Renato Cisneros, escritor peruano: “La elección de Pedro Castillo derivó en una polarización social cuyos efectos seguimos viviendo en el Perú, y creo que son irreversibles”

Renato Cisneros. Foto de Natalia Freundt.
Renato Cisneros, escritor peruano: “La elección de Pedro Castillo derivó en una polarización social cuyos efectos seguimos viviendo en el Perú, y creo que son irreversibles”. Foto de Natalia Freundt

Radicado en Madrid, el autor nacido en Lima publica "El mundo que vimos arder", novela que rescata la historia de un piloto peruano en la Segunda Guerra Mundial y que narra, también, la vida de un periodista que ve su mundo personal fracturado en los días de la elección del exmandatario Castillo.


La primera vez que escuchó la historia fue en una reunión familiar, hace 10 años. Renato Cisneros (Lima, 1976) se sintió fascinado con la figura de Matías Giurato Roeder, un joven crecido en Trujillo, de raíces alemanas, que se convirtió en piloto de la aviación norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial, y recibió la misión de bombardear la ciudad natal de su madre. Por entonces el escritor trabajaba en una novela sobre su padre, de modo que le dedicó una columna al piloto con el título El bombardero sentimental. Pero cinco años después, cuando el mundo se detuvo producto de la pandemia, la historia volvió y se tomó su imaginación.

-Desde que escuché la historia, me parecía que contenía una serie de ingredientes épicos, potencialmente narrativos, y sobre todo me interesaba la encrucijada moral de este personaje. Cuando volví a leer la columna en la pandemia, sentí que la historia reclamaba ser narrada de una manera más ambiciosa -cuenta.

Ese fue el germen de El mundo que vimos arder, su novela más reciente. Destacado autor de la nueva narrativa peruana, en su obra Cisneros explora en la biografía, la memoria, las relaciones familiares y las huellas de la violencia política. La distancia que nos separa, su novela más elogiada, gira en torno a la figura de su padre, el exgeneral Luis “El Gaucho” Cisneros, exministro de Guerra y del Interior, con fama de hombre duro y controversial.

Radicado en Madrid desde 2015, donde nacieron sus dos hijas, Cisneros quiso recoger también en la novela, junto a la historia del bombardero, su experiencia de migrante. “Y poder resaltar los distintos tipos de migración que existen. Conversando con distintos migrantes en España, entendí que la mía había sido una migración absolutamente privilegiada”, dice.

El mundo que vimos arder desarrolla, así, dos líneas narrativas: la de Matías Giurato Roeder, el joven peruano que crece soñando con viajar a Hamburgo, donde vive su abuelo; se traslada a Nueva York en 1939 y, dos años después, tras el ataque a Pearl Harbor, se integra a la aviación. En medio de la guerra, recibe la orden de bombardear Hamburgo. Y la historia del narrador, un periodista peruano que regresa a Madrid después de su divorcio, en los días de la elección de Pedro Castillo.

-El personaje vive sus propias crisis, y si bien sus batallas no son épicas, y no transcurren en el cielo, en el mar, ni tienen los condimentos bélicos de la historia de Matías, también está lleno de fracturas, y ve que su propio mundo también empieza a arder.

La novela tiene una dimensión de exploración de la propia identidad: entre el nuevo país al que se llega y el país que dejas. ¿Cómo ve esa tensión?

Creo que todos los migrantes desarrollamos, respecto al país que dejamos, un sentimiento muy ambiguo, de pertenencia y, a la vez, de desarraigo. Sigue siendo tu país de origen, pero se va convirtiendo en otro país a medida que uno cambia. Uno nunca llega a sentirse del todo integrado en el país que te acoge, por más que ese país te haya abierto los brazos desde el principio. A mí me pasa con España, los problemas de España me interesan, en algún grado me preocupan, pero no me atraviesan, no me desgarran, no me quitan el sueño, como muchas veces sí me quitan el sueño los problemas de Perú, aunque ocurran a miles de kilómetros de distancia. Con estos dos personajes quería hablar también de esa escisión que supone dejar tu país y, sin embargo, seguir atado a él, seguir teniendo una opinión sobre él.

