¿Qué derecha es la derecha republicana?

Jose Antonio Kast
Foto: Juan Farias / La Tercera

Ampliamente etiquetado desde que sus primeros integrantes lo fundaran tras abandonar la UDI, el partido liderado por José Antonio Kast acaba de convertirse -con distancia- en el más votado del país. Desde la sociología, la historia y la ciencia política, académicos e investigadores locales hacen frente en estas páginas a una serie de interrogantes: qué tipo de derecha encarna el Partido Republicano, qué lo distingue de -y lo acerca a- otras derechas en Chile y el mundo, y qué tan apropiados son los rótulos (“extrema derecha”, “derecha radical”) que habitualmente le ponen.


Eugenio Guzmán: Clara y temprana reacción en pos del orden

Como quien ha estado pispando esa tendencia, el decano de la Facultad de Gobierno de la UDD cree inconveniente pensar en la derecha republicana como en un mundo homogéneo, aunque no por eso ignora la existencia de elementos comunes, siendo el más vistoso de ellos “la reacción al proyecto que se encarnó después del 18 de octubre [de 2019]”. Lo que viene ocurriendo con el partido de Kast, tras la primera vuelta de 2021 y sobre todo tras los resultados del 7 de mayo, es a su juicio “una reacción en pos del orden”. Y si ellos encarnaron mejor que otros tal reacción, se dio porque la colectividad y su líder se manifestaron “clara y tempranamente” a este respecto, en un sentido “contrario a las posiciones que tomaron sectores de izquierda y de extrema izquierda, e incluso de centro”.

Entrando en lo ideológico-partidario, observa Guzmán cierto neoconservadurismo, así como un entorno de derecha tradicional. También, que “hay sectores más conservadores” y otros “más liberales”, pero que todos “coinciden en una defensa más alineada del modelo económico y de las tradiciones nacionales”. Y si bien distingue dentro del partido posiciones de extrema derecha, ve en el avance de estas la respuesta a un “fenómeno de descontento”: “Frente a una población bastante volátil, que en un momento dado es anti Piñera y en otro momento es anti Frente Amplio, ellos capitalizan el hecho de no estar ni en uno ni en otro de esos sectores”.

Lo importante de analizar, concluye, “más que los contenidos estridentes que podrían sonar antidemocráticos o poco democráticos, son los elementos de crítica a este desorden, a este intento de cambiarlo todo que representó el período [iniciado con el 18-O], sobre todo la Convención”.

¿Y se parecen a otros partidos o movimientos? Cuesta encontrar analogías, piensa el sociólogo: “No veo la experiencia de Kast encarnada en ninguno de los líderes de derecha, entre comillas, que existen en la región”.

Stéphanie Alenda: Restauración liberal-conservadora

Cuenta esta socióloga francesa, editora y coautora de Anatomía de la derecha chilena, que cuando los periodistas le preguntan por el Partido Republicano llegan provistos de expresiones como “ultraderecha” o “extrema derecha”. A este respecto advierte que las nomenclaturas “van variando en función de lecturas de esas formaciones que busquen enfatizar su carácter de enemigo político y alertar sobre su amenaza para la democracia”. El caso es que no hay un consenso en cómo nombrarlas: “Depende de quién habla, desde dónde se habla o de dónde se quiere poner el énfasis”. En lo que le concierne, eso sí, la de Kast es una “derecha radical”.

La literatura especializada, explica, distingue una amplia familia de ultraderechas, algunas llamadas “extremas”, con frecuencia asimiladas al fascismo o al nazismo, y “radicales”, estas últimas “respetuosas de la institucionalidad y de las reglas de la democracia, pero que, al mismo tiempo, socavan ciertos principios liberales, por ejemplo, cuando quieren frenar la conquista de derechos para mujeres y diversidades sexuales”. Por ahí transitan Kast y los suyos.

