Vivir en la Santo Tomás, la villa roja de La Pintana
Una seguidilla de homicidios en las últimas dos semanas desnudaron una cruda realidad en esta villa al norte de La Pintana: el abandono estatal, la ausencia policial, la deserción escolar y la falta de recursos han hecho que el barrio sea tomado por el narcotráfico y los ajustes de cuentas.
Marta Chihuaicura (53) despertó con el ruido de las balas. Era la mañana del 24 de agosto pasado. Durante el desayuno conversó con su padre, con quien vive en la Villa Santo Tomás, en La Pintana. Él le contó que salió a mirar y que se enteró de que la balacera que escucharon se debió a que habían matado a una persona a dos cuadras de su casa, en la calle Las Gaitas, en el sector Concierto 2.
Pero a Marta Chihuaicura esto no la impresionó. Es más, recuerda que le dio lo mismo.
-Es que para nosotros esto ya es parte de la rutina- afirma.
Su padre tampoco le dio mayor importancia al hecho. El único resguardo que tomó fue que decidió abrir un poco más tarde el almacén de abarrotes familiar, ubicado al frente de su casa, hasta que la situación se calmara un poco más.
La otra costumbre que tomó es que cuando pasan este tipo de actos violentos, evita algunos pasajes para salir a comprar o para ir a tomar micro. O bien, trata de mirar quién está en la calle.
-Uno se trata de fijar si es que se están mirando feo. Si hay muchos cruces de miradas -dice Chihuaicura- es porque se va a desatar una balacera.
Por eso, esa mañana cuando ella conversaba con su padre, repitieron una frase que están acostumbrados a decir.
-Siempre decimos: se veía venir. Porque cuando le disparan a uno de un grupo, se entiende que van a venir a agarrarse con los de acá.
Chihuaicura cuenta todo esto con temor. Añade que su barrio, el Concierto, hace tiempo que está tomado por el narco. Las balaceras en los pasajes son habituales. No siempre terminan en muertes: por lo general, son para asustar o sencillamente herir a rivales.
Pero algo la sorprendió ese día.
Chihuaicura salió de su casa a las dos de la tarde. Ya no había carabineros ni acordonamiento policial. Tenía que ir a la junta de vecinos, donde es dirigente, a reunirse con Vilma Espinoza, otra antigua pobladora del sector. Hablaron de temas de la villa, pero no hablaron de ese muerto.
Cuando volvió a su casa, a las cuatro de la tarde, caminando por la Av. General Arriagada, se encontró otra vez con los carabineros, las patrullas y el tumulto de vecinos mirando.
-Pregunté qué pasaba. Me dijeron que encontraron otro muerto, está tirado y se lo van a llevar.
La situación le llamó la atención. Bromeó con un carabinero: dos muertos en la misma cuadra.
Pero más que eso, nada cambió ese día para Chihuaicura. Se acostó temprano, vio TikTok y se durmió.
La mujer dice que no le dio importancia a lo que pasó ese día. Ni con las noticias que hablan de que en su barrio hubo cinco homicidios en 10 días se sorprende.
-Es que ya estamos acostumbrados a vivir así. Ya es parte de la rutina.
Vivir en La Orquesta
Vilma Espinoza (66) es dirigente desde hace 30 años de la Santo Tomás. Mientras toma agua en su sede vecinal en la avenida del mismo nombre, dice que los seis homicidios en la zona se explican por algo: el rincón de La Pintana donde viven está abandonado a su suerte hace años.
Espinoza describe algunas cosas del sector: nació con la reubicación de personas que habitaban viviendas sociales en otras comunas en los años 80. En sus 140 hectáreas de superficie viven 55 mil personas. Colinda por el norte con La Granja, por el este con La Florida y al sur con el terreno de La Platina. El límite oeste es la Av. Santa Rosa.
El sector Santo Tomás, explica Espinoza, está compuesto por una veintena de villas. Una de ellas es la Concierto, donde sucedieron los homicidios este mes.
Marta Chihuaicura llegó a vivir a La Orquesta cuando tenía 19 años, a inicios de los 90. Se mudó con su madre y su padre desde La Legua. Su casa es de 32 metros cuadrados. Así son la mayoría en la Concierto. Vive en un sector que los vecinos llaman “los bloques”: son 12 viviendas con fachada continua, pareadas, todas de corrido.
Al poco tiempo su padre compró una casa al frente, donde puso un negocio. La idea era poder surgir vendiendo abarrotes.
Pero su barrio de a poco se fue deformando por la violencia, manifiesta. El narco se estaba metiendo con fuerza en el territorio.
-Había dos bandas: Los Guarenes y Los Phillips. Ellos peleaban por el territorio, por quién vendía más -explica Vilma Espinoza-. Fue un tiempo muy difícil. Los niños en los colegios tenían que esconderse debajo de los asientos cuando se escuchaba que empezaban las balaceras.
