Peñailillo, el regreso
Por 10 años fue el hombre más cercano a la expresidenta Michelle Bachelet hasta la irrupción del caso Caval, que involucró a la familia de la entonces Mandataria en una trama de tráfico de influencias que terminó por desgastar la relación entre ambos. Rodrigo Peñailillo (46 años) optó por el autoexilio político en Estados Unidos, lugar donde se radicó en 2017 y permaneció hasta diciembre de 2020. Por primera vez, tras cinco años de silencio, cuenta su versión de los convulsionados días del verano de 2015, el desgaste de su relación con Bachelet y anuncia su regreso a la política activa.
En el noroeste de Washington, Estados Unidos, el exministro del Interior de la Presidenta Michelle Bachelet, Rodrigo Peñailillo, vivió los últimos cuatro años junto a su familia. Fue una suerte de exilio político tras su salida del gabinete, en mayo de 2015, que -según revela- no sólo utilizó para estudiar un Máster en Políticas Públicas en la American University de Washington DC, sino que también para recuperarse emocionalmente de su abrupta pérdida del poder tras los coletazos del caso Caval y de los casos de financiamiento irregular de la política que se sucedieron ese año.
Salió del gabinete, se instaló en Estados Unidos y guardó silencio hasta ahora. ¿Por qué?
No estaba preparado emocionalmente para dar entrevistas ni aparecer públicamente, por lo menos el primer tiempo. Necesitaba dar un giro completo.
¿Volvió a hablar con la Presidenta Michelle Bachelet?
Salí del gobierno y no volvimos a hablar. Pero no la responsabilizo a ella. Yo necesitaba iniciar una nueva etapa de mi vida, después de tantos años de trabajar con ella, y me concentré en eso. Ella también tenía que continuar con todas las dificultades, con todo lo que habían significado los últimos meses.
¿Qué aprendizajes tuvo en estos años? ¿Qué haría distinto?
Guardar silencio responsablemente, así lo pensé en su momento, al final abre la puerta para que la gente opine y diga cosas que no corresponden. Hoy, pienso que me defendería con más fuerza, porque uno tiene familia e hijos.
Su regreso al país también implicará el interés de volver a la primera línea de la política. ¿O no?
Soy de los que creen que tenemos que dejar de hacer diagnósticos y de alguna otra manera activar el cambio. Esa contribución la puedo hacer desde distintos espacios.
“Nunca volvía a hablar con la Presidenta Bachelet desde que salí del gobierno”
Se habla de una candidatura senatorial en las futuras elecciones…
Actores locales de la Región del Biobío, amigos de la política también, pero esencialmente actores locales me han pedido que lo piense y es una decisión que voy a tomar en su momento. Lo estoy evaluando con mi familia y tengo que verlo con calma.
¿De qué va a depender su decisión?
Primero el para qué. Creo es que es importante cuidar el espíritu con el que va a salir la nueva Constitución, resguardarla de la letra chica, por así decirlo. Una segunda motivación tiene que ver con lo local, lo regional: para acabar con la desigualdad tiene que haber mayor redistribución y -finalmente- así como me la jugué por el fin del sistema binominal, hoy día tenemos que sacar al mercado de ciertas áreas de la sociedad: educación, salud y las pensiones. Eso es lo que me motiva.
¿Le genera algo de vértigo volver a la política luego de su fallida experiencia en el segundo gobierno de Bachelet?
No es fácil, pero puedo ayudar a mi país con mi experiencia, con lo que he visto, realizado, estudiado. Lo puedo hacer y tengo la voluntad.
¿Será desde el PPD?
Tomé la decisión, antes de llegar a Chile, de renunciar al PPD. Esto tiene que ver más bien con mi proceso personal, no con el PPD en sí o sus militantes, a quienes tengo gran aprecio. Quería llegar y tener toda la libertad para tomar las decisiones correctas en el momento que corresponde. Hoy soy un progresista independiente.
¿Con domicilio político en la Unidad Constituyente o le acomodaba más la Nueva Mayoría?
Me quedo con lo que fue la Nueva Mayoría. Lo relevante es quiénes están por hacer cosas grandes, cambios importantes. El Partido Comunista, en su momento, jugó un gran rol y soy testigo, por lo menos en el período en que yo estuve, que el PC fue un partido de contribución al gobierno.
