Novak Djokovic pretendía disputar el Abierto de Australia en función de una autorización especial. En el gigante océanico, las restricciones en torno al Covid-19 son fuertes. El actual líder de la clasificación de la ATP no está vacunado contra la enfermedad y parece convencido de no recibir alguna dosis. También de que sus efectos no lo tocarán. Basta recordar que en pleno apogeo del primer brote en Europa organizó el denominado Adria Tour. En esa experiencia se produjeron varios contagios. En la isla le han puesto trabas de todo tipo. En los últimos días, se ha informado profusamente de las dificultades legales que enfrenta y de las que puede seguir enfrentando sin que le sirva la protección de un sistema que lo consagra como el mejor de todos.
Nole no escarmienta, aunque habrá que ver si los malos ratos que ha pasado en las últimas semanas lo conducen a cambiar de opinión. Este viernes fue detenido, su visa fue nuevamente requisada y puede ser deportado. El balcánico es, muy probablemente, el caso más bullado entre los deportistas de elite que se resisten a la inoculación, pero en ningún caso es el único. La NBA, por ejemplo, aporta casos igualmente icónicos, como Kyrie Irving, estrella de los Brooklyn Nets; Andrew Wiggins, de los Golden State Warriors; Jonathan Isaac, de los Orlando Magic, y Bradley Beal, referente de los Washigton Wizards.
En los deportes de contacto, produjo impacto el deceso de Frédéric Sinistra, triple campeón mundial de kickboxing, a priori, un invencible que también desoyó las recomendaciones de las autoridades sanitarias.
El fútbol es uno de los ambientes deportivos en los que más se ha enfatizado en protocolos preventivos. En algunas competencias, como la Premier League inglesa es obligatoria la vacunación, después del surgimiento de la variante Delta. Sin embargo, también hay rebeldes. En Alemania, por ejemplo, Joshua Kimmich, figura del Bayern Múnich, es uno de los que se ha negado sistemáticamente al pinchazo, un camino que en la Bundesliga también siguió el neerlandés del Wolfsburgo, Wout Weghort. Los dos últimos han brindado explicaciones, cuando menos, poco atendibles. “Para mí era difícil hacer frente a mis miedos y recelos, por eso he estado tanto tiempo indeciso”, le dijo Kimmich a la cadena televisiva alemana ZDF. Al mismo medio, Weghort le explicó su determinación: “Imagina una vacuna tan segura que te tienen que obligar a ponértela, para una enfermedad tan letal que te tienen que hacer test para saber que la tienes”. En Sudamérica, el brasileño Renan Lodi no será considerado para los próximos duelos eliminatorios por no haber recibido las dosis respectivas. “Vacunarse es una responsabilidad social”, estableció el técnico Tite, al momento de dar a concocer la lista.
El deporte chileno también ofrece casos. Ampliamente difundido en los últimos días fue la participación de la triatleta Bárbara Riveros en el Ironman de Pucón, pese a no haber recibido ninguna de las dosis que contempla el esquema de vacunación establecido por el ministerio de Salud. “La razón por la que no estoy vacunada es porque estuve un año y medio en Australia sin poder salir hasta que se reabrió el ranking olímpico a Tokio. En esa época, Australia estaba bastante retrasado con las vacunas y la gente de prioridad era la gente adulta”, fue parte de su inverosímil justificación. “Tuve que viajar mucho buscando los puntos olímpicos para poder ir a Tokio y después de eso me he estado moviendo bastante como para poder cumplir el tiempo para pasar de una dosis a la segunda, pero invito a todos a que se vacunen. Yo lo haré cuando me pueda asentar más en un lugar. Si será Europa, será Europa. Y si es Australia, será Australia”, complementó.
Otro caso a nivel criollo es el del futbolista Mathías Vidangossy, quien niega que el término de su relación con Melipilla se haya producido por su resistencia a la vacunación. Lo suyo tiene que ver con una convicción. “Hubo muchas cosas que me ayudaron en mi depresión, cosas que investigué, comprobé y me ayudaron a dejar las pastillas. En este caso, no me quise vacunar por lo mismo, siento que estoy bien, trato siempre de estar preocupado de mis pensamientos, mis emociones y de mi alimentación, de cosas que puedan ayudar a mantener el cuerpo fuerte. Trato de ser respetuoso con la gente que lo quiere hacer”, puntualizó hace un tiempo.
Creencia
Son precisamente las razones que entregan los deportistas para justificar su postura las que llaman la atención de los especialistas en sicología deportiva. Las explicaciones de los profesionales son, en gran medida, coincidentes frente a un fenómeno que, abiertamente, no comparten. “Lo hacen por creencias, por el ‘no le tengo fe’, porque los laboratorios se están haciendo ricos, porque los chinos están debilitando a Occidente... Mi padre murió de Covid, yo lo tuve, mi tío estuvo contagiado. Es una realidad. Entonces, cualquier cosa que venga para combatirla, bienvenida. Yo sí creo en la ciencia. Hay gente que cree que todo está manejado por poderes económicos, de mala fe. Hay experiencias que muestran eso. En Chile, se produjo el estallido social, pero ha cambiado poco. La gente no cree en los modelos. En el caso del Covid, es una enfermedad demasiado complicada, que hay que parar como sea. Y las vacunas están desarrolladas por países de distintas orientaciones políticas”, postula Enrique Aguayo, de amplia experiencia en el fútbol y en el tenis de elite.
