un éxito, dice Martínez. Lo que facilitó todo también, dice, fue que los niños estaban impacientes porque estaba la televisión en el colegio. Pero lo otro es una razón más de fondo. “No fue tan terrible para ellos, porque algunos ya habían experimentado lo que era escuchar una balacera cerca. Entonces, no era algo tan nuevo”.
Luego llegaron las críticas. La exposición en la prensa y todo el revuelo que causó su ejercicio, inquietaron a Godoy. Lo que sigue sin entender, a días del ejercicio, es cuando le insisten que lo que hicieron es una forma de aceptar la violencia del narco:
“Nos dicen que lo normalizamos. Pero si hubiese habido una balacera, nos hubieran dicho que nunca nos preparamos”.