Patricio Fernández y los 50 años del Golpe: “El reto de Boric no es la vuelta al pasado, sino que patear la pelota hacia el futuro”

Patricio Fernandez
Patricio Fernández, periodista, escritor y ex Convencional.

En el marco de los 50 años del Golpe militar, Fernández dice que se puede dar la “inimaginable” paradoja de que Gabriel Boric y José Antonio Kast tengan que convenir en un propósito común: sacar adelante la nueva Constitución. Ahí se juegan su suerte.


Patricio Fernández es el asesor designado por el Presidente de la República para darle narrativa a la conmemoración de los 50 años del Golpe militar.

El debate ya se instaló. La grieta se reabrió. De ahí que el propio Gabriel Boric le haya dado un lugar especial en su extensa cuenta pública del jueves pasado.

El relato del gobierno no será la entrega de una verdad oficial. Tampoco la organización de todos los eventos. “Eso estará a cargo de la sociedad civil. Habrá muchas miradas, diálogos, encuentros en las universidades, reflexiones de distintos sectores. El gobierno sólo propondrá un tono para debatir y hará un llamado para acordar un compromiso democrático hacia el futuro”, dice Fernández, al mencionar que el relato en que trabaja junto con el ministro de las Culturas, Jaime de Aguirre, es sobre la base tres ejes: memoria, democracia y futuro.

Fernández -hombre muy cercano al Presidente- ha sido testigo privilegiado de la historia reciente. Participó del primer proceso constitucional del gobierno de Michelle Bachelet y luego fue uno de los constituyentes de la fallida Convención.

¿Qué se juega Gabriel Boric en una fecha tan sensible como son los 50 años?

Boric es el primer Presidente que, desde la recuperación de la democracia, no fue ni protagonista ni testigo ni víctima de la ruptura del año 73. Por lo tanto, él no tiene que dar testimonio de lo que sucedió. Hay otras generaciones que están mejor dotadas para eso. Su rol es ser la bisagra que hace que esta historia apunte hacia adelante con todos sus aprendizajes y compromisos.

Pero en el empalme del pasado y el futuro, ¿cómo ejerce un rol de bisagra?

El reto de Boric no es la vuelta al pasado, sino que patear la pelota hacia adelante y extender una invitación amplia para construir un espacio común en el que todos podamos convivir en paz.

¿Y qué espacio se la da a la memoria?

Es que ese paso hacia el futuro no significa olvidar. Muy por el contrario. Significa revisar lo que hemos sido, volver a nuestra historia, a los dolores y tragedias que se vivieron en la dictadura. En el fondo, es volver sobre el Chile que se interrumpió. Y ahí el papel del Presidente es abrir la conversación para que el país pueda mirar sus cicatrices y desde ahí acordar un horizonte común.

El hecho de no ser parte de la generación que vivió la dictadura, ¿facilita o entorpece asumir un liderazgo en ese reencuentro?

En buena parte sí, porque de lo que se trata es de sanar una herida abierta en torno a las violaciones a los derechos humanos. Por eso, ha mandatado al ministro de Justicia a elaborar un plan de búsqueda de las personas que aún permanecen desaparecidas. La mayoría no han sido encontrada y todo el dolor de esas búsquedas ha estado radicado en las familias.

¿Y ahora la tarea la asume el Estado?

Así es. Hay que hacer de esta herida una causa de Estado. Sin ese eje, es difícil hablar de futuro. Buscar a nuestros compatriotas desaparecidos es una obligación moral que nos debe conmover como país. Pero también nos debe llamar a la reflexión. Más allá de nuestras diferencias, ¿a qué nos vamos a comprometer para que nunca más suceda algo igual? Hacia allá debemos caminar.

¿Y por qué eso lo podría lograr el Presidente Boric? Todos los gobiernos de la Concertación, e incluso Sebastián Piñera, cuando habló de los cómplices pasivos, apostaron por la reconciliación.

Porque hay una diferencia importantísima. El 75% de los chilenos nació después del año 73. O sea, casi dos tercios de los chilenos no votaron en el plebiscito del Sí y del No. Y, además, porque todos los gobiernos anteriores estaban encabezados por una generación que entre sí se había hecho mucho daño.

¿El tema hoy no pasa por la reconciliación?