Eugenio Lizama, quien también ha trabajado en el más alto nivel del deporte, llegando incluso a la Fórmula 1 y el MotoGP y a trabajar con Nicolás Jarry y Joaquín Niemann, evitar particularizar, aunque coincide en la definición. “Los seres humanos, y los deportistas, por cierto, nos movemos en base a sistemas de creencias, políticos, religiosos o de información. Ese sistema se aloja en ciertas zonas del cerebro. No evalúan objetivamente la información, sino que se hace parte de esa creencia. Pasa sobre todo con los antivacuna o con los grupos políticos”, advierte.
Esa adhesión termina encegueciendo a quien la practica. “Es ‘sentirse parte de este grupo’, pero no es una elección racional. El cerebro busca establecer reglas para justificarse. Es estructurar el temor al caos. En un tercer nivel viene el análisis más objetivo, pero tiene menos peso en la elección de la conducta. Muchos deportistas no tienen acceso a la información. Se quedan en el sistema de pertenencia. A un grupo, a una posición o a una ideología. No sé, por ejemplo, si Djokovic es alérgico a algo y que se pueda justificar desde ese plano”, expone.
Otro elemento decisivo es el entorno del deportista, sobre todo si se trata de uno d e la primera línea mundial. “Podría ser que un deportista en un nivel muy alto produzca una burbuja de interacciones con personas que no son del mismo rubro, que esté rodeado por ‘yes, sir’ o ‘yes, man’. Eso, que pasa generalmente con las grandes estrellas, hace que el deportista pierda perspectiva. Y ahí se produce la concepción de que ‘tu verdad es más alta que la de los demás’, lo que termina transformándose en otra complicación”, estima.
Alexi Ponce, presidente de la Asociación de Psicología Deportiva y Coaching Deportivo, quien además trabaja en el CAR y en Ñublense, aporta su mirada. “Más que buscar la explicación en análisis propios del deporte, este fenómeno se produce porque hay personas que no valoran y no confían en los procesos. En este caso, da la casualidad que son deportistas, con los riesgos que implica para la actividad que desarrolla. El deportista amplifica. En general, los deportistas siempre están controlados. Es parte de los requisitos. No es un problema de desinformación.Simplemente, es porque confían más o menos”, establece.
Sentido común y ciencia
Las consideraciones que esgrimen las estrellas del deporte que se niegan a vacunarse rozan la falta de sentido común. “A mí me encantaría que los deportistas que no quieren recibir las dosis pudieran argumentar con datos por qué no lo quieren hacer. Escuchar sus razones La conducta de Djokovic va a impactar a la sociedad. Yo no trabajaría con alguien que no se hubiera vacunado”, dice Lizama. Y refuerza: “El fanático no toma en cuenta la evidencia, sino su convicción. Yo puedo ser terraplanista, pero tengo que ir a la investigación científica. De lo contrario, es solo una posición intuitiva o emocional. Lo mismo pasa con la vacuna. Uno debería ir a buscar información. Ver si no vacunarse afecta o no. O si me protege o no. Las teorías conspirativas buscan ordenar un fenómeno. Son decisiones emocionales y no racionales. Citan a supuestos investigadores o informes que no están publicados en una revista seria. Esto es un tema de salud, no ideológico ni de creencias personales”.
“Los referentes como Djokovic tienen una responsabilidad ante el mundo. Él es parte de una maquinaria y también es un ejemplo para miles de personas. Las empresas lo usan como rostro publicitario. No es una individualidad. Hay un montón de factores que modela la conducta de un ídolo. En este caso, se está escapando de los límites. Genera revolución. Hay hasta presidentes que se manifestaron en contra de la decisión de Australia. Pero la realidad es una: el Covid existe, está instalado, es altamente contagioso, sobre todo en su última variante, y mi padre murió de Covid”, añade Aguayo.
A César Kalazich, presidente de la Comisión Médica de la ANFP, también le ha tocado lidiar con algunos casos. “Sobre todo al inicio de la vacunación. A algunos los convencía alguna de las teorías conspiracioniostas. Se trata de cautivarlos por los resultados, los números, porque la vacuna funciona. Y porque toda la evidencia apunta a que por los menos en el corto plazo hay hartos beneficios y que las autoridades van a ir en esa dirección. En la Comisión ya se les generan algunas dificultades. Se transforman en una molestia para sus clubes, se les hace más difícil. Y a nivel de grupo hay que apelar a la solidaridad, a la unión”, comenta. El siguiente paso, es más drástico. “Si no se convencen, hay tomar medidas que les hagan difícil trabajar, sin impedírselos”, apunta Kalazich.
A Felipe Rojas, médico de Audax Italiano, le tocó lidiar con un jugador que no quería vacunarse. “Independientemente de quien se lo pidiera, no hacía caso. Finalmente, terminó accediendo, porque de otra forma habría empezado a quedarse fuera del sistema, que impulsa a estar vacunado. Desde nuestra especialidad, a los futbolistas se les habla y se les concientiza. Se les trata de explicar el sustento biológico del asunto, cómo funciona las vacunas, qué se les inocula y el porcentaje de efectividad que tienen. Se les trata de buscar por ese lado, de darles seguridad”, concluye.