Renato Bastías: La vida del triatleta que enlutó a Pucón
Su fallecimiento mientras competía en el Ironman impactó al país por su juventud. Hoy, su familia reconstruye una historia que es una verdadera lección de vida.
Faltan pocos minutos para que el reloj de Renato Bastías (21/11/1983) marque las ocho de la mañana del nueve de enero de 2022. Junto a cientos de otros deportistas, se prepara al borde del Lago Villarrica para un nuevo Ironman de Pucón, la que se conoce como la carrera más linda del mundo. Será el quinto en el que compite. Una prueba que conoce y domina, pero que esta vez no podrá completar.
Su familia lo acompañaba en distintos puntos de la ciudad. Unos siguieron la carrera desde la casa de sus papás, otros desde el mismo lago. Todos juntos para lo que sería una fiesta, pero terminó en tragedia.
Aún así, si hay algo que los deja tranquilos, es que se fue estando pleno. Con una hija y una pareja a las que amaba. Con una vida laboral y personal repleta de logros. Vivió con intensidad hasta el último momento, con resiliencia y entrega. Sus cercanos lo confirman. Fueron 38 años de dedicación, que solo se detuvieron con su muerte, nadando en el Mallolafquén.
“No iba ansioso por dar su mejor tiempo ni nada. Estaba tranquilo. Iba a ser su primer Ironman después de la pandemia y aparte le tenía un cariño especial a Pucón. Este año iba como papá, con su primera hija, que tiene cinco meses. Esa era su prioridad junto a su polola, con la que se iba a casar en mayo. Esta prueba era para ellas. Había empezado una nueva etapa en donde pese a no dejar de lado el deporte, sus preocupaciones ya eran otras”, recuerda su hermana Estefanía, quien se llama igual que su señora. Ella fue una compañera y confidente para Renato. Y en esta oportunidad la vocera de la familia Bastías Fischer.
En medio del luto de perder a un hermano, se toma un tiempo para conversar sobre la vida y obra del triatleta. Del deportista que superó cada desafío que se puso, según repite su hermana. Del amigo que siempre tuvo una buena cara y un mensaje de apoyo para sus cercanos.
De sociable a triatleta dedicado
Si uno se pone a analizar la vida de Renato Bastías, se encuentra con distintas etapas. Primero la del adolescente que jugaba Rugby de manera “amistosa” en el Saint John’s School de Concepción. Luego la del aventurero que viajó a Australia tras haber terminado la carrera de Ingeniería. También aparece la etapa del emprendedor, que puso el reconocido centro de eventos “Santiago Bussines & Conference Center”. Y cómo no, la del deportista de élite que durante siete años recorrió el mundo en los desafíos más exigentes para un triatleta.
Esa última etapa comenzó de imprevisto en 2012, cuando luego de correr los 21 kilómetros del Maratón de Santiago, encontró algo a lo que no pudo resistirse. Fue un amor a primera vista. Un descubrimiento que guió los siguientes años de su vida y que lo llevó a experimentar su primer triatlón el 26 de octubre de 2015. Fue en Miami, en el Ironman 70.3 que se realiza en la ciudad de Florida. Con menos de un año de entrenamiento afrontó la prueba y la terminó en el tiempo esperado. De ahí, nada logró separarlo del nado, la bicicleta y el trote. “Ahí cambió su vida. Del carrete, los asados y las fiestas, pasó a la disciplina, a los entrenamientos, a una nueva dieta y a acostarse temprano y madrugar. Se entregó por completo. Eso era algo que lo caracterizaba. Lo que hacía, lo hacía bien”, añade su hermana.
Y así cayó el desafío del Quebrantahuesos en España, el Gran Fondo del Mundo en Puerto Varas, el Gran Prix del Lago Ranco y el Ironman de Pucón en cinco oportunidades, entre muchas otras pruebas que lo tuvieron recorriendo el planeta.
Hay dos instancias que tienen un lugar especial en su vida: El Ironman completo de Florianópolis en 2017 y el Patagonman de 2019. La primera es una prueba donde debió completar 3,8 kilómetros de natación, 180 kilómetros de ciclismo y una maratón completa de 42,2 kilómetros. La segunda, un desafío extremo Coyhaique, donde el clima y lo inhóspito del paisaje confabulan contra cualquier intento del hombre por poder completar un triatlón. Son casi 14 horas de sacrificio y entrega. Tocar la campana al llegar a la meta fue uno de los puntos más importantes de su corta, pero constante, carrera.
Pero su hermana admite que pese a que su etapa deportiva comenzó de adulto, su primer triatlón fue mucho antes. Cuando era un niño que ni siquiera imaginaba todo lo que viviría después. “Con 10 años se inscribió solito en un triatlón organizado por el Estadio Español de Concepción. Nos hizo ruido en la casa, porque agarró sus cosas, se llevó mi bici y le pidió a mi papá que lo llevara. Quedó tercero y fue muy sorprendente, porque no se había preparado, ni nunca había hecho nada así”, recuerda emocionada Estefanía. Fue una probada infantil, casi ingenua, del deporte del cual se enamoraría casi 20 años después.