“Populista” es otro adjetivo/sustantivo que Alenda escucha con frecuencia. Piensa que se trata de un rasgo presente, pero no muy marcado: “Está presente cuando en la franja [electoral] se plantea recuperar Chile de la clase política desconectada de la realidad y devolverlo a sus verdaderos dueños, los chilenos”; también, en “la capacidad de sintonizar con el sentido común y de captar un voto desideologizado a base de temas de gran preocupación”. En las democracias avanzadas, observa, “la ciudadanía está dispuesta a transar principios de la democracia liberal si con eso se resuelven problemas que afectan su diario vivir, como la inseguridad o la inmigración descontrolada”. Al transversalizarse, “pareciera diluirse el corpus ideológico que, sin embargo, no deja de ser el sustento de los partidos ultraconservadores”.

Kast encarna, en último término, “la recuperación de valores fundacionales de la derecha: la reivindicación de un Estado subsidiario, de la capacidad de autoorganización del individuo o del derecho a elegir, todo lo cual recuerda los pilares fundamentales del gremialismo. En este sentido, podemos hablar de una restauración liberal-conservadora”.

Cristóbal Rovira: Una derecha conservadora y radical, pero no extrema

En los estudios políticos se suele diferenciar entre derecha convencional (mainstream right) y ultraderecha (far right). La primera defiende el libre mercado y es moralmente conservadora, pero sus posturas son moderadas, dice el sociólogo Cristóbal Rovira, investigador del COES y director del Laboratorio de Ultraderecha. “Lo más importante es que respetan la democracia liberal”, dice. En tanto, la segunda cultiva posiciones más radicales, moralmente más conservadoras y de un neoliberalismo más duro. “Y tiene una relación tensa o ambivalente con el sistema democrático”.

En el grupo de las ultraderechas hay dos grandes ramas, apunta: “La extrema derecha, que es francamente autoritaria, como solían ser los partidos fascistas, y la derecha (populista) radical, que es nominalmente democrática, pero está en contra de la democracia liberal”.

De acuerdo a este esquema, “en Chile la derecha convencional la encarnan Evópoli, RN y la UDI, mientras republicanos calza con la ultraderecha en su versión más moderada, es decir, la derecha radical”.

Rovira subraya que José Antonio Kast no es comparable con Jair Bolsonaro o Donald Trump, pero tiene lazos con ese mundo: “Kast es un político de carrera, de la élite, pero se reúne con Bolsonaro y con el ala dura del Partido Republicano en Estados Unidos. No se junta con Angela Merkel o Emmanuel Macron, que son de la derecha moderada europea”. Pero a diferencia de los dos primeros, “Kast es muy poco populista”.

Otro aspecto que menciona son los votantes. En los estudios de opinión que ha realizado, quienes apoyan a Kast pueden identificarse como de ultraderecha: “Son personas que se definen a sí mismas muy a la derecha y muy conservadoras moralmente; por lo general, tienen altos índices de xenofobia. A nivel de votantes, como de lo que hace Kast, me quedan pocas dudas de que sea correcto clasificarlo como de derecha radical”.

Desde su constitución como partido, en 2019, los republicanos han tenido un ascenso meteórico. Rovira recuerda que son contrarios al aborto en las tres causales y que Kast propuso eliminar el Ministerio de la Mujer en su campaña presidencial. “Económicamente, son muy neoliberales, y un tercer elemento es que tienen una obsesión anticomunista: en sus discursos aparecen siempre Chávez y Cuba”.

Desde el retorno de la democracia, dice, la derecha tradicional ha moderado sus posiciones, moviéndose hacia el centro, lo que le permitió llegar dos veces a la Presidencia. “Fue una estrategia exitosa, pero un sector de la derecha se empezó a sentir huérfano. Eso es José Antonio Kast: él sale de la UDI en 2017 diciendo, lo que tenemos que hacer es volver a los orígenes, con su crítica de que la derecha convencional fue conquistada por la izquierda”.

