Todos a bordo: cómo los chilenos convirtieron los viajes en avión en una necesidad
Viajar al extranjero, hasta hace algunas décadas, era un lujo para las familias nacionales. Eso ya no es así debido al auge económico de Chile durante la transición y a los vuelos low-cost que democratizaron el mercado aerocomercial. Hoy, sin embargo, los viajes apelan a llenar otros vacíos: para los jóvenes se han transformado en una forma de comprar paz mental.
Juan Pablo Bianchi (81) realizó su primer viaje en avión en 1960: tenía 17 años. Una época en la que ese tipo de experiencias estaba básicamente prohibida para la mayoría de los chilenos. “No existía casi la posibilidad de subirse a un avión, porque era caro y engorroso”, relata el exgerente de una empresa textil.
Sesenta y cuatro años después de este primer viaje, la realidad aerocomercial en el país es muy distinta. Solo en octubre de 2024, 505 mil chilenos viajaron al extranjero en avión, según datos de la Junta de Aeronáutica Civil (JAC). Y en lo que va de 2024, 9.713.857 personas han volado hacia diferentes destinos internacionales.
Desde la década de los 60 en adelante, Bianchi viajó por Europa y Asia debido a su trabajo. Sin embargo, por motivos meramente recreativos, era impensado para la gran mayoría de los chilenos cruzar las fronteras nacionales.
Catalina Bianchi (47), su hija, fue parte de un segmento de la generación juvenil de la década de los 80 que, a modo de vacaciones familiares, conoció Disney World: el paraíso infantil más reconocido del planeta. Tenía ocho años.
Es más, volvió a visitar el complejo turístico por segunda ocasión.
-Nadie iba mucho a Disney. O sea, a ninguna parte en realidad. Uno iba a la playa a vacacionar, entonces fue como ´wow, fuimos a Disney´. Hoy es más fácil ir, pero en esa época era novedad que un niño viajara, no era común-, narra la actriz.
Según recuerda el padre de Catalina, entre la década de los 50 y 60, es decir, durante su juventud, los chilenos vacacionaban dentro del país utilizando el tren o su automóvil particular, si es que lo poseían. Principalmente, el litoral central aglutinaba a los viajeros.
En aquello coincide Daiana Mediña, gerenta de Brand & PR de la agencia de viajes Cocha, quien señala que en los años a los que se refiere Bianchi, “viajar en avión para vacaciones familiares era considerado un lujo reservado para una élite económica, y Buenos Aires y Mendoza figuraban como opciones internacionales cercanas hace 40 o 50 años”.
No solo los destinos turísticos eran distintos hace varias décadas, sino que también la modalidad en que se compraban los pasajes.
-Uno tenía que hacer todos los trámites vía papel, visitas a las agencias de viaje o a las compañías aéreas, donde había mucho papeleo. Hace 30 o 40 años era todo lento y burocrático, tanto el trámite para comprar los pasajes como para después hacer los embarques a los distintos lugares. Y eso era no solamente aquí, sino que en cualquier parte-, rememora el exgerente textil.
Un pasaporte poderoso
La actriz Catalina Bianchi tiene organizados dos viajes a Brasil para el próximo año: a Río de Janeiro junto a sus amigas, y a Salvador con su marido. La compra de los viajes la concretó en un par de minutos, a través de los paquetes turísticos que ofrecen las agencias de viajes.
Para Liliana de Simone, doctora en Estudios Urbanos, magíster y directora del Observatorio Estudios de Consumo, Cultura y Sociedad UC (OCCS UC), una arista de los cambios que permitieron la democratización de los viajes aéreos tiene que ver con una mayor facilidad de acceso a paquetes.
-El concepto de paquete turístico implica que hay una pedagogía del viajar, porque tú puedes llegar y, con acceso a crédito, aprender a que alguien te arme el paquete sin tener que gestionar un montón de temas solo-, comenta la académica.
Según la actriz, “en los 90 el crédito funcionaba a full. Entonces a uno le daban ganas de empezar a viajar. Así que juntaba plata, trabajando. Me fui después a Ecuador, a recorrer con unos amigos, y empecé a viajar todo lo que pude, hasta el día de hoy-.
