Cuando el 24 de febrero de pasado el Presidente ruso, Vladimir Putin, decidió invadir Ucrania, Ana Ivanova no lo pensó dos veces: sacó de una bodega el cartel pintado con las banderas de Rusia y Ucrania con el mensaje “madres contra la guerra” que había hecho en 2014, cuando Moscú anexó Crimea, y partió hacia la plaza Pushkin en el centro de Moscú a protestar.

“Me quedé muy impactada el primer día. Muy, muy sorprendida. Así que fui a la plaza Pushkin, me quedé allí durante cinco minutos y la policía me arrestó. Estuve en la comisaría junto con otras 20 personas jóvenes. Creo que arrestaron a unas 2.000 personas el primer día. Nos llevaron a distintas comisarías de Moscú. Así que cerca de la medianoche hicieron todos los documentos para la Corte y liberaron a toda la gente, menos a mí. Me dejaron que pasara la noche, porque me dijeron que no era la primera vez que participaba en una reunión ilegal. La primera vez fue hace un año con las protestas contra el arresto de (el líder opositor, Alexei) Navalny”, relató a La Tercera, Ivanova, jubilada de 70 años, que prefirió que se le cambiara el nombre por motivos de seguridad.

Ana Ivanova, momento en que es arrestada por la policía en plaza Pushkin en Moscú, en febrero.

Desde que se inició la guerra en Ucrania, hace más de tres semanas, las fuerzas policiales de Moscú y otras ciudades rusas han estado reprimiendo las protestas contra la guerra. El Kremlin ha restringido el acceso a Facebook, Instagram y Twitter para evitar que les lleguen los informes y las imágenes del conflicto. Los medios tienen prohibido usar los términos “invasión” o “guerra” para describir lo que ocurre en Ucrania. Y se les ordenó referirse a ella como una “operación militar especial”.

Independientemente de estas medidas, miles de personas se han manifestado contra la guerra en toda Rusia desde que comenzó la invasión a Ucrania, arriesgándose -al igual que Ana- a multas, detención y encarcelamiento. “Dormí en el suelo. Por la mañana me llevaron a la Corte. Debido a que mi abogado puso de manifiesto mi edad, me dieron como multa 150 mil rublos (US$ 1.420) en lugar de más días en la cárcel”, indicó Ivanova.

El 4 de marzo, el Kremlin implementó un conjunto de reglas para criminalizar las protestas contra la guerra y los reportajes independientes. Según Human Rights Watch, las leyes hacen que sea ilegal difundir “noticias falsas” sobre las Fuerzas Armadas rusas o pedir el fin del despliegue. Las personas que desobedecen pueden enfrentar hasta 15 años de prisión.

Pese a ello, recientemente se han conocido ejemplos de desafíos al régimen. Uno de los más conocidos lo protagonizó Marina Ovsyannikova, periodista de una estación de televisión estatal rusa, que interrumpió un programa de noticias en vivo el lunes pasado gritando “¡Alto a la guerra!”. La mujer fue arrestada minutos después de que irrumpiera en el estudio y puesta en libertad el martes tras una multa de 30.000 rublos (US$ 285). Pero aún espera su juicio, donde podría recibir una pena de prisión.

Una persona lleva una pancarta durante una protesta contra la guerra, después de que Rusia lanzó una operación militar masiva contra Ucrania, en Moscú, Rusia.

“En comparación con las manifestaciones opositoras en 2021, las actuales protestas contra la guerra no han sido lo suficientemente masivas, ya que la gente está confundida y asustada por la brutalidad policial y sus consecuencias. Paradójicamente, mucha más gente está en contra de la guerra como tal, pero su potencial de protesta aún no se revela. Una vez más, los rusos se acostumbraron a sobrevivir en la década de 1990 y en creer en mejores resultados”, explicó a La Tercera, Alexander Reznik, académico asociado ruso de la Universidad HSE.

“La amplia población rusa no es consciente de lo que realmente está sucediendo en Ucrania. Incluso antes de la guerra, los medios independientes no gozaban del interés y la confianza de los rusos comunes. Desafortunadamente, no mucha gente en Rusia entendió que la pérdida de medios independientes es fatal. Todavía hay canales de Telegram disponibles, pero uno debe estar dispuesto a adquirir diferentes puntos de vista”, añadió.

“La visión general de la guerra en Ucrania está lejos de ser uniforme y es difícil de ‘medir’. Las encuestas recientes no pueden usar el término ‘invasión’ o ‘guerra’. En su lugar, los periodistas y los encuestadores utilizan el término “operación militar especial”. Este último claramente cambia las respuestas de los encuestados a las preguntas del sondeo. La encuesta independiente más reciente muestra que aproximadamente el 53% de los rusos apoya la operación militar. Además, grandes grupos de población no reconocen que se trata de una guerra a gran escala con miles de víctimas. La mayoría de los rusos parece subestimar dramáticamente la escala de la tragedia en curso. Por supuesto, hay un grupo más pequeño de población rusa que se opone firmemente a la guerra, pero sus voces apenas se escuchan. La reciente ley sobre la prohibición de difundir ‘noticias falsas’ no permite que los ciudadanos rusos culpen abiertamente al gobierno por la guerra”, indicó a La Tercera Margarita Zavadskaya, politóloga rusa e investigadora del Instituto Aleksanteri de la Universidad de Helsinki.

“Incluso antes de la invasión de Ucrania, los medios independientes e internacionales en Rusia han estado bajo una fuerte presión. Durante el último año, decenas de medios de comunicación fueron proclamados agentes extranjeros o atacados por la maquinaria represora rusa. Después de que estalló la guerra, los rusos quedaron literalmente aislados de cualquier información creíble sobre la guerra en Ucrania”, añadió.