La vida más allá del triatlón
No solo en su deporte dejó huella. Eso es algo que sus más cercanos comentan con convicción, y que se transforma en una realidad cuando se escucha a quienes compartieron, incluso de manera breve, con él. Renato Bastías murió falleció con el corazón lleno y con una familia hermosa. Ser padre era un sueño y lo consiguió hace cinco meses, cuando nació Emma, su hija. Fue un cambio de etapa. Atrás quedaría la búsqueda eterna por ser el mejor en el deporte, según revela su hermana. Ahora su objetivo principal era aprovecharla a ella y a su pareja. Un viaje que duró poco, pero que vivió al máximo.
Aún así, si hay algo que dejaba en claro “Rena”, como le llamaba su grupo más íntimo, era que siempre había tiempo para todos. Que como dicen sus amigos, sus días duraban 48 horas. Desde su primera experiencia laboral en Copec hasta su última aventura en Global66, la empresa donde se desempeñaba desde hace un año, él dejó huella. Eso, sumado a sus amigos y conocidos, provocó que sus ceremonias de despedida estuviesen llenas de gente. Primero en el velorio en Pucón y luego en el funeral en Santiago. Todos fueron a despedirlo y a rendirle tributo. Nadie quiso quedarse fuera, incluso grandes amigos que estaban fuera del país, buscaron la forma de hacerse presentes en las instancias.
“No me podía quedar tranquilo sin escribirte unas palabras para describir lo que fuiste, eres y serás para nosotros: porque cuando alguno de nosotros perdía a un ser querido eras el primero en llamar. Porque cuando éramos chicos, si había una pelea eras el primero en ir adelante. Porque cuando alguien necesitaba ayuda, tu tiempo y tu casa siempre estaban disponibles. Porque nunca sentiste rencor o envidia, porque no conocías esa palabra. Creo que en estos breves minutos he descrito la palabra amistad y a la vez he descrito al Tunita… no es coincidencia, es consecuencia”, fue un extracto de uno de los discursos que se dieron en su despedida. La definición de una persona que vivió para compartir con sus seres queridos.
Los últimos días
El día antes de la competencia, Renato estuvo con su hermana Estefanía en el Lago Villarrica. Dieron una vuelta en kayak, se rieron y hablaron. Fue un momento que tuvieron para ellos, y que hoy toma un valor único en sus recuerdos. Nunca imaginaron lo que vendría después, solo aprovecharon esa intimidad que solo dos hermanos pueden tener. Una junta que se dio justo en un momento en que el clan Bastías Fischer llevaba instalado desde año nuevo en la ciudad que es custodiada por el Ruka Pillan.
Fueron semanas en donde toda la familia se reunió. En donde celebraron y compartieron como en los viejos tiempos, cuando todos estaban en Concepción. Hoy Estefanía, quien vive en el sur desde hace varios años, toma ese tiempo como un regalo del destino. El último antes que sus vidas cambiara para siempre.
“Como familia tenemos una profunda gratitud de haber podido estar con él estos últimos días. De haber podido estar junto a su hija y pareja. De haber podido compartir con mi otro hermano que también tiene casa aquí. De compartir desayuno juntos, tirar la talla y tomar sol. Cotidianidades que en todos estos años no han sido las más comunes porque vivimos todos en ciudades distintas”, confiesa quien es la hermana de al medio de una familia donde el menor era el “Rena”.
El hermano mayor es Felipe, quien tiene una hija de once años, Margarita, que se “contagió” de la pasión de su tío. De hecho, solo tres días antes de su partida, pudo ver cómo su sobrina competía en su primer Ironkids, una carrera que se realiza como antesala al Ironman y que reúne a cientos de niños y niñas que comienzan su experiencia en la disciplina. Allí estuvo toda la familia, con él como líder. Aplaudió y apoyó durante toda la prueba, que en la categoría de Margarita, contempla 100 metros de natación, tres kilómetros de ciclismo y un kilómetro de trote.
El domingo de la competencia Estefanía se despertó temprano. Las altas temperaturas que había en Pucón la ayudaron a levantarse justo antes que su hermano dejara su casa para ir al lago a hacer lo que más amaba. Lo vio preparando los últimos detalles, le deseó buena suerte y le sacó una foto. La última que alguien le tomaría. Un abrazo grande fue su última interacción. Después de eso Renato fue a la pieza de su mamá a despedirse y dejó su casa.
“Lo último que podía imaginar es que iba a entrar al agua a nadar un ratito y algo así le iba a pasar. Era impensado, pero el cuerpo y la vida también son así”, añade su hermana. Son las injusticias del destino que nadie entiende. Las situaciones que no tienen respuesta ni lógica. Solo el tiempo permitirá convivir con esa herida. Una que duele, pero que también les permitió dimensionar la historia que escribió Renato Bastías durante sus 38 años. Una persona de mil facetas e ideas, que con su personalidad intensa y apasionada, marcó una huella en quienes pudieron compartir con él.
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