No tanto, porque la reconciliación es algo que compete a quienes fueron agredidos. La generación joven de la derecha y la de Gabriel Boric no se han hecho daño. No se han matado entre ellos. Por lo tanto, no se tienen que reconciliar. El asunto no es cómo reparo el daño que hice, sino cómo acuerdo con ese otro -habiendo aprendido de los costos que tuvo esa historia- un espacio en que las diferencias sean aceptadas. La democracia es un bien común. Necesitamos acordar que será defendida entre todos. Que no nos vamos a matar, que nunca más se va torturar o hacer desaparecer personas, sea cual sea el nivel de nuestras diferencias.

¿Negacionismo?

¿Ese relato no cambia con el surgimiento de una derecha más dura? José Antonio Kast y varios de su mundo siguen siendo defensores de Pinochet.

Mira, cuando murió Pinochet yo dirigía el The Clinic. La portada de esa edición era Pinochet en el ataúd y decía: “Liz Taylor”. Pero había una contraportada en la que estaba el mismo Pinochet, pero con un ojo abierto y decía: “Cuidadito”. ¿Qué te quiero decir con esto? Que la democracia es un bien muy frágil y que siempre corre peligro. Es cosa de recorrer América Latina para ver que la democracia no está en gloria. Al revés, está amenazada.

¿No aparece el riesgo del negacionismo? Las declaraciones del consejero republicano Luis Silva generaron controversia por plantear que “Pinochet era un estadista”.

Para ser precisos, Silva no lo dice desde el negacionismo. Él asume que se han cometido hechos atroces y, no obstante, es capaz de definir como un gran estadista a alguien que cometió atrocidades que se llaman crímenes, torturas, desapariciones de personas, exilio. ¿Es posible aceptar la categoría de estadista para alguien que realiza esas acciones? Yo supongo que al interior de la derecha habrá sectores jóvenes que no están dispuestos a aceptar ese tipo de conclusiones.

Pero Silva también es exponente de una nueva generación…

De acuerdo, pero me pregunto cómo hace un cristiano tan comprometido con su religión para resolver entre su admiración a un modelo económico y la falta de respeto por la vida humana. Dicho eso, lo que uno espera es que esta conmemoración sirva para acordar justo lo contrario de la conclusión que saca Silva: que jamás una ideología, una generación de riqueza, puede hacerse pasando por encima de la vida humana.

En la derecha, muchos reconocen que hubo excesos, pero dicen que ese fue el costo de rescatar el país del abismo. ¿Eso no es una forma de negacionismo?

Creo que declarar algo así cabe dentro de la libertad de expresión. Es perfectamente posible discutir las razones de por qué se llegó a esa dramática situación. Pero el negacionismo consistiría más bien en el hecho de negar, de pasar por alto situaciones horrorosas que sí ocurrieron. Y ese no es el caso de lo que dice Silva.

Un grupo de parlamentarios de izquierda anunció un proyecto de ley para tipificar el negacionismo. ¿Es partidario de abrir ese camino?

No, yo no soy partidario de una ley que sancione el negacionismo. No me parece que sea el camino. Creo que en la discusión abierta, democrática, esto se resuelve mejor. Además, en Chile tenemos la posibilidad de hacer esa discusión con evidencias que están a la vista. Ponerlo de relieve será responsabilidad de todos.

Para buscar acuerdos se requiere un ánimo de conciliación. ¿No cambió el tono en estos días?

Pero también se ha generado un debate al interior de la derecha y que yo esperaría que fuera virtuoso. El Rojo Edwards, que es republicano, sale diciendo que Pinochet efectivamente era un dictador. Será interesante saber qué piensan otros personeros de la derecha. No para abrir heridas, sino que para ir conviniendo en conjunto que el respeto de la democracia y de los derechos humanos es un piso mínimo para la convivencia democrática.

¿Habrá clima para ese acuerdo o será voluntarismo político?

Es que uno no siempre trabaja sólo para tener éxito. También se trabaja para avanzar, para construir, para transformar. No sé dónde vamos a llegar, pero todos los empeños deben estar puestos en avanzar consistentemente hacia esa dirección.

¿Algo así como un compromiso de “Nunca Más?

La frase del “Nunca Más” es una declaración virtuosa, pero no garantiza que no vuelva a suceder. La historia muestra que las fuerzas autoritarias reaparecen. Por eso, la comunidad política debiera comprometerse a cuidar y defender la democracia. Las amenazas pueden venir de distintos lugares o colores políticos.

Destinos cruzados

Los 50 años llegan en un momento de auge de la derecha radical. ¿Cómo leería ese dato?

Es un dato paradójico, complejo, incómodo, pero que al mismo tiempo llama a tener una gran apertura mental para entender de qué se trata y no responder con las categorías acostumbradas.

