Ricardo Capponi: La partida del médico del alma chilena

Con su trabajo, el psiquiatra Ricardo Capponi (67), fallecido inesperadamente, conquistó a los medios de comunicación, al empresariado y a los políticos. Su exitoso libro sobre felicidad (e infelicidad) fue publicado meses antes del 18/9. Ahí se anticipaban algunas claves para entender lo insatisfechos que se sienten los chilenos.
Un infarto cardíaco fulminante. Esa es la causa de muerte que arrojó la autopsia que le practicaron en España. El psiquiatra que diagnosticó la infelicidad y el malestar de los chilenos y que explicó el estallido social murió sorpresivamente en su pieza de hotel en Barcelona. Los programas de radio y televisión chilenos se quedaron sin Ricardo Capponi, su invitado estrella, el que aplicaba el sicoanálisis a encontrar los orígenes del violento quiebre del 18 de octubre.
De hecho, el 23 de octubre pasado, Capponi fue citado por el Presidente a La Moneda junto al rector de la UDP, Carlos Peña; al académico Arturo Fontaine y al político José Antonio Viera-Gallo para pensar sobre la grave crisis. Eran los días más duros con la quema del Metro, los saqueos y la violencia desatada. Allí, Capponi se saludó con Piñera familiarmente, se conocían de años, y una de sus opiniones en la mesa de reuniones fue "la violencia agresiva es adictiva, como una droga", recuerda Viera-Gallo.
Ricardo Capponi estudió Medicina en la Universidad Católica, Psiquiatría en la Universidad de Chile, y un Bachillerato en Filosofía. Se transformó en un famoso psicoanalista que atendía a sus pacientes en su exclusiva consulta de Av. Nueva Costanera, en Vitacura.

Años atrás fue también docente en las escuelas de Medicina y Psicología de la UC y de Psiquiatría (Medicina) de la Universidad de Chile.
Pero ni las clases ni sus pacientes le bastaron. Capponi tenía demasiados intereses y optó por multiplicarse. Escribió cinco libros; el último fue el best seller La felicidad sólida (mayo, 2019), que ya tiene más de cinco ediciones. Antes había publicado un manual sobre psicopatología, un libro sobre el necesario fin del duelo en el país (derechos humanos), y otros escritos sobre el amor y la sexualidad sana. También habló ante muchas audiencias. Charlas a empresarios (Icare), en colegios de élite y universidades, en el Centro de Estudios Públicos, en círculos intelectuales. Fue, incluso, columnista de El Mercurio.
Con el libro Felicidad sólida buscaba convertirse en el equivalente chileno de Yuval Noah Harari o Daniel Kahneman, académicos superventas en el mundo que escriben sobre la felicidad, pero no desde la autoayuda (que despreciaba), sino desde la ciencia.
Mundo dividido
Ricardo Capponi tenía dos categorías de amistades: los conocidos-amigos, que eran empresarios, políticos e intelectuales, con los que interactuaba en su vida pública. Una red que fue forjando gracias a sus dotes de extraordinario expositor y agudo analista. La segunda categoría, sus amigos-amigos eran colegas psiquiatras y parejas que conoció junto a su mujer en grupos católicos.
Al empresario Jorge Errázuriz, por ejemplo, Capponi se le acercó para proponerle participar (invertir) en un emprendimiento de su mujer, Victoria Marshall, que es doctora en matemáticas. Dice Errázuriz: "Yo, aparte de participar, le busqué otros socios, como Juan Andrés Camus y Jorge Selume. Es un programa para que los niños avancen en matemáticas (Emat)".

Antes de invertir, Errázuriz, ya sentía admiración por Capponi: "Fue un buen comunicador, prestigioso y que manejaba los temas. Era un hombre original".
Alfonso Swett, actual presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), y el exministro de Hacienda Felipe Larraín lo llevaron al Consejo Nacional de Clapes UC, el Centro Latinoamericano de Políticas Económicas y Sociales. Allí, Capponi asistía a una reunión cada dos meses, sin faltar. Y se relacionaba con los otros integrantes del directorio: Soledad Alvear, Claudio Hohmann, Roberto Méndez, Lucía Santa Cruz, Alfonso Swett, Andrés Santa Cruz, Arturo Fontaine y otros conocidos del mundo de la academia y de la empresa.
Virtudes
¿Cómo un psicoanalista se transforma en personaje de influencia nacional?
El hombre tenía varias destrezas, sin duda.
Orietta Chavarri, psicóloga docente de Medicina UC, excompañera de trabajo de Capponi, sintetiza: "Era capaz de transmitirle al público general los conceptos psicoanalíticos más complicados. Tenía habilidades comunicacionales extraordinarias y despliegue escénico. Hacía conferencias, charlas y clases muy dinámicas y cautivantes. Se ponía en el lugar de su audiencia, no importaba cuál fuera".
Al abandonar la docencia en la UC, explicó que tenía demasiados proyectos y no quería estar a medias. Jorge Barros, también psiquiatra y que compartió con Capponi allí dice: "Ricardo estaba en la vida pública solo por sus intereses. No se podía quedar callado. Tenía una explicación para entender lo que ocurre y eso lo llevó a exponerse mucho públicamente. Para él era natural enseñar, hablar, discutir, dar entrevistas".
Hace dos semanas, el hoy fallecido psiquiatra conversaba con su cuñado más cercano, Pablo Marshall. El tema era recurrente: "Me dijo que estaba haciendo muchas cosas, pero que todas le daban mucha satisfacción. Él sentía que tenía un mensaje y que veía desde un lado distinto al de los políticos, empresarios y economistas lo que estaba ocurriendo. Ellos valoraban la capacidad que tenía Ricardo de hacer una crítica bien fundada y no ideológica".

