Sebastián Marroquín, hijo de Pablo Escobar: “El narco muchas veces es el primero en ofrecerle la oportunidad a la gente, y no el Estado”
Invitado por autoridades y empresarios locales, Marroquín trae el mensaje de paz que por más de 10 años ha difundido por el mundo. El legado de su padre, el fallecido líder del Cartel de Medellín, esa atracción por la cultura narco en la que él no cayó, es lo que busca romper con sus charlas, las que trae a un Chile con crecientes índices de sensación de inseguridad.
Desmitificar al padre. Con sus verdades, demonios y su amor. De eso se ha tratado la vida de Sebastián Marroquín (45), hijo de Pablo Escobar que durante los últimos 10 años de su vida se ha dedicado a relatar su experiencia como hijo de un narcotraficante de, lamentablemente dice él, fama mundial. Ese intento por borrar la idea de que seguir los pasos de su fallecido padre es elegir un camino rápido hacia el éxito lo traerá a Chile durante enero, invitado por empresarios, alcaldes del mundo mapuche y Francisco Leturia, presidente del Consejo para la Transparencia, según informó el entorno de Marroquín.
Criticando la exaltación de su progenitor gracias a series televisivas y a Hollywood, asegura, de un hombre que califica como un “narcotraficante, un terrorista, un tipo que no tenía ningún escrúpulo en secuestrar a personas y mandarlas a matar”, Marroquín habló con La Tercera sobre su intento por quitar el velo que existe alrededor de Pablo Escobar. Busca mostrar a jóvenes las consecuencias de ingresar al mundo narco en el que su figura paterna juega un rol cuasi divino, sin negar que siente un gran amor y respeto por el hombre, por su padre.
“Yo tampoco renuncio al amor por la figura de mi padre, ojo”, explicó. “Porque yo también me crie en un hogar. Él era mi padre y le debo respeto. Nos criamos todos en una cultura que reza: ‘honrarás a padre y madre’, por lo que es muy difícil para mí atrincherarme en una postura tajante, sabiendo que era un delincuente y todo el daño que le hizo a la sociedad, pero también alguien que me crio con amor. Son realidades con las que yo tengo que convivir”.
Debido a la experiencia que carga en los hombros, fue contactado por algunas autoridades chilenas, aparentemente preocupadas por la amenaza de un estilo de vida que estaría ingresando con fuerza al país. En tres charlas que se realizarán en Temuco, Santiago y una tercera sumada en Zapallar (el viernes 13 de enero), Sebastián Marroquín realizará conversatorios enfocados en evitar la llegada de una cultura extremadamente violenta a lugares que, según comentaron al orador, sienten que deben intervenir para evitar una escalada sin vuelta atrás.
“Desconozco cuáles son puntualmente las causas que hoy han exacerbado la violencia en Chile, pero creo que, sin duda, los temas migratorios están relacionados, además del hambre que genera todo ese proceso, así como la desesperación de la gente por buscar conseguir recursos a como dé lugar. Lamentablemente, muchas más personas de bajos recursos encuentran refugio en las actividades criminales”, aseguró el heredero que renegó de la violencia de su padre.
Temores por la violencia desatada
Sebastián Marroquín no nació con ese nombre. Bautizado como Juan Pablo Escobar, debió cambiarse la identidad con la que el mundo lo conocía para sobrevivir tras la muerte de su padre, asesinado a balazos al día siguiente de su cumpleaños número 44 en el tejado de una casa de clase media de Medellín, lejos de los lujos de los que alguna vez dispuso. Corría el año 1993 para el momento de su muerte, por lo que madre e hijo huyeron a finales de los 90 de su natal Colombia hacia Argentina, arrancando de los capos de la mafia que buscaban asesinarlos.
“Yo no tengo, la verdad, ninguna preferencia por el nombre. Los años y la costumbre me han hecho entender que no es relevante cómo te llamas. Lo importante es lo que has hecho, porque eso es lo que construye tu verdadera identidad”, dijo Marroquín. “De alguna forma, algo tan normal, una cosa tan simple, nos salvó la vida”.
Arrancando de esa violencia es que forjó su trabajo actual, el que lo traerá a Chile durante la segunda semana de enero, presentando la conferencia llamada Escobar, una historia para no repetir, la que se desarrollará en Temuco el martes 10, en el Aula Magna de la Universidad Católica de Temuco, y en la capital el jueves 12, en el Gimnasio Municipal de La Florida. Ambas con entrada liberada, previa inscripción vía web.
El contacto surgió a través de Francisco Leturia antes de que se convirtiera en el actual presidente del Consejo para la Transparencia. En un viaje del abogado a Buenos Aires, Argentina, se generó la conexión que luego traería a Sebastián Marroquín al país de la mano de Leturia, de empresarios y la Asociación de Municipalidades con Alcalde Mapuche, aseguraron desde el entorno del colombiano.
“Lo que mi padre nos ha mostrado es el camino que no hay que recorrer. Estas charlas (en Chile) no surgen por obra de magia. Lamentablemente, por lo que me he enterado a través de los medios de comunicación, la situación de violencia en Chile ha ido, por desgracia, en incremento”, explicó el también arquitecto y diseñador industrial.