En ese tiempo, lo que Marta Chihuaicura más temía era que a su hija le llegara una bala en el camino de vuelta del colegio. “Me imaginaba que me la iba a encontrar muerta un día”, dice.
La inseguridad del sector fue haciendo cada vez más difícil que el negocio subsistiera.
-Antes, los camiones distribuidores de bebidas entraban acá. Pero los empezaron a asaltar -cuenta Chihuaicura-. Una vez, uno de mis vecinos estaba en la volada. Y le puso la pistola en la cabeza al chofer. No sé de dónde saqué fuerzas. Le dije, mira huevón, si lo asaltas, yo misma estaré un rato más afuera de tu casa con los pacos.
La alcaldesa de La Pintana, Claudia Pizarro (DC), afirma que ha pujado por años para visibilizar la situación de la Villa Santo Tomás. Según ella, sus problemas parten por la falta de planificación urbana en su origen.
-Son solo viviendas, con pasajes chicos, sin espacio para nada. Si queremos construir una plaza, no se puede, porque no hay dónde.
Pizarro añade una idea a esto: esa falta de visión afectó la infancia de cientos de niños.
-La empresa que construyó la Carretera Acceso Sur por mitigación debía construir parques, pero en 15 años no lo hicieron -se queja Pizarro-. En ese tiempo, un niño dejó de ser un niño. Son 15 años de abandono. Es una generación perdida.
Alejandra Luneke es académica de Sociología en la Universidad Alberto Hurtado. Dice que trabajó en la Santo Tomás durante años estudiando de dónde nace la violencia en ese lugar.
Su tesis es la misma que la de Pizarro: el abandono de la niñez ha generado esta violencia.
-En 2004, este sector ya cumplía con todos los parámetros de exclusión social: hay una baja penetración de los servicios del Estado, familias muy vulnerables económicamente y una alta deserción escolar en niños -dice-. Esta deserción fomentaba la participación de menores en delitos.
Luneke dice que este fenómeno provocó algo.
-Encontramos familias completamente atomizadas, que no usaban el espacio público. Este era tomado por bandas juveniles, con harta venta de droga a pequeña escala, con manipulación de armas de fuego -asegura-. Me acuerdo que en ese tiempo vendían pistolas nueve milímetros en la calle a 25 mil pesos. Ya en esa época observamos muchas animitas de bandas juveniles que se matan entre ellos.
Vilma Espinoza dice algo sobre esto.
-En mi vida, en todos los años que estoy acá, cuento unas 700 personas muertas por enfrentamientos. Antes era gente adulta, pero desde hace 10 años que son cada vez más jóvenes.
Todo este clima de exclusión social revela algo más, dice Luneke.
-Las violencias se encadenan: la exclusión social, la desigualdad territorial, no tener acceso a servicios -dice-. Las familias no pueden costear el tratamiento de drogas. Y la cobertura para rehabilitación es muy baja: una comuna tiene 80 cupos por año. Es muy poco.
Espinoza añade que es cada vez más común encontrar niños de 12 años en la calle, drogados. Dice que esto se explica por la falta de acompañamiento.
-El centro de rehabilitación que está allí se llama Caleta Sur, una fundación de Lo Espejo. Pero el espacio es nuestro. Y no hemos podido recuperarlo. A los adictos de la Santo Tomás no los reciben. Tienen que ir a Buin, o tratarse a través de la iglesia evangélica. El resto, lo ves en la plaza. A esta hora duermen, pero más tarde empiezan a aparecer. Les dicen las gárgolas.
Espinoza es más incisiva con esto: cuenta que su villa sigue teniendo los mismos problemas de hace 30 años.
-El 2019 el Estado designó barrio prioritario a la población. Pero hasta el día de hoy no sabemos qué significa eso. ¿Qué intervinieron? -se pregunta la mujer-. Vienen con charlas, dicen, junten a los adictos. Les decimos a los cabros, vamos a escuchar. Aprendamos. Pero ¿cómo nos ayuda eso? Les hacen una charla, les dan té, café, jugos, galletitas y se terminó. Y no hay seguimiento.
Por eso, Marta Chihuaicura dice que la muerte es parte de la rutina. Lo sintió con fuerza el día en que mataron a una persona mientras estaba un mercado persa en plena actividad.
-Acá matan a alguien y todo sigue funcionando. Esperaron que viniera Carabineros, sacara el cuerpo y todo siguió tal cual.
Sin escape
El viernes, un operativo entre la Fiscalía ECOH, Carabineros y la PDI intervino en La Orquesta. Detuvieron a tres personas vinculadas al microtráfico de drogas.
Un fiscal ECOH habla en reserva. Dice que los pistoleros son miembros de la banda del Cachorro, conocida hace más de 10 años por traficar en el sector de la Concierto.
-Es una banda menor frente a otras bandas del sector sur de Santiago, pero han tenido camino libre para ir creciendo. Los homicidios de las últimas semanas son por enfrentamientos con otras bandas. Una de ellas es Los Talos. Pero también se enfrentan a microtraficantes independientes, muy pequeños. Quieren sacarlos del sector.