¿Tiene candidato presidencial?
No. Voy a votar en la primera vuelta, en la probable segunda vuelta y no en las primarias.
“Yo era funcionario de gobierno y no de la familia de la Presidenta”
En febrero de 2015 el denominado caso Caval azotó a La Moneda. Bachelet no alcanzaba a cumplir un año de su segundo mandato y su hijo Sebastián Dávalos y su entonces nuera, Natalia Compagnon -hoy están separados-, se vieron envueltos en denuncias de tráfico de influencias por la compraventa de un terreno en Machalí y un millonario préstamo que había sido autorizado un día después del triunfo de la Mandataria.
Su salida del gabinete fue una sorpresa, particularmente por la cercanía que tenía con la entonces Mandataria. ¿También fue una sorpresa para usted?
Fue algo difícil, porque habían sido muchos años de trabajo juntos. Durante cerca de 10 años habíamos trabajado día a día. La Presidenta muchas veces me despertaba a las 6 de la mañana. Eso pasó por mucho tiempo: ella me llamaba a primera hora, conversábamos sobre las cosas del día, lo que había que hacer y sus peticiones y tareas. Fue difícil en el sentido del día antes y el día después. Pero creo que cuando uno asume el cargo de ministro, siempre tiene que estar preparado para eso. Desde el punto de vista político no es complejo, pero desde el punto de vista personal no les voy a mentir: fue difícil y complicado.
¿Le pareció una situación injusta?
No, no, injusta en ningún caso. Los presidentes tienen, y me parece bien, la total libertad de tomar la decisión para cambiar sus equipos. Hay que aceptar las reglas del juego. Lógico que con el tiempo también se van construyendo relaciones de afecto que se ven alteradas -por decirlo de alguna manera- con la salida.
Lo que se recuerda es a la Presidenta Bachelet pidiendo la renuncia de todo su gabinete por un programa de televisión…
La Presidenta me llamó por teléfono minutos antes de salir al aire. Me explicó que iba a pedir la renuncia de todo el gabinete. Me imagino que fue una decisión que ella fue madurando en el tiempo. Había sido un año de grandes reformas y había un desgaste natural del equipo político. Nos había ido muy bien, digamos, en terminar con el binominal, con el lucro en la educación, con la reforma tributaria, pero viene al caso Caval que define un antes y un después en el gobierno, y también lo del financiamiento de la política.
La impresión siempre ha sido que antes del caso Caval no había problemas entre usted y la Presidenta Bachelet y que fue ese episodio el que dinamitó la relación entre ustedes. ¿Comparte ese juicio?
El caso Caval fue un momento muy duro para ella, muy difícil de enfrentar y me pongo en sus zapatos. Generó un desgaste importante y me da la impresión, en el caso de ella, que pasó mucho tiempo para poder superarlo. Con respecto a mí, le puedo decir que desde que el caso se destapó, las decisiones, el qué había que hacer, cómo enfrentarlo, lo fuimos conversando siempre en conjunto.
“Así como me la jugué por el fin del binominal, sacaría al mercado de la educación, salud y pensiones”
¿Cuál fue su evaluación inicial respecto de la profundidad del caso Caval?
Al recabar información y tener más antecedentes creo que mi evaluación fue la correcta: la salida de Sebastián Dávalos se tenía que producir. Nosotros habíamos llegado al gobierno con un mensaje muy claro. Nuestra misión era avanzar en derrotar la desigualdad en Chile y ver que una empresa -Caval- o este tipo de negocios u operaciones financieras estaban siendo asociadas y golpeando al gobierno directamente, no se podía aceptar. Al final, el tiempo me dio la razón. La salida de Sebastián Dávalos no se podía evitar y había que dejar muy en claro que aunque esto podía ser una operación entre privados, el gobierno no podía mirar para el techo.
Dávalos es el hijo de la Mandataria y cumplía labores de primera línea en La Moneda. ¿La Presidenta compartió su diagnóstico o intentó defender a su primogénito?
