Valeska Troncoso: “Chile siempre va un paso atrás frente a los desafíos del crimen organizado”
La triple frontera norte y la salida de cocaína desde nuestros puertos son algunos de los fenómenos que Troncoso investiga hace largos años, aunque sus trabajos rara vez se limitan a la realidad nacional. Aquí se extiende también sobre el Tren de Aragua y sobre el modo en que las organizaciones criminales pueden utilizar los sesgos de género para evadir a los agentes de la ley.
Pocos investigadores chilenos tienen los pergaminos académicos de Valeska Troncoso en el estudio del crimen organizado. Que su nombre apenas suene se debe quizás a nuestro reciente interés en el tema, y a que ella ha hecho buena parte de su carrera en Argentina, donde, asegura, hay más interés en conceptualizar el fenómeno.
Hoy, aunque radicada en Chile, es investigadora del Centro de Estudios sobre Crimen Organizado Transnacional de la Universidad de La Plata. También es académica de la Usach, donde hace un par de décadas cursó su magíster al alero de la historiadora rusa Olga Ulianova, su mentora: “Ella me empujó a ver la dinámica internacional de los problemas, algo que te abre la visión completamente”.
En efecto, todos sus trabajos abordan problemas de seguridad a escala latinoamericana. Junto a colegas argentinas, en 2023 publicó dos papers en Trends in Organized Crime, revista de referencia en la materia. El primero, sobre el uso de puertos del Cono Sur para reexportar cocaína hacia el mundo; el segundo, sobre la poco advertida presencia de mujeres en grandes organizaciones criminales.
Su interés en estos temas se remite a su niñez en los años 80. “Desde muy chica, por historia familiar, estuve vinculada con comunidades insertas en poblaciones donde eran víctimas de narcotráfico y de violencia. Veía cómo esas personas estaban muertas de miedo, o cómo las panaderías cerraban a las cuatro de la tarde porque después empezaban las balaceras”.
Para esa época, asociamos las balaceras en poblaciones más bien a la violencia estatal.
Claro, también veía las tanquetas pasar. Pero ya estaban muy instaladas estas bandas o clanes familiares que controlan territorios. El tráfico de pasta base era muy recurrente. A mí me sorprende que se hable de esta violencia como algo tan nuevo, si está asociada a lo mismo de siempre: microtráfico y control territorial. A las organizaciones transnacionales que mueven toneladas de cocaína no les conviene la violencia explícita, porque genera visibilidad del negocio. Los descuartizamientos, los sicariatos, se ejercen a nivel de microtráfico.
Pero entendemos que esas prácticas llegaron a Chile porque llegaron las organizaciones más grandes.
No. El Tren de Aragua es una megabanda, pero es territorial, no reexporta cocaína hacia los mercados mundiales. Ellos funcionan con franquicias: se vinculan con bandas locales que les tributan económicamente a cambio de poder usar su marca, su reputación, para controlar territorios a través de la coerción violenta. Eso es lo que han hecho en Colombia, en Perú y en Chile. En Arica, por ejemplo, el Cerro Chuño es un centro de operaciones que está totalmente cooptado por el Tren de Aragua. Pero son comunidades criminales más pequeñas que actúan en su nombre, no es “el Tren de Aragua dominando en todo Chile”. De hecho, el Niño Guerrero –que es el pran principal, el líder– ha venido a Chile y ha hecho negocios, pero también ha tenido que solucionar problemas entre las franquicias, porque operan en los mismos espacios y se disputan el control. Entonces, cuando hablamos de estos sicariatos, de personas que han muerto asfixiadas porque las sepultan con tierra y luego cemento, es porque así operaba el Tren de Aragua en Venezuela. Pero cada banda controla territorios muy delimitados.
¿Lo que llegó con el Tren de Aragua es un modelo de gestión, entonces?