El mismo fiscal explica que las víctimas de homicidios, tanto consumados como frustrados, no son miembros de bandas.
-Solo uno de ellos era un microtraficante del sector. El resto son consumidores. De hecho, sus funerales se han hecho fuera de la comuna.
Una de las teorías que maneja la Fiscalía es que estos consumidores fueron asesinados por comprarle a la competencia. Espinoza, en tanto, añade otra hipótesis.
-Ellos les fían la droga a los adictos. Y llega un punto en que no pueden pagar. Ahí les empiezan a cobrar, a reventar las casas.
Uno de los detenidos en la Santo Tomás es Nicolás Letelier Alarcón, el “Guatón Nico”. En tanto, Elvis León Silva (31), el “Perro Elvis”, es un sujeto de interés que se mantiene prófugo. Son pistoleros de Los Cachorros, comentan en el Ministerio Público. Ellos participaron en uno de los homicidios de los que fue testigo Marta Chihuaicura ese sábado 24 de agosto. Aquel día terminó una persona fallecida y dos lesionadas, y se encontraron casi 100 casquillos de balas percutadas. Se presume que usaron pistolas “chipeadas” para disparar en ráfaga, y cargadores adaptados para portar más tiros.
La semana roja de La Pintana se explica por eso, dice el fiscal:
-Fueron homicidios por ajustes de cuentas. Cuando matan a uno, van cobrando. Pero aún estamos investigando qué hizo que empezaran a matar. Suponemos que es una especie de guerra que se desató. El “Perro Elvis” es una especie de personaje que se trastornó y comenzó a matar a mucha gente.
El resultado de esta violencia en la Concierto se mide en números: cuatro homicidios consumados y siete frustrados en un mes.
La alcaldesa Pizarro (DC) dice que los homicidios en la comuna van al alza.
-El 2023, entre enero y agosto, tuvimos 16 homicidios, y terminamos ese año con 26. Ahora, entre enero y agosto llevamos 18 homicidios, y todo indica que vamos a superar los homicidios del año pasado.
Pizarro añade otra cosa más: el gobierno no les ha dado recursos para enfrentar el problema de la delincuencia en la comuna.
-Tengo casi un carabinero cada mil habitantes. Tengo una comisaría, una subcomisaría y vamos a tener una tenencia que construimos nosotros, con mil millones de pesos del presupuesto municipal. El gobierno no me dio ningún proyecto para una comisaría para el sector norte -señala-. No hay presencia policial en el sector norte, que es donde se están matando. La Tenencia Rivera López, que está en La Granja, pero en el límite con La Pintana, no atiende a nuestros habitantes.
El exjefe de seguridad de la comuna Rafael Vargas comenta algo: “La violencia que se vio esta semana solo se compara a los tiempos de la guerra de Los Guarenes y Los Phillip. Pero nunca habíamos visto tantos muertos y de forma tan consecutiva”.
El delegado presidencial Gonzalo Durán celebra el avance de las investigaciones que cerraron el cerco sobre los traficantes en la zona. Lo otro que afirma es que, junto con desbaratar las bandas de la zona, hay otras cosas que se pueden hacer para recuperar la Santo Tomás.
-Hay que ver cuáles son las modificaciones físicas del espacio para contribuir a generar mayores niveles de seguridad -dice el delegado-. Ver en lo estructural si hay pasajes que están cerrados de forma irregular para impedir el paso de la policía.
Vilma Espinoza quiere denunciar algo más. Dice que el narco está cada vez más presente en el sector Concierto.
-El 60% de las casas en el sector Concierto están tomadas por traficantes. Ni se las compraron a los dueños: sacaron a los arrendatarios a la calle, a punta de pistola, con muebles y todo.
El sector donde vive Marta Chihuaicura es apetecido por el narco, dice el fiscal en reserva, por una razón específica.
-Es lo mismo que en La Legua: son casas pequeñas, pareadas, largas hacia atrás, con escaleras en la parte trasera y con todos los techos conectados. Todo eso sirve para escapar fácilmente. Los pasajes son angostos también. Entonces, no caben las patrullas ni los carros de Carabineros.
Marta Chihuaicura dice que vivir en la Concierto la llevó a un extremo que no soporta. No puede llevar gente a su casa: a quien invite, los paran los traficantes de la zona.
-Te preguntan quién eres y por qué andas ahí. Tampoco aguantan que andes con el celular en la mano. Te preguntan altiro si es que andas sacando foto, si andas sapeando.
Mientras todo esto pasa, cada vez más vecinos se van de su barrio. Pero Chihuaicura dice que ellos no pueden.
-El valor de la propiedad ha bajado mucho. Pero, aún así, si la vendiéramos ¿quién te la va a comprar? Al final, la única alternativa que tenemos es vendérsela al narco. Y yo no quiero hacerles eso a mis vecinos.
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