Consecuencias económicas

Los rusos están empezando a sentir la presión económica después de que los países occidentales impusieran un conjunto de sanciones sin precedentes tras la invasión a Ucrania. Esto ha desencadenado una ola de restricciones financieras que han hundido el valor del rublo, dispararon la inflación y han dejado a muchos desempleados.

El experto en economía y miembro del Instituto de Investigación de Política Exterior, Maximilian Hess, indicó recientemente que le preocupa que el colapso financiero que se avecina en Moscú pueda parecerse más al de 1918 que al de la década de 1990.

Policías rusos detienen a una persona durante una protesta contra la guerra, celebrada en medio de una operación militar masiva contra Ucrania lanzada por Rusia, en San Petersburgo, Rusia.

La agencia oficial de estadísticas Rosstat dijo el miércoles que la inflación fue del 2,1% entre el 5 y el 11 de marzo, la segunda cifra semanal más alta en más de 20 años. Según el Ministerio de Economía, la inflación anual saltó al 12,5% el 11 de marzo desde el 10,4% de la semana anterior. El periódico económico Kommersant informó de un aumento del 10,4 % en los precios de los alimentos del 26 de febrero al 4 de marzo, el aumento más alto desde 1998.

Según una investigación de la consultora Romir, del 28 de febrero al 6 de marzo, en promedio, una familia gastó 6.978 rublos (US$ 66) por semana en artículos de uso diario, lo que representa 1.182 rublos (US$ 11) más que la semana anterior.

Un usuario de las redes sociales de la ciudad de Samara, que se identificó como Iván, dijo que una lata de atún ahora cuesta entre 160 y 180 rublos, de lo que solía ser 130 rublos. También dijo en una publicación de Twitter que no se podía encontrar azúcar en muchos negocios, según consignó la cadena Al Jazzera. De hecho, en distintas cuentas de Telegram se han divulgado fotos de los supermercados en los que se les pide a los clientes que limiten su consumo.

“La vida se ha vuelto dura. La inflación estuvo muy alta el año pasado, alrededor del 20%. El gobierno dijo que era del 9%. Pero esa no es la verdad. Hubo bastante gente que quería sacar sus dólares del banco. Tengo algo de dinero de cuando ahorré y quería llevarme mis dólares, euros y libras esterlinas. Pero no fue posible, porque pusieron un límite para el retiro de moneda extranjera”, dijo Ivanova.

Y Reznik agrega: “Las sanciones ahora han afectado directamente solo a las clases altas de la población rusa, porque la mayoría de la población no tiene ahorros, especialmente en moneda extranjera. Sin embargo, muy pronto la mayoría pobre se verá afectada, ya que la inflación subirá y así los precios de todo”.

Pero Zavadskaya sostiene que “las sanciones ya están afectando la vida cotidiana de los rusos”. “Principalmente, la clase media urbana se ve afectada: la imposibilidad de viajar debido a las restricciones de visa (no hay que olvidar el Covid), la imposibilidad de usar tarjetas de crédito en el extranjero, la disminución en el número de vuelos internacionales y domésticos, una fuerte disminución en el consumo, la mayoría de empresas internacionales (suministros de alimentos, ropa, cosméticos, etc.) abandonaron los mercados rusos. Finalmente, alrededor del 20% de los rusos tiene posibilidades de perder sus ingresos y trabajos. En primer lugar, estamos hablando de pequeñas empresas, autónomos y sector corporativo. Es probable que los empleados públicos conserven su lugar de trabajo, pero se espera que sus ingresos disminuyan. Sin embargo, la escasez de ciertos bienes será sustituida gradualmente por la producción nacional, los volúmenes comerciales generales se reducirán”, explica.

La actual situación en el país ha hecho que muchas personas -especialmente los jóvenes- hayan decidido salir de Rusia a un ritmo que no se veía desde la UniónSoviética. Según una estimación de un economista ruso, citada por la cadena BBC, hasta 200.000 rusos han abandonado su país desde el comienzo de la guerra.

La Unión Europea, Estados Unidos, Reino Unido y Canadá han cerrado su espacio aéreo a los vuelos rusos, por lo que se dirigen a países donde aún se permiten y donde no se requieren visas, como Turquía, Asia Central y el sur del Cáucaso. Muchos han huido a Armenia y también a Georgia. “Muchos jóvenes se han ido en estas tres semanas. Muchos de ellos porque no quieren servir en el Ejército. Mi hija con su novio fueron a Uzbekistán, porque ya no habían boletos para Armenia y de ahí se fueron a Georgia”, contó Ivanova.

En medio de esta crisis, donde reina la incertidumbre, la conversación sobre un cambio de gobierno se ha vuelto muy frecuente en redes sociales como Telegram. “Las consecuencias políticas son difíciles de predecir, pero claramente socava al régimen ruso desde dentro, ya que la mayoría de las élites rusas no estaban preparadas para tal giro de los acontecimientos. Sin embargo, la escala sin precedentes de las sanciones internacionales puede provocar una concentración defensiva en torno a la bandera o el apoyo del líder, ya que un gran número de ciudadanos rusos sufrirán la recesión económica y, debido a la falta de medios libres, atribuirán la culpa política a Occidente y se volverán a favor del gobierno (de Putin). En otras palabras, es posible un colapso repentino del régimen, pero la preservación de la dictadura existente parece más probable”, concluyó Zavadskaya.