En septiembre, en su presentación en Icare, ridiculizó los "departamentos de felicidad de las empresas": "Son un chiste, preocupados de puras boberías y de expresiones almibaradas de alegría". Y aseguraba que las empresas no han asumido que hay que crear lugares de trabajo que aumenten la motivación de los empleados y que promuevan hábitos que los hagan felices desempeñando su oficio.
A Icare había sido invitado por su director ejecutivo, Manuel Vargas, por su trabajo sobre la recomposición de las relaciones interpersonales fracturadas. "Estos temas son relevantes en la dinámica empresarial, la formación de capital social, el liderazgo y la cultura organizacional", dice el ejecutivo. Se le encargó a Capponi un trabajo el 2018, una investigación que culminó con la presentación "¿Es posible un cambio cultural en Chile?". Antes de que falleciera, lo habían invitado a sumarse al Círculo Empresa y Sociedad de Icare.
Controversias
En el año 2016 concedió una entrevista al canal de cable ARTV y, al criticar el libro 100 preguntas sobre sexualidad para adolescentes, publicado por la Municipalidad de Santiago, mencionó la "reversibilidad" de la homosexualidad. Hubo acusaciones de homofobia. Y algunos asociaron esta opinión a que era muy católico. Pero su excolega Sergio Valdivieso desmiente que Capponi mezclara su catolicismo -era muy cercano a los jesuitas- con su trabajo: "Siempre consideré sus opiniones como psicoanalíticas, no católicas. Él vivía el catolicismo más personalmente".
En las semanas posteriores al estallido social de octubre, Ricardo Capponi estuvo hablando a cuantiosos medios de comunicación. Se buscaban respuestas ante la explosión y el psicoanalista que observaba la sociedad era el indicado para explicar. Se le escucharon declaraciones acertadas y un par que fueron cuestionadas. Sobre el 18/9 dijo una vez: "Este es un proceso acotado a un fenómeno regresivo de la sociedad, pero que si es bien manejado se puede recuperar". Otro día aludió a las causas del quiebre social: "El origen de todo esto, a mi parecer, es un malestar adolescente tremendo, furibundo, con esa agresión a flor de piel que tienen los adolescentes para marcar la ruptura de sus padres, y con una omnipotencia que los hace sentir que las cosas van a ser más fáciles de lo que son después".

Su última columna -del 10 de enero- en El Mercurio, titulada: ¿Por qué la movilización social no tiene liderazgo?, dio en el clavo: "Cuando es solo la rabia (y no la angustia), la que se acumula a través del tiempo -fenómeno frecuente en las sociedades con ingresos per cápita sobre los 20 mil dólares anuales-, esta se transforma en ira, resentimiento, odio y envidia. Es lo que estamos presenciando hoy en Chile". En Twitter alguien posteó, por supuesto, que Capponi había dicho que la envidia del pobre hacia el rico había provocado la crisis social.
Chile y la felicidad
"Chile no es un lugar de personas felices", repetía el año pasado. Nunca consideró válidas las encuestas sobre "satisfacción con la vida" que ranquean muy bien a los chilenos respecto de otros países. Él creía que la única medición reveladora sobre felicidad es la encuesta de Bienestar Emocional. Cuando fue aplicada por última vez, en 2012, esta situó a los chilenos en el lugar 124 entre 136 países. Un pésimo desempeño.
Capponi postulaba que en una sociedad que ya tiene 20 mil dólares de ingreso per cápita, como Chile, la felicidad no se alcanza con el hedonismo del consumo, sino con el mejoramiento de la calidad de las relaciones afectivas con los cercanos y en el mundo del trabajo. "La felicidad no se obtiene con caminos cortos, no se puede comprar con dinero. La felicidad hay que construirla y requiere trabajo", era otra de sus máximas.
El "psiquiatra de la felicidad" ponía pasión y era muy perfeccionista en todo lo que hacía. Cuando hablaba, había detrás un desarrollo conceptual, jamás improvisaba. Cuando aprendió a cantar tango hizo antes un estudio profundo de esa música. Cuando celebraba el Año Nuevo con su familia ideaba una producción profesional de karaokes y de equipos de sonido para cantar. "Ricardo tenía una personalidad particular. Combinaba lo obsesivo con una veta histriónica. Pero no era narciso, ni pagado de sí mismo. Todo lo contrario, era empático y generoso", señala un psiquiatra que lo conoció.
El martes 14, al atardecer, la familia, los amigos cercanos y exalumnos de Ricardo Capponi hicieron una ceremonia para recordarlo. Fue en la iglesia del Colegio San Ignacio de Pocuro. Los trámites para repatriar el cuerpo de España a Chile tardarán días aún para realizar su funeral.

Esa tarde estaban la viuda, Victoria Marshall, y las hijas, Valentina, Francisca y Magdalena. Cantó el coro de la Universidad Católica. El jesuita Pablo Castro leyó el Evangelio y después hubo testimonios de quienes quisieron hablar. Uno de ellos fue el de Cecilia, la hija doctora del Presidente Piñera, que es amiga de Valentina, la hija médico del psiquiatra.
Ricardo Capponi odiaba resfriarse o enfermarse del estómago, siempre se cuidaba de lo que comía, y hacía ejercicio. No tenía antecedentes familiares de enfermedades al corazón. Sin embargo, a los 67 años, una temprana muerte lo sorprendió en el peak de su popularidad como psiquiatra, autor y psicoanalista social. El azar, que siempre combatió en vida, lo acompañó en su minuto final.
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