Esto último va en línea con lo explicado por la gerenta de Brand & PR de Cocha, quien cree que el acceso a destinos lejanos comenzó a expandirse significativamente en los años 90 con la liberalización del mercado aéreo. Pero fue en la década de los 2000 cuando viajar a lugares como Europa o el Sudeste Asiático se volvió más asequible para una mayor parte de la población.
Álvaro Paltanioni, subdirector de la agencia de viajes Travel Express, afirma que actualmente lo que más busca la gente de 60 años hacia arriba son salidas religiosas grupales. Algunos de sus programas más solicitados son Roma – Tierra Santa (suspendido por el conflicto entre Israel y Palestina), la Ruta de San Pablo y Santuarios Marianos de Europa en Jubileo. En cambio, los más jóvenes prefieren ir a Europa, donde, en vez de salidas religiosas, optan por experiencias más relacionadas con fiestas, aunque sin dejar de lado los panoramas culturales, según relata quien lleva más de 20 años trabajando en el rubro.
Otro factor relevante para la masividad de los viajes al extranjero es el gran valor que posee el pasaporte nacional. Actualmente, este permite entrar a 176 países sin el requerimiento de visa, y según el Índice Henley de Pasaportes 2024 -clasificación de pasaportes relevante a nivel global-, el documento chileno se encuentra en el lugar 16 del mundo. Además, solo con el carnet de identidad se puede ingresar a Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay.
El crecimiento económico que tuvo Chile en el periodo de la Concertación contribuyó a que las familias chilenas soñaran con disfrutar de playas paradisíacas, o incluso, de los lejanos lugares que se veían más cercanos a través de la televisión.
Así lo entiende De Simone, quien considera que la apertura cultural de Chile en los 90 fue fundamental para despertar el apetito aventurero. Además, la académica de la PUC lo asocia al mayor flujo de turistas ingresados luego del término de la dictadura, de forma que se dio un diálogo cultural no visto antes.
-Ese intercambio con el turista que en los años de la dictadura era muchísimo menor, hace que también exista un mayor influjo cultural del querer viajar. Yo creo que ahí el rol cultural que tuvieron los medios en mostrar viajes, como Sábado Gigante, funcionó como una pedagogía del turismo-, destaca la académica.
Aquella opinión coincide con lo vivido en los últimos años por Paltanioni, cuya agencia les cumple el sueño a esas personas que, luego de ver por televisión la serie turca Las mil y una noches, decidieron visitar las mismas locaciones en que se grabaron sus escenas favoritas.
De esta forma, destinos como Medio Oriente o el Sudeste Asiático se han transformado en paradas soñadas, tanto para las antiguas como las nuevas generaciones. En esto coinciden Travel Express y Cocha, y según Paltanioni -el chileno que ha viajado ya descubrió Sudamérica, y ahora se aventura a la experiencia más exótica-.
Vacaciones low-cost
La democratización turística está ligada también a una nueva forma de negocio aéreo. Este es el de las aerolíneas de bajo costo (low–cost), que, a cambio de eliminar algunos servicios y asignarlos con un costo adicional, ofrecen una tarifa base mucho más económica para los clientes.
Por ejemplo, en un análisis de los precios de vuelos internacionales desde el Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez (Santiago) para marzo de 2025, se observa una diferencia de tarifas de vuelos en distintos destinos entre aerolíneas low-cost y tradicionales. En el caso de la ruta Santiago-Madrid, volar ida y vuelta en una aerolínea low-cost (Level) puede costar desde $ 507.431, mientras que en una aerolínea tradicional (Iberia) el pasaje asciende a $ 878.247, lo que significa un 73% de diferencia.
El economista de la UDD Carlos Smith sostiene que “este formato low-cost vino a darle acceso a mucha gente que antes no lo tenía y que ahora sí lo tiene. Por ejemplo, cuando hay alguien que va solo con su mochila y paga 30 mil pesos por el pasaje, es un ingreso que le da la oportunidad de viajar por muy poco costo a mucha gente”.