El éxito de republicanos se da en el contexto del auge global de las derechas radicales, puntualiza Rovira. En esa amplitud, cree que Kast es más cercano a Santiago Abascal, líder de Vox, o a Marine Le Pen en Francia. “O sea, más cercano a derechas radicales europeas”.

Verónica Valdivia: Herederos de la derecha histórica

“Una derecha conservadora, que mantiene vigentes los principios que levantó el Movimiento Gremial liderado por Jaime Guzmán y la UDI durante gran parte de la posdictadura”. Es la primera consideración de la autora de Nacionales y gremialistas acerca del partido de José Antonio Kast. Este último y sus seguidores son, a su juicio, “claros herederos de la derecha histórica, defensora de la libertad económica y creyente acérrima en el mercado, el derecho de propiedad privada, un sistema político con restricciones, muy antiestatista, que prefiere un Estado dedicado a crear las condiciones para el desarrollo de los privados, con casi nulas atribuciones económico-sociales, pero sí en materia de seguridad”.

Kast y quienes terminaron discrepando en su minuto del derrotero lavinista-cosista “reclaman la recuperación del sentido programático que enarboló Guzmán”, pues, como señalaba el programa presidencial de JAK en 2021, “tan importante como las ideas y los ejes programáticos era la decisión de llevarlos a cabo”. La crítica de Kast a la UDI, así las cosas, “fue la crítica de Guzmán a conservadores y liberales de los años anteriores a la Unidad Popular: era ese pragmatismo, esa debilidad principista, señalaba Guzmán y reactualizaba Kast, lo que debía combatirse”. El líder republicano “recoge igualmente de Guzmán algunos tonos corporativos, al volver a patrocinar las organizaciones territoriales como forma de la participación social, reflejo de esa síntesis liberal-conservadora que lograron Guzmán y el gremialismo”.

Los republicanos, observa la historiadora, “decidieron levantar nuevamente la bandera de una derecha neoliberal y autoritaria en un contexto bien distinto, con una crisis política sistémica, un fenómeno migratorio desestabilizador y una delincuencia en alza, pero dando la batalla ideológica, aunque su propuesta no sea nueva, sino conservadora, apelando a cuestiones coyunturales muy sentidas por la población”. ¿Y qué la distingue de otras derechas chilenas? “Su intransigencia programática y de principios, la defensa de la Constitución de 1980 y la dictadura pinochetista”.

Y en cuanto a etiquetas, descree la académica de la transferencia fácil de rótulos a partir de otras realidades. Plantea, asimismo, que la apertura de la derecha a una acción política competitiva durante la transición -vía “cosismo” lavinista y clientelismo- “le permitió crecer electoralmente y asumir posturas menos programáticas y más pragmáticas que suscitaron las críticas de Kast y otros más puristas”. Esta derecha, sin embargo, “siguió siendo muy militarista, alejada de las Fuerzas Armadas por motivos electorales”. Así las cosas, “es complejo tipificar a Kast y a los republicanos, porque recogen la herencia y la historia de su sector, que no es tan prístina y civilizada como algunos la quieren pintar, pero tampoco tan incivilizada como la pintan otros”. En cualquier caso, es “una derecha más autoritaria en el contexto en que vivimos. Su propuesta en materia de seguridad y defensa es una resurrección de las tesis de la seguridad nacional”.

Cristóbal Bellolio: Populismo, nacionalismo, autoritarismo

El autor de El momento populista concibe el Partido Republicano como un espacio unificador de distintas sensibilidades. Por un lado, está “la facción libertaria, que quiere reducir la esfera de acción estatal”, especialmente en la economía. Por otro, hay conservadores que representarían “un tipo de integrismo religioso”. También está “la sensibilidad nacionalista o nacional-patriota”, sin olvidar a “los nostálgicos de la dictadura”, que no se circunscriben “al mundo castrense ni al pinochetismo en sentido estricto”, e incluyen a quienes quieren “más mano dura en todos los sentidos”. Enfrentados a los mismos adversarios, estos grupos “hacen causa común”.