Sin entrar en conversaciones privadas, ella fue compartiendo el análisis, la profundidad y la dificultad del tema, no me cabe duda. Yo coloqué todo el capital político que tenía en ese momento para resolver el conflicto de la mejor manera posible para todos los chilenos. Yo no era funcionario de la familia, sino que del gobierno de Chile y mi posición, que fue la que finalmente se implementó, creo que con el tiempo era lo que correspondía.
¿Hubo gente de gobierno que se confundió y esperaba que usted actuara como funcionario de la familia?
Probablemente, pero yo tuve siempre muy claro mi rol. Quisiera decir algo. No sé si hay algún otro ministro del Interior que le haya tocado pedir la renuncia al hijo de un Presidente. No es algo fácil, es algo complejo. Hay que ponerse también en los zapatos de la Presidenta. En su rol de Jefe de Estado, de gobierno, pero también de madre. También tener todos los antecedentes que ameritan para poder tomar decisiones de este calibre. Creo que el país tiene un juicio muy claro sobre lo que sucedió. La Presidenta y yo fuimos, como lo digo, tomando las decisiones que había que tomar.
¿Intentó Dávalos aferrarse al cargo?
Eso deberían preguntárselo a él. Yo no conversé con él en esos días. Mis conversaciones fueron sólo con la Presidenta. Insisto en que yo no era funcionario de la familia, sino que del gobierno.
¿Cuándo se enteró de la denuncia sobre Sebastián Dávalos y su esposa, Natalia Compagnon?
El equipo que trabajaba conmigo me informa temprano el día de la publicación de que venía un caso de una empresa con ciertos movimientos financieros -Caval- en el cual estaba involucrada ni más ni menos que la familia de la Presidenta. No teníamos más información ni más detalles. Y eso fue el momento en que yo supe.
Dávalos estaba al tanto de que venía este artículo en revista Qué Pasa… no le advirtió
No, nunca lo conversamos.
¿Cómo recuerda su primera conversación con la Presidenta sobre el caso Caval?
Fue una conversación de recabar la información, ver lo que pasa. Muy de informarnos uno del otro sobre lo que estaba pasando y qué podía pasar. Yo la noté preocupada.
¿La Mandataria se estaba enterando de la situación o tenía antecedentes que usted no manejaba?
Creo que ella se estaba informando, tal como yo, en ese momento del detalle. No veo que haya tenido algún conocimiento previo de esas operaciones financieras.
¿Cuál fue la primera reacción de la Mandataria sobre el caso?
Preocupada y ver qué hacer. Le insisto: nosotros habíamos llegado a derrotar las desigualdades con un mensaje muy claro, con un programa de cambio. Y esto iba en la línea contraria. Lo que en mi cabeza se imponía era eso. Aquí hay que pensar en cuánto daño se le puede hacer a la coalición, al gobierno, al país, y ese era el criterio en el cual había que actuar.
¿Por qué se produjo un quiebre entre ustedes si las decisiones sobre cómo enfrentar el caso se tomaron en conjunto?
Lo que se produce es un desgaste adicional del gobierno, una tensión extra. Aunque mi relación con la Presidenta se mantiene, no habían sido días fáciles. O sea, ella finalmente saca a su hijo del gobierno, toma una decisión difícil y dura.
No obstante, algo no sale bien que la popularidad de la Mandataria y el respaldo al gobierno se desploman.
Con la salida de Sebastián ella le habló al país. Y ese es un acto y un hecho más poderoso que cualquier otro, cualquier otra declaración o crítica que se le pueda hacer al respecto. Lo que pasa es que el caso Caval genera un antes y un después. No sé si algún jefe de Estado o alguna autoridad está preparada para situaciones de tan alta tensión. Pero ella saca a su hijo del gobierno y deja que las instituciones hagan su trabajo.
Era frecuente que -ya antes del caso Caval- se hablara de una relación antagónica entre usted y el primogénito de la Mandataria...
No había relación, porque trabajé con la Presidenta muchos años, pero no participé de su vida social. La relación que yo tenía con su familia era bastante marginal. No era de participar en fiestas familiares o cumpleaños o cosas por el estilo.
Usted pidió la renuncia a Dávalos. ¿Cómo fue ese encuentro?
Entré a su casa y lo conversamos. La verdad es que lo aceptó de inmediato y le pedí que lo hiciera lo antes posible…, pero él prefirió tomarse un tiempo adicional.