Valentina del Campo Bianchi (24) es hija de Catalina y nieta de Juan Pablo. Estudiante de Periodismo y perteneciente a la generación Z, también sueña con recorrer países lejanos, como Tailandia, o deambular por las calles de Viena, tal como los protagonistas de Before Sunrise (1995), su película favorita.
Su primer viaje internacional en avión fue a Buenos Aires, a los seis años. Luego, fue a Europa a los 16 y a República Dominicana a los 22.
Ella ingresa a ciertas horas específicas a los sitios web para aprovechar descuentos en pasajes, según aconsejan influencers en TikTok. No compra paquetes turísticos, en general. Prefiere arrendar mediante Airbnb y así gastar su dinero en los atractivos turísticos de sus destinos. Tampoco le importa hacer “mil escalas con tal de que el viaje sea más barato”.
En el pasado el cliente deseaba servicios completos y dejaba toda la organización del viaje en manos de la agencia, indican desde Cocha. Ahora, la información mediante redes sociales juega un rol y se combina con la asesoría de expertos. Así, el viaje “es un trámite”, comenta Del Campo. De modo que la experiencia viajera que tuvo su abuelo, que era algo novedoso para su época, ahora solo es el medio para un destino deseado.
A diferencia de Juan Pablo Bianchi, su hija realiza todas sus compras vacacionales en internet. Cotiza ofertas cuando se realizan los eventos de ecommerce, como los CyberMonday o Black Friday. En estas fechas, con su tarjeta de crédito en mano, vitrinea en el mar de paquetes turísticos que ofertan los sitios web.
Las agencias de viajes supieron aprovechar los eventos de comercio electrónico. Y eso se refleja en los datos de Cocha, porque este año sus ventas durante el último CyberDay fueron cuatro veces mayores que en una semana normal, mientras que en el CyberMonday de septiembre pasado se superó en un 105% las ventas proyectadas para el primer día del evento online. En tanto, Travel Express aumentó de 1.333 clientes anuales en 2022 a 3.229 en 2023.
El nuevo lujo
Del Campo observa constantemente en Instagram y TikTok cómo familiares, amigos o influencers recorren diversas latitudes del mundo. Si bien entiende que debe ahorrar y, cuando tenga un sueldo estable, priorizar necesidades básicas, los viajes seguirán estando en el podio de sus preferencias. No solo a modo de recreación, sino que también por su propio bienestar, ya que estas experiencias, cree ella, le permiten desconectarse de la rutina.
En cuanto a la preponderancia de los viajes para los Zeta, según lo entiende De Simone, uno de los grandes cambios en relación a las generación anteriores es que si no se exhibe la experiencia por medio de redes sociales, es como si no existiera en el mundo fuera de la pantalla virtual.
-Si no hay evidencia, ‘no te creo que fuiste feliz en tus vacaciones’, y eso hace que las redes sociales no solo sean fundamentales para comprender la experiencia del turismo, sino que también implican un desafío para la industria, de comprender la nueva relación que tiene con la experiencia que logra ser vista, compartida e instagrameada-, detalla la la directora del OCCS UC.
Además, la visión del viaje como componente esencial de la identidad de la generación Z es un rasgo muy distintivo de ellos, sostiene De Simone: “Más que a modo de cambiar su rutina, desean experiencias que cambien su identidad y marquen su propia historia. Buscan recorridos que puedan ser únicos, como lo retrata el concepto de wanderlust. Es decir, de vagar por el mundo con el fin de descubrirse a sí mismo”.
Todo esto, resume De Simone, hace que hoy incluso los jóvenes vean los viajes como un lujo, sólo que más al alcance de lo que vivieron sus padres y abuelos. El mundo laboral precarizado que enfrentan y la importancia que le otorgan a la salud mental sólo acentúa sus ganas de partir y embarcarse. Viajar, para la generación que más acceso ha tenido a este tipo de consumo, se convirtió en una forma de evadir, aunque sea brevemente, las responsabilidades y obligaciones laborales de la vida adulta.
Es, finalmente, como lo describe la académica PUC:
-El tiempo es el nuevo lujo.
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