Ciertos métodos de gobernanza criminal, digamos. Ellos parten ejerciendo una gobernanza coactiva al interior de la cárcel de Tocorón, en Aragua, y luego la desplazan a las comunidades aledañas: extorsionan a las personas que tienen negocios, echan a la policía local con la amenaza de matar a todo el mundo, etc. Y establecen reglas muy particulares: los niños y adolescentes no podían salir de sus casas después de cierta hora, no se les podía vender alcohol, etc. El que transgredía esas normas pasaba a un juicio y, si al jurado le parecía, lo asesinaban. También crean fundaciones que proveen servicios a la población, sustituyendo al Estado. Y todo este poderío va creando una gran marca que se va a expandir por el Pacífico hacia el sur a partir de la crisis humanitaria que estaba viviendo Venezuela.
Por la migración.
Sí. Pero la gente altiro piensa “vinieron los delincuentes de allá para acá”. En realidad es mucho peor. El Tren de Aragua creció tanto porque aprovechó esta crisis para engañar a los migrantes. Les ofrecen viajes turísticos, por ejemplo, por los cuales ellos pagan pensando que van a poder entrar a Chile legalmente. Pero cuando llegan a la frontera, los ingresan por pasos ilegales. Y para eso el Tren de Aragua utiliza coyotes, de nuevo con franquicias locales que conocen el territorio. Y así estas personas quedan totalmente a merced de estas organizaciones. Son amenazadas y en gran parte utilizadas para la trata de personas. Se tiende a asociar Tren de Aragua y narco, pero su gran negocio es el tráfico y la trata de personas.
Y usted plantea que la militarización de las fronteras fortalece esas redes de tráfico de personas, porque recurrir a estas organizaciones es la única manera de entrar.
Claramente. A mayor vulnerabilidad de los migrantes, mejor para ellos. Y esto hay que recalcarlo, porque es mucho más grave que el tráfico de drogas. Además, la cocaína caduca, mientras que un ser humano puede ser vendido y explotado hasta su muerte.
¿El principal rubro de la trata de personas es la explotación sexual?
También puede ser laboral, pero principalmente se ha hecho con mujeres y niñas para explotación sexual. Y están muy controladas. En Colombia, por ejemplo, en los allanamientos se han encontrado libretas donde están todos los nombres de las mujeres. Y si hay algo que en Chile no se ha dimensionado, es dónde están los mercados de consumo de ese tráfico sexual. Hay que poner más ojo en quién demanda esto. Y también hay que entender que el Tren de Aragua crece desde el vínculo con la comunidad. Algunos de sus miembros son detenidos por ketamina, marihuana o cocaína, pero en gramos. Su poder no radica ahí.
No es el PCC brasileño…
No, el PCC es mucho más poderoso. Y su negocio es reexportar cocaína hacia Europa. Con Carolina Sampó tenemos un paper en proceso de evaluación donde seguimos la pista del Tren de Aragua a partir de sentencias judiciales. Y lo que vemos es que ellos se expanden ahí donde no llega el PCC. ¿Por qué en Bolivia su presencia es reducida? Porque está el PCC y no se van a enfrentar con ellos. Pero ojo, que el PCC también ha evolucionado. Estaba reducido a Sao Paulo porque tenía una barrera idiomática, pero lo solucionaron vía Paraguay y así están avanzando hacia el Pacífico. Ya se han detectado algunas presencias en las cárceles chilenas. No está extendido, pero si no se le pone atajo claramente pueden llegar a tener un control. Entonces, imagínate: PCC, Tren de Aragua, una universidad para que se puedan desarrollar empresas ilícitas desde las cárceles chilenas. Porque no digamos que por estar en la cárcel no puedo dirigir un negocio.
Usted venía estudiando hace tiempo la frontera norte con Perú y Bolivia. ¿Diría que, por mucho que se haga, es un espacio incontrolable?
Mi tesis doctoral estudiaba el decenio 2006-2016, y lo que pasa en ese período es que no hay un reconocimiento del problema. Por lo tanto, no se crean políticas a la altura. Y son fronteras demasiado extensas y porosas, tú puedes pasar en auto, no necesitas una 4x4. Con la capacidad de personal y de tecnología que tiene Chile hoy, efectivamente no se puede. Menos todavía con las dificultades que han tenido los tres países para conformar una agenda de seguridad en común. Pero ojo: también hemos ido muy atrás en la coordinación entre agencias nacionales. Si la PDI, Carabineros, Gendarmería, el Ejército, no se comparten la información, es imposible. Y es algo que también verificamos en el tema de los puertos.
