Álex Anwandter: Tareas para la casa
El cancionero del prolífico intérprete, compositor, productor y cineasta es tan potente en términos bailables que el público se mantuvo en permanente movimiento durante su show en el teatro Caupolicán.
Álex Anwandter vive en Los Angeles pero una parte importante de su ser artístico sigue arraigada en Chile, con lo bueno y lo malo que eso conlleva. Mantiene una cercanía envidiable con su fanaticada que la noche del jueves colmó la capacidad del teatro Caupolicán vibrando de comienzo a fin en el estreno de Latinoamericana, su último álbum publicado el mes pasado, uno de los mejores trabajos de una discografía siempre consistente. Por otra parte ese trato preferencial atenta a ratos con un número con todo el potencial para ser redondo y de categoría internacional inapelable.
Detalles. El miércoles Joan Manuel Serrat cantó una treintena de temas en dos horas de espectáculo. Álex Anwandter también programó el mismo número con un show que superó largamente las dos horas y media. ¿Por qué la diferencia? Simplemente el guión de las intervenciones habladas que redunda en la continuidad del montaje. Al igual que el chileno, el catalán conversa muchísmo con su audiencia contando largas historias y chistes. Anwandter suele hacer algo parecido en directo pero mucho más disperso e improvisado. Es muy probable que a sus seguidores les encante ese rasgo porque, se supone, timbra naturalidad y espontaneidad. Pero así como es puntilloso en la producción musical, la puesta en escena y los discursos asociados -tema importante en su personalidad pública- requieren de un mayor orden y prolijidad. Si estás en el terreno del mensaje, la claridad y la concisión son prioritarias.
El cancionero del prolífico intérprete, compositor, productor y cineasta es tan potente en términos bailables que el público se mantuvo en permanente movimiento. No hay ningún otro artista del nuevo pop chileno capaz de sostener esa energía efervescente. Anwandter se retroalimenta y reacciona físicamente con plena consciencia de la gestualidad requerida por sus letras cargadas al romance y la intensidad homoerótica, con un carisma que en Chile no existía en el pop desde los días de Beto Cuevas con La Ley en los 90. Anwandter domina cada vez más el escenario, baila con gracia y viste con un aire entre Marc Almond y David Bowie convertido al soul a mediados de los 70.
Aunque su banda es competente queda la pregunta sobre cómo podría potenciar su setlist con músicos extranjeros. Algo parecido sucede con luces y videos, condimentos visuales esenciales más bien discretos para canciones que siempre están siendo bailadas y coreadas a gran volumen.
Hubo buenos invitados como Gepe, Javiera Mena y Miranda!, estos últimos una de las mayores influencias del pop hecho en Chile en los últimos 15 años, responsables entre otras influencias indiscutidas como Jorge González, de desarrollar un synth pop en español que tiene mucho de teleserie y colorido. Álex Anwandter tiene la mejor banda sonora de su generación y un carisma creciente, pero ese material merece un tratamiento más depurado a la hora de enfrentar al público.
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