¿Las operaciones de Caval y de Sebastián Dávalos estuvieron al límite de lo ético?
Insisto: llegamos al gobierno para derrotar las desigualdades. Teníamos una misión muy clara y esto distorsionaba el mensaje y nuestra misión. Y por eso el diagnóstico que se hizo, la salida de Sebastián, es absolutamente coherente.
El caso Caval le terminó costando el cargo a usted también…
Me quedo con lo que me dijo en su momento la Presidenta: “Necesito dar un giro al gobierno”. Uno se olvida, pero las reformas también habían generado mucho debate, discusión, había un camino muy, muy duro. Era un Chile donde muchas personas pensaban que todavía no era necesario hacer un cambio. Entonces yo me quedo con eso, con lo que me dijo ella: “Necesito hacer un giro y voy a pedirle la renuncia a todo el gabinete”.
Con el paso del tiempo, ¿tuvo la oportunidad de conversar con ella con mayor profundidad?
Luego lo conversamos. Y me dijo lo mismo de nuevo. Mira, necesito tener la libertad para poder rearmar todo. Y uno como ministro no tiene la imprudencia de preguntarle y dónde y qué cambios. Eso sí que es una tarea propia del presidente, fijar sus colaboradores.
¿A usted lo sorprendió?
No me sorprendió, porque al final hay que volver al momento, al contexto. Habían pasado muchas cosas difíciles. La Presidenta pensó ‘a mí me eligieron por cuatro años, no por un año y medio. Si tenemos esta situación, tenemos este conflicto, tengo que seguir gobernando, ¿qué hago?’. Más allá de la relación que tenga con el ministro X, tenía que hacer cambios para que la agenda política que estaba comprometida pueda seguir funcionando. Creo que esa es la reflexión.
“Jamás pedí a Soquimich recursos para fines personales ni políticos”
Poco después de destaparse el caso Caval, el escándalo de financiamiento ilegal de la política en el país golpeó primero a la UDI y luego a toda la clase política.
¿Fue más demoledor para el gobierno la investigación sobre Caval o los casos de financiamiento irregular de la política que le sucedieron?
Creo que es un conjunto.
Se le enrostra que como ministro del Interior no supo calibrar el carácter transversal de la crisis de financiamiento de la política...
Si lo que quiere decir es que yo estaba por hacer un acuerdo para congelar las investigaciones o para borrón y cuenta nueva eso no corresponde y claramente no es posible.
El propio director de Impuestos Internos de la época, Michel Jorratt, acusó presiones de Interior para no accionar penalmente los casos...
No me siento aludido para nada. Se dicen tantas cosas y yo ahí me hago una autocrítica. A lo mejor en esta materia debí haberme defendido con más fuerza. Yo venía saliendo del gobierno, decidí reencontrarme con mi familia, reiniciar una nueva etapa. Pero debí defenderme más y evitar que justamente mucha gente hable cosas o insinúe cosas que no tienen ningún sustento y que yo digo derechamente falsas.
¿Qué cosas?
Como que yo hubiese trabajado para Soquimich. Yo jamás he trabajado para Soquimich y nunca le he pedido recursos para fines personales ni políticos. Yo nunca he sido candidato, de hecho.
Pero fue jefe de campaña…
Fue en 2013 y no hay ni un solo peso de Soquimich. No hay de nada en la campaña que yo dirigí.
La campaña de la Presidenta sí fue objeto de una investigación..
La campaña presidencial que yo dirigí es una campaña que fue revisada por todas las instituciones. Me puedo hacer cargo de los actos míos propios, personales, lo que corresponde a mí es que trabajé en una empresa Asesorías y Negocios durante cuatro meses, trabajos que fueron acreditados.
En medio de la crisis se dieron a conocer sus boletas a Asesorías y Negocios, la empresa de Giorgio Martelli que fue utilizada para la recaudación de la campaña. ¿Hubo algún interés por perjudicarlo?
No es algo que pueda tampoco responderte.
SQM: “Mi rol en campañas siempre fue de asesor político, no de recaudador”
¿Durante la etapa de campaña nunca tuvo conocimiento del vínculo que existía entre quienes financiaban la precampaña y SQM?