¿Qué ocurre ahí?
Por ejemplo, uno de nuestros informantes de Directemar, que es la policía marítima, nos decía que ellos pueden hacer inspecciones en altamar, pero no pueden decomisar la cocaína. Tienen que llamar a Carabineros o a la PDI. Y nos contaban, literalmente, que ambos corrían por quién llega primero. Otro informante que trabajaba en el puerto de Valparaíso nos decía que también tienen bonos por la cantidad de cocaína que se decomisa, entonces compiten.
Dada nuestra vecindad con dos de los tres países donde más se produce cocaína, ¿estamos condenados a ser un país atractivo mover esa cocaína hacia el resto del mundo?
Absolutamente. Tenemos estabilidad económica y democrática, hacemos el 91% de nuestro comercio exterior por vía marítima, tenemos una extensión de costa enorme, ¿qué mejor? Además, los puertos chilenos, por esta reputación de estabilidad y baja corrupción, tienen bandera verde en los puertos de destino, no así los peruanos, ecuatorianos y colombianos. También por el Atlántico se está usando Buenos Aires porque los puertos de Brasil están con bandera roja. Pero este tema de los puertos tampoco se ha querido reconocer. El informe publicado el año pasado por Unodc, que es la unidad de tráfico de drogas de la ONU, relevó la importancia del puerto de San Antonio en el tráfico de cocaína a nivel mundial. Pero mira qué particular, ¿qué sucedió en Chile? El gremio de funcionarios del puerto se manifestó porque los estaban acusando de corrupción y dijeron que esto no era así.
En el paper sobre este tema, ustedes plantean que San Antonio es un puerto de salida de cocaína incluso más relevante que Buenos Aires y Montevideo.
De hecho, el informe de Unodc usó la información de nuestro paper, pero sin citarlo. En realidad sí nos citaron, pero a propósito de otra cosa que nosotras jamás dijimos… El punto es que nadie se interesó en ese paper hasta que un informe internacional puso el tema en evidencia. Entonces, ¿queremos realmente saber estas cosas?
¿Hacia qué lugares del mundo se reexporta cocaína desde Chile?
Principalmente a Estados Unidos, Europa y Asia. Imagínate que nosotras tuvimos que traducir documentación del nepalí, del coreano y del chino que identifica a Chile como uno de los países de origen de la cocaína que llega allá. A Nepal llega a través de India. Australia y Nueva Zelanda, ya en 2018, son identificadas por los organismos internacionales como un mercado de destino desde Chile. O sea, esto de los puertos ya lleva muchos años.
¿Y cómo ha reaccionado Chile? ¿Ha actualizado su seguridad portuaria?
Ha ido bastante atrás de los pasos de las organizaciones criminales. El año pasado, cuando el informe de Unodc visibilizó el hecho, los gremios de funcionarios dijeron “oye, pero aquí en San Antonio no hay escáner, está malo”. Tú dices ¡¿pero cómo?! Si en los puertos de la Quinta Región se genera el mayor movimiento de contenedores. Además, gran parte de los escáneres son comprados de segunda mano, dados de baja en Estados Unidos. Pero tampoco el escáner te asegura que todos los containers van a ser inspeccionados. A nivel mundial sólo el 2% son revisados.
Para usar un puerto, más que pelear por territorio, hay que tener un arreglo con alguien del puerto, ¿no?
También pueden utilizar violencia indirecta, que tiene que ver con amenazas. Pero sí: para sacar la cocaína del puerto necesitan de la corrupción.
¿Y el problema es sólo San Antonio? Hace tiempo cunden las suspicacias sobre el manejo interno de los puertos en general, también a propósito del tráfico de madera.
Bueno, en el caso de Coronel ya sabemos que salió un cargamento de cocaína que fue decomisado en Europa. Habría que ver si se utiliza con frecuencia, pero la ruta está. También hay que ver qué pasa en Antofagasta, por ejemplo. Y ojo, no se ha dimensionado que Bolivia también tiene un puerto libre, donde a través de metales, por ejemplo, se podría sacar cocaína.