¿Y qué expectativas tiene del rol que jugará José Antonio Kast en esta etapa?

Yo quiero creer que si José Antonio Kast quiere ser Presidente de Chile y parte de la construcción de futuro de este país, será capaz de reconocer que hay cosas que son indeseables para la convivencia del país.

¿Podrá controlar las declaraciones de todo su sector?

Es que ahí radica el liderazgo. No sé si Kast se dará cuenta, pero muchas declaraciones de su mundo no consideran que hubo vidas que se perdieron, familias que se quebraron, una sociedad que ha padecido esta herida por mucho tiempo. De hecho, han pasado 50 años y todavía hay algunos que reviven ese odio, esa furia. La tarea por delante no es alabar la figura de Pinochet. Otra cosa es que se discuta por qué se llegó hasta ahí.

Quizá esa discusión no se cerrará nunca.

Puede ser. Muchas veces la historia permanece abierta por los siglos de los siglos y se siguen buscando explicaciones. Pero al menos se puede tener la empatía para entender que no es bueno matar, que los dolores que un país vive no merecen aplausos ni festín. Ese es un reto de la civilización.

Por estos días, Felipe Harboe dijo que el legado del Presidente Boric sería haber logrado que la ultraderecha se fortaleciera. ¿Ese discurso se podría instalar en la izquierda?

Podría pasar. Y uno tendría que decir que los responsables de que apareciera el Frente Amplio fue la Concertación y así sucesivamente. Algo que se debiera aprender del fracasado proceso constituyente es que la arrogancia, la dificultad de incorporar la opinión del otro, el llevar las cosas voluntaristamente más allá de lo que la realidad permite, tiene costos. Ahora, yo no veo para nada que la postura del Presidente Boric vaya en esa dirección.

¿En cuál?

En la dirección de agudizar contradicciones y conflictos. Lo veo justo en un movimiento inverso. Boric no es el representante de la radicalidad, sino que de una creciente moderación, de la construcción de diálogos amplios. En esa línea me gustaría ver qué es lo que va a representar José Antonio Kast.

¿En qué sentido?

En el sentido de si él también aprende de lo que han sido los procesos del último tiempo. Imagino que no querrá que su grupo de consejeros constitucionales sean el otro lado del espejo de lo que fueron los grupos radicales de la Convención anterior. Supongo que él tendrá la capacidad de ver que si eso se repite, nuevamente habrá un fracaso.

¿Lo avizora?

El resultado que tenga el nuevo proceso constituyente dependerá mucho de la voluntad de José Antonio Kast y de su capacidad para liderar. Y aquí podría aparecer una megaparadoja: que la necesidad de Kast de que esto termine bien para aspirar a la Presidencia coincida con la voluntad del gobierno de Boric de sacar adelante una nueva Constitución.

O sea, ¿que Boric y Kast terminen compartiendo la misma suerte y necesiten llegar a un acuerdo?

No lo digo en ese sentido, sino que las circunstancias hacen que ambos tengan un objetivo común. Y es que el acuerdo constitucional termine bien.

¿Y todo esto en medio de los 50 años?

Efectivamente, podría ser una situación paradójica y seguramente inimaginable en otros momentos: que a 50 años del Golpe de Estado y del trabajo por una nueva Constitución se logre cerrar un ciclo político que no esté liderado por el centro político. Porque si efectivamente Kast quiere tener la posibilidad de gobernar, va a tener que mostrar capacidad para llevar adelante la nueva Constitución. Y, por su parte, Boric tiene como uno de sus retos cerrar el proceso constituyente para dar gobernabilidad al país. Ya vimos que la arrogancia de un sector sobre otro significó el rechazo de la gran mayoría de la población.

¿Y se podría repetir?

Es que si prima la idea de que algunos se imponen categóricamente sobre otros, yo auguraría que la Constitución que se proponga va a ser rechazada. Y, por lo tanto, podría darse la extraña paradoja de que la necesidad política de un sector que hasta aquí se ha mostrado muy extremo -como son los republicanos- tenga un objetivo común con el sector que está en el gobierno y que está representado por Gabriel Boric.

No se ve fácil.

Se ve muy difícil. A cada rato uno ve cómo se arrancan los fantasmas de esos sectores más integristas de los republicanos, pero será tarea de Kast encauzar a su mundo si quiere mostrar capacidad para gobernar.

Lo que también pone a prueba el liderazgo de Boric sobre su propio mundo, ¿no?

También.

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