Este fenómeno habría despertado el interés de diversas autoridades locales, así como del “doctor Francisco Leturia, pues me invitaron para que yo llevara un mensaje de paz, de concientización de la sociedad y de prevención de la criminalidad, para justamente invitar a la juventud a tomar conciencia de que el futuro de ninguna manera lo van a encontrar a través de la criminalidad, como muchos lo están pensando”.
La experiencia internacional sobre el avance en el mundo de la cultura narco ha sido presenciada de primera mano por el hijo del fundador y máximo líder del Cartel de Medellín, quien no duda en culpar a las representaciones audiovisuales de exaltar solo “las partes que a Hollywood le parecían bonitas y atractivas”, y no mostrar “los capítulos de la realidad que nosotros vivimos”. Ello ha sido la responsable, cree Marroquín, de que jóvenes se le acerquen, contentos, mostrándole tatuajes con la cara de su padre en la espalda, deseosos de continuar el legado de Pablo Escobar.
La pregunta, entonces, era saber por qué lo invitaron desde Chile. Para responder, el orador colombiano comparó la situación actual del país con lo ocurrido en Costa Rica, nación centroamericana famosa por no contar con un Ejército, así como por ser “uno de los más tranquilos de Latinoamérica”, argumentó.
“En el inconsciente colectivo, Costa Rica es una sociedad muy pacífica, con gente buena, además de ser un país tradicionalmente muy tranquilo, del que casi nunca se escuchan noticias. Pero ahora están sufriendo debido al narcotráfico”, continuó Marroquín. “Este ocupa cualquier territorio posible, y Costa Rica está ubicada en un lugar estratégico desde el punto de vista de la distribución de las drogas”.
Al igual que con Chile, un grupo de empresarios lo invitó con un motivo especial: llevarlo, de forma gratuita, a colegios. “Queremos hacer algo, no nos queremos acostumbrar a que esta sea nuestra nueva realidad. En Chile también pasa algo similar, donde se reúne un conjunto de líderes empresarios, de personas relacionadas con el mundo mapuche y del Consejo para la Transparencia, porque entendieron que era importante llevar ese mensaje a la juventud en Chile y a la sociedad en general”.
Frente a este escenario, Sebastián Marroquín es tajante en su análisis. La única forma de hacer frente a la ola de la narcocultura, cree él, es llevando al Estado a todas las esquinas. “El narco muchas veces es el primero en ofrecerle la oportunidad a la gente, y no el Estado. Y cuando este no se hace presente en todo su territorio, el narco ocupa ese espacio. Un Estado presente en todas las esquinas es necesario para que otros no lo ocupen, así de sencillo”, recalcó.
Un nuevo camino
Pablo Escobar fue un hombre poderoso. Mandó a matar tanto a rivales criminales como políticos, figuró en la lista de las personas más ricas del mundo, e incluso contaba con un espectacular zoológico privado, con animales traídos -por cierto- a través del contrabando. Pero esa es la mitad de la historia, aseguró su hijo.
El testimonio de un muchacho de 15 años, que tenía millones de dólares en efectivo a su disposición a solo metros de él, y que, aun así, no podía salir de la casa a comprar comida, es decidor de los últimos días de su padre, uno de los capos más importantes del siglo XX. “Tuve la experiencia de tener millones de dólares por mi padre y, al mismo tiempo, estar muriéndome de hambre con él porque no teníamos la posibilidad de cruzar la calle y comprar un pedazo de pan y una botella de agua”, recordó en diálogo con La Tercera.“
Esa es una pobreza infame y que es coincidente con la regla de la naturaleza y del universo; de lo que está bien y lo que está mal. ¿Por qué? Porque ese dinero estaba mal habido, era correcto lo que nos estaba pasando, pues no nos iba a traer libertad”.
Consultado por el destino de otros hijos de capos, como el recientemente capturado Ovidio Guzmán López, sucesor del “Chapo” Guzmán en México, prefirió no referirse debido a que no lo conoce. “En eso soy mucho más cuidadoso que cualquiera, porque como yo ya me he visto expuesto a los medios de comunicación, y la infinita mayoría de veces ha sido absolutamente sin sentido, sin razón, y después que se aclaran ni siquiera salen a rectificar”, criticó. Actualmente, un juicio en contra de él y de su madre fue suspendido en Argentina, donde se les acusa de lavado de activos.
Romper ese círculo vicioso fue, probablemente, la gran prueba de vida. En un mundo en el que “los hijos tendemos a repetir la historia de nuestros padres -es casi innato, está como en nuestra naturaleza el pretender imitar aquello que vimos en nuestro hogar-, ¿qué habría sido de mí si yo hubiera hecho... si hubiera seguido esa premisa?”.
Ese camino lo llevó a innumerables encuentros con familiares de víctimas de su padre, como ocurrió cuando se reunió con Rodrigo Lara, hijo del ministro Rodrigo Lara Bonilla, asesinado por Escobar. Aquella vez, él le dijo que “nada crece abajo de la sombra de un gran árbol, y evidentemente tú te tenías que retirar de esa sombra para poder crecer para poder encontrar tu propio sentido a la vida”, recordó Marroquín.
“Y al día de hoy, después de 30 años realizando actividades que tienen que ver con la paz, con la reconciliación, con el perdón, con la convivencia pacífica, siempre es como que me antecede el título de ‘hijo de...’ ¿no?”.
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