Renato Cisneros

Al narrador le pasa, cuando viaja a Lima, que sus opiniones sobre Perú no son bienvenidas entre sus amigos

Sí, hay un señalamiento que a mí me parece frívolo y falaz, según el cual los que vivimos fuera de nuestro país perdemos el derecho a opinar sobre su contexto, sobre su realidad, sobre sus problemas. Y eso es muy engañoso, porque parte de la creencia de que todos dejamos el país voluntariamente, y la gran mayoría de inmigrantes se va porque su país no le ofreció las mínimas condiciones para desarrollar su vida. Y entonces esa gente, que no necesariamente encuentra un mejor futuro lejos, tiene todo el derecho de opinar sobre su país, de sentirlo, de analizarlo. A mí esa retórica siempre me ha molestado. ¿Tú, por qué hablas de nosotros si tú no estás aquí? Como si estar en un país solamente fuera posible de forma presencial, ¿no?

¿Cómo ve el conflicto entre el derecho a migrar y las dificultades que está provocando el fenómeno migratorio?

Creo que las nuevas generaciones se apropian del mundo de una manera muy natural, que me parece beneficiosa, porque tiende a la integración. Y eso está en relación con la emergencia de mucha gente que deja sus territorios por algún tipo de urgencia. Y en contraste está esa otra tendencia, que es fortísima, que ha ido escalando en la última década, que tiende a reforzar los nacionalismos y a defender el territorio en nombre de unas causas muy discutibles. Estamos en plena colisión de esas dos tendencias. Yo espero que sea la primera, la de la integración, la que termine imponiéndose. Por eso en la novela todos los personajes son migrantes o tienen algún tipo de experiencia migratoria a sus espaldas. Y lo hice deliberadamente, porque me gustaba la idea de provocar en el lector la pregunta de dónde vengo yo realmente, de dónde viene mi familia. Porque siento que solo si rastreamos esos desplazamientos en nuestra propia genealogía podemos realmente desarrollar cierta empatía con lo que hoy nos puede parecer desconfiable, lo extranjero, lo distinto. Solamente si entendemos que tal vez la generación de nuestros padres, abuelos o bisabuelos sufrió circunstancias similares y tuvo que dejar el lugar donde crecieron para hacerse en otro lado, podamos sentirnos menos irascibles respecto de lo que hoy mucha gente siente como una invasión.

La lógica de la guerra

Durante tres años, Renato Cisneros leyó, investigó y se puso en la piel de Matías Giurato Roeder. Las novelas de Kurt Vonnegut, Matadero cinco; Joseph Heller, Trampa 22, y John Steinbeck, Bombas afuera, lo ayudaron a trasladarse a la guerra, los dilemas éticos, la destrucción y los matices de una historia que tiene muchos más tonos que solo el blanco y negro.

-La encrucijada de Matías, en apariencia, es cumplir una misión difícil, pero es mucho más que eso, ¿no? Para él representa, aunque no lo sabe en ese momento, borrar parte de su historia, borrar sus raíces. Borrar muchas señas de su identidad, que es precisamente lo que él ha intentado construir desde que llegó a Estados Unidos. Pero cuando le ordenan bombardear la ciudad de su madre, que es también su ciudad sentimental, él entra en colisión con todo lo que ha pensado hasta ese momento. Y creo que ese momento plantea un asunto que es muy contemporáneo: no tenemos que estar en un avión ni recibir una misión como esa para tener dudas respecto de a dónde pertenecemos realmente y cuánta lealtad le debemos al país donde nacimos y cómo se manifiesta esa lealtad.

La novela pone atención también a las personas que resistieron al nazismo, como el abuelo del piloto.

A través de él intenté contar lo que vivieron las miles de personas que perdieron a sus familias y perdieron su mundo después de esos bombardeos, que fueron terribles. Y lo más insólito es que, 80 años más tarde, vemos exactamente lo mismo. Terminamos hablando con los mismos códigos. Se habla de bombardeos, refugios antiaéreos, éxodo de población civil, en fin. Es con otra tecnología, pero se trata exactamente de lo mismo: la lógica de la guerra restituida en su esencia más telúrica.

¿Pensó en las resonancias actuales del título?

Yo puse el título pensando en la imagen que tenía Matías en la nariz transparente de los bombarderos B-17 norteamericanos. Me gustaba el título por eso, pero no pensé en las resonancias contemporáneas que podía adquirir luego. Hoy, efectivamente, vivimos una etapa en la que estamos viendo el mundo arder. El conflicto social en Chile del 2019, qué fue eso sino un mundo ardiendo, desapareciendo para instaurar otro tipo de convivencia. Y en muchos lugares, la caída de una serie de paradigmas que creíamos incuestionable: qué significa hoy democracia, qué significa libertad de expresión. Y sin mencionar los incendios forestales y la crisis ambiental del planeta.