La investigación lo deja bastante claro. Jamás tuve un vínculo ni relación, ni nada que se pueda decir con respecto a eso.
Nunca tuvo trato con Patricio Contesse o Julio Ponce Lerou...
Nunca, nunca, nunca, nunca. Siempre me dejó muy tranquilo eso… Yo no había cruzado esa línea.
¿Eso quiere decir que usted nunca se relacionó con los temas de financiamiento de las campañas?
Mi rol esencialmente siempre fue de asesor político y no de recaudador. Yo me puedo hacer cargo de mis actos, y en eso creo que queda bastante claro que yo siempre, cuando tenía una responsabilidad, desde que era dirigente estudiantil, dirigente en Coronel hasta que fui ministro del Interior, siempre he actuado con la total transparencia y rectitud que corresponde. Eso es lo que ha marcado mi vida y mi historia.
“No dimensioné el tamaño de los adversarios que me había ganado”
Con 41 años fue nombrado ministro del Interior del segundo mandato de Michelle Bachelet. Su vertiginoso ascenso al poder sólo se asemeja a su abrupta caída.
¿Quedó -como varios quedaron- con la sensación de que su peso específico en la política dependía de su relación con la Mandataria?
Mi capital político no dependía de mi relación con la Presidenta. Quizás lo pueden ver así, pero hay varios elementos que dan cuenta de la contribución del equipo político que coordiné. Hicimos muchas cosas en el año y cuatro meses que estuve en el gobierno. Fue un año muy intenso y se dejó una huella. Hicimos una reforma tributaria; cambiamos la llave que había dejado Pinochet para que el modelo no cambiara, el sistema binominal; incorporamos una ley de cuotas para que las mujeres tengan mayor participación; se termina con el lucro en la educación... Venía quizá lo más importante: se deja pavimentado un camino para una nueva Constitución, para una reforma laboral, venía lo de las isapres. Diez años con la Presidenta Bachelet son parte muy relevante de mi historia política. Pero mi historia en la política comienza mucho antes. Entré a militar en un partido político el año 89. Fui dirigente estudiantil en Concepción, fui gobernador de Arauco, fui presidente de una Juventud Política Nacional y al salir del gobierno el PPD me ofreció la posibilidad de asumir como diputado y lo rechacé formalmente, como también rechacé ser candidato parlamentario en 2017.
Pero el gobierno terminó entregando otra vez a la derecha el poder...
Uno de los dolores que tuve después de salir del gobierno fue que pasamos del ‘Chile de todos’ al ‘realismo sin renuncia’. Eso fue un gran error político. Yo no voy a personalizar, pero si hubiésemos seguido con la misión que teníamos, probablemente el estallido social -si se producía- iba a ser muy diferente. Bajar las banderas del cambio produjo que legítimamente otros sectores políticos tomaran esas banderas.
¿Cuál fue su red de apoyo cuando salió del gobierno? ¿Enrique Correa tuvo un rol?
Fue mucha gente la que me llamó, me mandó mensajes… No lo reduciría a un solo nombre. Fue un conjunto de personas.
¿Cómo se financió tres años con su familia en EE.UU.?
Primero, trabajando, claro. Segundo, tuve beca de la universidad y, tercero, pedí un crédito con cuatro años de gracia. Vendí algunas cosas que tenía acá. Fue un esfuerzo familiar.
¿Fue veleidosa la clase política con usted? Su ascenso fue vertiginoso, seguro sumó enemigos.
Claramente, primero entre quienes no querían los cambios, quienes creían que había que volver a un modelo de la Concertación Uno, Dos, Tres. Ellos probablemente estaban muy contentos, los más contentos con mi salida. Y también de alguna manera había algo generacional que generaba temores: algo así como si le va bien a estos jóvenes se acabó todo. Me hago la autocrítica: probablemente no dimensioné el tamaño de los adversarios que me había ganado.
¿Está en sus planes futuros de corto, mediano o largo plazo retomar una relación con la Presidenta Bachelet?
Guardo el mismo respeto que tuve cuando trabajaba con ella. Por mi parte, no hay problema. Más allá de todo, todo lo que hemos hablado, me quedo con los 10 años de oportunidades, de trabajo, de cosas buenas.
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