¿Y puede ser que haya poca urgencia porque este problema no se considera tan grave? Después de todo, la cocaína pasa de largo y no genera violencia en Chile.
Claro, pero un país de tránsito también se transforma en país de consumo, se genera mercado interno. Y se van creando organizaciones más pequeñas que transportan la cocaína dentro del país, porque es una cadena. En todo caso, el problema no es sólo detener a las personas que trafican: después viene la capacidad de la fiscalía para armar casos ante la justicia. Y ahí hay una brecha enorme. Una vez hablé con un analista que trabajaba en una fiscalía del norte y me decía “bueno, pero el crimen organizado se instaló en los últimos tres años”. Yo no lo podía creer. Y cuando le expliqué hasta qué punto eso no era así, él quedaba estupefacto frente a lo que le contaba.
¿De tan abajo partimos?
Puse un ejemplo un poquito excepcional, pero claramente falta preparación. O sea, imagínate que querían llevar a Los Gallegos desde el sur, por tierra, al juicio oral en Arica. Había que movilizar a 19 imputados, algunos estaban en Puerto Montt. ¿Cómo a ningún analista se le ocurrió lo que eso iba a generar, la logística que eso iba a requerir? Después dijeron “no, mejor por Zoom, porque está complicado el tema”. ¿Pero cómo no lo pensaste antes? Al final es eso: Chile siempre va un paso atrás frente a los desafíos del crimen organizado. Ahora se quiere involucrar a los militares, cuando ya está súper demostrado –en México, en Colombia, en Brasil– que esa no es una solución. Yo estudié el caso de Brasil, con Lula y después con Dilma. Hice trabajo de campo en las favelas y vi cómo eso no funcionaba, porque las fuerzas armadas están preparadas para otra cosa. Pero Chile de nuevo va un paso atrás y cree que con eso se soluciona.
Queda claro que este problema es de Estado y de largo plazo, pero le explotó al gobierno actual. ¿Cómo cree, en general, que ha reaccionado?
Me parece que, al haber explotado esto tan rápido, han tenido que dar respuestas muy rápidas, que no sé si tengan efectividad a largo plazo. Y todavía se asocia demasiado crimen organizado con narcotráfico, como que ese sería el problema. ¡Se habla muy poco de la ruta del dinero! Si estas son economías ilícitas.
Ahora saltó el tema a propósito del secreto bancario.
Claro, pero no parce estar la voluntad política. Y la pregunta es muy simple: las instituciones que deberían seguir las rutas del dinero, ¿tienen hoy los recursos para poder hacerlo? No. Y yo no tengo certeza, por ejemplo, de que alguien esté financiando sus campañas políticas con dinero proveniente de organizaciones criminales, por lo que sería muy irresponsable decirlo así. Pero sí podemos decir que Chile no está ajeno a problemas de ese tipo. Porque si no hay corrupción, no hay crimen organizado.
MUJERES
Meses atrás publicó un paper muy llamativo (junto a Carolina Sampó y Antonella Paparini) sobre la participación de mujeres en el crimen organizado latinoamericano. La conclusión es que, en este caso, los sesgos de género las favorecen.
A mí me llamaba mucho la atención que siempre se habla de mujeres en el microtráfico, pero no en las grandes organizaciones. Por eso nos centramos en los rangos medios y altos. Y al entrevistar a agentes del orden y expertos en seguridad de varios países, nos dimos cuenta de que hay muchas abogadas, contadoras, esposas, que tienen un rol clave, pero son menos sospechosas ante los ojos de estas agencias. El hecho de que las mujeres sean vistas como sumisas, pasivas, buenas madres, las ayuda a pasar desapercibidas. Un caso emblemático es Emma Coronel, la esposa del Chapo Guzmán: uno la ve con su maravilloso aspecto físico –fue reina de belleza– y dice “ah, es tonta, es un accesorio decorativo del Chapo”.
En el fondo, un trofeo que él consiguió con su éxito y su plata.