¿Tiene solución el Perú?

La novela se ambienta durante la elección de Pedro Castillo. ¿Por qué decidió situarla en ese contexto?

Porque esa elección, como ninguna otra antes, derivó en una polarización social cuyos efectos seguimos viviendo, y que creo que son irreversibles. No se me ocurre cómo las posiciones que se han ido tomando tanto desde la derecha o de la izquierda pudieran replegarse. Al contrario, creo que se van a ir haciendo todavía más virulentas. Y tal vez porque esa elección, como ninguna otra, marcó fracturas a nivel familiar y social; puso en evidencia la intolerancia que nos embargaba a todos. Creo que hay un antes y un después en el Perú con esa elección.

FILE PHOTO: Inauguration Day of President-elect Pedro Castillo in Lima
FILE PHOTO: Peru's President Pedro Castillo walks out the Congress after his swearing-in ceremony, in Lima, Peru July 28, 2021. REUTERS/Angela Ponce/File Photo

Y hoy día con la Presidenta Dina Boluarte, ¿cómo ve al Perú?

Para mí el gobierno de Dina Boluarte ha terminado siendo peor que el de Castillo, siendo ya el de Castillo un gobierno lamentable, pero el de Dina para mí es peor por un asunto moral muy claro. A finales del 2022 e inicios del 2023 se registraron en el Cusco, Ayacucho, Puno, es decir, en la zona del sur, en el bolsón más olvidado del Perú, 50 asesinatos de gente que salió a protestar. Y esos asesinatos no han sido reconocidos por el gobierno. Es más, los responsables militares y policiales en algunos casos fueron ascendidos en sus mismas instituciones. Y eso me parece indignante. Por eso cuando ahora muchos políticos o representantes del gobierno salen a lamentar lo que está ocurriendo en Venezuela, que por supuesto es muy lamentable, me sorprende el nivel de cinismo, porque no tuvieron esa misma capacidad de indignación cuando estaba ocurriendo eso aquí, en zonas del sur.

Para Cisneros, además, “Dina Boluarte es la contradicción hecha persona: surge de un gobierno de izquierda, reivindicando las banderas de la izquierda, y ahora es la socia perfecta de la derecha, y todo el tiempo está criticando lo que antes defendía. Es como estar presidido por el doctor Jekyll y Mr. Hyde. Además, es obvio que lo único que buscan ella y su entorno es subsistir hasta el 2026. En realidad, quien gobierna en el Perú son las fuerzas de derecha del Congreso, porque la izquierda radical en el Perú hoy piensa como la derecha”.

En un momento de la novela, un taxista también peruano le pregunta al narrador: “¿Tiene solución el Perú, maestro?”. Resuena allí la pregunta de Vargas Llosa en Conversación en la Catedral

Sí, es un guiño a la pregunta de Zavalita. Y para mí la respuesta es que no. Porque por solución tendríamos que entender la erradicación de los flagelos que asolan a la sociedad peruana desde hace mucho tiempo. Por hablar de los más contemporáneos, la delincuencia, la corrupción, el racismo, el machismo. Son males endémicos, no son accidentes fortuitos provocados por agentes exógenos, están en el centro mismo de la peruanidad. El Perú proviene de una fractura fratricida. Si uno piensa que el Perú surgió de esa lucha entre dos hermanos, Huáscar y Atahualpa, que se reproduce tantos siglos después con Keiko y Kenji Fujimori y, en medio, Ollanta Humala, sin considerar las muchas guerras civiles invisibilizadas por los historiadores oficiales, no hay razones para pensar que hay una solución o una promesa de prosperidad en el Perú. La falsa prosperidad que vivimos al inicio de los 2000, con el boom gastronómico, el boom de la construcción, de los minerales, se fue convirtiendo en una mascarada que se cayó por completo con la pandemia. La pandemia desnudó al Perú y mostró que, lejos de la sociedad estable que caminaba hacia la OCDE, éramos un país que mantenía sus niveles de hambre, de anemia, de pobreza, de inaccesibilidad a la mirada del Estado. Entonces, tal vez por eso también, ganó Pedro Castillo, ¿no? Tal vez sin esa pandemia otro habría sido el resultado y el espejismo se habría prolongado. Pero la pandemia desnudó al Perú por completo.

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