Observa acá Bellolio “mundos que no tenían articulación” hasta que Kast se las proveyó. El líder republicano, a su juicio, “unió a las tribus más allá del Muro, como Mance Rayder en Game of Thrones”: tales tribus, que “ya eran políticamente incorrectas en el espectro de la derecha tradicional, reclaman su derecho a decir lo que piensan sin temor a la funa del progresismo, y hoy ese es un acto de rebeldía”, plantea el docente de la UAI, siguiendo la tesis de Pablo Stefanoni en ¿La rebeldía se volvió de derecha?

¿Qué derecha es esta, entonces? Una que se asemejaría a la populist radical right descrita por Cas Mudde, hecha de populismo (“nosotros somos los buenos, la encarnación del sentido común” frente a una élite corrupta que habita más en Ñuñoa que en Vitacura), de nacionalismo y de un autoritarismo que “no quiere decir que no sean demócratas, sino que están dispuestos a relajar algunas garantías del Estado liberal –como el debido proceso en el caso de la migración- para imponer orden y castigar las desviaciones de la norma”.

No es fácil, así, encontrar analogías en la historia reciente, “en parte porque el adversario es relativamente nuevo”: el “tsunami republicano”, como lo llama, “es parcialmente una reacción al progresismo vanguardista identitario y moralista de los últimos años, que tan nítidamente se expresó en la Convención”. Dicho esto, ve “parecidos evidentes” con Vox, “que se levanta como crítica a la derecha mainstream pusilánime del Partido Popular” en España. Y si la derecha chilena siempre ha mirado con interés al Partido Republicano de EE.UU., “esta es la versión de Trump y el Tea Party”. Con el argentino Javier Milei, por último, “imagino que las semejanzas van por el lado libertario, así como con Bolsonaro por el lado integrista y autoritario”.

Loreto Cox: El éxito de los que no han llegado al poder

La cientista política Loreto Cox, experta en análisis electoral, observa que en el éxito del Partido Republicano inciden varios factores. Desde el punto de vista de sus votantes, dice, podría hacerse una división en tres tercios: “Un tercio son personas ultraconservadoras que antes votaban por la UDI; otro, son personas de centroderecha o derecha moderada que antes votaban por Renovación Nacional o la UDI y que sienten que no hay mejor alternativa, y hay un tercer grupo de personas desideologizadas que no siguen la política, pero que están dispuestas a cruzar fronteras de acuerdo con lo que les preocupa en el momento. Hoy, esa preocupación es la seguridad, y el Partido Republicano es el que más claramente conecta con esa demanda”.

La académica de la UC esgrime otro argumento para entender el auge del partido liderado por José Antonio Kast: “Tienen la ventaja de no haber sido gobierno. Sebastián Piñera también prometió acabar con la delincuencia, pero una vez en el poder no es tan fácil. Los republicanos tienen esa ventaja porque en Chile, una vez que estás en el poder tienes la mirada sumamente crítica de la población y es muy difícil estar a la altura de tus promesas”, dice.

Loreto Cox cita un estudio del CEP de mayo de 2022 donde, entre las personas que se muestran proclives a votar por Kast, un 26% se declara sin ideología, un tercio dice ser de centro, un 5% de izquierda y el resto se identifica con la derecha. “Desde luego, los republicanos están más a la derecha de la derecha tradicional y en ningún caso es centroderecha”, dice, y puntualiza: “El proyecto de largo plazo de los republicanos es llegar al gobierno. Si trabajan por una Constitución que logre el apoyo de la mayoría, van a tener el plato servido para la próxima elección. Las cúpulas del partido no tienen el afán de ir contra las bases del acuerdo constitucional, pero la interrogante es si serán capaces de disciplinar a su gente”.

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