Claro, pero nada que ver, ella es parte del engranaje. Y ocurre con ella algo muy ilustrativo: cuando la liberan, el juez le dice “queda en libertad para que vaya a criar a sus hijos, para que crezcan fuera del ambiente criminal”. Es decir, ser madres las hace ser buenas personas. También en Brasil vimos casos de mujeres que son liberadas por ser madres, mientras a un hombre le dan 15 años de condena por los mismos delitos. Y muchas veces son ellas las que manejan el negocio del marido –creando empresas para lavar el dinero, por ejemplo– mientras mantienen un perfil bajo. De hecho, esos matrimonios no son sólo por amor, son pactos estratégicos. Gran parte de estas mujeres estudiaron contabilidad.
¿Y los policías y fiscales no las ven? ¿O las ven pero no van por ellas?
Pasan las dos cosas. Muchas veces no las ven, o minimizan su capacidad estratégica. O sea, si tú hablas de “narcomamis”, ya te va a costar creer que manejan el negocio. ¿Te podrías imaginar que al Chapo le dijeran “narcopapi”? Jamás. Pero en las fiscalías de Uruguay y de Argentina, por ejemplo, nos decían que tampoco hay recursos suficientes para investigarlas, porque les interesan los peces gordos, los maridos, que tienen mayor resonancia. Es decir, se combinan dos factores: los sesgos sobre las mujeres y el enfoque en figuras violentas de alto perfil. Las dos cosas actúan como una especie de protección para estas mujeres.
¿Y se podría decir que las organizaciones explotan esa ventaja?
Por supuesto. Contratan a contadoras y abogadas porque son menos sospechosas y pueden usar sus atributos femeninos para conseguir mejores negocios. Un ejemplo de ello son las abogadas del PCC. Y los mismos matrimonios que, como te decía, son en parte estratégicos.
En el paper cuentan un caso tremendo que muestra cómo la figura de la maternidad y los encantos femeninos pueden incidir en estas historias.
Sí, es bien interesante. En un país sudamericano, llegando en bus a una frontera, iba una mujer regia, estupenda, con un bebé. Y generaba una tensión en los agentes de aduana, pero sólo por su belleza. Sin embargo, una señora que iba en el bus se acerca y les dice: “Oigan, esa niña en ningún momento alimentó al bebé ni le cambió pañales”. O sea, es mala madre. Y esto significa que agentes mujeres tienen que hacerle la revisión. ¿Y qué descubren? Que el bebé estaba muerto, maquillado y con un tajo desde el cuello al abdomen. Estaba lleno de cocaína. No estaba en descomposición, no expelía ningún olor, porque estaba embalsamado. ¿Te das cuenta el nivel de planificación? Y claro, los agentes miraban a esta mujer por lo estupenda que era, porque además se ponen unas fajas enormes donde también guardan cocaína. Pero si no es por la señora que determina que es mala madre, nunca se hubieran dado cuenta.
¿Puede ser incómodo, en la academia, mostrar que los sesgos de género a veces favorecen a las mujeres?
El punto es que sólo favorecen a algunas. No sé si has visto, por ejemplo, las fotos de las mujeres cuando las detienen. Las de rangos altos están regias, maquilladas y no se les notan las esposas. Pero una mujer detenida por microtráfico está destruida y ojalá con las esposas al frente.
O sea, se mezclan los sesgos de género y de clase.
Absolutamente. El año pasado presenté este paper en Colombia y creí que podía estar difícil, porque el público del seminario eran mujeres feministas y había cierta tendencia a ver a las mujeres sólo como víctimas. Pero habló una mujer del público que representaba a las detenidas por microtráfico y corroboró un poco nuestra hipótesis. Dijo: “A nosotras nos tratan mal, nos quitan a los niños y no nos dan opciones de reinserción. Pero a estas mujeres todo lo contrario, se les deja que vayan a criar los niños”. También nos decían que las mujeres blancas son menos sospechosas que las de tez más morena y con rasgos indígenas. Y si además tienen una profesión, ya es maravilloso. Pero eso también ocurre con los hombres. Por algo nadie habla de los abogados que sacan a estas personas de la cárcel. Y por algo nunca sabemos quién los ayuda a sacar y blanquear la plata.
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